Benidorm Fest

En un país con una inflación disparada, el precio de la luz batiendo récords, los autónomos más maltratados que nunca, la mayor tasa de desempleo de la Eurozona y polémicas medidas contra el Covid-19 que vulneran derechos y libertades, el gran drama para muchos es un concurso musical para decidir la canción que irá a Eurovisión. Miles de furiosas quejas por un supuesto fraude, peticiones de sindicatos y de partidos políticos exigiendo explicaciones y hasta el acoso en las redes sociales contra Chanel, la cantante seleccionada, por parte de los seguidores más locos de las artistas que perdieron el concurso. Hasta el propio José Luis Uribarri, que en gloria esté, se moriría de vergüenza ajena con este eurobochorno nacional.

Está claro que este negocio televisivo (que es lo que es básicamente Eurovisión) ha perdido el fuste de antaño y las pasiones que despierta se limitan a esa legión de eurofans que aún se entusiasman con esa extraña mezcla de horterada musical y geopolítica continental en la que el avispero de los Balcanes revive encima de un escenario, Rusia ajusta cuentas con las ex repúblicas de la URSS, el norte sigue ignorando al sur y, sin venir mucho a cuento, participan países como Australia. Total, para que luego una cosa llamada televoto le dé la vuelta a todo, en lo que pinta ser un tongazo de mucho cuidado donde España suele tener el mismo éxito que Pedro Sánchez con Joe Biden.

RTVE lo tiene todo atado y bien atado

Pero también hay grandes detractores de la participación española en el certamen. La Sexta hizo todo lo posible por boicotearla en 2008, primero consiguiendo que Rodolfo Chikilicuatre nos representara y, segundo, extendiendo el bulo de que Franco había comprado los votos para que ganara Massiel en 1968, algo que nunca se ha podido comprobar más que en los sueños húmedos de algunos periodistas. La izquierda no le perdona a la España franquista ni haber ganado Eurovisión.

La cuestión es que desde el affaire Chikilicuatre, RTVE —que es la que monta el tinglado para España—, decidió controlar el proceso de selección para que no le volvieran a colar a un friki en el festival, a través de un jurado elegido por ellos que, llegado el caso, tenía la última palabra si la votación popular se equivocaba. Al mismo tiempo se vendía la ilusión de que era una selección democrática y abierta. Tampoco es que nadie se lo creyera mucho pero a fin de cuentas todo formaba parte del espectáculo.

Los progres se hacen eurofans

El problema ha venido cuando la izquierda, que siempre ha pasado de Eurovisión salvo para descojonarse (cosa que es muy respetable), sí se lo creyó cuando decidió este año apostar por dos de las canciones finalistas: la del trío nacionalista Tanxugueiras, cantada en gallego, y su gran favorita, Ay mamá, de Rigoberta Bandini, que hablaba de cuidados, maternidad y que defendía orgullosa la resignificación de los pechos femeninos pero sin atreverse a enseñar ni uno, como mandan estos tiempos de provocadores que no quieren molestar demasiado.

En plena apoteosis mediática progre con la canción de Bandini, la ministra de (des)Igualdad se apropió de Ay mamá para lanzar su mensaje populista de todos los días. «¿Por qué les dan miedo nuestras tetas? ¿Por qué les dan miedo nuestros derechos?», clamó Irene Montero. Una frase que llega con cuarenta años de retraso. A menos, claro, que se la dedique a las mojigatas Facebook o Instagram que censuran pezones o a su propia parroquia feminista, que se escandaliza cual clarisa con cualquier mujer que elija libremente lucir su cuerpo y que se pase la resignificación feminista por el arco del triunfo.

La maquinaria de RTVE se puso en marcha y en la gran final del Benidorm Fest el jurado no eligió a la favorita del público (el 70% del voto telemático fue para las gallegas) ni Ay mamá, la otra preferida de la izquierda. Ni panderetas nacionalistas ni tetas empoderadas. Eligieron una propuesta más segura sobre el papel, más convencional y profesional, la de Chanel Terrero y SloMo, que cambiaba reivindicación por inocuo desenfado, una letra de esas que no ganarán el Nobel como Bob Dylan y una artista que exhibía cuerpazo y potencia de baile. Qué quieren que les diga, yo habría pagado por ver la cara de Irene Montero o de Jordi Évole, otro que parecía haber descubierto la provocación de las tetas con Ay mamá.

Politizando una pataleta

En un mundo normal lo que debería haber pasado es que las perdedoras felicitaran deportivamente a Chanel Terrero (lo hicieron) y que los eurofans, estuvieran más o menos contentos con el resultado, cerraran filas en torno a la que tendrá que batirse el cobre con suecos, serbios, alemanes, macedonios y azerbaiyanos en mayo en Turín. Y sanseacabó. Pero este año el progresismo se había implicado emocionalmente en la elección, en buena parte también debido al público que sigue a las artistas finalistas, muy activistas en lo suyo (Bandini tiene tuits de tufillo misándrico o pidiendo la ilegalización de Vox y Tanxugueiras le tiene alergia a la bandera española). El resultado: como no ha salido la canción que ellos querían, tsunami de quejas en redes sociales amplificado por los medios de carnaza de masas, antes de comunicación, menos, obviamente, por RTVE que se ha hecho la loca muy bien.

Tongo. Escándalo. Vergüenza. Y la cosa no quedó ahí. Podemos en Galicia y el BNG anunciaron que pedirían explicaciones en el Congreso por la «falta de transparencia». Comisiones Obreras quiere anular el resultado de la votación. Para la izquierda todo es político. Incluso las pataletas. Y no solo para la izquierda: el Partido Popular también ha pedido en el Senado conocer las votaciones para ver si hubo fraude, un hecho que solo tiene dos explicaciones: o Feijóo tiene muy mal perder o el principal partido de la oposición ha decidido convertirse en un meme. En un momento, un concurso musical se ha convertido en una cuestión de Estado. Incluso se están contando las palabras en inglés para ver si Chanel no superó el 35% permitido en el concurso y poder invalidarlo. Visualice a Leónidas gritando «¡Esto es España!» mientras tira de una patada al sentido común dentro de un pozo.

Chanel, acosada por las de la sororidad y la diversidad

La buena de Chanel, una artista hispano cubana que lleva toda su vida currando para hacerse un hueco en el mundo de la música, ha visto como lo que tendría que ser un sueño hecho realidad se ha convertido en pesadilla. La supuesta conexión entre una miembro del jurado y la cantante (coincidieron en un programa de televisión) no le ha ayudado mucho. Los fans más radicales de Tanxugueiras y Bandini, que seguro que se llenan la boca de diversidad y feminismo, la han hecho objeto de sus iras. La llaman tramposa, mentirosa y la insultan por su origen latino. La cantante pidió respeto y como la cosa no escampaba acabó cerrando su cuenta de Twitter.

Curiosamente, siempre que el acoso lo recibe alguien de izquierdas los medios señalan a la «ultraderecha». En este caso, nadie ha querido identificar de qué parte proviene el odio y la xenofobia, posiblemente porque viene del otro lado. Cómo habrá sido la cosa que Irantzu Varela ha grabado uno de sus vídeos defendiendo a la «migrante racializada» Chanel de sus propias huestes, aunque habría que ver si la hubiera defendido igual si fuera una blanca española.

Una canción bajo la lupa de la nueva inquisición

Irantzu ha hecho un vídeo con un final impactante a lo El Planeta de los simios en que enseña un pecho desnudo, lo cual nos produce sentimientos encontrados: por un lado valoramos que se haya atrevido a hablar de tetas mostrándolas —lo que no ha tenido ovarios de hacer Bandini— mientras que por otro lado asociar esa teta a la cara de una de las feministas más fanáticas nos hace sentir como Woody Allen enfrentándose crucifijo en mano a la ubre gigante de Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar.

No todo el feminismo ha sido tan conciliiador con Chanel como la vasca de la katana. Eso de «Yo vuelvo loquito’ a todos los daddies (…) Apenas hago doom, doom con mi boom, boom» algunas no lo perdonan. La directora general de Igualdad del Gobierno de Asturias, Nuria Varela, ha afirmado que SloMo es «machismo, sexismo e imposición de una letra que normaliza la hipersexualizacion de las mujeres». El Consejo de Administración de RTVE tiene también previsto analizar la letra de la canción y comprobar si cumple los principios de igualdad del organismo, ya que algunos consejeros sostienen que puede ir contra la dignidad de las mujeres. Está claro a quién le dan miedo las tetas en la España del siglo XXI. Y los culos como el de Chanel.

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11 comentarios

  1. Muy bueno, como siempre. Esta vez el espectáculo no ha esperado a la gran final, ya lo estamos teniendo. Y ojo, que seguirán saliendo datos sobre esto. Lo que me llama la atención es la polémica por el mensaje de las distintas canciones, que si dan un mensaje empoderador o no. Seguro que en Lituania, Macedonia y Noruega ya están preparados para hacer el comentario de texto.

    1. Muchas gracias, Merce 🙂 Seguro que mucha gente irá con Islandia o con Moldavia antes de hacerlo con España por toda esta polémica. Vivimos en un país de pandereta (y no solo las de Tanxugueiras).

  2. Hola Señor Kaplan, la verdad es que estoy atónito al leer este artículo. No puedo creer que todo este escándalo sea por un concurso. Digo yo: ¿ por qué no usan esa energía para luchar contra la pobreza, desocupación, hambre, miseria, violencia, narcotráfico, etc.?.

    1. Ay, amigo Lisandro. ¿A quién le interesa luchar contra la pobreza, el hambre o los delitos de verdad habiendo un mundo lleno de machismo estructural? ¡Un saludo!

  3. Le recomiendo, Señor Kaplan, mirar en Youtube los videos de Padre Progresista, del humorista argentino Diego Capusotto quién realiza el programa humorístico Peter Capusotto y Sus Videos junto con Pedro Saborido. A través del humor, desenmascara al pensamiento progre contemporáneo.

  4. Bochorno progre dices en un video musical con varios gays y una cubana?? Venga ya, que no sabéis lo que decir ya, fascistas

    1. Gracias por su visita, que siempre le viene bien a las estadísticas del blog. Le aconsejo que en otra ocasión vaya más allá del titular y lea el texto. Así la crítica tendrá sentido y me podrá llamar lo que usted quiera con conocimiento de causa. porque en su comentario anterior no ha acertado ni una 😉

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