Fernando Simón enfermeras

En cualquier país normal, un asesor sanitario como Fernando Simón ya hace tiempo que habría dejado de serlo. No acertó con la magnitud de la pandemia de coronavirus, minimizando una y otra vez el riesgo; no acertó tampoco con el uso de las mascarillas, dando mensajes contradictorios y reconociendo al final que se mintió porque no había suficientes. Su previsión de que la segunda ola de covid no iba a tener un impacto demasiado grande va camino de convertirse en otro de sus grandes aciertos con las cifras disparándose por todo el país. Eso por no hablar de que el hombre se salta sus propias recomendaciones cuando está de vacaciones.

A pesar de todo, el Gobierno de España se ha dedicado en cuerpo y alma a convertirlo en uno de los ídolos del momento, ofreciendo a la opinión pública una cara amable, un escudo humano contra la desastrosa gestión de la pandemia. Se hacen camisetas con su cara, lo proponen para premios, aparece en entrevistas molonas, quieren poner su nombre a algunas plazas e incluso hay benditos de Dios que se lo llegan a tatuar, como si fuera el amor de madre o la reina de los mares.

Y es en esta euforia desatada para que nos sintamos afortunados de vivir en la misma época de este cruce entre Punset y el dalái lama, que el feminismo decidió convertirlo en su aliado de cabecera. Y una mañana nos despertamos con el director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias representando a la «nueva masculinidad» con la que sueñan las feministas mientras afilan los machetes para los machotes.

Fernando Simón, el feminista

Fernando Simón, decía en un artículo una redactora jefa de género (sí, ahora hay secciones de género en los periódicos), «es lo opuesto a la masculinidad a la que solemos asistir (…). La virilidad tradicional se construye sobre las formas agresivas, la competición y la necesidad de quedar por encima de tus interlocutores». Con sus formas dulces y calmadas, aparentemente conciliadoras, Simón era visto a través de las gafas moradas como todo lo contrario de lo que consideraban que son los hombres: agresivos, condescendientes y arrogantes. La redactora jefa de género acababa su artículo con un «ojalá cunda el ejemplo y tengamos más ‘simones’ y menos ‘señoros'». Simón era el Elegido, el Anakin Skywalker del feminismo.

El problema es que el modelo de nueva masculinidad, como Anakin Skywalker, ha acabado saliendo rana, y en una entrevista distendida en un canal de YouTube, se descolgó con un chiste sobre «enfermeras infecciosas». Un chiste en el que absolutamente nadie reparó a excepción del Consejo General de Enfermería, cuyas dos vicepresidentas son la reserva feminista de Occidente y que no perdonan ni a las camareras que se disfrazan de enfermeras sexys. El CGE consideró que esta broma degradaba a la profesión y constituía un insulto intolerable y denigrante. En un abrir y cerrar de ojos, el feminismo que había encumbrado a sus altares a Simón pedía su reprobación y cese fulminante.

Un esperpento con perspectiva de género

Algo que empieza de una forma tan esperpéntica tenía que continuar de la misma manera, con mucha perspectiva de género, eso sí: el Consejo General de Feminazis, quiero decir, de Enfermería se indigna cosa mala con Fernando Simón, la izquierda se divide entre los que le disculpan y los desengañados, algunos medios indignados dicen que esto es la gota que colma el vaso y el Partido Popular, que una vez ejerciera de oposición, exige al Ministerio de Igualdad de Podemos que tome medidas contra Simón, cuando no ha sido capaz de denunciar al Tribunal Constitucional un estado de alarma de seis meses.

Por supuesto, la conclusión del affaire es épica: el modelo de nueva masculinidad acaba autoflagelándose y pidiendo perdón, asumiendo su rol de hombre en proceso de deconstrucción («Tengo mucho camino por delante para aprender y hacerlo mejor»), los alpinistas que lo entrevistaron y que le rieron la gracia también entonan el mea culpa e Irene Montero demuestra su magnanimidad y agradece las disculpas-habría que ver si las hubiera aceptado si Simón fuera del otro bando- mientras recuerda que hay que «trabajar para que esto no vuelva a ocurrir» . Como broche de oro, el ministro del Interior sale a la palestra para asegurar que comentarios como los de Fernando Simón son peligrosos porque «forman parte de la violencia contra la mujer». Ni la más disparatada de las comedias de Hollywood puede superar esto.

Un chiste malo y estúpido

A estas alturas puede que se le haya olvidado, paciente lector, qué es lo que motivó toda esta escalada de dramáticas declaraciones, esta caída a los infiernos del nuevo Prometeo y su expiación in extremis, escarnio público y acto de contrición mediante. ¿Qué era tan denigrante, insultante y violento contra las mujeres? Pues un chiste, un chiste tonto y malo.

Y a esto hemos llegado en la España progresista y feminista. A que se ponga el grito en el cielo y se pida la dimisión del director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias no por los 50.000 muertos del covid, sino por una broma idiota que ha ofendido a ese colectivo que no entiende de contextos y al que no se puede ofender jamás bajo ningún concepto: las feministas. Que igual va a ser que son ellas las infecciosas, y no las enfermeras como decía el chiste maldito.

En cualquier caso, aquí dejo otro, por si el Consejo General de Enfermería o Pablo Casado siguen sin tener nada mejor que hacer que denunciar chistes. Seguro que les va a encantar.

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4 comentarios

  1. Si ese mismo comentario lo hubiera hecho otro aún se estaría hablando de esto. Y es usted un atrevido con ese chiste final. Suerte que en el Ministerio de Igualdad están ocupadas cambiando nombres y anunciandolo como la hazaña del siglo.😂😂

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