Kaplan contra la censura

Tal vez haya escuchado que hay mucha censura en las redes sociales. Si es de los que solo tuitea fotos de gatitos, no se preocupe. Por usted no va nada de esto… O quizá sí.

Incluso si usted es de los que solo usa Twitter para hablar de cocina, compartir chistes o reírle las gracias a las estrellas mediáticas del progresismo más ocurrente y chispeante, tampoco tiene nada de lo que preocuparse… o quizá sí

Porque usted pensará que Twitter censura y suspende solo las cuentas de los malvados fascistas que critican al Gobierno, y que se quejan de los derechos humanos y la justicia social, y que promueven furiosos discursos de odio llenos de racismo, machismo y xenofobia. Total, qué hay de malo en odiar al perverso facha. A alguien hay que odiar en esta vida, pues que sea al que realmente se lo merece.

Por eso no es su problema que las redes sociales se hayan convertido en un lugar inhóspito para las personas que no comulgan con la corrección política que se extiende por todo el siglo XXI. Que no incordien y se larguen a otras redes, como hicieron en 2019 cuando huyeron a Gab, para volver algún tiempo después en cuanto comprobaron que allí estaban todos de acuerdo y se aburrían mortalmente.

Usuarios en una nube de felicidad

Ser un happy flower feminista, ecologista, progresista, transversal y defensor de los derechos de todas las minorías oprimidas del planeta da mucho pedigrí, ¿verdad? Las propias redes favorecen esa visión del mundo y siguiéndola con paso firme uno puede disfrutar de esa experiencia feliz de usuario con la que siempre dan la matraca y en la que nos imaginan a todos sonriendo y moviendo la cabeza al son de Imagine.

Por eso, pensará usted, la censura contra la incorrección política está muy bien. Y no debería llamarse ni censura. Porque hay que evitar discutir los dogmas establecidos por el progresismo y la izquierda, que por algo son la moral superior y llevan décadas diciéndonos lo que está bien y lo que no.

Que sí, que puede haber algo de postureo, pero a fin de cuentas este no hace daño a nadie y es preferible eso a decir que las niñas de 16 años tienen que estar en el colegio, y no dando vueltas por el mundo haciendo negocio a costa del cambio climático. Y que la solidaridad con los refugiados está muy bien, pero que a muchos de ellos los traen mafias en connivencia con las ONG. O que no todas las culturas y religiones son igual de tolerantes. Y que las grandes empresas de entretenimiento ofrecen productos altamente ideologizados. O que el feminismo está derivando hacia la misandria y pretende dirigir a las mujeres de la misma forma que lo hacía el machismo más rancio.

De eso nadie quiere hablar. Ni usted, que ya está otra vez buscando fotos de gatitos y pensando que este artículo es una malvada fake news de extrema derecha.

Esto tiene truco

Pero tal vez no se ha parado a pensar que el hecho de que Twitter, YouTube o Facebook nos controle tanto no es bueno. Y de que ese doble rasero que hay para las personas más críticas y las más buenistas (que no buenas), también tiene trampa.

Porque no se crea que los que están detrás de las redes sociales son desinteresadas ONG que piensan en su felicidad ni en la del mundo mundial. Lo hacen porque quieren que mientras sonríe plácidamente siga dejando rastros de sus preferencias e información personal: recuerdos, fotos, datos o compras, al tiempo de que se asegura de que es usted cada vez más dócil con el poder, del que ellos forman también parte.

El día que nos callen a los tocapelotas, a los críticos, a los que no nos conformamos, a los que vemos que los discursos únicos no son buenos, la cosa estará muy mal. Ese día tenga por seguro que el gatito será usted.

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