El universo feminista es muy peculiar. Si lo abraza no necesita una sola prueba científica para creer que los hombres asesinen a las mujeres únicamente por ser mujeres, que hay un patriarcado que hace miles de años puso de acuerdo en todo el mundo a la población masculina para oprimir a la femenina y que existe una «cultura de la violación» aunque sea uno de los delitos más perseguidos en cualquier civilización que se precie de serlo. Ahí no hay ciencia que valga. Pero, en cambio, el SAP es una «burda mentira» porque no está avalado científicamente. En realidad, es una «burda mentira» porque perjudica más a las mujeres. Si fuera al revés, puede apostar una mariscada sindical a que sería otro dogma de género sin que el aval científico importara lo más mínimo.
El feminismo lleva décadas luchando contra el malvado SAP (Síndrome de Alienación Parental). Asegura que «no existe», y que es una «construcción misógina» para perpetuar el «estereotipo de la mala madre» y una estrategia creada por un pedófilo para evitar que se pusiera fin al abuso sexual de algunos padres. Pero si pregunta a cualquier psicólogo que no esté en la órbita feminista, que por suerte existen, le dará una definición más neutra. Le dirá que es una teoría controvertida, sí, pero que cuenta con detractores y defensores.
¿La idea de un pedófilo?
En pocas palabras, el síndrome de alienación parental vendría a ser una especie de cuadro clínico que configura un «lavado de cerebro» por parte de un progenitor para predisponer al hijo contra el otro progenitor, lo que llevaría al hijo a desarrollar rechazo y un odio patológico injustificado hacia su padre o su madre. Lo formuló por primera vez el psiquiatra Richard Alan Gardner en 1985. Sus polémicas ideas y terapias sobre el incesto y la pederastia, con la que a veces pareció mostrarse muy comprensivo, son las que explican los calificativos de «pedófilo» o «depredador» con los que se le ataca, aunque no existe ninguna prueba de que lo fuera y las detalladas esquelas que publicaron los periódicos estadounidenses cuando falleció no dicen nada de estas acusaciones.
Gardner se pasó sus últimos años madurando su famosa teoría, quejándose de que la comunidad científica le ignorara y defendiendo su reputación. «No tengo absolutamente ninguna simpatía por los pedófilos —explicó— y el hecho de que yo haya testificado en los tribunales de justicia en defensa de las partes que, siendo inocentes, han sido injustamente acusados de pedofilia, no quiere decir que yo soy en modo alguno simpatizante con aquellos que realmente cometen un crimen tan atroz».
La APA y Naciones Unidas no creen en el SAP
La American Psychiatric Association (APA) rechazó incluir su «síndrome» entre los trastornos mentales. La OMS, que forma parte de ese gran lobby de los estudios de género que es Naciones Unidas, también se sumó al boicot. Y a pesar de no obtener nunca la categoría oficial de patología clínica, el SAP o argumentos que coinciden mucho con él se han utilizado en juicios de divorcio para decidir la custodia de los hijos. El propio Gardner testificó en más de 400 casos y obtuvo especial notoriedad en uno de una enfermera acusada, y absuelta, de abuso infantil. También se puso del lado de Woody Allen durante la polémica con Dylan Farrow, que consideró un clarísimo ejemplo de SAP.
Aunque el psiquiatra estadounidense acabó reconociendo que la alienación parental la usaban ambos progenitores en proporciones similares, lo cierto es que en la práctica se suele acusar más a las madres, supuestamente más manipuladoras aprovechando su mayor vínculo con los hijos pequeños. En España representan el 65,5% de los casos. Y, claro, eso a las feministas y a los que las apoyan no les hace ni puñetera gracia.
Ofensiva institucional contra el SAP
En 2018, el Consejo General del Poder Judicial —ese que jura y perjura que las denuncias falsas son el 0,001%— se pronunció en contra de que se utilizara el polémico SAP en las resoluciones judiciales. A medida que el feminismo ha ido imponiendo sus teorías —consenso lo llaman—, el debate sobre esta cuestión se ha ido haciendo cada vez más difícil. El Colegio de Abogados de Madrid suspendió en 2021 el encuentro «El Síndrome de Alienación Parental en los procesos contenciosos. ¿Realidad o mito?». Solo plantear el tema se ha convertido en un anatema.
De hecho, el establishment mediático suele utilizar el término «síndrome de alienación parental» con el adjetivo de «falso» delante. Eso sí, cuando las feministas comenzaron a hablar de «violencia vicaria», menos científica aún que el SAP, faltó tiempo para incorporar el concepto a los medios como una certeza absolutamente incuestionable. Cosas de la lucha contra el Patriarcado.
En mayo de 2021, la llamada Ley Rhodes de Protección de la Infancia dio otra victoria a los detractores del SAP, al prohibirlo en los juicios. La ministra de (des) Igualdad lo anunció a bombo y platillo en Twitter. «Hoy somos un país mejor», afirmó con rotundidad Irene Montero.
Llegados a este punto, solo faltaba un caso mediático para darle la puntilla al SAP. Al igual que habían hecho con La manada de Pamplona y Juana Rivas, el rodillo feminista se puso en marcha para volver a instrumentalizar el dolor ajeno en beneficio propio, bombardeando a la opinión pública con su mensaje. Y ese nuevo caso mediático iba a ser el de Irune Costumero.
Irune Costumero, otra mártir feminista
Tan solo dos semanas después de que se aprobara la ley Rhodes, Costumero sentaba en el banquillo a un diputado y tres funcionarios de la Diputación de Bizkaia por prevaricación, maltrato y delito de lesiones psíquicas al haberle quitado la custodia de su hija de cuatro años, aplicando el prohibido, falso, torticero, demoníaco síndrome de alienación parental.
Para el feminismo este era un caso clarísimo de violencia machista. No se podía ni plantear que Irune Costumero no tuviera la razón. Porque una mujer siempre la tiene. Y más si son madres que luchan por sus hijos contra padres monstruosos, lo que les da derecho a todo. Sea Juana Rivas, las madres de la ONG Infancia Libre o la propia Costumero, que denunció a su ex marido por violencia de género dos veces y dos veces fue absuelto. «Irune, no estás sola», tuiteó de nuevo una dramática y sorora Irene Montero.
¡Violencia judicial!
A pesar del revuelo feminista, que no fue poco, con intervención de la ONU incluida (recordemos que llevan décadas contra el SAP porque no favorece el discurso de género), la Justicia falló a favor de la Diputación de Bizkaia: ni prevaricación ni maltrato por parte de los funcionarios. La sentencia no habló de ningún síndrome en concreto pero sí que había rasgos de «alienación» que hacían que la pequeña sufriera un rechazo hacia su padre, manipulada por la madre, lo que le creaba un gran malestar emocional.
Veinte días después, a Costumero se le negó la custodia compartida. Para ella fue «una venganza» por haberse atrevido a denunciar el malvado SAP. Para el tribunal, alejarse de la madre había permitido la mejoría de la niña y, por tanto, lo más beneficioso era continuar con la custodia paterna. El feminismo habló de «violencia judicial», por supuesto. Y de fuerzas atávicas patriarcales que manejaban los hilos contra las indefensas madres.
Costumero, condenada por espiar a su ex
Con lo pendiente que estuvieron las feministas del caso, poco después sucedió algo que, curiosamente, ha pasado casi desapercibido. Un detalle sin importancia al parecer, que no merece demasiados titulares ni siquiera otro tuit de Irene Montero, a la que suponemos que se le escapó la noticia: Irune Costumero fue juzgada y condenada a año y medio de cárcel por utilizar a su hija para espiar a su ex.
Ha leído bien. El ser de luz blanca al que el Patriarcado acusó falsamente, alimentando —léase con voz estentórea— el mito machista de la madre perversa y manipuladora, escondió una grabadora en la cazadora de su hija pequeña para espiar a su ex. Según el diario feminista Público, «un giro inesperado». Tan inesperado que la propia noticia lo menciona casi de pasada dentro del texto pero no en el titular: «La expareja de Irune Costumero pide en plena ofensiva judicial que se limite al mínimo el contacto entre madre e hija». Lo de «plena ofensiva judicial» entendemos que es la condena por espiar al ex, pero qué sabremos nosotros del lenguaje periodístico con perspectiva de género.
María Salmerón, al rico indulto en el Patriarcado
Mientras las feministas se lamen las heridas y contienen la respiración con la angelical Costumero, que ha apelado al Supremo, ya han vuelto a sacar el hacha de guerra contra un nuevo caso de «violencia judicial». La ideología no descansa. El nuevo símbolo se llama María Salmerón, condenada a prisión en cuatro ocasiones por incumplir sistemáticamente el régimen de visitas e indultada hasta tres veces por los gobiernos del Partido Popular (dichoso Patriarcado de derechas). Ahora espera que le concedan un cuarto indulto para evitar de nuevo in extremis la cárcel.
El procedimiento se repite: movilización feminista con tuits incluidos —ahora sí— de Irene Montero, que ya nos da pereza reproducir y una versión sesgada que idealiza a la «madre coraje» y demoniza al ex marido, condenado a un año y nueve meses por malos tratos psicológicos pero absuelto de casi una veintena de denuncias posteriores. El padre, Antonio Ruiz, se considera el maltratado y estuvo años sin poder ver a su hija. Esta asegura que no quería estar con él y que gracias a que su madre no permitía que lo viera ha evitado ser «una de esas niñas víctimas de violencia vicaria».
Teniendo en cuenta que el primer matrimonio de Ruiz finalizó pacíficamente, que lleva 17 años de feliz relación con su tercera pareja y que las veces que la hija estuvo con su padre nunca le sucedió nada malo, ¿por qué entonces está tan convencida de que no ver a su padre le ha salvado la vida? Pues sin duda es un gran misterio porque como el SAP no existe…
Muy interesante, señor Kaplan. Nunca está de más conocer estas cosas. Para ser algo que no existe, ya se han conocido varios casos. Pero depende de quién lo haga, sale a la luz o no.
¡Gracias, Merce! Pues así es. Fíjese como no se para de hablar de «violencia vicaria» pero de esto no se dice ni mu porque no conviene a la causa feminista.
Hola Señor Kaplan, la verdad había leído algo sobre este síndrome, que como usted dice, tiene detractores y defensores. Yo le digo que en mi país la tenencia de los hijos siempre se la dan a las madres, pero el padre sí o sí tiene que pasarle dinero para la manutención de éstos, además de todos los beneficios y las ayudas sociales que reciben las madres de parte del Estado, por lo que los hijos, muchas veces, son usados como fuente de dinero. Y ni hablemos de los miles de padres que no pueden ver a sus hijos.
Le comento, Señor Kaplan, que hace poco aquí en Argentina ocurrió un hecho aberrante de una pareja de lesbianas que asesinaron a golpes al hijo de 5 años de una de ellas, pero todavía hay más: al padre del niño no se lo dejaban ver, quién, además, hacía tiempo reclamaba la tenencia por los malos tratos que recibía su hijo (cosa que se cansó de denunciar). Y, como se podrá imaginar, la justicia con perspectiva de género hizo oídos sordos. Y otra cosa: esta pareja pertenecía a una organización feminista, que al enterarse del hecho, lejos de condenar su accionar, culpó al patriarcado por otorgarle la tenencia a la madre. Pero la cosa sigue: los forenses descubrieron que el niño no sólo era golpeado, sino que además era abusado sexualmente con juguetes sexuales por la madre y su pareja. Uno de los casos más aberrantes de los últimos años.
Hola, Lisandro. Recuerdo ese caso del que me habla, realmente sangrante, y que demuestra lo desamparados que están los padres ante unas leyes que, encima para más ironía, se las critica por patriarcales. Un saludo y muchas gracias por sus aportaciones.
Es deleznable el manipular a l@s hij@s para que odien a uno de sus progenitores sin que éste o ésta les haya hecho nada malo, lavarle el cerebro a los hijos es peor que despreciable y más que lo haga una madre hembrista con ganas de castigar a su expareja. Por desgracia en estos tiempos oscuros estos casos crecen día a día sin que se pueda hacer nada…al menos en los juzgados