Libertad de expresión

A lo largo de la historia, comediantes y bufones fueron los únicos con licencia para llevar al límite el humor y reírse de todo y de todos aunque muchos acabaron fatal, como el bufón de Carlos V, Francesillo de Zúñiga, cosido a cuchilladas tras perder el favor real. Un mal chiste y al hoyo. En la actualidad, una de las bestias pardas del humor es la corrección política que, siguiendo la estela de todos los fanáticos e intolerantes que en el mundo han sido, también se atribuye el derecho a decirnos de qué y de qué no podemos reírnos. Y dígales que es solo un chiste, que enseguida le saldrán llorando -o gritando, según toque- con opresiones estructurales e injusticias milenarias que le harán sentirse un terraplanista en una convención de la NASA.

Osip Mandelstam, autor del Epigrama contra Stalin, que murió de camino al Gulag. Marianne Elise K., ejecutada por contar en el trabajo un chiste sobre Hitler. Vicent Miquel Carceller y Carlos Gómez Carrera, director y dibujante de La Traca, revista satírica que ridiculizaba a Franco, fusilados al acabar la Guerra Civil. Y, por supuesto, Stéphane Charbonnier, director de Charlie-Hebdo, ocho empleados más del semanario, un trabajador de mantenimiento y un tipo que estaba de visita acribillados por terroristas yihadistas por publicar unas caricaturas de Mahoma.

Por todos estos involuntarios héroes y muchos más que quisieron hacer reír sin pensar en las consecuencias, como mi vecino que contó un chiste de rubias rodeado de feministas y casi no sale vivo, va dedicada esta antología del humor en el punto de mira de los nuevos ofendidos, autoproclamados jueces de la verdad, la moral y la risa.

El dibujante que troleaban sus propios seguidores

Las caricaturas de Ben Garrison están llenas de chistes políticos contra el globalismo y a favor de Trump. No gustan nada a la izquierda liberal norteamericana y demasiado a sus seguidores de 4chan y 8chan, los foros donde pululan los cachorros de la Alt-Right y más allá. Tanto que las han tuneado para darles un mensaje antisemita y nazi que el dibujante no comparte. El problema para Garrison es que circulan más viñetas manipuladas que originales lo que le ha acabado dando una fama de peligroso antisemita que no consigue quitarse de encima. Como resultado, libra una guerra contra sus trols-fans y otra contra la muy hebrea Liga Antidifamación a la que ha demandado… por difamación. Entre sus muchos dibujos polémicos, sin tunear, está este, “despreciable” para el progresismo y que reúne la santa trinidad de la opresión: machista, racista y tránsfobo (obsérvese el bultito del vestido de Michelle Obama).

Fuego amigo contra los Obama

The New Yorker es uno de los medios progresistas de referencia en Estados Unidos y, en 2008, decidieron hacer un chiste satirizando las críticas republicanas hacia el candidato demócrata a la presidencia Barack Obama, al que veían vendido a los intereses de las potencias árabes. Lo presentaron como un yihadista y a su mujer como un miembro de los Panteras Negras. La broma les salió por la culata y solo le hizo gracia a quienes se suponía no tenía que hacer: a los republicanos. El propio Obama la consideró ofensiva y carente de gusto. Nos imaginamos al director del The New Yorker sudando la gota gorda suplicando clemencia de rodillas al que estaba a punto de ser el 44º presidente de Estados Unidos.

The New York Times es nazi

Una viñeta que convertía a al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en un perro guía de Donald Trump recibió numerosas acusaciones de antisemitismo que es lo que dicen los judíos cuando algo no les gusta, sea o no antisemita. El periódico pidió disculpas con las redes on fire y cortó por lo sano renunciando a incluir más caricaturas en sus ediciones internacionales. El comité editorial del propio NYT calificó la caricatura de “intolerante”, y el embajador de Israel en Naciones Unidas la comparó con la propaganda nazi. Patrick Chappette, dibujante que llevaba dos décadas colaborando con el periódico y uno de los afectados por la medida, dejó The New York Times con una amarga reflexión: “Las hordas moralistas se reúnen en las redes sociales y se levantan como una tormenta, cayendo sobre las redacciones con un golpe sobrecogedor”.

Los aborígenes y el “veneno” de la corrección política

En 2017 fallecía a los 61 años el dibujante más polémico de Australia, Bill Leak, enemigo acérrimo de la corrección política a la que consideraba “un veneno que ataca al sentido del humor”. Entre sus más controvertidas viñetas se encuentra la que ve justo arriba. En ella un padre aborigen es incapaz de recordar el nombre de su hijo que le entrega un policía. Leak recibió acusaciones de racismo y provocó las protestas de organizaciones de defensa de los niños y los aborígenes, y hasta del ministro de Asuntos Indígenas que se ve que es algo importante en Australia. La campaña de linchamiento en Twitter fue la usual en estos casos, a la que el dibujante respondió con una segunda versión de su propio chiste en la que él mismo era entregado a un justiciero social para recibir su castigo por “decir la verdad”.

Kamala Harris, esa “pequeña chica morena”

De tal palo tal astilla. Johannes Leak, hijo de Bill Leak, sustituyó a su padre como dibujante en The Australian y no tardó en demostrar que era digno heredero de su padre. “Es tiempo de sanar una nación dividida por el racismo”, dice un sonriente Joe Biden, “así que os dejo con esta pequeña chica morena mientras voy a echarme un rato”. Y la “pequeña chica morena” es Kamala Harris, la nueva diosa demócrata que podría alcanzar la presidencia si Biden sigue subiendo las escaleras con los morros. La progresía consideró el chiste una muestra de racismo intolerable, un menosprecio a la vicepresidenta de Estados Unidos y el asunto derivó en la queja habitual de los justicieros sociales: hay demasiados blancos en las redacciones de los periódicos. Algo que dicho así suena un poco racista, la verdad.

King Kong Williams

El mal perder de Serena Williams en el Open USA, que entró en cólera con el árbitro de su partido contra Naomi Osaka, no tendría que haber pasado de una anécdota. Pero con las gafas de los justicieros sociales de la corrección política se convirtió en un ejemplo de la discriminación que sufren las mujeres negras, aunque estén forradas como es el caso de Williams. La viñeta de Mark Knight en el Herald Sun caricaturizando a la tenista como una mujer grande, simiesca y furiosa destrozando su raqueta acabó de liarla.

Knight tuvo que cerrar su cuenta de Twitter ante las amenazas de esos defensores de los oprimidos -aunque considerar oprimida a Serena Williams suena bastante raro- que no entienden que la sátira deforma y ridiculiza la realidad. El periódico le echó huevos y publicó una portada en la que el polémico dibujo acompañaba a otras caricaturas similares junto a la frase: “Si los censuradores de Mark Knight se salen con la suya con la historieta de Serena Williams, nuestra nueva vida políticamente correcta será muy aburrida”.

Otros profetas tienen seguidores con sentido del humor

Lo malo no es que el Islam no permita dibujos de Mahoma, sino que algunos musulmanes se lo tomen a la tremenda y que algunos occidentales les entiendan e incluso justifiquen porque es “una falta de respeto y una muestra de islamofobia”. Y es que algunos hablan de los límites del humor cuando quizá deberían hablar de los límites de la estupidez humana que están justo al lado de la corrección política. Desde la matanza de Charles Hebdó al asesinato de Samuel Paty por enseñar las caricaturas del profeta en clase, la lista de asesinados y amenazados por el terror islámico es larguísima. Entre ellas, el sudafricano Zapiro, que vive en peligro de muerte permamente desde que se le ocurrió sumarse a la iniciativa el Día de dibujar a Mahoma con una caricatura del profeta lamentándose de que sus seguidores no tuvieran más sentido del humor. Por cierto, como se puede imaginar, el Día de dibujar a Mahoma no prosperó por las amenazas islamistas y las quejas de los ofendidos que lo consideraron una provocación a la religión de paz.

Próximamente: La corrección política no tiene sentido del humor (II)

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2 comentarios

  1. Magnífico artículo, como siempre. Está visto que nadie se libra de las ofensas y el humor está sentenciado. Hasta el chiste más blanco ofenderá a alguien. Y ahora con las redes sociales los justicieros camparán a sus anchas en sus campañas antiloqueseaquemehaofendido.

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