China coronavirus

La controversia es una constante en la historia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la agencia de Naciones Unidas para las políticas de prevención, promoción e intervención en la salud. La teoría dice que la OMS debería velar por la salud mundial rigiéndose solo por criterios científicos. La realidad es que vive bajo continuas sospechas de corrupción, maneja fondos millonarios con poca transparencia, favorece los intereses de grandes farmacéuticas y siempre ha estado politizada, de un tiempo a esta parte por la República Popular China, con la que vive una historia de amor que nos ha jodido pero bien.

En 2010, su gestión en la gripe A derivó en un gran escándalo al descubrirse que los expertos de la OMS, que recomendaron que los Estados hicieran acopio de medicamentos, tenían vínculos con las farmacéuticas que los fabricaban. Industrias como Glaxo, Novartis y Baxter llevan años obteniendo beneficios multimillonarios con pandemias declaradas por la OMS que luego resultaron no ser para tanto.

En 2020, la OMS tuvo que retractarse de dos guías publicadas en 2011 y 2012 con recomendaciones falsas que minimizaban el riesgo del consumo de opiáceos, y que se habían elaborado influidas por la farmacéutica Purdue Pharma, principal responsable de la crisis de opiáceos que ha provocado decenas de miles de muertos en Estados Unidos.

Son solo dos ejemplos pero dejan claro el nivel de “independencia” de esta agencia mundial, a pesar de que los medios la presentan -como hacen siempre con todo lo que lleve la marca Naciones Unidas- como una autoridad incuestionable.

China toma el mando de la OMS

Esa mansedumbre con los organismos supranacionales hace que se informe poco de los entresijos de la OMS. Por ejemplo, de cómo la influencia china ha ido aumentando hasta el punto de que algunos hablan ya de “Organización China de la Salud”. Y si no que se lo digan a Taiwán, cuya rivalidad con China impide que se integre en la OMS, sin que los otros países miembros tengan nada que decir. Es lo que pasa con las historias de amor como esta: son cosa de dos y sobran los otros 195.

El nombramiento de Margaret Chan, nacida en Hong Kong, como directora general en 2007 fue como si pusieran a Manolo el del bombo a arbitrar a España en la final de un mundial. A Chan no se le ocurrió otra cosa que, con apoyo logístico y económico del gobierno chino, claro, impulsar una polémica Estrategia sobre medicina tradicional para potenciar terapias medicinales, de lo más ancestrales y milenarias pero sin fundamento científico, favoreciendo descaradamente la medicina tradicional china.

Como se acabó notando mucho, y tras gestiones polémicas como la de la crisis del ébola de 2014, Chan fue reemplazada por un africano, el etíope Tedros Adhanom en 2017. Era la primera vez que se hacía un proceso electoral interno, así que imaginen la historia de nombramientos de la OMS hasta entonces.

China, OMS y coronavirus

Las sospechas de que China seguía controlando la OMS en la sombra se mantuvieron. No solo por el origen marxista de la militancia política de Tedros Adhanom, biólogo por estudios y político de profesión, sino por el hecho de que da la casualidad de que Etiopía es el socio estratégico de China en África, al que ha regado con inversiones e infraestructuras y otorga un papel fundamental en la nueva Ruta de la Seda.

Y si hasta ahora eran vagos cantos de sirena, con la crisis del coronavirus ya parece La Traviata. La OMS ha demostrado una gestión bastante torpe de esta crisis sanitaria, confiando a ciegas en la información y gestión de las autoridades chinas y lanzando falsos mensajes de tranquilidad que ahora le están pasando factura. “Las investigaciones preliminares llevadas a cabo por las autoridades chinas no han encontrado pruebas concluyentes de que el nuevo coronavirus se transmita de humano a humano” decían alegremente el 14 de enero.

Hasta el 14 de marzo no hay pandemia

Y el 4 de febrero el propio Tedros Adhanom aseguraba que la propagación del coronavirus fuera de China “es mínima y va despacio” y que no hacía falta restringir los vuelos desde el país asiático. Diez días después, el Mobil World Congress de Barcelona se cancelaba tras las bajas de las principales empresas participantes por miedo al coronavirus. Estaba claro que había gente con más información que la OMS o que no se fiaban un pelo de la supuesta gran autoridad en la salud mundial.

El organismo de la ONU aún mantenía el 26 de febrero que no había motivo para declarar la pandemia. Finalmente, el 14 de marzo, la OMS la declaró oficialmente. Ha pasado un mes desde entonces y ya hay más de dos millones de casos y 128.000 muertos en todo el mundo.

Trump se mosquea

Con todo esto, no es de extrañar que el presidente de Estados Unidos Donald Trump, que representa al país que más contribuye económicamente a la OMS y al mismo tiempo es uno de los más castigados por el coronavirus, haya dicho que le congelará los fondos, acusándola de encubrir la propagación real de la pandemia y favorecer los intereses de China.

Puede considerarse un error dejar ahora diezmada económicamente a la OMS (o no, visto lo visto), y no deja de ser una huida hacia adelante para tapar los errores del propio Trump, que hace nada aún se jactaba de tenerlo todo controlado -al estilo Gobierno de España-, pero algo de razón no le falta. Porque, ¿quién ha sido el primero en saltar exigiéndole a Trump que pague a la OMS? Exacto: China. Nos pinchan y no sangramos.

6 comentarios

    1. Muchas gracias, Merce. Se intentará, y mientras haya alguien a quien haga reflexionar, como a usted ahora mismo, bien satisfecho me quedaré.

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