El equipo del Régimen

Cuando en los años sesenta el periodista de TVE Miguel Ors entrevistó al nieto de Francisco Franco y le dio por preguntarle por su equipo de fútbol favorito, el tierno infante le contestó que era el Real Madrid. Unos meses después, en el palco del Santiago Bernabéu, durante la final de la Copa del Generalísimo, el susodicho reclamó la presencia del periodista, que acudió presto y algo acojonado. «Usted me ha comprometido con esta entrevista —le dijo con su famosa voz de pito— porque mi nieto se ha declarado madridista y ahora van a pensar que yo también lo soy. La gente interpreta las cosas como le gusta y no como son en realidad».

La anécdota, que demuestra que al Caudillo le faltaría un testículo pero le sobraba psicología de masas, revela el cuidado con el que Franco se manejaba en cuestiones futbolísticas para no dar pistas de sus simpatías. Y también deja claro ese runrún que ha perseguido siempre al Real Madrid de ser el equipo del Régimen, alimentado desde la órbita del FC Barcelona, su eterno rival hasta el fin de los tiempos, y que siempre ha presumido de ser una especie de resistencia y bastión contra el Estado español, primero contra la dictadura y luego contra la monarquía. Como diría Franco, la gente interpreta las cosas como le gusta y no como son realmente.

El caso Negreira

Hace un par de meses estalló el esperpéntico caso Negreira. El Barça había pagado siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros durante veinte años a cambio de no se sabe qué. Hay por medio unos informes de asesoramiento facturados a precio de oro que podríamos hacer usted y yo con la ayuda de la Wikipedia. Pero las malas lenguas dicen que lo que se pretendía realmente era sobornar a los colegiados y asegurarse resultados favorables en los partidos.

Tras décadas con la matraca de que el Madrid compraba a los árbitros, con las controversias de José Plaza y el famoso penalti de Guruceta, resulta que el primer indicio claro de algo extraño a quien salpica es al Barça. Té collons la cosa porque una de dos: o el Barcelona esconde algo o tiene las directivas más imbéciles del mundo pagando millones por unos servicios inútiles.

Con la prensa madrileña haciendo más sangre que los peces de Piraña 3D, el presidente del Barça, Joan Laporta, convocó una rueda de prensa para aclararlo todo. Y en dos horas no aclaró absolutamente nada. Vino a decir, eso sí, que había una especie de conspiración merengue-masónica contra el club y que estaban en el ajo el presidente de la Liga y el eterno rival, que se había personado en la causa a título particular.

¿Cuál fue el equipo del Régimen?

Laporta tiró de la mitología del Barça y del Fran-comodín repitiendo la vieja cantinela de que el Madrid había sido siempre el más favorecido por los árbitros porque era «el equipo del Régimen». El Madrid se cabreó y respondió con un vídeo lleno de cortes del NO-DO donde se recopilaban viejas imágenes de archivo del club azulgrana lamiendo el ojete del Caudillo durante la dictadura, preguntándose con bastante mala leche: ¿Cuál fue el equipo del Régimen?

A fecha de hoy, el vídeo tiene más de cien millones de visualizaciones en Twitter, y ha provocado las airadas protestas del gobierno catalán, que lo ha calificado de Fake News, y del mismísimo Puigdemont desde su chollo en Bélgica, queremos decir, su sufrido exilio. Algunos incluso dudaron de la veracidad de las imágenes pensando que habían sido creadas por inteligencia artificial. Qué ganas de remover la mierda del pasado, que bastante tienen los nacionalistas de bien con hacerle la vida imposible a una chica de 25 años que osó criticar los requisitos lingüísticos de la Generalitat para las oposiciones a enfermería.

El fútbol al servicio de la dictadura

Objetivamente hablando, el fútbol no parecía estar entre las prioridades personales del Caudillo. Pero entendió muy bien su función como distracción de masas en el crisol de culturas patrio. Por un lado, domaría los localismos periféricos y por otra promocionaría la imagen exterior de una España aislada y con mala fama por ese pequeño detalle de ser una dictadura. Y a eso sirvieron, respectivamente, el FC Barcelona y el Real Madrid. Desde el punto de vista de los clubs tocaba ser franquista porque no había más remedio, estaba claro. Pero de esa situación tanto el Madrid como el Barcelona supieron sacar provecho. Desde cierto punto de vista, se puede decir que los dos llegaron a ser el equipo favorito del Régimen, porque se convirtieron en una cuestión de Estado para la estructura de poder del franquismo.

La diferencia es que el Real Madrid lo ha asumido como una parte más de su historia sin darle demasiadas vueltas. El Barcelona, en cambio, ha reescrito esa historia para adaptarla al relato de nación perseguida que tanto le gusta al catalanismo. Una narrativa siempre agraviada y victimista donde las partes disonantes quedan enterradas o convenientemente maquilladas. Solo hay que ver el polémico documental de TV3 El Madrid real. La llegenda negra de la glòria blanca, obra de Carles Torras, autor a su vez de un libro cuyo título ya deja clara su neutralidad en el tema: La historia oculta del Real Madrid contada por un culé .

Una leyenda negra blanca pintada de azulgrana

Visto ahora, el documental hace que entendamos mejor el cortocircuito mental del seguidor del Barça con el vídeo del Real Madrid, ya que es un ejemplo perfecto de la distorsión catalanista del relato. La llegenda negra de la glòria blanca insinúa sin afirmar —así no hay posibles querellas a la vista— la connivencia del Real Madrid con la dictadura desde la llegada a la presidencia de Santiago Bernabéu. Previamente se habla de lo que consideran el casus belli de toda esta situación: la derrota por 11-1 en la vuelta de una semifinal de copa de 1943 que, para el imaginario culé, fue debida a las amenazas del conde de Mayalde, director general de seguridad y falangista de camisa azul, que coaccionó a los futbolistas del Barcelona para que se dejaran ganar.

El documental salta entonces a una escena en la que Santiago Bernabéu pone una medalla al supuesto artífice de estas amenazas. La condecoración tuvo lugar diez años después, cuando el conde de Mayalde era alcalde de Madrid, pero, efecto Kuleshov mediante, parece que sea un premio por los servicios prestados aquel día. Y así todo el documental, lleno de insinuaciones, medias verdades, opiniones convertidas en hechos y sesgos blaugrana al vent. No es de extrañar que algunos de los participantes, como Miguel Ors, se quejaran de manipulación en las entrevistas.

Cosillas que se le olvidan al barcelonismo

La mitología culé habla del asesinato de un presidente del Barça, Josep Sunyol, al inicio de la Guerra Civil, pero menos de la brutal represalia de las tropas nacionales contra el equipo de Chamartín. El Real Madrid, que vivía su mejor época deportiva durante la República aunque sin el «Real» en el nombre, casi desapareció al terminar la guerra. La sede bombardeada, un presidente ejecutado por comunista (Antonio Ortega Gutiérrez), otro (Sánchez-Guerra) condenado a cadena perpetua, conmutada, que huyó a Francia, varios jugadores fusilados y otros tantos exiliados. No está mal para ser el equipo del Régimen.

Más elementos históricos que no convienen al relato catalanista: el Madrid tardó 14 años en volver a ganar una liga tras la Guerra Civil mientras que el Barcelona ganó cinco en ese mismo periodo. Bernabéu no fue precisamente un franquista modelo. Aunque luchó en el bando nacional, era más bien un monárquico conservador y tuvo más encontronazos con ilustres miembros del Régimen (llegó a echar a Millán-Astray del palco del estadio) que todos los presidentes del Barça juntos.

Di Stéfano y Kubala

En la farragosa historia del fichaje de Alfredo Di Stéfano, uno de los grandes highlights de la rivalidad Barça-Madrid, hubo de todo pero es innegable que los blancos manejaron mejor sus cartas, ya que el Barça se negó a pagar 27.000 dólares a Millonarios que le habrían asegurado los derechos totales del jugador.

En cualquier caso, si el Real Madrid le robó Di Stéfano al Barcelona, este le había hecho antes lo propio con Kubala a quien, dicho sea de paso, las mismas autoridades a las que el Barcelona acusó de torpedear el fichaje de la Saeta Rubia concedieron la nacionalidad y los permisos necesarios para vestir la camiseta azulgrana en tiempo récord. Pero para el imaginario culé solo cuenta que el franquismo le quitó a Di Stéfano para evitar que Cataluña tuviera el mejor equipo de España.

Saporta y Samitier

Fundamental para el fichaje del mítico jugador argentino fue la labor de la mano derecha de Bernabéu, Raimundo Saporta. Para el barcelonismo, la línea directa del Real Madrid con el Pardo y una prueba de que eran el equipo del Régimen, olvidando que ellos tenían su propio enchufe con el Caudillo: el famoso José Samitier, por el que el mismo Franco sentía admiración ya que había sido uno de sus jugadores favoritos. También lo fue de Ramón Serrano Súñer, el cuñadísimo del dictador, y culé confeso, algo de lo que no se suelen acordar tampoco los cronistas catalanes.

Saporta, que sería franquista pero tenía visión de futuro, fue responsable de que el Madrid participara en la organización de la primera Copa de Europa, algo que se le ofreció en primer lugar al Barcelona. En la que posiblemente haya sido la peor decisión de su historia, el club catalán rechazó participar en las reuniones fundacionales de un trofeo al que veían poco futuro, por lo que buscaron a otro equipo… que resultó ser el Real Madrid. El Barça prefirió centrarse en la Copa de Ferias que se le daba bastante bien. ¿Se acuerda usted de la Copa de Ferias? Pues nosotros tampoco. Pero seguro que se acuerda de las 14 Champions del Madrid.

Un Camp Nou cara al sol

Pero sin duda la mayor ayuda del franquismo al Barcelona fueron las sucesivas recalificaciones y expropiaciones que le permitieron deshacerse del viejo estadio de Les Corts y estrenar en 1957 su flamante Camp Nou en una apoteosis del nacionalcatolicismo que los barcelonistas que han visto el vídeo respuesta del Madrid preferirían borrar de su memoria con el neuralizador de Men in Black.

Con la ayuda del cruel gobernador civil de Barcelona, el general Felipe Acedo Colunga, un tipo que usaba la palabra «exterminio» como quien se pide una caña y considerado el arquitecto de la represión republicana de la posguerra, se consiguieron los permisos necesarios para el chanchulleo urbanístico y se desalojaron a los arrendatarios y ocupantes de los terrenos, todos de origen humilde que vivían en chabolas. En mayo de 1951, unas semanas antes de confirmarse la recalificación y tras la final de la copa del Generalísimo (que ganó el Barcelona a la Real Sociedad), Franco recibió la insignia de oro y brillantes del club. Un año después, Acedo Colunga recibiría otra para él.

Franco salva al Barça de la ruina

Hubo dos recalificaciones más que permitieron al Barcelona obtener 450 millones de pesetas de los terrenos de Les Corts y salvarlo de la quiebra a la que parecía abocado por el sobrecoste del Camp Nou. El diario As titulaba su crónica: «Franco acabó con la deuda del Barça». La junta directiva se trasladó hasta el Pardo para agradecer al Caudillo su apoyo, en un acto que haría soltar espuma a borbotones de la boca de los socios independentistas de Pedro Sánchez.

Aún en 1970, las autoridades franquistas le hicieron otro regalo al oprimido Barça: 45 millones a fondo perdido para que construyera su complejo polideportivo. Como consecuencia, el dictador recibió la segunda condecoración por parte del club, también entregada con toda pompa y circunstancia por una comisión encabezada por el presidente Agustí Montal y por José Samitier. Una tercera medalla le caería en 1974, cuando el Barça cumplió su 75 aniversario y solo un año antes de que el Generalísimo muriera en la cama sin que ningún defensor de la patria catalana le hubiera tocado las narices desde 1939.

Más que un club

En 2019, en plena efervescencia de la Ley de memoria histórica, la asamblea de socios del FC Barcelona se puso digna y, como si esas medallas se las hubieran concedido a punta de pistola, acordó retirarlas. Algunos de los socios vincularon el franquismo con la España opresora que encerraba en la cárcel a los políticos del Procés y el presidente, por entonces Josep Maria Bartomeu, lo vio como un tardío «homenaje a nuestros padres y abuelos que sufrieron la dictadura». Y tan tardío. 44 años después de la muerte de Franco. Nadie lo resumió mejor que Arturo Pérez-Reverte: «Así me gusta, que le echen cojones».

Está claro que el Barcelona y el catalanismo han sabido regatear sus contradicciones con más habilidad que Leo Messi, encasquetándole el sambenito de «equipo del Régimen» al Real Madrid. O tal vez le pasa por ser más que un club, como reza su famoso lema. Frase, por cierto, que se debe a un presidente del Barça tan o más franquista que Santiago Bernabéu, Narcís de Carreras. Pero que no se quejen los culés, podría ser peor. Al menos el lema no se le ocurrió a Franco.


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5 comentarios

  1. Vaya, vaya, con el Barça. Tanto echar porquería contra el Madrid y menuda historia arrastran ellos. Que también te digo, que hasta los políticos se hayan metido en este cenagal y se hayan ofendido porque les pongan delante la historia del Barça, tela. Menudo nivel.

    1. Algunos políticos suelen ser de lo peor, ya sabe usted. Y los fanáticos que los votan sin el más mínimo espíritu crítico ni le cuento. Peor que un hooligan del fútbol.

  2. Hola Señor Kaplan, sabía de la rivalidad entre ambos clubes, pero no del mito que el Barcelona creó sobre el Real Madrid, aunque alguien pensante diría que es lógico que ambos clubes apoyaran al Régimen al estar bajo una dictadura. PD: estoy en contra de la independencia de Cataluña porque no me gusta la balcanización de los países, es más, me gustaría que España y Portugal fueran un solo país.

    1. Hola, amigo Lisandro. Efectivamente, los dos eternos rivales —nuestros Boca y River— no tenían muchas opciones durante la dictadura de Franco. Pero uno de los dos intenta hacerlo pasar como una época impuesta y agraviada cuando no cabe duda de que se benefició todo lo que pudo.

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