Jenni Hermoso

Hay que remontarse a 1988 para encontrar la única ocasión en que un equipo de fútbol masculino de élite se rebelara en España. Fueron los jugadores del Barcelona en el motín del Hesperia, donde denunciaron un trato humillante del entonces presidente, José Luis Núñez, atreviéndose a sugerir su dimisión. En el fútbol femenino ya llevan una huelga contra la Liga y han montado la de Dios es Cristo contra la Real Federación Española de Fútbol logrando la dimisión del presidente, el cese del secretario técnico, del entrenador que las hizo campeonas del mundo y de seis o siete más que van en camino, entre ellas la nueva entrenadora. Lo que no ha hecho nadie en el fútbol masculino en un siglo lo hacen las mujeres en un año. Es lícito plantearse la pregunta que pocos se atreven a hacer: ¿qué demonios tiene de especial el fútbol femenino?

Por supuesto, responder a esta pregunta de forma políticamente incorrecta supone adentrarse en la dimensión desconocida del feminismo que recorre buena parte de los gobiernos, medios serviles de comunicación y estamentos oficiales de todo tipo que consideran que las estructuras machistas dominan el deporte. Por estructuras machistas se entiende todo, incluso que usted prefiera ver fútbol masculino al femenino o que el fútbol que practican las mujeres apenas genere ingresos. El feminismo se ha metido dentro del fútbol femenino y ha convertido a las jugadoras en escudos humanos, lo que las protege de lo que le pasó a los jugadores del Barcelona en 1988 o a cualquiera que se atreva a exigir cambios a los jefes de su empresa: irse a tomar por saco.

Prohibido enfocar a las chicas guapas

En 2018, el feminismo ya demostró su fuerza con una de esas historias de exageración e hiperventilación a las que nos tienen acostumbrados. Pero no fue en un campeonato de fútbol femenino, sino en el mundial masculino de Rusia. Unos pocos descerebrados interrumpieron a unas reporteras de televisión mientras trabajaban en la calle dándoles un beso en la mejilla. Fueron casos contados con los dedos de una mano, convenientemente magnificados por los medios que, en los tiempos del auge del MeToo, los convirtieron en un acoso machista generalizado que dio la vuelta al mundo. Como resultado de aquello, la FIFA decidió prohibir los planos de mujeres guapas en las retransmisiones televisivas. La explicación para esa decisión es que, de alguna manera inescrutable, ver a chicas guapas en los estadios promovía la cosificación femenina, despertaba los instintos patriarcales en los hombres y favorecía el acoso a las reporteras.

La prohibición se mantiene desde entonces, privando a los espectadores (y espectadoras) de ver mujeres atractivas en los campos de fútbol. Por supuesto, a las muchas chicas que se alegraban de verse capturadas por las cámaras no les pidieron la opinión. El efecto de esta medida ha sido perverso: al no enfocar a las mujeres cuya apariencia física es susceptible de despertar los bajos instintos machistas se ven aún menos espectadoras en los estadios, dando la impresión de que el fútbol es mucho más masculino de lo que ya es.

Francia 2019, el inicio

Objetivamente hablando, el fútbol femenino no ha interesado demasiado hasta hace unos pocos años. A partir de 2019 se empezó a hablar de él con insistencia en los medios de comunicación, que dieron la brasa como nunca con motivo de la celebración del mundial de Francia, incentivados por el feminismo de moda, el paripé buenista y las ganas de blanquear un pasado no siempre digno de Simone de Beauvoir. Alucinando ante la excesiva cobertura, la revista Charlie Hebdo le dedicó una portada de las suyas en la que se veía una vagina abierta con un clítoris con forma de balón de fútbol y el mensaje: «Copa del mundo femenina: nos la vamos a comer durante un mes». «Vomitivo», «asqueroso», «machista». fueron algunos de los epítetos que les dedicó la prensa y los tuiteros del Je suis Charlie.

La apuesta por el fútbol femenino salió bastante bien, o al menos eso dijo la FIFA, con resultados récord de audiencia que dejaron muy atrás el mundial de Canadá al que nadie le hizo ningún caso cuatro años atrás. La selección de Estados Unidos se proclamó campeona y lo primero que pidió fue equiparar los salarios con sus homólogos masculinos que a fin de cuentas siempre fueron unos inútiles y nunca pasaron de cuartos de final. Con activistas como Megan Rapinoe y Alex Morgan, cualquiera les decía que no. Lo que son las cosas, en el mundial de 2023 la selección femenina norteamericana, de nuevo con Rapinoe y Morgan a la cabeza, fue eliminada en octavos de final, el mismo resultado conseguido por el combinado masculino en Qatar. Sin duda, otro gran triunfo de la igualdad.

El Gobierno usa el fútbol femenino para su agenda feminista

En España, el fútbol femenino ha seguido el mismo camino. Prácticamente marginal hasta que las políticas de igualdad del Gobierno de izquierdas decidieron darle una lectura de género y convertirlo en un nuevo ariete feminista. En 2020, Pedro Sánchez a través de su Consejo Superior de Deportes, decidió impulsar la profesionalización del fútbol femenino y otorgarle así un mayor estatus. De alguien que ha firmado una ley que ha reducido la condena de más de 1.000 violadores, ha ocupado las instituciones a su antojo y ha dado alas a la gente que está deseando ver a España desmenuzada, qué podría salir mal.

La parte buena es que las jugadoras, hasta entonces en unas condiciones laborales poco dignas, mejoraron notablemente su situación. La mala es que el fútbol femenino está ahora sumamente politizado, y solo hay que ver como sus reivindicaciones coinciden con las de la agenda feminista: calificar como agresión sexual el beso de Rubiales, considerar el fútbol un entorno machista y patriarcal que necesita la purificación del fuego y exigir una igualdad ideal al margen de la realidad.

La situación real del fútbol femenino

Es un hecho que hoy por hoy el fútbol femenino no despierta el mismo interés que sus homólogos masculinos ni se acerca a sus millonarios ingresos que permiten los salarios de los futbolistas. El último mundial femenino ha ingresado 570 millones de euros, por 7.500 millones del masculino. Aún así, las jugadoras, sus representantes y los políticos de izquierda que las apoyan exigen una equiparación salarial que solo tiene sentido en la mente de las feministas que ni siquiera quieren esperar a ver si el fútbol femenino deja de ser deficitario con la profesionalización, lo cual está aún por ver. Y si no deja de ser deficitario, no se preocupe, que el Gobierno lo subvencionará en aras de la igualdad con el dinero de nuestros impuestos.

De momento, con la reanudación de la liga femenina, el Valencia-Real Madrid reunió a poco más de 1.000 espectadores. La resaca de ser campeonas del mundo sumó unos 500 espectadores a la media de 600 del año anterior. Miremos las cosas por el lado bueno: han duplicado la asistencia y, a este paso, solo hacen falta 30 ó 40 años para lograr una buena entrada. Y eso si se centran en lo suyo, que se supone que es jugar al fútbol.

En el camino de la profesionalización quedan situaciones de las que a nadie le interesa hablar. Por ejemplo, el Real Madrid pagó medio millón de euros para hacerse con la plaza federativa del Club Deportivo Tacón y competir así en Primera División. En tres años, no queda nadie de aquel equipo femenino que lo logró todo con su esfuerzo.

Y la bestia tiene nombre de sindicato: FutPro

La profesionalización nos ha traído también al sindicato de fútbol femenino FutPro, aupado por el propio Gobierno (CSD) y que está detrás de todos los conflictos de las jugadoras, dirigiendo los hilos: una huelga en su primer año como profesionales, la guerra abierta entre Jenni Hermoso y Luis Rubiales, y entre las jugadoras y la RFEF. Lo fundaron dos de las quince jugadoras amotinadas y lo preside una abogada de izquierdas y feminista de esas del Patriarcado va a caer.

Este sindicato tiene de momento 61 afiliadas pero ha recibido una cuantiosa subvención de 125.000 euros de la RFEF, una cifra que contrasta con los 360.000 euros que ha recibido la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) que tiene 13.000 afiliados. Cosas de la vida, es la subvención de la RFEF la que permite la existencia de un sindicato que está machacando a la propia RFEF.

A lo largo de su breve existencia, FutPro ya ha protagonizado varias controversias sindicales con AFE que se han dirimido en los tribunales de justicia. La última ha sido la condena de la Audiencia Nacional por impedir a afiliadas de FutPro acceder a unos fondos de fin de carrera de AFE. Algo así como si afiliados de Comisiones Obreras recibieran fondos de UGT. No es de extrañar que AFE se vengara sacando a la luz las presiones de FutPro a futbolistas para que apoyaran a las quince amotinadas de la selección que, nos apostamos lo que quiera, fueron las primeras quince afiliadas al sindicato.

El esperpento Jenni Hermoso continúa

FutPro está también detrás del esperpento del año, el que se ha montado con el beso de Luis Rubiales y Jenni Hermoso. Tiene el desencadenante en este artículo de Kaplan contra la censura. Allí nos las prometíamos muy felices pensando que este desatino no podría ir a más tras conocerse las imágenes en las que la supuesta agredida bromeaba con el beso, pero subestimamos el poder del feminismo y la estulticia acrítica de los medios, que suelen ser directamente proporcionales.

Desde entonces la cosa ha seguido creciendo en una espiral que ha dilapidado la credibilidad de las campeonas del mundo y no digamos la de la Federación Española de Fútbol que, demostrando que tiene que ser un desastre absoluto, ha actuado con la misma diligencia de un elefante en una cacharrería puesto hasta arriba de fentanilo. Total, para luego bajarse los pantalones hasta los tobillos ante el strap-on de las jugadoras.

Ni los hermanos Marx superan esto

Aunque parezca mentira, todo lo que sigue es cierto. Que nos volvamos unos planchabragas si mentimos:

Jennifer Hermoso se suma a una denuncia de la Fiscalía contra Rubiales por agresión sexual y coacciones. Rubiales dimite. Echan al entrenador Jorge Vilda. Las futbolistas se siguen negando a jugar —menos tres— porque cual Salomés en pantalón corto quieren más cabezas de la Federación. Aún así, Montse Tomé, la nueva entrenadora, las convoca pero no a Hermoso, según dice «para protegerla», no se sabe de qué o de quién. Las futbolistas acuden con cara de funeral que parece que más que ganar un mundial les hayan metido una guindilla. En vez de mandarlas a casa y buscar a otras jugadoras, el CSD se reúne con ellas hasta las cinco de la mañana y las convence de que jueguen con la promesa de que se aceptarán sus peticiones.

Todo ello con una sucesión de comunicados y contracomunicados que ríase usted de las Cartas a Theo. Y lleno de episodios absurdos como la decisión del juez, solicitada por la abogada de Jennifer Hermoso, de mantener a Luis Rubiales a una distancia de 200 metros de la jugadora. Una medida de lo más lógica, teniendo en cuenta que ella juega en el Pachuca mexicano a 9.000 kilómetros de España.

El culebrón no ha hecho más que empezar y, por supuesto, espere en cualquier momento que continuemos aquí con el tema, que ya sabe que lo kafkiano nos pone.

El factor femenino

Llegados a este punto, tocamos el asunto más espinoso: el factor particular femenino. Eso de lo que no se puede hablar a riesgo de que le llamen a usted bestia machista. Y no nos referimos a si el fútbol masculino es mejor que el femenino o tiene más o menos nivel, algo de lo que hay opiniones para todos los gustos y que el feminismo, ante la incontestable realidad de que el público prefiere ver jugar a los hombres, considera una cuestión de sesgo sexista. Nos referimos al hecho de que gestionar un equipo femenino de fútbol tiene que ser más complicado que la investidura de Feijóo.

Y es que las futbolistas españolas parece que lleven años cabreadas. En 2015, tras caer eliminadas en la primera ronda del mundial de Canadá, las jugadoras pidieron «un cambio drástico» y forzaron la destitución de su entrenador, Ignacio Quereda, a quien prácticamente calificaron de incompetente. Quereda, tras perpetuarse casi tres décadas en la selección y no ganar jamás ningún título (lo que demuestra que el hombre no tenía precisamente el nivel de Pep Guardiola), fue despedido. Siete años después, un documental lo convertía, además, en un sádico que disfrutaba humillando a las jugadoras llamándolas «gordas» o diciendo que «necesitaban un macho». Incluso se refería a las jugadoras catalanas como «polacas». Solo por esto se lo habrían cargado hoy, no fuera que Puigdemont se mosqueara y no le diera sus votos a Pedro Sánchez.

No habrá paz para los entrenadores

«Ha sido un año de mucho desgaste y la verdad, y el único motivo, es el tiempo: lo desgasta todo. Lo que necesita este grupo para seguir ganando y compitiendo son diferentes cambios y tengo clarísimo que uno de ellos es que yo haga un paso al lado». Así se despidió del FC Barcelona femenino su entrenador, Lluis Cortés, en 2021 después de que las capitanas del equipo reclamaran su cese.

Si Quereda daba argumentos deportivos para su destitución, el caso de Cortés fue todo un expediente X. Ese año había ganado la Champions, la Liga y la Copa de la Reina, un histórico triplete que no le sirvió para nada cuando las jugadoras, hartas de él, pidieron su cabeza y Laporta se la concedió sin dudarlo. Cortés se fue luego a entrenar a la selección femenina de Ucrania donde ha permanecido en plena guerra hasta hace un mes, seguramente más tranquilo que durante sus últimas semanas en el Barça.

Jorge Vilda, borrado

Y luego está Jorge Vilda. Qué le vamos a contar. Se le rebelan quince jugadoras (entre ellas, algunas de las que pidieron la cabeza de Cortés como Alexia Putellas, que tiene en su haber dos balones de oro y dos entrenadores fulminados). Recompone el equipo nacional y gana el mundial. Las amotinadas no se lo perdonan, se unen a las campeonas, que demuestran tener el mismo concepto de agradecimiento de una hiena traicionera, señalan el pulgar hacia abajo y solo tienen que disfrutar viendo como la Federación acciona la palanca del cadalso.

Lo más sangrante es que Vilda ha quedado borrado por arte de magia feminista del mayor éxito del deporte femenino en España. Parece que él no era nadie, un tipo que pasaba por allí para ver triunfar a las mujeres que se han valido por sí solas. En una de esas paradojas que solo se dan en el fútbol femenino, la culpa del desastre del mundial de 2015 fue de Quereda y por eso fue sentenciado. En el mundial de 2023, el entrenador no pinta nada en la victoria de las jugadoras y también fue destituido.

El ostracismo de Vilda ha sido tal que en los premios de la UEFA tuvo que ver como el galardón al mejor entrenador del año se lo daban a la seleccionadora inglesa a la que él derrotó en la final y que encima dedicó parte de su discurso a la valiente selección española. Para los premios The Best le han ahorrado esa humillación: ni siquiera le han nominado.

No cabreen a las futbolistas

No cabe duda de que la máxima competición genera presión, estrés y momentos difíciles, pero da la sensación de que las futbolistas no acaban de gestionar demasiado bien estas tensiones que acaban convirtiendo en un o ellos o nosotras, aprovechándose del papel de víctima transmutada en heroína que les otorga el relato feminista. Solo tiene que ver este titular del diario As: «Directo a la historia: el potente discurso introductorio de Alexia que va a dar la vuelta al mundo». Alexia Putellas, entre el Sermón de la montaña y Yo tengo un sueño.

O igual esta actitud se debe a lo que decía Arturo Pérez-Reverte: las mujeres son más complejas porque tienen que sobrevivir «a los hijos de puta de los hombres», y resulta que la Federación es un infierno y en las duchas cuando se cae el jabón pasa de todo.

En cualquier caso, nuestro consejo de fin de artículo es que si tiene problemas con las futbolistas españolas salga corriendo porque tiene todas las de perder. Nadie le va a apoyar, empezando por Pérez-Reverte. Y Àngels Barceló le puede acabar dedicando su homilía hembrista en La Ser. Solo por evitar eso debería huir como alma que lleva el diablo.

6 comentarios

  1. Es que menudo espectáculo se ha montado con esto. Se habla más de chanchullos y de lo que pasa en los despachos que de fútbol y de logros deportivos. Ya te digo yo que así no se hace afición. Más bien al contrario.

  2. Mucho se habla del “potente discurso” de Alexia Putellas pero poco se ha hablado de que cuando se produjo el heroico amotinamiento de las 15, ella y otras dos compañeras sí, las apoyaron pero no enviaron el famoso mail con su declaración de principios. Por tanto, las tres seguían siendo seleccionables. Su excusa fue que en aquel momento estaba lesionada, aunque suena más a “yo os apoyo, pero si hay que hacerse el hara kiri os lo haceis vosotras…”
    Por cierto, las dos compañeras que hicieron lo mismo fueron Irene Paredes y… sí, Jennifer Hermoso!!1

    1. Cierto. Y aún recuerdo la cara de alegría forzada de Putellas cuando España acababa de ganar el mundial. Y los malos gestos que tuvo con un miembro del equipo técnico al ser sustituida en la semifinal. Menudo elemento tiene que ser la Alexia cuando algo no le gusta.

  3. Hola Señor Kaplan, a mí ya me tienen harto con el fútbol femenino que nunca me gustó. Y lo peor es que aquí en Argentina también lo han profesionalizado cuando la mayoría de los clubes están al borde de la quiebra y todavía tienen que pagarle un sueldo a las jugadoras. Patronato de Paraná salió campeón de la Copa Argentina (equivalente a la Copa del Rey en España) clasificando a la Copa Libertadores de América pero estuvo a punto de no poder participar al no tener equipo femenino ya que el nuevo reglamento de la CONMEBOL exige que los equipos participantes en competiciones continentales tienen que tener fútbol femenino, así que Patronato tuvo que asociarse a un club de fútbol femenino para poder participar.

    1. Hola, amigo Lisandro. Pues según me cuenta, las cosas van mucho peor en su país que en el mío. Pero me temo que todo se andará. Aquí no se puede decir ya nada en contra del fútbol femenino a riesgo de parecer el peor de los fascistas. Por cierto, ¿qué le parecen los resultados de la primera vuelta de las elecciones?

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