Cartel Montero

Pero, Kaplan, ¿qué hace usted de nuevo por aquí tan pronto?, se preguntará algún lector. ¿Le explotan acaso las fuerzas del Mal fascistas, megafascistas y ultramegafascistas que le financian el blog para boicotear la senda de progreso por la que avanza con paso firme y transversal la izquierda ecofeminista defensora de los derechos humanos? Para nada, quédense tranquilos. Pero el Ministerio de Igualdad la ha liado a lo grande con un cartel y eso merecía ser comunicado al mundo cuanto antes. De verdad que no lo hacemos adrede, pero Irene Montero y sus amiguis nos lo ponen a huevo una y otra vez. Y nos reiríamos mucho más con sus meteduras de pata si ese ministerio no le costara a los españoles 525 millones de euros al año.

Pongámonos en contexto. El verano transcurría apaciblemente, entre olas de calor que anticipaban el cataclismo climático y las filtraciones de audios de Villarejo. A falta de otra puta enseñando las tetas, teníamos a Pedro Sánchez pidiéndonos que nos quitáramos la corbata para ahorrar energía. Una majadería en toda regla con la que se ha tapado que la inflación llega al 10,8%, la más alta en casi cuarenta años. Que el tipo será un egocéntrico y un psicópata ansioso de poder, pero idiota no es.

El Instituto de la Mujer contra la «violencia estética»

Y en esas llegó el Instituto de la Mujer, un organismo dependiente del Ministerio de Igualdad cuyo mayor logro en los últimos años ha sido cambiarse el nombre por Instituto de las Mujeres. El 27 de julio presentó un cartel con el lema «El verano también es nuestro» donde se veía a cinco mujeres. Gordas, negras, una con vello en la axila y otra mastectomizada, todas orgullosas y felices retozando en la playa.

El cartel de Igualdad se suponía que era un necesario golpe en la mesa, una respuesta contra la, atención al concepto, uno más en la colección de agravios feministas, «violencia estética» que sufren los cuerpos no heteronormativos, víctimas de la gordofobia y vaya usted a saber cuántas opresiones sistémicas más. Solo les faltó añadir un eslogan tipo Sola y borracha quiero ir a la playa.

Gracias, Irene

Para violencia estética la del cartel de marras. No solo era cutre de cojones (o de ovarios, no se nos ofendan las feministas más de lo estrictamente necesario), que aquello parecía salido de una película de The Asylum, sino que consiguió que ese día la etiqueta #GraciasIrene fuera tendencia en Twitter. Gracias, Irene porque gracias a ti las gordas pueden por fin ir a la playa. Ya estábamos hartos de ver solo cuerpos apolíneos, blancos y cisheteropatriarcales. Ha tenido que venir Irene Montero, la gran líder feminista que ha descubierto a las mujeres que existe una cosa que se llama consentimiento sexual, a decirnos que las gordas, las negras y las que no se depilan los sobacos pueden ir tranquilamente a la playa. Loada seas, ministra. Se harán estatuas en tu honor. Bardas trans cantarán tus gestas. En lenguaje inclusivo, por supuesto.

Mientras media España se cachondeaba y unos pocos devotos de la causa defendían el cartel como si no hubiera un mañana, el Instituto de las Mujeres sacaba pecho de su repercusión en medios italianos, alemanes e incluso en la propia BBC que informaba de la campaña. Al mismo tiempo, el organismo participaba en un aquelarre, perdón, seminario llamado Medios de comunicación, valores democráticos y de género, en El Escorial. Habríamos pagado por ver la cara de los asistentes al seminario cuando al día siguiente se lio la gorda. Nunca mejor dicho.

Empieza lo bueno

Precisamente, gracias a la difusión en la BBC del cartel de Igualdad, la modelo negra de tallas grandes Nyome Nicholas-Williams se dio cuenta de que en él se utilizaba su foto y ni siquiera le habían pedido permiso. La modelo ha montado un buen pollo y ha asegurado sentirse «realmente enfadada» en declaraciones concedidas a medios británicos que seguro que quedarán preciosas en el clipping de medios del ministerio.

Apenas habían pasado unas horas cuando se descubrió que otra de las imágenes del cartel también pertenecía a una influencer curvy a la que le habían robado la foto por la cara, la brasileña Raissa Galvão. Dos de cinco. A la versión del cartel, además, le habían tapado un poco el culazo que lucía la modelo, no fuera que fomentara la cultura de la violación en playas, piscinas y charcas.

Los acontecimientos se precipitaban. Varias personas en Twitter dieron alas a una información que decía que el cartel de Igualdad había costado 84.500 euros y que era de la agencia The Tab Gang. La autora del cartel, la catalana Gisela Escat, una activista feminista anti gordofobia que firma como Arte Mapache, salió para desmentirlo, con un hilo tuitero exculpatorio de esos que es imposible leer sin soltar alguna que otra carcajada. ¿Recuerdan al Emérito diciendo aquello de «Me he equivocado, lo siento mucho, no volverá a ocurrir» cuando se rompió la cadera en Botswana? Pues algo así pero sin cazar elefantes y sin tirarse a ninguna aristócrata alemana.

4.990 euros por un montaje cutre, una tipografía sin permiso y fotos robadas

El hilo sí dejaba claro que las imágenes se habían cogido sin permiso. Que, aun así, Arte Mapache agradecía a estas mujeres que la habían inspirado su contribución (de lo más desinteresada, nunca mejor dicho). También aclaraba que «por error» había utilizado una tipografía sin pagarla. Que ella no tenía nada que ver con la campaña de 84.500 euros y lo había apañado directamente con el Instituto de la Mujer por 4.990 euros de nada. Y que, ahora que la habían pillado con el carrito del helado, se iba a poner en contacto con las mujeres para «repartir los beneficios que se derivan de este trabajo a partes iguales».

En un momento del hilo, Arte Mapache cita a estas mujeres y pone: «Mujeres como Nyome Nicholas, Raissa Galvão… Su trabajo y su imagen deben ser respetados». Estos puntos suspensivos iban con toda la intención. La enumeración no estaba completa.

Diez negritos en versión «body positive»

No pasaron ni 24 horas cuando una tercera mujer se unía al club de las del Solo sí es sí y me llevo tus fotos. Tres de cinco. Esto empezaba a ser como Diez negritos pero en versión body positive. ¿Qué podía ser peor que coger sin consentimiento las fotos de dos influencers? Pues coger sin consentimiento la foto de una influencer con una prótesis en la pierna y cambiársela por una de verdad en el cartel. Y poniéndole vello en las axilas. Que todos los cuerpos son válidos, dice el Ministerio de Igualdad. Todos menos los que tienen prótesis, claro, pero a tope con las mujeres con pelos.

La susodicha, la modelo británica Sian Green-Lord, se quejó desde su cuenta de Instagram del cartel del Ministerio de Igualdad. «No sé ni cómo explicar la cantidad de rabia que siento ahora mismo», aseguró. Le roban la foto y le pintan una pierna. Y se mosquea. Con esta falta de sororidad no llegaremos a ninguna parte.

La modelo ha concedido una entrevista a la BBC que recoge la noticia con el titular: «Anuncio de playa editó mi pierna protésica». No sabemos qué le molestará más al Ministerio de Igualdad, si la protesta de la chica a toda página, que aparezca en la BBC de la que tanto presumía Irene Montero hace dos días, o que llamen a su cartel contra la violencia estética «anuncio de playa».

El Ministerio del Harakiri

Y si piensa que nada podía superar el grado de esperpento de la modelo con prótesis, le presentamos a Juliet FitzPatrick. Mujer con doble mastectomía que también se ha reconocido en el famoso cartel del Ministerio del Harakiri, en acertada expresión de Juan Soto Ivars. Cuatro de cinco. Le han plantado su cara en la imagen de una mujer con un solo seno. Ni el más cabrón de los machirulos del Patriarcado opresor podría haber ideado un plan más diabólico y humillante.

Tan furiosa como las demás, FitzPatrick ha protestado también en las redes sociales contra lo que llama «un trabajo chapucero». La fotógrafa Amy Barwell se ha quejado de que se haya usado una foto de su serie Mastectomía, protegida con copyright, sin permiso, no duda de considerar a Arte Mapache como «una vergüenza» y referirse a Montero como la «irónica» ministra de Igualdad.

A estas alturas de la película, Gisela Escat, o sea, Arte Mapache ha hecho desaparecer bajo la tierra su web, cosa bastante comprensible porque todo el mundo, menos quizá la directora del Instituto de la Mujer, empieza a sospechar que sus «inspiraciones» a lo largo de los años pueden ser unas cuantas. Su proyecto feminista por la diversidad de la belleza y contra la gordofobia igual tiene que esperar un poco o reinventarse en un proyecto por la defensa de los crustáceos de las Rias Baixas, que también son bastante gordos y se cabrean menos si les roban las fotos.

Felicidad para todos, todas y todes

Mientras, Irene Montero y Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, han grabado un vídeo en Instagram en medio de todo el huracán defendiendo su campaña. Dos de las máximas responsables políticas del cartel (porque si se paga 5.000 euros por una chapuza de diseño que roba fotografías y que se mea encima del body positive que quiere promocionar, alguna responsabilidad política tiene que haber) se muestran felices y sonrientes a pesar de todo. Se las ve de lo más relajadas, como si vinieran de unas vacaciones en Estados Unidos.

El vídeo, por decirlo finamente que bastante caña les hemos dado ya, parece hecho por dos adolescentes necesitadas de casito, y está dirigido a «todos, todas y todes». Pam y Montero aseguran sonrientes que tenemos un ministerio que va a luchar para que «la playa y la vida sean felices para todas».

La venganza de las influencers

Que se lo digan a la modelo negra, a la de la prótesis o a la de la doble mastectomía, que se las ve felicísimas revolviendo las redes como un avispero y exigiendo explicaciones a Arte Mapache y al Gobierno de España. Como buenas influencers saben que esta polémica les puede dar visibilidad y más seguidores. El ministerio de Montero, viéndolas venir, ya ha empezado a borrar el cartel de sus redes. Del orgullo al bochorno en cuatro días. No somos nadie.

Quién lo iba a decir. El Ministerio de Igualdad puesto en jaque y no precisamente por el fascismo patriarcal, sino por tres mujeres racializadas, de belleza diversa y no heteronormativa, y por la jeta de cemento armado de una diseñadora activista contra la gordofobia. No puede haber más justicia poética.

4 comentarios

  1. Ha sido una historia gloriosa. Y puede que siga porque algunas están dispuestas a seguir dando caña. Todos los cuerpos son válidos menos los que nosotras digamos. Menuda vergüenza de Ministerio.

    1. Ni la más delirante conspiración machirula podría haber parido un esperpento así. Echaremos de menos a la pandilla Montero cuando acabe la legislatura y se hundan en las elecciones. Son un filón para el blog xD

  2. Hola Señor Kaplan, esta historia, o histeria jaja, parece una película cómica. Ni al mejor guionista se le hubiera ocurrido algo así. Nada más les falta decir que a las modelos de la imagen les lavó la cabeza el patriarcado.

    1. No me diga que no merecía la pena adelantar el artículo para contar esta historia. Ni a los hermanos Marx se les ocurriría algo así. Un saludo desde España, amigo Lisandro.

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