Quién iba a decir que los lapsus iban a ser tan importantes para revelar las auténticas intenciones de los políticos. Y no nos referimos a Pablo Iglesias pensando en mamadas en pleno discurso feminista, sino al «lapsus» del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil cuando leía sus notas y decía que una de las funciones actuales del Instituto Armado es «minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno».
El estupor de tales declaraciones ha provocado un tsunami tal que el Gobierno salió corriendo a decir que fue un lapsus del general (convirtiéndose así en el primer lapsus leído de la historia). El problema de este tsunami es que arrasa sobre mojado. Desde hace tiempo mucha gente -la izquierda diría que muchos bots- está preocupada por la deriva autoritaria de un gobierno que, con la excusa del coronavirus, busca imponer un marcaje cada vez más estricto sobre las libertades, empezando por la de expresión. Se cortan tan poco que ya hasta lo preguntan en el CIS.
Que al día siguiente se supiera que el Mando de Operaciones de la Guardia Civil había enviado un correo electrónico a las comandancias donde les encargaba trabajos de identificación y seguimiento de campañas de desinformación y publicaciones sobre bulos susceptibles de «generación de estrés social y desafección a instituciones del Gobierno» dejaba claro, al menos, el origen del «lapsus». Otra cosa es que no tranquilice lo más mínimo saberlo.
Dolores Delgado, fiel perro Vader
La Fiscalía General del Estado ya se había sumado al festival retro de las libertades diciendo que los autores de bulos pueden enfrentarse a penas de hasta cinco años de cárcel ya que responden «a delitos de odio, revelación de secretos, contra la integridad moral, desórdenes públicos, injurias y calumnias, contra la salud pública o contra los consumidores». Según parece, lo peor que puede pasarle a la humanidad es, por este orden, el terrorismo internacional, el apocalipsis zombie y los bulos.
La tesis de la Fiscalía encaja al milímetro con las críticas realizadas desde el Gobierno y el PSOE. Es lo que pasa cuando tienes a una fiscal general del Estado como Dolores Delgado, tan independiente que ha sido diputada y ex ministra socialista. La Fiscalía depende del Gobierno, dijo Pedro Sánchez en otro célebre «lapsus». No se pueden tener más cuadrados… y más encogidos los ciudadanos.
El show de Punset Simón
Y mientras el Gobierno, la Fiscalía y ahora la Guardia Civil anuncian la lucha contra los bulos, para el teatro propagandístico hay manga ancha. Solo hay que ver la rueda de prensa post lapsus capitaneada por ese Punset gubernamental que es Fernando Simón. En la mejor línea del melodrama hollywoodiense hubo de todo: desagravio al pobre general que solo leyó sus notas, una petición de respeto al equipo, aplausos tan sinceros como los que le daba el PP a Cristina Cifuentes una semana antes de que todos borraran su teléfono de la agenda… Solo faltó la música de La lista de Schindler sonando de fondo cuando Simón decía con voz emocionada: “Utilizar los fallos en los discursos que podamos tener, cuando estamos trabajando al límite de nuestra capacidad, para hacernos daño como equipo, no es algo decente”. El que no lloró es porque no tenía corazón.
Y una vez escenificada la pantomima -convenientemente difundida por las redes sociales y los sospechosos mediáticos habituales-, pelillos a la mar, el Gobierno da por zanjado el asunto y, por supuesto, impide preguntar nada al general que la ha liado parda. Y aquí paz y después gloria hasta la siguiente revelación… perdón, el siguiente lapsus.
El primer pikoleto marlaskón de los marlaskones