Memorias de Woody Allen

Unos lo llaman poscensura, otros cultura de la cancelación, pero no deja de ser una nueva versión globalizada del mantra que ha animado a todo buen totalitario desde que el mundo es mundo: aplastar al que me lleve la contraria en nombre del bien moral superior que he decidido yo. En el caso de Woody Allen el papel de inquisidor supremo le ha correspondido a su ex pareja Mia Farrow y a su hijo Ronan, y la turba que les ha seguido con antorchas en la mano la ha formado ese oropel de postureo y oportunismo llamado Hollywood, Amazon y el grupo editorial Hachette. Aunque en Estados Unidos no se ha podido leer, la autobiografía de Woody Allen, A proṕosito de nada, sí ha llegado a España. Una delicia de libro que incluye una sabrosa venganza para paladares incorrectos.

A propósito de nada se lee con una voz resonando en la cabeza, la de su doblador en España, Joan Pera, porque el maestro neoyorquino recorre sus 84 años de vida como si fuera uno de los personajes de sus películas. Se mueve con aparente ligereza por su trayectoria artística y su vida sentimental, declara su amor por Soon-Yi y repasa sus momentos más delicados. En realidad, su único momento delicado en una vida bastante anodina en lo personal: su pelea de tres décadas con Mia Farrow que hace que La guerra de los Rose parezca Sonrisas y lágrimas.

El libro dedica casi una tercera parte de sus más de 400 páginas a recordar esta lucha embarrada por acusaciones de abuso sexual, una vista que terminó en tablas (custodia de los hijos para Farrow y absolución del delito de abuso para Allen, librándole de un juicio) y su actual secuela, en plena apoteosis del movimiento #MeToo, con su hijastra Dylan rememorando en los medios los supuestos abusos que sufrió a los 7 años y el ostracismo que el cómico padece ahora, con sus películas sin distribución en Estados Unidos, contratos cancelados y una comunidad artística que, tras décadas adorándole, ahora gritaría de placer viendo como le hacen lo mismo que a Juana de Arco.

El clan Farrow en acción

Desde el momento en que se anunció la publicación de la autobiografía de Woody Allen, el clan Farrow se movilizó, con esa combinación de victimismo y ataque inmisericorde típicos de los justicieros sociales. Dylan se indignó porque nadie en la editorial se había puesto en contacto con ella para «contrastar» la información, sin tener en cuenta que nadie contrasta nada cuando escribe sus memorias. Por eso se llama autobiografía.

Finalmente, las presiones de Ronan, el único hijo biológico de la pareja aunque tenga los ojos de Frank Sinatra (guiño, guiño, codazo, codazo), consiguieron que Hachette no publicara las memorias en Estados Unidos, con protesta incluida de sus trabajadores frente a la sede de la compañía en Nueva York. «Nos solidarizamos con Ronan Farrow, Dylan Farrow y las víctimas de agresión sexual», manifestaron. Y no cantaron «El violador eres tú» de milagro. No hay que olvidar que no es la primera vez que Ronan hace feliz a su mamá: ya se encargó de hundir al depredador de Harvey Weinstein, que fue el que resucitó la carrera de Woody Allen distribuyendo sus películas cuando nadie quería hacerlo en 1993.

Mia, el juez y el policía

Aunque algunos consideran las memorias de Allen «inoportunas y sesgadas», no deja de ser curioso que, en cambio, no vean ningún problema en que Ronan acuse a su padre de ser un monstruo y califique de «colaborar con un depredador sexual» a todo aquel que se le pase por la cabeza hablar bien de él, entregándolo a las antorchas purificadoras de la opinión pública. El caso de Spike Lee es revelador. El gran luchador contra la injusticia social se meó encima y pidió perdón por haber defendido a Woody Allen. Sí, señor, un negro valiente.

Con todo este jaleo encima, el director tenía claro que su autobiografía era la mejor oportunidad para hacerse oír. Y vaya si lo ha hecho. En un libro en el que habla bien de casi todo el mundo, hay unos pocos a los que deja por los suelos. Mia Farrow, obviamente, la primera, a la que retrata como una desequilibrada vengativa y de la que el lector se queda con la impresión de que debió de protagonizar La semilla del diablo… en el papel del diablo. Y completando el podio, el juez que llevó su caso de custodia, Eliot Wilk y el responsable del caso policial, Frank Maco. De estos dos insinúa que alguien -hay que evitar demandas- cree que se pusieron de parte de Mia Farrow porque la actriz los sedujo con unos encantos interpretativos más propios de Apolonia Lapiedra que de Greta Garbo.

Tiempo de sinvergüenzas

Los siguientes en la lista de señalados en la autobiografía de Woody Allen son todos aquellos que se han sumado a las acusaciones y, por miedo u oportunismo, le han dado la espalda contribuyendo a su linchamiento. Sin acusar a nadie en concreto, deja a Hollywood muy retratado y, nada inocentemente, recuerda en estas páginas cuando rodó La tapadera, un film sobre el macartismo y las listas negras. «El tiempo de los sinvergüenzas», cita. No hace falta ser un genio para saber quiénes son los sinvergüenzas ahora.

El cómico salva con nombres y apellidos a los pocos que públicamente lo han defendido (Alec Baldwin, Javier Bardem o Scarlett Johansson) y bromea sobre el hecho de que algunos «arrepentidos» de haber trabajado con él hayan donado sus sueldos al #MeToo, recordando que en sus películas se paga el salario mínimo. Igual -comenta con sarcasmo- si hubieran cobrado las fortunas habituales de Hollywood, las indignadísimas estrellas no habrían sido tan solidarias.

Pullita para Hillary Clinton

Los medios de comunicación que han seguido el caso y que también se han decantado por la versión de Caperucita y el Woody feroz tampoco se salvan de la quema, especialmente el progresista The New York Times del que Allen siempre había sido un gran admirador y del que da a entender que a partir de ahora lo va a usar para la jaula del canario. En una de las pullas más divertidas de A propósito de nada, Allen recuerda que Hillary Clinton rechazó su donación de 5.000 dólares y se pregunta si quizá por eso fracasó en las elecciones. Es difícil que un demócrata convencido como él se pase al Partido Republicano pero, después de comprobar como sus propias filas le han dejado a los pies de los caballos, no es de extrañar que Woody acabe algún día votando al Partido de las Nueces de California.

Como repaso a la vida y obra del creador de Match Point, esta autobiografía tampoco tiene desperdicio. Repite unas cuantas veces que le da igual lo que la posteridad opine de él y el legado que deje. Ni siquiera parece interesado en que se recuerden sus películas aunque sí se le nota dolido por todo lo que le ha acarreado su litigio con Mia Farrow -por algo le dedica un tercio del libro- especialmente por haberse perdido la infancia de sus hijos y porque Dylan y Ronan han acabado odiándolo después de haber crecido solo con su madre. Podríamos decir que es un claro ejemplo de síndrome de alienación parental, aunque las feministas dicen que eso no existe y quiénes somos nosotros, pobres hijos sanos del Patriarcado, para llevarles la contraria.

La autobiografía se sirve fría

Respecto al circo montado a su alrededor, el director de Manhattan se lo toma con su habitual filosofía y cachondeo existencial. Como él comenta en el libro, lo bueno de ser un misándrico es que la gente no te decepciona. «Debo decir que era muy divertido ver a todas esas personas correr como locas para ayudar a una chiflada a poner en práctica su plan vengativo -escribe-. Muy fascinante y, como decía, no una mala idea para una sátira».

Ojalá se decida a escribirla, Roures se la produzca y la veamos convertida en una película. Eso sí sería una venganza y no la de Moctezuma, aunque más de uno también iba a tener cagaleras después de verla.

La autobiografía de Woody Allen A propósito de nada ha sido publicada en España por Alianza Editorial. Y ha sido uno de los libros más vendidos de la temporada, también a través de Amazon, la compañía que canceló su contrato. Un judío neoyorquino elegante y educado como él es posible que lo expresara de otra manera, pero podéis irle comiendo los huevos por detrás.

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8 comentarios

  1. Estupendo artículo, como siempre. Es el próximo libro que tengo preparado para leer y ahora aún tengo más ganas de cogerlo. Un dato curioso que seguramente ya sabrá usted: el audiolibro usa la voz de Joan Pera. ?

    1. Pues mire usted, no lo sabía pero me parece una elección de lo más afortunada. Muchas gracias por las felicitaciones y por su nueva visita. El día que sortee una jamón, ya le digo que haré tongo y lo ganará usted 😛

  2. Eso de arruinarle la carrera a una buena persona a base de acusaciones falsas es de lo más bajo que he visto en mi vida; los/as culpables merecen acabar en la miseria y en el ostracismo dada su catadura moral

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