Pelicula Barbie es mala

Es un orgullo para el blog que aloja la saga de cine feminazi más famosa del Kaplanverso dedicar una entrada a Barbie, la joya de las joyas del cine feminazi, el caballo de Troya definitivo para inocular el feminismo y propagar la misandria como quien no quiere la cosa. Y quién lo iba a decir, ese producto definitivo viene de la mano de la que ha sido considerada la muñeca más machista del mundo («fascista» la llega a llamar uno de los personajes en la película). Mattel, la empresa que la comercializa, le lleva lavando la cara desde hace una década y el proceso culmina ahora con un blockbuster que la entrega en bandeja al feminismo para que la resignifique acorde a su discurso, con Mattel sin poner un solo pero mientras suene la caja registradora.

Menos mal que nos tiene aquí a nosotros para contarlo porque casi nadie se atreve a hablar mal de la película, uno de los éxitos de un verano que recupera cifras de asistencia al cine que no se veían desde hace tiempo. Barbie (y Oppenheimer) triunfa en las salas y nos parece muy bien si quiere gastarse los dineros en verla. Pero cuando acabe este artículo sabrá lo que hay detrás de esa explosión rosa de música y diversión que le cuentan algunos.

La diversidad llega a Barbie

La muñeca Barbie pasó hace diez años su peor época. El juguete creado por Ruth Hundler en 1959 y que cambió el mundo de las muñecas para siempre había sido un fenómeno durante décadas, a pesar de ser fuertemente criticado por el feminismo por fomentar estereotipos físicos irreales e inalcanzables para las niñas, favorecer los roles de género y por su falta de diversidad. Tras unos años encadenando pérdidas, en 2017 los ingresos llegaron a descender hasta el 61%. Era cuestión de reinventarse o morir. Y eligieron lo primero, estaba claro.

La rubísima (y blanquísima) muñeca sufrió entonces una calculada diversificación que dio lugar a versiones morenas, curvy, negras, latinas, orientales, con actividades profesionales de prestigio, e incluso se sacaron modelos en silla de ruedas y con síndrome de Down. Mattel consiguió remontar la crisis con estas concesiones al hipersensible siglo XXI que ahora esperan confirmar con esta película dirigida por Greta Gerwig y protagonizada y coproducida por Margot Robbie.

La primera es una joven cineasta que ya realizó una versión empoderante de Mujercitas, y que fue nominada al Oscar por Lady Bird, otra película aplaudida por el feminismo. Robbie, por su lado, se ha ido consolidando como una estrella que se ha subido al tren feminista de moda en Hollywood protagonizando filmes como la desastrosa y misándrica Aves de presa o El escándalo, epítome del MeToo sobre el caso real de un episodio de acoso sexual en Fox News. Estamos deseando ver la película del linchamiento y cancelación del absuelto por la justicia Kevin Spacey, que seguro que no harán nunca. Ni perdón le van a pedir después de hundirle la carrera y hacerle pasar un calvario de seis años.

«Barbie no es una película feminista»

Cualquier avispado arquearía la ceja viendo qué derroteros podría tomar Barbie con estos nombres involucrados, pero Mattel y Warner intentaron despejar balones sobre su posible feminismo. Robbie Brenner, el responsable de Mattel Films, aseguró que Barbie no era «una película feminista» rechazando cualquier posible etiqueta ideológica en un largometraje pensado, dijo, para todos los públicos.

Bien, vamos a ver si Barbie es o no feminista. Apriétese los machos que vienen curvas. Y spoilers.

Barbieland, la Arcadia feminista

Barbie vive feliz en la colorida y bucólica Barbieland, el mundo de las Barbies, un paraíso de la igualdad. En él, la presidenta es una Barbie negra, la Corte Suprema la forman solo Barbies diversas e inclusivas, los premios Nobel los ganan las Barbies y todos los oficios y profesiones las desempeñan también ellas, con algunas de belleza no normativa, ergo gordas, que deslumbran por su inteligencia y carisma. Incluso hay una Barbie trans que es médico. En ese mundo perfecto, los Ken viven a la sombra de las Barbies como una especie de zánganos bobos que no pintan absolutamente nada en esa arcadia feminista de color rosa chillón.

Pero una de las muñecas, Margot Robbie, sufre una crisis existencial y viaja al mundo real acompañada de un Ken (Ryan Gosling). Allí descubre horrorizada que las mujeres no mandan y se siente cosificada e incómoda ante la mirada masculina. Por su parte, Ken descubre el Patriarcado y, viéndole grandes posibilidades, vuelve a Barbieland para instaurarlo.

Barbies desprogramadas

Menos mal que Margot Robbie, una mujer humana (America Ferrera, que no falte el toque racializado), su hija adolescente y varias Barbies rebeldes consiguen despertar a las otras muñecas que se habían convertido en descerebrados juguetes al servicio de los Ken, inoculadas por el virus del machismo. La desprogramación tiene lugar mediante charlas que ponen en evidencia las contradicciones de ser mujer en el Patriarcado, al estilo de las turras que dan a diario las feministas en Twitter.

Las Barbies, ya plenamente conscientes y unidas por la sororidad, traman entonces un plan para recuperar el control. Engañan a los Ken usando sus encantos femeninos y sacan lo peor de su masculinidad tóxica, celosa y posesiva consiguiendo que se peleen entre ellos en una delirante y ridícula escena —es la idea de la película: ridiculizar todo el rato a los hombres— que hace que Priscilla reina del desierto parezca Desaparecido en combate.

Los Ken se deconstruyen

Al final, los muñecos reconocen su error, que el Patriarcado no les hace felices, que el poder debe volver a las mujeres, lloran como buenos hombres deconstruidos y piden perdón esperando que las Barbies les den algunas migajas de igualdad. «Como las mujeres en el mundo real», apostilla la narradora de la película.

Decía el director de la división cinematográfica de Mattel que Barbie no era una película feminista. Pues menos mal. Solo faltan Irene Montero y Pam solas y borrachas en Barbieland celebrando la ley del Solo sí es sí.

Get Woke… No Broke en esta ocasión

Barbie es un panfleto con forma de comedia alocada y chispeante que se ha aprovechado de la nostalgia y del fenómeno mundial que provocan estas muñecas. Su protagonista es una Barbie monísima y estereotípica para que nadie se queje de inclusión forzada como en La sirenita. Y a su disposición tiene una millonaria campaña de marketing que le ha metido la película por los ojos a medio mundo hasta conseguir doblegar al célebre Get Woke, Go Broke —alguna vez tenía que pasar— ganando 350 millones de dólares solo el primer fin de semana. Sin duda, uno de los éxitos indiscutibles del año. El truco publicitario ha sido crear mucha expectación mostrando algunas de sus imágenes brillantes a lo Jacques Demy, homenajes poco originales pero siempre resultones a 2001, una odisea del espacio… y no hablar demasiado a las claras de su controvertido mensaje feminista.

Pero también ha contribuido, y no poco, al éxito la agotadora promoción que le han regalado los medios que han comprado todo el pack. Y no solo los medios woke. El programa Trece al Día de Trece TV, propiedad de la Iglesia Católica, le dedicó un entusiasta reportaje. Los presentadores babearon con la película pasando por alto su carga ideológica. Lo mismo sucedió en la Cadena Cope, con Jerónimo José Martín asegurando en el programa de Carlos Herrera que el feminismo de Barbie «no es un feminismo radical». Si eso piensan los medios de la Conferencia Episcopal imagine lo que pensarán el resto.

Emmanuel Danann, otro de los supuestos adalides de la batalla cultural y feroz crítico del feminismo, nos dice que no «hay que sobreanalizar la película», que no es propaganda feminista y que la recomienda al 100%. Juro que estuve escudriñando el vídeo por si le estaban apuntando con un revólver por detrás.

Solo la «ultraderecha» se atreve a criticarla

La inmensa mayoría de periodistas se han rendido al film y han dado difusión a cualquier noticia, por absurda que fuera, relacionada con Barbie menos a su polémico mensaje político. Solo unos pocos han sabido ver detrás de las bambalinas de color rosa. La extrema derecha como les llaman los progresistas de bien, dando a entender que hay que ser muy nazi para criticar a una cosita tan inofensiva y divertida como Barbie. Como les ha definido Irantzu Varela, los que «se sienten amenazados» por Barbie «son el enemigo». Esta está buscando un cameo en la secuela. Con katana y todo.

El locutor y comentarista conservador Ben Shapiro tuiteó: «Todo lo que necesitas saber sobre #BarbieTheMovie es que usa la palabra “patriarcado” más de diez veces», una frase que resume su vídeo de 43 minutos sobre la película que no deja Barbie con cabeza. Literalmente porque empieza el vídeo quemando a unas muñecas con saña y alevosía. Por supuesto, le han puesto de vuelta y media.

«Si yo hiciera —dijo el locutor Piers Morgan echándose también a los lobos encima— una película que se burlase de las mujeres como cabezas huecas inútiles y que pusiera al feminismo como una mierda tóxica, no me cancelarían: me ejecutarían». Razón no le falta al hombre pero habría sido imposible: ahora mismo no hay un solo productor en el mundo que se atreviera a hacer esa película. Y si la hiciera ya se encargarían medios, opinadores, críticos culturales y tuiteros de ponerla en su sitio, más o menos entre el Necronomicón y el Mein Kampf.

El mapa chino de la discordia

El senador republicano Ted Cruz es otro de los que miran mal esta película. Incluso la ha definido como «propaganda comunista china». Igual Cruz se ha pasado de frenada, el hombre es así de exaltado, pero lo cierto es que la película muestra un mapa donde se validan las reivindicaciones territoriales chinas —la llamada «línea de los nueve puntos»— lo que ha provocado que haya sido prohibida en Vietnam. Posiblemente, más que propaganda comunista la intención fuera lanzar un guiño al gigante asiático y asegurarse ese importante mercado. En cualquier caso, el público chino ha pasado bastante de Barbie con mapa o sin mapa.

Pero las voces críticas son una minoría. La mayoría celebra «el divertidísimo blockbuster feminista que el mundo necesita» (Eldiario.es) o están en las Batuecas. Hasta el habitual destructor de mundos Carlos Boyero se ha hecho el loco: «No le pillo la gracia, no le pillo el punto, no entiendo nada de la película», ha respondido cuando le han preguntado en la Ser, aclarando por si las moscas que la culpa es suya —vil machirulo anticuado— y no de Barbie.

«Una película de nuestro tiempo»

En cambio, las feministas sí que han pillado al vuelo el film de Greta Gerwig. La jurista y eurodiputada por Podemos Eugenia Rodríguez Palop tuiteó al salir del cine: «Barbie es una película de nuestro tiempo. Patriarcado, mansplaining y nuevas-viejas masculinidades. Pedagogía feminista».

Y la crítica del muy progresista digital La marea lo puede decir más alto pero no más claro: una bomba que le explotará en la cara de las descuidadas familias de derechas. Y más si hacen caso a las risueñas críticas de la Cadena Cope:

Esto es importante porque mucha gente acudirá a ver Barbie sin saber lo que realmente recibirá: un sanísimo, crítico, revelador y divertido manifiesto político. No es una película infantil sobre un muñeco, como se ha hecho con los G.I. Joe o los Transformers. Su fenomenal campaña de marketing atraerá a los cines a una masa ingente de papás y mamás conservadores, con su numerosa prole de la mano, y realizarán un importante gasto en entradas, refrescos y palomitas. A cambio, estos disciplinados votantes de derechas obtendrán una maravillosa fábula feminista y anticapitalista.

La periodista y feminista Noemí López Trujillo también lo ha definido muy bien en Newtral:

La campaña de marketing ha hecho algo parecido al usar la frivolidad como excusa para engatusar a miles de hombres —sí, por qué no decirlo— para que vayan al cine movidos por el hype y, una vez están ahí, explicarles cómo funciona el patriarcado y por qué la masculinidad hegemónica es una cosa muy desagradable. Querido, tú creías que acompañabas a tu novia a una simple fiesta de pijamas y acabaste en una asamblea feminista.

El conejito de Barbie es tránsfobo

Por supuesto, Barbie es una fiesta woke de principio a fin. Lo curioso es que, a pesar de ello y de tener múltiples guiños a los espectadores LGTBI, no ha escapado al ojo de Sauron de las feministas queer. La última frase del film, en la que la protagonista visita al ginecólogo y celebra tener vagina como las mujeres de verdad, ya ha despertado suspicacias en cierto activismo trans, que llevan muy mal eso del sexo biológico.

Polémicas trans, crítica rendida y taquillazo aparte, no pocos espectadores salen del cine pensando qué demonios es lo que han visto y deseando quemar Barbieland a lo Shapiro. Como película es bastante normalita y mucho menos divertida de lo que nos quieren hacer creer. Por ejemplo, toda la subtrama con los ejecutivos de Mattel da vergüenza ajena. Y para darse cuenta de esto no hace falta ser de extrema derecha.

Mattel amenaza con trece películas

Pero Mattel se encuentra feliz surfeando la ola del éxito. Están seguros de que su película superará los mil millones de dólares de recaudación, lo que les vendría muy bien para arreglar esas cuentas que no acaban de estabilizarse —perdió 71,26 millones de dólares en el primer semestre del año— y, borrachos de éxito, ya amenazan con un universo cinematográfico de trece películas basadas en sus juguetes. Justo lo que la humanidad estaba esperando.

En tal caso, proponemos—y gratis, que somos señoros pero generosos— nuevos modelos de Barbies para que luego aparezcan en posibles secuelas, inspiradas en las pizpiretas Andrea Dworkin y Valerie Solanas, con el manifiesto SCUM y un revólver como accesorios. Y en vez de decir «Las matemáticas son difíciles» que digan la célebre frase de Dworkin: «Siempre he querido ver a un hombre golpeado hasta que sea una pulpa sangrienta, con un tacón incrustado en la boca. Como un cerdo con un manzana». Todo muy chispeante, con mucho color rosa y otra campaña de marketing que engañe a (casi) todo el mundo.

Barbie. Clasificación en la escala feminazi: 10/10.


La saga del cine feminazi

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7 comentarios

  1. Muy buen análisis de la película, que al final parece un anuncio de Mattel de dos horas. Para mí lo peor de todo no es solo el mensaje, es que la venden como una película divertida y aburre a las cabras, con trozos de verdadera vergüenza ajena. Ahora a esperar Blancanieves, que ya va prometiendo grandes momentos.

    1. Yo hacía tiempo que no alucinaba tanto con la crítica especializada, se lo digo en serio. Y lo peor es que mucha gente está comprando ese discurso y dejándose llevar. Menos mal que quedamos cuatro galos irreductibles entre tanta estupidez posmoderna y woke.

    1. Gracias por sus palabras, maestro. Pues ya le digo yo cuál es la siguiente: Blancanieves. Mire usted lo que se sabe de este próximo estreno y se quedará ojiplático.

  2. Jajajaja, ya me imaginaba lo que iba a ser apenas me enteré de su estreno, por eso no me gasté en verla. Así que en el país que derrotó a tres potencias mundiales (Francia, Estados Unidos y China) está prohibida. ¿Derrotará también al wokismo?.

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