La cosa está negra, sin ánimo de ofender, que acabamos de empezar. Los insultos, y los racistas también, han existido siempre en las competiciones deportivas. Normalmente se entiende que es un impulso propio del calentón del momento y se suelen disculpar después. Porque mentar a la madre de alguien o considerarlo un gran macho cabrío, así en frío, pues está feo. Pero en nuestro siglo XXI hemos decidido que hay un racismo estructural en Occidente, que el deporte debe purificarse tras su ominosa historia supremacista blanca y que cualquier comentario que aluda a la raza es inaceptable. Así que insultos racistas no se pasa ni uno. Pero ¿y si el contexto indica que el comentario no es un insulto? O peor aún, ¿y si ni siquiera se ha dicho? El activismo identitario lo tiene claro: eso es lo de menos.
Al final ha acabado pasando lo que se veía venir: como, afortunadamente, no se dan tantos casos de racismo en el deporte occidental no queda más remedio que magnificar los que aparezcan para que dé la sensación de que son muchos más. Que no olvidemos que esto es un tema estructural, y si no no cuela. A ello se prestan algunos jugadores, directivos y periodistas hipersensibilizados, Black Lives Matter mediante. Todo, por supuesto, con el beneplácito de muchos medios de comunicación que se apuntan a lo que toque. Y la izquierda, encantada porque este clima favorece a su causa identitaria favorita tras el feminismo y el movimiento LGTB que, por cierto, funcionan con la misma dinámica.
Como resultado, se genera un ambiente un poco paranoico en el que todo es racismo y el sentido común brilla por su ausencia. En el partido de la Champions League entre el Istanbul y el PSG el cuarto árbitro llamó «negro» al jugador Webo para identificarlo entre un grupo de jugadores blancos, por lo que el partido acabó siendo suspendido entre acusaciones de racismo. Neymar, que se negó a continuar el partido en solidaridad con el jugador insultado, a su vez había sido acusado de racismo en un encuentro anterior por llamar «chino de mierda» a un rival, al tiempo que él también denunciaba que le habían llamado «mono», según parece, otro terrible insulto racista. O especista, vaya usted a saber. Los nervios están a flor de piel, sea esta clara u oscura.
«Negro de mierda»
Pero un caso reciente ha enseñado las costuras de este monstruo identitario que solo mira por él. Tuvo lugar en el minuto 28 del partido de Liga entre el Cádiz y el Valencia. El defensa del Valencia Mouctar Diakhaby aseguró que el jugador Juan Torres Ruiz, Cala, le había llamado «negro de mierda». El Valencia se retiró del campo, luego volvió pero sin Diakhaby, profundamente dolido. A los dos días el jugador francés grabó un vídeo en Twitter reafirmándose en sus acusaciones en un tono que recordaba los mejores momentos de Calimero. En él reconoce que no quiso aceptar unas posibles disculpas del jugador porque estas cosas, aseguró, no se arreglan así. Igual lo que quería era un gesto tipo BLM, todos de rodillas. Menos mal que nadie le preguntó.
Juan Cala también habló después sobre el asunto, pero no en un vídeo sino en una rueda de prensa. Aseguró no haber pronunciado jamás esas palabras y que él no es racista, recordando su historial deportivo en varios países. Y que le quiso explicar al jugador francés en el terreno de juego que no le habría oído bien, pero que el otro no atendía a razones. Incluso dijo que le habría gustado haber estado con él en el vestuario para aclarar las cosas.
#Yositecreo, Diakhaby
Paremos la imagen. Por un lado tenemos a un jugador que denuncia un insulto racista, que da sus explicaciones en un vídeo donde dice que esta afrenta no se arregla con una disculpa. Por otro tenemos a un jugador que asegura que no es verdad que le llamara «negro de mierda» y que estaba dispuesto a aclararlo cara a cara. Ahora tiene cinco segundos para adivinar cuál de las dos versiones se creen los medios, los políticos de izquierdas y los activistas. Le damos una pista: según el color de su piel, uno es una víctima sincera y el otro un racista mentiroso.
Juan Cala definió el affaire como un circo mediático y un linchamiento. «Deberíamos hacer una reflexión sobre la presunción de inocencia en este país. Parece que estamos en el Oeste», explicó visiblemente cabreado. Buen resumen. El periódico deportivo más importante de España salió el lunes con una lúgubre y sensacionalista portada apostando por el jugador del Valencia y denunciando el racismo en el fútbol español. Más sangrante aún, el Ministerio de Derechos Sociales y el Ministerio de Igualdad instaron a actuar a La Liga y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), poniéndose también del lado del defensa del Valencia y pasándose por el forro la presunción de inocencia, algo a lo que Irene Montero, que debe de tener cojines bordados con el #yositecreo por todo su chalé, ya está acostumbrada.
Pablo Iglesias tuitea el Black Power
Y aunque el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, pedía «respetar derechos fundamentales como la presunción de inocencia», su concejala de Medio Ambiente y Participación Ciudadana, Rocío Sáez, fue la primera en pasar de él y escribir en Twitter: «Dudo que Diakhaby se vaya del campo por gusto. Seguramente y por desgracia sea cierto el insulto racista. Cala debería ser valiente, arrepentirse e irse él».
Iglesias, Garzón, Echenique y Errejón se sumaron al linchamiento con sus tuits a cual más melodramático: «Y ya está bien del blanqueamiento cómplice de los que dicen “ni nazis, ni judíos, ni fascistas ni antifascistas”. Toda nuestra solidaridad con Diakhaby» tuiteó el ex vicepresidente del Gobierno acompañando sus palabras de una imagen con el Black Power de los Juegos Olímpicos del 68. Cómo se nota que le flipa Netflix.
La Liga: no hay pruebas contra Juan Cala
El tercer acto de esta historia comienza con las investigaciones para conocer la verdad. A pesar de que la facción podemita del Gobierno ya había dado su veredicto, La Liga emprendió sus averiguaciones para ratificar las acusaciones de Diakhaby. De entrada, había algo extraño: nadie recordaba haber escuchado las palabras de Cala, y el único audio en el que se oía «negro de mierda» era de alguien repitiendo el supuesto insulto. Raro, raro, raro. Tras examinar todas las cámaras, limpiar el ruido de los siete micrófonos ambiente que había en el Ramón de Carranza y recurrir a un perito para que leyera los labios del jugador sevillano, La Liga concluyó que no se había podido encontrar ninguna prueba de que la frase en cuestión fuera pronunciada. ¿Caso cerrado? No sea ingenuo.
El Valencia sigue creyendo a su jugador aunque no haya evidencias. El defensa ofendido ni siquiera se plantea que quizá se pudo equivocar o entender mal y «llora de la risa» por la resolución de La Liga. Ningún ministerio o político se ha disculpado. Aunque Marca ha publicado la noticia de la falta de pruebas tampoco ha pedido perdón al jugador del Cádiz. Eso sí, el comentario más valorado por los lectores lo deja claro: «¿Para cuando un expediente ético a Marca por haber linchado a un futbolista sin pruebas?»
La culpa es de Cala por defenderse
El diario Sport, que no se diga que la tontería solo existe en Madrid, ha publicado un artículo de Guillem Balagué que hay que leerlo para creerlo. Una apoteosis woke en la que, después de afirmar que el racismo en España es sistémico y profundo, le echa la culpa a Juan Cala por estar a la defensiva y no aprovechar «una ocasión de oro» para dar un paso adelante y denunciar el racismo en el deporte. Total, solo te están llamando racista sin serlo, agacha la cabeza, acéptalo y únete a nosotros que juntos dominaremos la galaxia.
¿Y se acuerdan de Rocío Sáez, la concejala que dijo que Cala debería arrepentirse e irse? Pues aunque terminó llamando personalmente a Juan Cala para disculparse —un detalle—, de entrada publicó otro tuit «alegrándose» de la falta de pruebas pero justificando haber participado en el linchamiento: «Cuando se denuncia un acto racista, hay que estar del lado de la víctima». El detalle de que la víctima en este caso no tenía razón es lo de menos. Así funcionan los nuevos antirracistas en nuestra cultura de la víctima, como diría Daniele Giglioli, que no pueden perder el tiempo en los daños colaterales de sus guerras identitarias. Lo importante son las víctimas. Aunque en esta historia la auténtica víctima se llama Juan Cala. Un blanco perfecto.
Muy acertado como siempre, señor Kaplan. Una prueba más de como aquí, para ser políticamente correcto, se pasan la presunción de inocencia por el arco del triunfo. Más como usted que diga estas cosas claramente es lo que necesitamos.
La presunción de inocencia parece ser un contratiempo para todos estos movimientos identitarios animados por la izquierda que prefieren un buen linchamiento antes que aplicar justicia. Muchas gracias, Merce. Aquí seguiremos mientras nos dejen 😉
Después de ver muchas declaraciones políticamente correctas de muchos analfaburros balonpedicos de Movistar la liga, sería bueno recordarles que uno de sus compañeros ( Jorge Valdano) siendo entrenador del Tenerife, en un partido Tenerife – Deportivo de La Coruña después de que Fernando Redondo y sus compañeros se pasasen el encuentro llamando mono, negro de mierda, haciendo el típico uh, uh, uhhh a Mauro Silva, preguntado por ello lo despachó soltando eso de “lo que pasa en el campo, se queda en el campo”. No son más que una manada de hipócritas.
Efectivamente. El problema es que no solo imponen su superioridad moral sino que justificar sus contradicciones. Lo que hacen los demás, malo. ¿Nosotros hacemos lo mismo? Hay una explicación y no es para tanto. Yo creo que por eso tienen cada vez menos tirón: porque cada vez cuela menos y si no fuera por el silencio cómplice de muchos medios de comunicación aún irían más cuesta abajo.
Menos mal que quedan las hemerotecas para dejarlos en evidencia. Gracias por comentar, Jose 🙂