Los ninots de las Fallas son en esencia pura sátira. En cierto modo, se parecen un poco a la república catalana: son casi igual de efímeros y son un chiste en sí mismos. Ese espíritu burlesco, de las Fallas, no de la república catalana, es tan importante como el fuego y la pólvora y está en el alma de la fiesta. Representan una visión satírica de la sociedad y de sus personajes más populares. Tarde o temprano todos los que son alguien en este mundo acaban inmortalizados en forma de ninot. Pero la sátira y la burla son conceptos subjetivos y por muy suaves que se pretenda (y no digamos cuando no se pretende) pueden ofender, por lo que a lo largo de su historia, las Fallas han tenido unos cuantos roces con la libertad de expresión. Y tal como va el mundo, que cada vez se molesta más por todo, el panorama no es nada esperanzador.

En cualquier caso, ya sabe el lector veterano que sátira y libertad de expresión son dos de los conceptos que más nos gustan en este blog, así que póngase cómodo y disfrute de este viaje por las polémicas más ardientes de la historia de las Fallas antes de que el fuego de los ofendidos lo consuma todo. Pero en primer lugar vamos a hacer lo que más les gusta a los socialistas y comunistas españoles: hablar de Franco aunque no venga a cuento.

Franco fue fallero y la izquierda no lo perdona

El proceso de domesticación de las Fallas para hacer la sátira más blanca y menos ofensiva se inició a finales del siglo XIX y se consolidó, a la fuerza, en el franquismo. Las bromas sexuales, religiosas y políticas estuvieron muy vigiladas a través de la Junta Central Fallera que ejercía la censura. Al mismo tiempo, durante la dictadura, la fiesta valenciana se hizo mucho más grande y se convirtió en una de las señas de identidad españolas atrayendo cada vez a más turistas.

Por eso a la izquierda le cuesta mirar con buenos ojos a las Fallas. Su típico esnobismo cultural las ha considerado, incluso ahora, unas fiestas reaccionarias poco progresistas. A ello ha contribuido que, en 1947, le dieran al Caudillo el Bunyol de Brillants, máxima distinción fallera creada ex profeso para él “como exponente de adhesión y cariño de los falleros valencianos”. Cuarenta años después de la muerte de Franco, en pleno auge de la apisonadora de la Ley de Memoria Histórica, la Junta Central Fallera retiró la distinción fulminantemente, que se ve que era un tema que preocupaba mucho a la sociedad valenciana. Al menos seguro que la Junta Central Fallera duerme mucho más tranquila desde entonces porque con esta medida hizo olvidar que ella misma era una institución hija del franquismo. Y del más represor, el de la posguerra.

La sicalíptica falla de la Margot

Damos un salto atrás en el tiempo. En 1912 Franco era un joven militar que estrenaba grado de teniente en África. Mientras, en Valencia, se produjo un gran escándalo. Lo protagonizó la falla de La Margot, una famosa cupletista de la que pocos se acuerdan hoy y de cuyo nombre se apropió un popular transformista de los años setenta. “La sicalipsis a la orden del día” era el nombre de aquella falla en la que La Margot se mostraba insinuante delante de unos viejos verdes inspirados en personajes reales de las clases altas de la ciudad.

La polémica fue tal que hubo que retirar ninots de algunos que se veían reconocidos y se tuvo que vestir un poco más a la cantante ante las quejas eclesiásticas. Aun así, la falla fue todo un éxito y la propia artista acudió a visitarse entre el aplauso de la multitud. Algo así como si ahora se hiciera una falla de Rosalía y ella misma fuera a verse. Aunque apostamos a que a La Margot se la entendía más cuando cantaba.

El viejo del burro

La historia pasa volando. En 1976, tras el golpe de Estado de aquel joven teniente ya convertido en general, una guerra civil y cuarenta años de dictadura, el Generalísimo hace una última aparición en este relato fallero pocos meses después de su muerte. “El Pavo del Ayuntamiento” fue la falla más popular de aquel año. Instalada en la entonces Plaza del Caudillo, era una sátira de la vanidad humana representada por un monumental pavo y diversas escenas. Pero lo que llamó la atención fue uno de los ninots del conjunto: un altanero viejo, bajito y gordo montado en un burro… sospechosamente parecido a la estatua ecuestre de Franco instalada en esa misma plaza. El autor recibió hasta amenazas de muerte, pero se negó a retirar el ninot y el viejo del burro ardió dando paso a la Transición.

Con el ayatolá hemos topado

El ayatolá Jomeini fue el personaje del año en 1979. Con la que armó y su peculiar barba blanca, era normal que el padre de la teocracia iraní fuera objetivo número uno de las fallas y así fue. Su efigie fue satirizada en numerosas obras, lo que no hizo ninguna gracia a los extremistas islámicos (siempre tan tolerantes) que llegaron a amenazar a algunas comisiones falleras. El secretario general de la comunidad musulmana en España llegó incluso a afirmar que quemar las figuras del líder islámico podría tener graves consecuencias. Ante este clima de buen rollo, muchos optaron por retirar los ninots del Ayatolá o por taparlos. Solo unos pocos falleros no se amedrentaron y mandaron a Jomeini al paraíso fallero donde siete vírgenes ninots le esperarían con los brazos abiertos.

No nos toquéis los borbones

La falla Na Jordana, una de las que tapó a Jomeini, celebró en 1990 la entrada de España en la Comunidad Económica Europea con una falla en la que estaba previsto incluir a la familia Real, algo ahora habitual pero por aquel entonces una novedad. Decidieron pedir permiso, aclarando que los ninots reales serían debidamente indultados de la cremà. La respuesta del jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, fue clara y contundente: muchas gracias pero ni de coña. “Su Majestad, que valora profundamente la categoría artística de su extensa obra, me encarga agradecerle muy sinceramente la atención que ha tenido al informarle de sus pretensiones y le haga saber que, aunque lo lamenta mucho, a la Familia Real no le agradaría verse reflejada en la obra que indica”. Diez años después, Na Jordana se cobró cumplida venganza poniendo a Juan Carlos I desnudo en otra de sus fallas.

Rita con plátano

La primera artista transgénero fallera de España, Manuela Trasobares, irrumpió en 2001 como un elefante en una cacharrería en el remanso de paz de las comisiones falleras, acostumbradas a criticar pero sin pasarse. Su ninot “Rita con plátano” fue rechazado por sus propios compañeros por su irreverencia, digamos, poco sutil: la alcaldesa Rita Barberá aparecía desnuda con un plátano entre sus piernas. La artista, una feroz activista LGTBI, quiso (y consiguió) abrir el debate de los límites de la libertad de expresión y de la autocensura en las Fallas. La Junta Central Fallera consideró su obra de mal gusto y permitió la destrucción del ninot. Trasobares siguió creando fallas hasta que se cansó, en una trayectoria más polifacética que la del padre de Antonio Maestre, que la ha llevado de la política al canto lírico.

Versión de las monjas de la Falla de San Isidro con consolador y la versión censurada por la Junta Central Fallera con un cirio.

Cuidado con la la religión católica

Aunque no existe una norma explícita que prohíba la representación religiosa, lo cierto es que los falleros tienden a autocensurarse para no ofender y la sátira religiosa, cuando la hay, se hace con discreción. Pero cuando esta discreción es indiscreta pasa lo que pasa: en 2004, un Cristo en un confesionario fue retirado de la falla porque podía ofender a los católicos; en 2006, la Junta Central Fallera censuró de la exposición del ninot el consolador que miraban unas monjas por “indecoroso”, y en 2013 Rita Barberá indultó un ninot de la Virgen de los Desamparados. “¿Cómo vamos a quemar a la Virgen?”, se preguntó la alcaldesa. En 2020, se exhibió un ninot que representaba a la Virgen haciendo una peineta. El autor se defendió diciendo que no era la Madre de Dios sino una fallera. Salvado por los pelos. Y por la pandemia, que impidió la celebración de las Fallas.

Y más cuidado aún con la religión de paz

Desde el affaire Jomeini, las comisiones falleras son muy respetuosas con el islam. Sospechosamente, bastante más que con el cristianismo. Como hemos comentado, la norma oficial no escrita es no ofender a ninguna religión… pero la norma se aplica muy estrictamente con la religión de paz que está detrás de los atentados de las Torres Gemelas, del 11M y de Charlie Hebdo. Por ejemplo, en pleno debate por las caricaturas de Mahoma el tema ni se tocó en las Fallas no fuera que se liara parda.

La última polémica con el islamismo sucedió en 2021, cuando la falla Duc de Gaeta-Pobla regaló a la comunidad musulmana la mezquita y la media luna que adornaban su falla como muestra de convivencia y buena voluntad, después de que los musulmanes pusieran el grito en el cielo ante la posibilidad de que acabara ardiendo. Hubo tanta convivencia y buena voluntad que ocho radicales vigilaron la quema de la falla no fuera que hubiera algún elemento religioso más y los muy infieles se lo hubieran callado.

Ganesha y Shiva coronando “Vells contes de l’Índia”, ajenos a la polémica religiosa que provocaron en las Fallas de 2013.

Y ojo también con Shiva

Vamos a hacer una falla con los dioses de la religión hindú, que seguro que esta gente es más tolerante que los católicos o los musulmanes. Algo así debieron de pensar los ingenuos falleros de Ros-José María Mortes Lerma en 2013 cuando plantaron su falla “Vells contes de l’ Índia”, coronada por Ganesha y Shiva. La policía tuvo que custodiar la falla por las tensiones entre los vecinos y los hindúes que exigieron que no se quemara (según ellos, era “un acto sacrílego sin precedentes que levantaría la indignación de 800 millones de hinduistas”).

Ante la presión, los falleros decidieron quitar los ninots de los dioses y, como pasaría unos pocos años después con la media luna, regalarlos en plan buena voluntad, en este caso al templo hindú de Valencia. Tras esta nueva bajada de pantalones en una fiesta satírica con todo menos con las religiones, todos quedaron en paz. Todos menos un paquistaní que intentó inmolarse rociándose con gasolina allí mismo. O era un fanático o el tipo no entendió muy bien la mecánica de las Fallas y se pensó que se quemaban personas, vaya usted a saber.

Después de estos episodios, reales como la vida misma, que forman parte de una historia fallera llena de momentos inolvidables, igual piensa que nada puede superar estas locuras humanas. Ah, lector inocente. Espere a que entren en acción las feministas. Pero eso será en la segunda parte de este artículo: La Nit de la Cremà machirula.

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4 comentarios

  1. Hola Señor Kaplan, la verdad es que no puedo hablar mucho porque no conocía esta tradición jaja. ¿En qué consiste?. ¿Son muñecos que se queman o algo así?. Me imagino cómo serán ahora, en que Occidente es el Paraíso de la libertad de expresión.

    1. Hola, Lisandro. Efectivamente, las Fallas son algo así. Una de las fiestas más famosas de España, que tienen lugar en la Comunidad Valenciana y en las que se hacen unas figuras llamadas ninots, basadas en personajes reales o situaciones satíricas. La última noche, víspera de San José, se les prende fuego y solo se salva uno, el llamado “ninot indultat”. Marchando un saludo desde la otra orilla.

  2. Ya te lo dije en su momento. Con tanta corrección se cargan las Fallas, se está perdiendo su esencia. Son sátira, son crítica,… Y ojo que la cosa empeorará en esta época de ofendiditos. Llegará un momento en que no se podrá poner ni un ninot de un animal sin que salten los animalistas diciendo que eso es maltrato. ¿Ciencia ficción? Ya lo veremos.

    1. De ciencia ficción nada, Merce. Avanzamos hacia una distopía a pasos agigantados. Me espero cualquier día una especie de Ninot Lives Matter o algo así. Un saludo y gracias por su fidelidad 😉

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