Aquella noche Andreu Buenafuente cometió una herejía en su programa. Se le ocurrió decir que en España no se practicaba mucho el humor feminista. En menos que ve una violencia machista Sonia Vivas, Twitter se llenó de mensajes con la etiqueta #QueridoBuenafuente para corregirle, y si no llega a ser un cómico progresista lo de querido lo habrían cambiado por otra cosa. Por supuesto, Buenafuente hincó la rodilla a lo Black Lives Matter y anunció un especial de cómicas feministas para subsanar su error imperdonable.
El programa se emitió pocas semanas después y promocionó a las hasta entonces poco conocidas Patricia Sornosa e Isa Calderón. Además, fue una constante humillación masculina, con Buenafuente arrastrándose a cada rato. En uno de los momentos más surrealistas, el no menos surrealista Ignatius Farray recitó una «Oda a las mujeres» que culminaba pidiendo a las feminazis que le «dieran una paliza» y que su «cuerpo ensangrentado y magullado» se convirtiera «en una metáfora perfecta del final del Patriarcado». Si eso era sarcasmo no lo pilló nadie. Aquel programa en vez de Late Motiv se tendría que haber llamado Aliade Motiv.
La anécdota, de 2016, es significativa del poder que ha ido alcanzando el feminismo en los medios mainstream, sobre todo en los últimos años en los que no se permite cuestionar nada de lo que hagan las mujeres. Aunque sean sus chistes. ¿Quién es el hombre para atreverse a valorarlos? ¿Para opinar si las feministas son graciosas o no? Si los machirulos quieren hacer algo que hagan como Buenafuente o Farray: aplaudir y aceptar que el humor feminista es inevitable, como Thanos.
El humor feminista como arma de guerra
Después de cuatro artículos dedicados al respecto, el lector habitual sabe que en este blog estamos a favor de todo tipo de humor. Que eso no quiere decir que nos gusten todos los chistes sino, lo que es muy diferente, la libertad para que se puedan hacer. Que nadie se convierte en un nazi por reírse con un chiste de judíos, ni en un racista por reírse con un chiste de gitanos, ni en un violador por hacerlo con un chiste verde, ni en un etarra por hacerlo con un chiste de Ortega Lara, ni, a lo que vamos, en una castradora de hombres por reírse con un chiste feminista.
El problema es el de siempre con el feminismo hegemónico, para el que hasta cagar es político: para ellas el humor es básicamente un instrumento ideológico, un arma de guerra. Si es su humor, contra el Patriarcado; si es el de los demás, al servicio del Patriarcado. Más que humor con mensaje, es propaganda —a menudo misándrica y heterófoba— con chistes de por medio.
Solo hay que escuchar a las humoristas feministas (muchas de ellas activas feminazis, lo cual no es casualidad) hablando del tema: «Si haces humor convencional estás haciendo humor machista», dice una de ellas, Esther Gimeno.«Hasta ahora el humor lo han hecho hombres blancos, heterosexuales y de clase media alta. Las mujeres siempre hemos sido las víctimas de las bromas», apuntilla otra, Silvia Albert, autora de monólogos como «No es país para negras», de elocuente título.
Pamela Palenciano, una de las más populares del gremio, considera que «es muy fácil hacer un chiste desde una posición de poder como, por ejemplo, hombre blanco heterosexual. Desde ahí es fácil reírse de los moros, pobres, gitanos o mujeres. Nosotras, desde abajo, nos reímos de los de arriba». En su monólogo «No solo duelen los golpes», del que lleva viviendo casi 20 años presentándolo en institutos y eventos financiados con dinero público (o sea, su dinero y mi dinero), Palenciano demuestra lo fácil que es reírse de la violencia que sufren los hombres. No hay nada como decidir que uno está «abajo» y los demás «arriba» para justificarse. Y si no que se lo digan a Henar Álvarez, otra cómica feminista, que no puede contener la risa cada vez que habla de mujeres que asesinan a sus maridos o les cortan el pene.
Hacer chistes sexistas es violencia de género simbólica
Si considera que estamos exagerando y que no es para tanto, espere que aún hay más. Un estudio de la Universidad de Granada (casualidad o no, feudo de Miguel Lorente) afirma que este tipo de humor es «una herramienta para combatir las actitudes sexistas y la discriminación contra las mujeres». La autora del estudio, la psicóloga Mónica Romero, ya había participado en otro ensayo anterior que demostraba que «los chistes sexistas favorecen los mecanismos mentales que incitan a la violencia y el maltrato hacia las mujeres».
Su colega Esther Linares va incluso más allá y cree que el humor sexista o machista que denigra y cosifica a la mujer podría llegar a ser considerado «violencia de género simbólica». Así que vaya con cuidado, que cualquier día amplían la LIVG y podría acabar denunciado tras contarle a su mujer aquel chiste de no son lo mismo dos tazas de té que dos tetazas. Porque todo esto empieza como una tontería académica y antes de que se dé cuenta termina convertido en ley con el aplauso casi unánime de los partidos políticos.
Buena época para el humor feminista a pesar del Patriarcado
En España, ese supuesto patriarcado donde se hace lo que dicen las feministas al tiempo que no dejan de llorar, no es de extrañar que sus espectáculos humorísticos vivan una buena época a pesar del machismo que las asfixia, gracias al apoyo de los medios, las redes sociales y el tirón que tienen en su nicho de público. Deforme Semanal, Riot Comedy, Princesas y Darthvaders, Feminismo para torpes y Estirando el chicle son solo algunos nombres que le recomendamos sin dudarlo si es un hombre masoquista al que le pone como una moto que le humillen.
Entre ellos, destaca el Festival de Humor Feminista Coñumor, que empezó en el Madrid de Manuela Carmena y que tras su derrota electoral se trasladó al municipio de Rivas Vaciamadrid. Allí, gracias al apoyo y financiación de la Concejalía de Feminismos y Diversidad, ha llegado a su tercera edición. Y la cuarta ha quedado aplazada por la pandemia. Maldito virus patriarcal.
La Chocita del Loro, Flo y Soto Ivars, al paredón
Uno podría pensar que si el humor feminista vive tan buenos tiempos relajarían más su nivel de combatividad y permitirían la discrepancia con los que, simplemente, prefieran otras cosas o no se postulen a la medalla del mérito feminista. Eso sí es un buen chiste. Que se lo digan a La Chocita del Loro, que osó decir que prefería contratar hombres porque el humor de las mujeres les parecía muy feminista y victimista. O a Florentino Fernández, que se atrevió a manifestar que si no había más mujeres cómicas no era cuestión de sexos sino de talento. O a Juan Soto Ivars, que se rio de un tuit de la cómica Isa Calderón y, como si fuera un capítulo más de Arden las redes, provocó las iras feministas en Twitter con la participación sorora de la mismísima ministra de (des)Igualdad, muy venida arriba en el marujeo después de lo de Rociito.
Como consecuencia, la Chocita del Loro ha sufrido una feroz campaña mediática (la cómica Inés Hernand llegó a decir que detrás de situaciones como estas lo que estaba realmente era «la violencia estructural patriarcal que existe en todos los ámbitos del entretenimiento»), Flo matizó sus declaraciones y tuvo que pedir perdón, y Soto Ivars al menos encontró inspiración para un delicioso artículo en el que recordaba a su abuela y su historia con Isa Calderón, que no le ha perdonado que no le gustaran sus críticas de películas (pinche en este enlace y le aseguramos que empatizará inmediatamente con Soto Ivars).
El humor es patrimonio de las mujeres
En realidad, a pesar de lo que presumen de que agotan las funciones, las humoristas también se quejan de que los programadores masculinos no las contratan. «Como no nos querían en ningún sitio, hemos tenido que crear nuestros propios espacios» ha dicho Beatriz Cepeda, alias Perra de Satán. Por supuesto, si en pleno siglo XXI no las contratan no es porque su humor pueda no gustar a un determinado público o porque haya menos cómicas que cómicos, sino por la discriminación y el machismo estructural, como decía Inés Hernand. Así que esto solo se arregla con perspectiva de género y alguna ley made in Montero que obligue a que se programen cómicas y a ser posible feministas. En los espacios seguros que ya solo contratan mujeres no hace falta tomar ninguna medida igualitaria contratando algunos hombres. Si eso otro día, cuando se alcance la plena igualdad.
Ya avisó Irene Montero el día que defendió a la oprimida Isa Calderón del opresor Soto Ivars: «El humor es también patrimonio de las mujeres y sin duda una de las mejores herramientas para hacer feminismo». El humor, patrimonio de las mujeres. Súmele que el resto del humor es machista y que algunos chistes pueden ser violencia de género y lo verá todo claro como el amanecer: el humor será feminista o no será.
Fuera de broma, estas personas tienen graves problemas psicológicos. No entiendo qué quieren lograr con todo esto. Pero si hasta hay psicólogas feministas, que es como si un manicomio fuera atendido por los pacientes.
¡Es usted rapidísimo, amigo! Seguro que ha leído la versión sin retocar que cuelgo antes de revisarla 😉 Muy de acuerdo con usted. Y lo que quieren lograr está claro: con la excusa de acabar con las desigualdades —cosa que nunca se erradicará del todo, como sucede con cualquier tipo de problema social— quieren imponer un hembrismo en el que las mujeres estén por encima de los hombres.
Muy bueno, como siempre. Que a mí me da igual que sean hombres o mujeres, lo que quiero es que me hagan reír. No me importa que se haga un chiste sobre negros, pero no soportaría que todo el espectáculo fuera sobre eso. Pues con chistes ridiculizando y humillando a hombres, igual.
Yo he visto espectáculos con chistes sobre negros,sobre enanos,sobre gitanos,sobre rubias tontas… pero nunca han sido todo el espectáculo, la temática era mucho más variada y al final se acababan riendo de todo, hombres, mujeres o perros. En un monólogo feminista, TODO gira sobre ellas: el feminismo, la desigualdad y lo malos o tontos que son los hombres. Gracias por su visita, Merce 🙂