Marvel se hunde

Cuando el legendario Stan Lee guionizó en 1971 «El peligro de las drogas» dejó en shock al cómic estadounidense, sometido desde 1954 al Comics Code Authority, un sello que certificaba su moralidad. Con esta historia que incluía la drogadicción de un personaje importante de Spiderman, Marvel desafió al organismo censor que inició su decadencia y final. Cuatro décadas después, la llamada «casa de las ideas» se ha tomado muy en serio lo de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» y pretende seguir siendo la antorcha moral de la juventud, convirtiendo Marvel en portavoz de la agenda política de la diversidad, la inmigración, el feminismo y las minorías. Todos esos luminosos conceptos que suenan genial hasta que a alguien se le ocurre cuestionarlos y, cual supervillano on fire, revelan entonces sus auténticas intenciones de dominar el mundo y aplastar al que no los acepte como la única Verdad.

La nueva senda de Marvel arrancó en 2009, cuando The Walt Disney Company compró la editorial por 2.800 millones de dólares y la puso al servicio del progresismo y de la corrección política. Solo tres años después Disney repitió la jugada con las mismas intenciones haciéndose con Lucasfilm —así salió la nueva trilogía— y disgustando al mismísimo George Lucas, quien reconoció más tarde que había vendido su empresa a «unos tratantes de blancas». Detrás de estas compras millonarias se encontraba Bob Iger, el CEO de The Walt Disney Company, estrechamente unido al Partido Demócrata a través de millonarias donaciones y que incluso llegó a postularse como candidato oficioso a la Casa Blanca.

La primera pedrada, en la frente de Spiderman

Desde el momento en que Disney desembarcó en Marvel se potenció el trabajo de guionistas y editores tan llenos de talento como de ideología tales como Brian Michael Bendis, Joe Quesada y Axel Alonso. La primera pedrada de la diversidad fue directa a la cabeza del personaje más famoso de la compañía: Spiderman, con la creación de Miles Morales, un hombre araña negro con ascendencia latina que dividió a los fans en dos bandos irreconciliables.

La destrucción del universo paralelo en el que vivía Morales parecía anunciar su desaparición pero Marvel tenía otros planes para él. Y a pesar de la polémica del personaje lo incorporó al universo habitual de Spiderman, lo convirtió en uno de los protagonistas de la película Spiderman, un nuevo universo y del videojuego sobre él, Spiderman: Miles Morales. ¿Rechazabais el caldo arácnido inclusivo? Pues tomad dos tazas.

Miles Morales, con él empezó todo. Brian Michael Bendis y Axel Alonso se inspiraron en Obama y en la hija de Bendis, que le propuso a papá un Spiderman negro.

Obama apadrina a la primera superheroína musulmana

Poco después, el presidente Barack Obama (al que ya en 2009 Marvel le había hecho la pelota sacándolo en Spiderman) apadrinó a la primera superheroína musulmana: Kamala Khan, presentada a bombo y platillo en el Capitolio. Esta nueva Ms Marvel no provocó tanto revuelo como Miles Morales (a fin de cuentas sobre ella no caía la sospecha de reemplazar a la estrella de la casa) pero tampoco ha tenido demasiada repercusión en el mercado. Aunque Marvel se ha empeñado en hacernos creer lo contrario y convertirla en su superhéroe de referencia. Igual que a Miles Morales la han metido con calzador dónde sea, por ejemplo en el videojuego Marvel’s Avengers donde parece que sea más importante que el Capitán América y Iron Man juntos.

Una vez dado el pistoletazo de salida, la carrera por la inclusión y la diversidad se disparó hasta el infinito y más allá: el Capitán América negro, Thor, Lobezno e Iron Man femeninos, Hulk coreano y, en un triple salto mortal hacia atrás, América Chávez -curioso el apellido- se convirtió en la primera superheroína latina y lesbiana. Como vainas de ultracuerpos, algunos de los héroes más importantes fueron sustituidos por versiones que visibilizaran el feminismo, la inmigración, las minorías, las opciones sexuales y cualquier cosa que figurara en los planes del globalismo mundial.

Un vicepresidente de Marvel la lía parda

Todo iba aparentemente bien hasta que en 2017 el vicepresidente de ventas de Marvel, David Gabriel, dio una entrevista durante el encuentro anual con las tiendas de cómics más importantes del país, y dijo lo que no se puede decir nunca en un universo políticamente correcto: que el público estaba hasta los huevos de tanta inclusión. Marvel y su agenda política podría encantar a los editores, pero no a sus lectores:

Lo que hemos escuchado [hablando con las librerías de cómics] es que la gente no quiere más diversidad. No quieren personajes femeninos. Eso es lo que hemos escuchado, nos guste o no. No sé si eso es realmente cierto, pero es lo que vimos en las ventas. Lo que vimos en las ventas de cualquier personaje diverso, o nuevo, nuestros personajes femeninos, cualquier cosa que no sea un personaje Marvel central, es que la gente no los aceptaba. Eso fue difícil para nosotros porque teníamos un montón de ideas nuevas, frescas y excitantes y nada nuevo realmente funcionaba.

Ms Marvel musulmana, Thor mujer y Capitán América negro. Y el 78% de sus compradores (hombres) y el 69% (blancos) flipando el colores preguntándose: ¿por qué?.

Un público blanco y masculino al que nadie ha preguntado

Estas declaraciones supusieron un terremoto de magnitud 10 en la escala SJW y la plana mayor woke salió a demostrar que la diversidad y la inclusión no tenían nada que ver en el descenso de las ventas. El propio Gabriel se desdijo pero el mal ya se había desatado en la Tierra: muchos lectores se vinieron arriba y se quejaron de que ellos querían aventuras, no ideología. Una cosa fue incluir de forma sutil el problema social de las drogas en 1971, que podía afectar a todos por igual, y otra convertir las colecciones en una máquina de propaganda al servicio solo de una parte de la sociedad.

Y es que cuando Marvel llenó sus tebeos de agenda política se le olvidó el insignificante detalle de sondear a sus lectores, que eran los que se gastaban los cuartos, para ver si querían este giro. Y teniendo en cuenta que el 63% de compradores de cómics en Estados Unidos son hombres (el 78% en el caso de los superhéroes), el 69% son blancos, el 12% latinos, el 10% negros, y el 8% asiáticos, tiene cierta lógica que los compradores mayoritarios se cabrearan, por mucho que los entusiastas de la justicia social levitaran de gusto.

El «Comicgate», el Vox de los comiqueros

Al más puro estilo Gamergate surgió el Comicgate, con miles de lectores quejándose de que no querían que sus cómics favoritos fueran vehículos para las agendas políticas de los comprometidos editores y dueños de Marvel. Una inocente foto de la editora Heather Antos tomando un batido con otras mujeres de la editorial fue el catalizador de las iras tuiteras. Y un año después se canceló la colección de Pájaro Burlón, tras una polémica portada en la que la protagonista lucía una camiseta que ponía «Pregúntame acerca de mi agenda feminista», que desató otra batalla campal en las redes.

La portada de la polémica de Pájaro Burlón. La guionista acabó cerrando su cuenta de Twitter.

Ni que decir tiene que para el mundillo woke, que suele acaparar los blogs y medios especializados, el Comicgate no es un grupo de fans normales que solo quieren que dejen en paz a sus héroes sino que literalmente son «la extrema derecha contra el progreso». Unos nazis. Qué digo yo, peor que los nazis. Eso de considerar fascista y supremacista a todo el que no comulgue con el progresismo metido con calzador, como vemos, no solo le pasa a Vox.

La agenda política de Marvel llega al cine

El triunfo mundial del Universo Cinematográfico Marvel ha trasladado su agenda política a las pantallas, con ciertas reticencias de Disney que sabe que el feminismo y las minorías no suelen mover los millones de dólares que les gustaría porque el público (casi tan nazi como los del Comicgate) pasa de ir al cine cuando le dan el cambiazo del entretenimiento por la ideología. Pero el éxito de Capitana Marvel y Pantera negra les ha animado y se nos viene encima una réplica de lo que ocurrió antes en los cómics: minorías, mensaje social, feminismo e inclusión. A menos que los accionistas de Disney cambien de idea, y no están por la labor ahora mismo, Marvel no parará hasta que le compremos su agenda política y se lo agradezcamos con lágrimas en los ojos.

Y si usted, malvado fascista que solo quiere disfrutar de un cómic o de una película sin que le inyecten corrección política por los ojos, no quiere aceptar el progreso acabará desterrado en el reino cuántico de la ultraderecha. O peor aún, víctima del chasquido de dedos de la versión Social Justice Warrior de Thanos. Avisado está.

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6 comentarios

  1. Muy bueno, como siempre. De verdad, es que eso de meter tanta ideología y tanta corrección hace que los que solo buscamos un rato de diversión pasemos de todos estos productos nuevos e inclusivos.

      1. Lo que es bueno es bueno, y lo que no no. El Morales de Bendis es bueno y Riri Williams no. Otra cosa es que, efectivamente se cambie el discurso y se busquen nuevas salidas, las que se buscaban a principio del 2000 cuando marvel no sabia que hacer para atraer a nueva gente al cómic, cosa que salvaron las películas, aunque tuvieran que cagarse en su propia línea de acontecimientos currada en las décadas anteriores (cosa que autores no veian como por ejemplo nuestro Carlos Pacheco). Efectivamente el público woke grita mucho pero no suelta un duro, y eso también lo saben. Convendria también indicar la edad de los personajes que comentas, en su mayoría adolescentes, cosa que es el verdadero objetivo de marvel, la gente joven.
        Si la capitana marvel es feminista, o si la escena de End Game (la de las mujeres) es exigida por la agenda ídem es algo que tampoco importa cuando vemos lo que verdaderamente importa: añadir gente (y sexos, sean los que sean) al espectaculo. Pero eso ha pasado siempre. Y el tiempo (y el dinero) dejará cada cosa en su sitio.
        A fin de cuentas, como me dicen por ahí, esto son chorradas «de niños»

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