Ya me lo reconoció una vez el entrañable y ya fallecido director del Festival de San Sebastián, Diego Galán: organizar festivales es una profesión de riesgo político y para sobrevivir hay que adaptarse al entorno. Su sucesor, José Luis Rebordinos, de dilatada experiencia en cotarros culturales, es en este sentido todo un camaleón. Y en la era de la corrección política y el postureo ha visto la oportunidad de quedar como Dios con el feminismo eliminando la distinción entre premios masculinos y femeninos. Seguir la estela de la Berlinale, publicidad gratis, medallita progre, aplauso de los que mandan y ponen la pasta. ¿Qué podía salir mal? Pero Rebordinos, como buen aliado feminista, ha infravalorado la respuesta del fuego amigo, una parte del cual le mira muy mal desde que apoyó públicamente a Woody Allen, apestado del #MeToo, hasta el punto de aparecer como extra en Rifkin’s Festival, su última película ambientada, precisamente, en el festival donostiarra.
«Ten cuidado con estas locas» le habría aconsejado el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, si Rebordinos le hubiera preguntado antes. Falomir presentó «Invitadas», una exposición «contra el machismo y la misoginia» que recibió hostias como panes de las propias feministas. Pero el director del Festival de San Sebastián estaba lleno de buenas intenciones. Ya en 2020, cuando la Berlinale fue la primera en unificar cada categoría de interpretación, Rebordinos se mostraba a favor de hacer lo mismo en la Donostia Zinemaldia. En el certamen alemán la idea no había salido mal. Tal vez porque, listos ellos, los galardones de mejor intérprete y mejor intérprete de reparto se los dieron a dos actrices. Se los llegan a dar a dos actores y no sale vivo de allí ni un Oso de plata.
Un festival de cine unisex
El día que anunció el cartel de la edición 69, el Festival de San Sebastián aprovechó para dar a conocer su medida estrella. Desde este año, el certamen eliminará la distinción de sexo en sus premios a la mejor interpretación. En vez de una Concha de Plata al mejor actor y a la mejor actriz principal y de reparto se concederán a la mejor interpretación protagonista y a la mejor interpretación de reparto, todo muy neutro, en plan unisex.
En rueda de prensa, Rebordinos explicó los motivos del cambio:
Obedece a la convicción de que el género, una construcción social y política, deja para nosotros de ser un criterio de distinción en la actuación. El criterio para el Jurado será el de distinguir entre malas o buenas actuaciones, sumándonos así al camino iniciado ya por nuestras amigas y amigos del Festival de Berlín.
El párrafo no puede ser más posmoderno: reivindica el género ante el sexo biológico, lo define como construcción social, da a entender que diferenciar entre actuaciones masculinas y femeninas atenta contra la igualdad y como guinda hay hasta una frase en lenguaje inclusivo: «amigas y amigos».
España a la cabeza de la cultura igualitaria, los patrones del certamen —el Ayuntamiento de San Sebastián, la Diputación de Gipuzkoa, el Gobierno Vasco (todo PNV) y el Ministerio de Cultura (PSOE)— satisfechos. Quién sabe, igual el próximo año aumentarían las subvenciones, que en 2019 fueron de más de cuatro millones y medio de euros. Rebordinos debió de tener una enorme erección, pero no visualice mucho esa imagen. Además de ser de dudoso gusto es falocéntrica y patriarcal.
Sin voces discordantes
Instantáneamente, los medios de comunicación progresistas (o sea, casi todos), anunciaron la buena nueva, destacando la mención en el Telediario de RTVE justo después de una información sobre la brecha de género que existía dentro del humor porque la directora de La Chocita del Loro había manifestado que prefería contratar hombres antes que mujeres. Mientras feministas y aliados se movilizaban con su habitual mezcla de mala leche y victimismo intentando cancelar la popular sala de monólogos madrileña, España daba ejemplo de igualdad con su festival de cine más importante, el único que tenemos de categoría A. Ningún medio dio voz a los que pensaban que aquello era una soberana soplapollez. Ni siquiera se la dio a los que lo pensaban pero lo podían haber expresado más elegantemente. No hubo debate. Esto es el progreso y si no piensa como nosotros es usted un ultraderechista de las cavernas.
Pero una cosa es que no se permitan voces discordantes contra el feminismo y otra que sea el feminismo el que ponga el grito en el cielo. Al día siguiente de anunciar la supresión de los premios por sexo, las muy feministas Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y la Secretaría de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices se lanzaron a la yugular del Festival de San Sebastián porque aseguraron que no ayudaba a las mujeres, sino que las perjudicaba. Ni un mitin de Vox en el auditorio Kursaal habría dejado más alucinado al pobre Rebordinos.
«Nada es neutro, todo es androcéntrico»
Para Berta Ojea, actriz pero sobre todo furibunda sindicalista y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices, que ve machismo por todas partes, la medida es «absolutamente errónea, en el sentido de que estas decisiones pertenecen a un lugar en el que se da la igualdad. Y la industria del cine no se caracteriza precisamente por eso».
La vicepresidenta de CIMA, la guionista Virginia Yagüe, publicó un hilo de Twitter en esta línea: al haber más papeles masculinos que femeninos, las posibilidades para ganar premios de las mujeres serían menos y perderían «visibilidad». La ex directora del Instituto de la Mujer y ahora diputada por Podemos en la Asamblea de Madrid, Beatriz Gimeno, se sumó a las críticas con su tono habitual de suma sacerdotisa de la tribu. Según ella, se ha caído en el error «en el que siempre cae la gente no feminista», de creer que los espacios que unifican lo masculino y femenino son neutros. Pero —asegura— «nada es neutro, todo es androcéntrico» Al menos no ha pedido que los actores prueben el sexo anal para alcanzar la igualdad ni se ha vuelto a meter con Pretty Woman. Algo es algo.
Para justificar sus críticas, la Unión de Actores y Actrices y CIMA se basaban en un curioso estudio de igualdad en el cine que parece hecho ex profeso para demostrar que hay desigualdad en el cine. Según este informe que publicó la sociedad de gestión de derechos AISGE, los personajes femeninos representan el 37,8% del número total de interpretaciones en los largometrajes españoles (44,7% en las series), porcentaje que, cuando aparece en los medios, desciende hasta un 30%. Se ve que informar con perspectiva de género incluye este tipo de redondeos a la baja. Por supuesto, del 44,7% no dicen nada.
¿Miedo a perder frente a los hombres?
Aunque el problema tal como lo plantean las feministas consiste en que hay menos posibilidades de visibilizar actrices y de ser premiadas, lo cierto es que los galardones no responden tanto a la cantidad sino a la calidad. Por lo tanto, alguien podría pensar que lo que no les gusta es no estar a la altura de esa hipotética competición con los hombres. Sin cuotas, sin favoritismos y premiando solo la calidad se puede ganar o se puede perder. Y esa última posibilidad aterra a ciertas feministas porque, con su lógica de hembristas misándricas, no dudan de que las mujeres son siempre mejores que los hombres. Perder ante ellos sería retroceder en derechos hasta la Edad Media. ¿Votar sin ninguna ayudita? ¿Sin ninguna medida de discriminación positiva? ¡Eso es machismo! El director del Festival de San Sebastián, tan igualitario él, está a dos telediarios de que le llamen fascista.
A esto hay que sumarle otro detalle: la preocupación del festival por representar géneros no binarios e incluirlos en las categorías de interpretación. El director del certamen donostiarra asegura ser consciente de la «complejidad del debate que hay ahora, incluso dentro del propio feminismo». Pues menos mal que es consciente. Para mejorarlo, con toda su buena fe woke, ha asegurado que «ante la duda, estoy con la minoría que sufre. Ante la duda, lo tengo muy claro, estoy con la persona trans». Rebordinos, aquí las TERF; TERF, aquí Rebordinos. Estoy seguro de que este es el comienzo de una hermosa amistad.
Muy bueno, señor Kaplan. De lo más surrealista que he visto últimamente. Seguramente es lo que usted dice: tienen miedo de competir en igualdad de condiciones y hacen lo que mejor se les da, llorar y quejarse.
Muchas gracias, Merce 🙂 Usted lo definió perfectamente el otro día: son la gata Flora, cuando se la meten chilla, cuando se la sacan llora.
Jajajaja, posmodernismo en su máxima expresión Señor Kaplan. Las feministas no representan a nadie más que a ellas mismas y de esta manera se han conseguido un curro, como decimos acá en Argentina, o un chiringuito, como dicen allí en España, para vivir sin trabajar a través de subvenciones del Estado o donativos de magnates como George Soros o Bill Gates.
Le compadezco, amigo. Tengo entendido que en su país las cosas están tan mal con el feminismo como en España. Aquí son intocables, se les dice algo y ya lo acusan a uno de misógino y machista.
Imagínese que en mi país, con todos los problemas graves que tiene (pobreza, inflación, desempleo, inseguridad, narcotráfico, etc.) además de encajarnos el aborto, crearon el Ministerio de la Mujer, Género y Diversidad. No importan las banderas políticas, cualquier gobierno, sea del partido que sea, nos van a encajar todas estas locuras,
y si no nos gusta, somos fascistas, nazis, homófobos, racistas, etc.
Aquí en España pasaba lo mismo. La derecha, completamente acomplejada, le compraba el discurso ideológico a la izquierda. Hasta que salió un partido, Vox, que les plantó cara. Por supuesto, los llaman todo el día ultraderecha y fascistas.
Un pequeño placer sádico de mi vida es ver a uno de estos wokes arrodillarse ante femis, BLM, o lo que sea… para ver su sorpresa al recibir una patada en la boca.
Le entiendo perfectamente. A mí me gotea el colmillo cada vez que veo algo así xD
Muy buen artículo, pero te has dejado la mejor de las explicaciones de por qué hay que mantener las categorías:
“Si en los guiones el personaje es un varón caucásico de 40 años eso excluye directamente a las actrices”, agrega la portavoz de CIMA.
Claro, no se le ha pasado por la cabeza que también excluye a los varones no caucásicos, o que los papeles de mujeres excluyen directamente a los hombres. Estas van a lo suyo, y sólo ven lo que les interesa. Pero deben pensar que el resto somos tontos.
¡Cierto, eso es de traca! Parafraseando a Albert Boadella cuando hablaba de los nacionalismos, el feminismo es como los pedos: solo le gustan al que se los tira.