Iban a ser los Oscar de la armonía, de la concordia y de la paz por Ucrania. Presentados por un trío femenino que, por fin, iba a llevar la sororidad y el feminismo a la ceremonia de cine más importante del año. Premios para mujeres, actores racializados, personas con discapacidad… Un plan sin fisuras. Pero todo salió mal. Las presentadoras también ofendieron a las mujeres, cosificaron y sobaron a los actores como si fueran pervertidos señoros y, como guinda de la noche, una bofetada de Will Smith a Chris Rock lo eclipsó absolutamente todo y ha abierto melones de lo más dispares en el debate público. Habría que retroceder hasta los tiempos de Carlota de Borbón y Calomarde para ver un guantazo que diera para tanto.
Que los Oscar interesan cada vez menos es un hecho que, entre usted y yo, se tienen merecido. Se preocupan tanto de recordar lo comprometidos, diversos, inclusivos y feministas que quieren ser que se olvidan de su principal razón de existir: las películas y el público. Y a eso hay que sumar las ceremonias aburridas, la crisis de los cines y el auge de las plataformas. Con ese panorama, lo que más interesa de estos premios ya no son ni los vestidos sino los chascarrillos y las polémicas.
Por eso, cuando en otra gala tediosa el cómico Chris Rock hizo un chiste sobre la calvicie de Jada Pinkett Smith y su marido, Will Smith, se levantó y le cruzó la cara en pleno escenario, estaba claro que el aleteo de esa mariposa en forma de hostia iba a provocar un terremoto en el otro lado del mundo. El cine pasó a segundo plano y la ceremonia saltó por los aires. Solo faltó que conectaran en directo con Zelenski y saliera Putin en su lugar.
Soy leyenda… tóxica
Al menos podemos quedarnos tranquilos de que la anécdota del año no ha sido racista y el Black Lives Matter puede seguir durmiendo el sueño de los justos hasta que vuelvan a gobernar los republicanos. Negro pega a negro, todo en regla. Will Smith puede dar gracias de no ser un blanco descendiente del supremacismo. Si no esa misma noche le quitan el Oscar que ganó, lo echan a patadas y se tiene que exiliar con Roman Polanski. Aun así, va a tener que dar explicaciones a una Academia que se ve en el ojo del huracán y que ya está pensando en el castigo que impondrá al actor.
Pero aunque Will Smith no es blanco sí es hombre. Y eso, amigo, es estar en la cima de la opresión. Su reacción ya ha sido enmarcada dentro de una de las categorías favoritas del feminismo: la masculinidad tóxica, que es esa que habla de supuestos rasgos negativos que prevalecen en los hombres socializados por el Patriarcado. Le pegó porque Jada era suya, por defender su honor, porque no la veía capaz de defenderse sola y porque los machirulos tóxicos gestionan los conflictos a sopapo limpio. «Will Smith abre el debate de la masculinidad tóxica» es uno de los mensajes más repetidos en los medios dóciles con el feminismo (o sea, casi todos), con dentelladas de los habituales del tema como Octavio Salazar o Pablo Iglesias que, desde que vio la luz, ya no sueña con azotar mujeres hasta sangrar.
No hay que reírse de las mujeres calvas
Pero si Will Smith se convirtió en el machirulo tóxico del año, el que hizo el chiste tampoco salió mejor parado a los ojos feministas. Porque humilló a una mujer a costa de su aspecto, abriendo otro debate apasionante: burlarse de la calvicie es violencia. Han tenido que pasar siglos cachondeándose de hombres calvos para que se convierta en una agresión en el momento que se le hace a una mujer. Incluso se ha llegado a decir que la calvicie es ahora una discapacidad que hay que tratar con el máximo respeto. Como los calvos pidan pensiones por invalidez colapsan la economía mundial.
De la noche a la mañana, mujeres que, como Jada Pinkett Smith, también padecen alopecia areata salieron expresando su queja. Que por lo visto no es lo mismo reírse de una alopecia areata, producida por una enfermedad autoinmune, que de una alopecia seborreica o androgenética, producidas por los caprichos del destino. «Me puse a llorar cuando vi la situación, porque es de una violencia psicológica muy fuerte y difícil de enfrentar», declaró la bailarina Victoria Morante. Recordemos que el polémico chiste de Chris Rock consistió en decir que la esposa de Will Smith podría protagonizar la secuela de La teniente O’Neil. Si en vez de compararla con Demi Moore, una de las mujeres más espectaculares de su época, la llega a comparar con Gollum no queremos imaginar lo que habría pasado.
¡Alerta: violencia de género estética!
No había pasado ni un día y otro debate encendió las redes y las tertulias: la violencia de género estética. La escritora venezolana Esther Pineda escribió en un hilo de Twitter:
Este es un claro ejemplo de cómo la belleza ha sido construida y erigida como un valor social, no importa si tienes fama o no, si tienes recursos económicos o no, si tienes acceso y visibilidad mediática o no; si eres mujer, y más aún una mujer negra, estás siempre siendo juzgada y expuesta a ser violentada por tu apariencia física, si por alguna razón no respondes a la expectativa de belleza que se ha construido para ti.
Ser popular y millonaria sentada en primera fila de los Oscar para acabar siendo una víctima del Patriarcado por un chiste. Si es que no hay derecho.
Menos mal que tenemos la perspectiva de género para iluminar este turbio asunto: Will Smith no sacude a Chris Rock porque estuviera tenso y le diera un pronto estúpido (o fuera un estúpido de por sí) sino porque gestiona mal sus emociones y usa la agresividad ninguneando a su mujer en un claro ejemplo de machismo y masculinidad tóxica. Chris Rock no hace una broma idiota o de mal gusto, sino que comete un acto de violencia de género porque el Patriarcado incita a humillar a las mujeres que no cumplen su canon de belleza. En un momento, las feministas han conseguido que un hombre pegando a otro hombre se convierta en un acto contra las mujeres se mire por donde se mire. Otra cosa no, pero menudo arte tienen para ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro.
A leches con los chistes
Por supuesto, estaba claro que la madre de todos los debates del siglo XXI también se iba a abrir con la guantada: los límites de la libertad de expresión, en general, y de los chistes, en particular. De nuevo, las feministas, especialistas en no verle ninguna gracia al humor de los demás, han sido las primeras en decir que la broma de Chris Rock no era una simple broma, sino una burla desde arriba (opresor) hacia abajo (oprimida, mujer rica y famosa pero oprimida). En palabras de la diputada de Podemos y ex directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, esos comentarios «deberían estar proscritos». Octavio Salazar incluso pedía un segundo #MeToo para denunciar estos chistes opresores. Sí, hombre, como si no hubiéramos tenido bastante con el primero y el tío ahora quiere otro.
Pero también han salido críticos de la libertad de expresión desde lados opuestos al feminismo, justificando y aun aplaudiendo la agresión de Will Smith porque se humillaba a la persona que más quería y que, además, estaba enferma. Y no todo vale. Si uno se pasa de la raya que se atenga a las consecuencias, han venido a decir estas personas que, en pleno siglo XXI, piensan que una broma ofensiva justifica que se le sacuda a alguien aunque sea en mitad de la entrega de los Oscar. Francisco de Quevedo estaría orgulloso de ellos. Y el eslabón perdido entre el hombre y el mono también.
¿Y si no fuera para tanto?
En el fondo, tal vez no deberíamos darle tanta importancia a todo este asunto. Al menos consiguió animar la gala y eso no tiene precio. Un incidente desagradable provocado por un chiste poco afortunado y una salida fuera de lugar entre amigos con demasiada confianza, donde «demasiada confianza» incluye posibles revolcones entre Chris y Jada, que ya había confesado en un programa de televisión, delante de la cara de póker de su marido, otra infidelidad matrimonial.
Aunque nos tememos que la Academia resolverá el asunto a su estilo, de forma muy hollywoodiense y melodramática, desde Kaplan contra la censura abogamos por calmar las aguas, pasar de interesados debates ideológicos y evitar en la medida de lo posible que los cómicos sean sacos de boxeo. Y ya puestos aprovechamos para pedirle a Will Smith una nueva entrega de Men in Black donde interprete a un extraterrestre lleno de cuernos. No solo se ahorrará el maquillaje sino que podrá repartir todas las hostias que quiera.
Un buen resumen de toda la historia. El resultado es que nadie se acordará de las películas ganadoras y sí de la anécdota. Una gala de cine donde el cine es lo que menos importa.
En el fondo se lo tienen merecido. Karma anti woke 😉
Hola Señor Kaplan, esperaba su artículo sobre este bochorno jaja: en fin, nada nuevo bajo el sol, el ridículo como tema principal. Y con respecto a la calvicie, el apellido Calvo es de los más populares en España y Latinoamérica.
Hola, Lisandro. No es usted el único que se esperaba este artículo 😉 La actualidad manda. Aquí incluso hemos tenido a una vicepresidenta socialista de infausto recuerdo con ese apellido. Aparte de querer cambiar la Constitución para hacerla más feminista, suyas son frases como “el dinero público no es de nadie”. Imagine el nivel.
Lo único que vi del trío de presentadoras fue el ‘Han elegido contratar a tres mujeres porque les salía más a cuenta que contratar a un hombre’. ¿Cómo era eso de que el humor de las mujeres parece estar encorsetado siempre dentro de las mismas temáticas?
Son como un disco rayado. Y siguen y siguen…
No está bien burlarse de gente con alopecia, independientemente se su sexo, género, orientación sexual, raza, etc. Es de mal gusto y ética y moralmente incorrecto.