Viridiana supuso tal escándalo que todo lo que rodea a esta película de Luis Buñuel daría para una comedia surrealista y disparatada. Pasen y pónganse cómodos para conocer la increíble historia del film español que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y que fue prohibido por el franquismo al día siguiente provocando la destitución de los censores.
En 1960, la dictadura del general Franco quería abrirse al mundo y no se le ocurrió otra brillante idea que aceptar un proyecto de Buñuel, que llevaba exiliado desde el final de la guerra civil. El genio de Calanda ya había sufrido la censura en L’âge d’or (1930) o Las Hurdes, tierra sin pan (1933) aun en la Segunda República. Así que para no dificultar su regreso y chocar con el todopoderoso aparato censor del franquismo, propuso una adaptación libre de la novela Halma de Benito Pérez Galdós, que daba continuidad a su ciclo espiritualista tras Nazarín, de la que el propio Buñuel había hecho una película en México. ¿Qué podía salir mal? Para el régimen era un plan sin fisuras.
El retorno del hijo pródigo provocó las iras de los opositores de Franco que consideraron a Buñuel un traidor a la causa. El franquismo, en cambio, se frotaba las manos. Ni unos ni otros se olían la bomba anticlerical que el director aragonés y sus productores (conocidos izquierdistas) iban a soltar. El escándalo de Viridiana daría la vuelta al mundo.
Un melodrama con segundas
Viridiana sobre el papel es un dramón de cuidado: una novicia que abandona el convento para ir a visitar a su tío, que se obsesiona con ella hasta el punto de que la droga pensando en violarla mientras duerme. Tras el suicidio del tío, Viridiana abre la hacienda a un grupo de vagabundos para ofrecerles su caridad cristiana. Los vagabundos se acaban aprovechando de ella, la roban y (también) la intentan violar. Finalmente, la muchacha abandona la religión y decide comenzar una nueva vida entregándose carnalmente a su primo.
Nada de todo esto aparecía así de claro en el guión, obviamente. Buñuel se cuidó mucho de desvelar ciertos detalles de la historia y sobre todo de decir cómo lo iba a contar. Los censores franquistas no sabían que en el cine de Buñuel muchas veces es más importante el cómo que el qué, y dieron luz verde al rodaje con apenas unos pocos cambios.
La censura «mejora» el final
El más significativo afectaba al final. El director general de Cinematografía, José María Muñoz Fontán, propuso que hubiera alguien más en la casa cuando Viridiana visita a su primo para «jugar a las cartas», por ejemplo, la sirvienta. Explica el productor Pere Portabella que a Buñuel le encantó la idea: ya no solo se iba a insinuar que Viridiana se acostaba con su primo, sino que además hacía un trío con la sirvienta. «¡Qué degenerado es este tío, ha mejorado la película!», cuenta Portabella que dijo Buñuel.
Los protagonistas, Silva Pinal, Fernando Rey y Francisco Rabal, y todos los que participaron en el rodaje sospechaban que Viridiana sería un escándalo. Quedó confirmado en el rodaje de la famosa escena en que los mendigos imitan La última cena de Leonardo DaVinci mientras una de las vagabundas les «fotografía» levantándose la falda. Carmen Frías, ayudante de montaje de la película, explica que cuando venía alguien del Ministerio de Información y Turismo para supervisar cómo iba la película, quitaban la escena del montaje y la volvían a incluir una vez se iba el censor. Aquello iba a ser una sorpresa. Y tanto que lo fue.
El escándalo de Viridiana… que nadie se olió
En un pase previo realizado para la Junta de Productores Españoles, la Dirección General de Cine y Teatro y la Junta de Censura nadie vio nada raro. Entre otras cosas porque la escena clave de la cena no estaba incluida en el copión; tampoco la música que luego sonorizaría la fiesta de los mendigos (el Aleluya de El Mesías de Haendel), y también faltaba un plano con un abrecartas en forma de crucifijo. El veredicto que dieron en aquel pase fue demoledor: «La película no es nada, Buñuel chochea».
De hecho, a la Junta de Productores Españoles le pareció tan pobre que no quiso presentarla en Cannes, como estaba inicialmente previsto. Pero fueron los propios responsables del festival los que invitaron a Buñuel, así que terminada de montar y sonorizar en un laboratorio de París, lejos de las miradas franquistas, la versión final de Viridiana consiguió presentarse en el festival sin que ninguna autoridad española la hubiera visto completa.
Viridiana triunfa en Cannes
Viridiana se exhibió en la última jornada de Cannes. La película cosechó una larga ovación y el jurado decidió darle ex aequo la Palma de Oro. Sin duda, un éxito para el cine español. El aperturismo de Franco triunfaba en Europa, debió de pensar el ufano director general de Cinematografía, aquel Muñoz Fontán del ménage à trois, al recoger el galardón en nombre de Buñuel.
«Fíjate bien cómo recoge el premio porque no va a recoger otro en su vida», le dijo el director de la Filmoteca Española, Carlos Fernández Cuenca, a José Luis Borau, presentes en la sala. Palabras proféticas.
El Vaticano pide la excomunión
Y es que mientras el director general regresaba con la flamante Palma de Oro y el diario franquista Pueblo abría su primera página con el triunfo del cine español en Cannes, otro diario, el oficial del Vaticano, se había hecho eco de la proyección de Viridiana y la calificaba de cruel, sacrílega y blasfema. L’Osservatore Romano pedía directamente la excomunión de todos los que habían participado y se preguntaba cómo era posible que pasara aquello en la muy católica España de Franco. El ministro de Información y Turismo, el beato Gabriel Arias Salgado, tuvo el disgusto de su vida. A él, que usaba las tijeras de la censura para salvar almas, como le gustaba recordar, ¡le echaba la bronca el mismísimo Vaticano!
Muñoz Fontán fue destituido nada más aterrizar en Madrid y con él toda la Junta de Censura. Viridiana fue prohibida y ordenada la destrucción de su negativo. Por suerte, la copia francesa se salvó y voló a México donde se pudo estrenar internacionalmente.
Años maś tarde, el Caudillo quiso ver la película en su sala de proyección de El Pardo para comprobar si el escándalo de Viridiana era para tanto. Y lo mejor de todo es que, después de todo el jaleo, no se lo pareció y hasta le hizo cierta gracia: «Esto no es más que una sucesión de chistes baturros», dijo de ella. Eso sí, la prohibición no se la quitó y hubo que esperar a su muerte para ver en España aquel gol por la escuadra que Buñuel le metió a la censura.
Vaya, no conocía la historia que hay detrás de esta película. Gracias por contárnosla, sr. Kaplan.
Gracias a usted por leerla, Merce. Siempre hay trucos para eludir la censura 😉