The Marvels woke

Indiana Jones y el dial del empoderamiento

Quince años después de Indiana Jones y la calavera de cristal, que ya sonrojaba lo suyo, traer de vuelta a Indiana Jones para otra cosa que no fueran sus aventuras en el asilo no tenía mucho sentido. Pero alguien en Disney dio luz verde a una película que ha nacido pasada de moda. A sus 81 años, un —digámoslo con elegancia— crepuscular Harrison Ford se pasa Indiana Jones y el dial del destino con cara de por qué coño estoy haciendo esto si ya estoy forrado, y hasta su versión rejuvenecida por ordenador resulta más expresiva que él. Acorde a los nuevos tiempos woke, le han buscado una ahijada de espíritu libre y empoderado interpretada por Phoebe Waller-Bridge, artífice de la divertida Fleabag, una serie de referencia para las feministas millennials en la que se ven reflejadas porque les enseña sus contradicciones y lo chifladas que pueden llegar a estar.

Lo cierto es que las anteriores incursiones de Waller-Bridge en el mundo de los blockbusters no inspiraban demasiada confianza: puso voz a una androide que parecía podemita en Han Solo, una historia de Star Wars y le dio un toque femenino a Sin tiempo para morir que sin duda contribuyó a convertir a James Bond en aliade y a darle un lugar de honor en nuestra saga feminazi. En la última de Indiana Jones su Helena intenta parecer una mujer valiente y libre a lo Barbara Stanwyck pero no puede evitar resultar cargante, antipática y sabelotodo, contrastando aún más con el desangelado Indiana con el que tiene la misma química que habría entre un erizo de mar y un congrio.

El detalle opresor

Aunque recibió una gran ovación en Cannes que no nos explicamos y los críticos intentaron presentarla como un film imbuido de espíritu clásico, Indiana Jones y el dial del destino fue una de las decepciones del año: 383 millones de recaudación para un presupuesto de 300 millones más 100 de publicidad. Si a alguien se le pasó por la cabeza continuar la saga con la empoderada Helena seguro que se le han quitado las ganas y ha enterrado los derechos de la franquicia en el almacén donde metieron el Arca de la Alianza.

Indiana Jones y el dial del destino. Clasificación en la escala feminazi: 6/10.

Los ángeles de Jessica Chastain se la pegan

Jessica Chastain es una gran actriz pero también un tótem feminista andante del Hollywood más woke, reverenciada por progresistas de todo el mundo. Siempre preocupada por las mujeres en Hollywood, vio que había pocas películas de acción con varias protagonistas femeninas. No pensó que eso quizá era porque no interesaban al público y solían hundirse en taquilla (Los ángeles de Charlie o Aves de presa). Así que decidió que había que hacer una, según ella, «como un acto político». Y el resultado, Agentes 355, es lo que cabría esperar: otro desastre. Recaudó 27 millones de euros con un presupuesto de 75. Pero ella se quedó a gusto con su acto político.

El film cuenta una típica historia de espías de esas que no se cree nadie. Una especie de Misión imposible o Kingsman de Hacendado en el que las protagonistas son súper mujeres espías (y súper diversas: blancas, negras, latinas —Penélope Cruz, criticada por el purismo woke por hacer de colombiana — y asiáticas) y en la que todos los malos, casualidades de la vida, son hombres. Además de ofrecer un feminismo enlatado y una apoteosis de la sororidad y de los saltos y peleas con tacones, también sirve como denuncia kitsch de los peligros del amor romántico: el personaje de Chastain se enamora de su mejor amigo en la CIA, que resulta ser el villano que la engaña y manipula. Por supuesto, recibirá su justo merecido con chascarrillo feminista incluido, que es peor que el veneno que le dan.

El detalle opresor

El título está cogido por pinzas ya que tampoco es que se entienda mucho la mención. Se refieren a él de refilón al final de la película (Anda, no hemos explicado lo de Agentes 355, ¡rápido, meted alguna frase!) y surge de una legendaria agente de George Washington conocida solo como «355». Según Chastain, una espía sin nombre ninguneada por un mundo que silencia a las mujeres. En realidad, el misterio que rodea a esta figura no tiene nada que ver con el machismo. En la red de espías de Washington, junto a 355, había otras mujeres perfectamente identificadas como Margaret Shippen Arnold, Ann Bates, Lydia Darragh, Dominique L’Eclise y una tal «Miss Jenny» también de lo más misteriosa. A ver si Chastain le dedica una película.

Agentes 355. Clasificación en la escala feminazi: 7/10.

Marvel toca fondo con ‘The Marvels’

The Marvels llegó a las pantallas, como es habitual ya, presentada como un gran festival del empoderamiento femenino, la diversidad y la inclusión LGTBI que la prensa woke anunció a bombo y platillo: «The Marvels enamora a la crítica y es la sorpresa del UCM: Divertida, llena de poder femenino y acción». No ha pasado ni un mes y ya tiene el honor de estar considerada la peor película del UCM y el peor estreno en sus 15 años de historia. Un gran logro de la justicia social, que no cinematográfico, que ha costado 275 millones (220 netos) y ha recaudado 161 millones. Felicidades a todes.

De este disparate solo se salva Iman Vellani (Kamala Khan) que parece ser la única que disfruta en una película que cuenta con una trama superheroica soporífera, un insinuado y apenas perceptible romance entre Carol Danvers y Valquiria que ha entusiasmado a unos cuantos fans LGTBI y pasado inadvertido para el resto de la humanidad, un Samuel L. Jackson que parece un meme de Nick Fury —ojo a su frase lapidaria: «¡Empodérate, hermana!»— y una villana negra (en el cómic un hombre blanco) con motivaciones profundas que no le interesan a nadie. Y para las antologías de la vergüenza ajena queda la escena en un planeta donde sus habitantes no hablan sino que cantan y bailan. Es imposible verlo y no sentir que abandonamos el universo Marvel y nos materializamos en La jaula de las locas.

The Marvels es otro producto en el que parece que lo más importante es el discurso woke y dar representación a mujeres diversas, poderosas y sororas. Y si la película resultante es mala y no gusta la culpa se le echa a una campaña de odio misógina y listos. La directora, Nia Dacosta, conocida por convertir el nuevo Candyman en un alegato Black Lives Matter y que —harta de los retrasos y remontajes de Marvel— se largó en mitad de la postproducción, se llegó a mostrar «gratamente sorprendida» de que la respetaran los hombres blancos con los que trabajó en The Marvels. Igual se esperaba que fueran del KKK.

El detalle opresor

Todo en este film parece una venganza contra la muy feminista y activista Brie Larson perpetrada desde la propia Disney. Iba a ser la secuela directa de su exitosa Capitana Marvel y, en vez de eso, el protagonismo se reparte entre tres superheroínas —muy diversas, eso sí— y ni siquiera ella es la que más brilla. Decían que la iba a dirigir la propia Larson y al final nada. Y por si todo eso fuera poco, la rubia actriz sale cosificada con una camiseta ajustada, desmintiendo a Phoebe Waller-Bridge en Fleabag cuando decía: «No sería tan feminista si tuviera las tetas más grandes».

The Marvels. Escala en la clasificación feminazi: 6/10.


La saga del cine feminazi

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5 comentarios

  1. La esperada continuación de la saga. Totalmente disfrutada al haber visto las tres pelis. Aún estoy recuperándome del momento musical de The Marvels. No sé por culpa de quién la habré visto.

  2. Hola Señor Kaplan hace mucho tiempo, y por mucho tiempo me refiero a años, que no veo un estreno porque uno ya sabe de qué van (propaganda progre, feminista, LGBTQ, no importa de qué género sea) y la verdad que ya me tienen cansado. Lo único que miro son dibujos animados pero hasta en los dibujitos ha llegado la basura woke.

    1. El wokismo está ya en todas partes,amigo Lisandro. Ni los dibujos ni los programas infantiles se salvan, lo cual tiene su lógica: es en ellos donde se puede adoctrinar mejor a los niños.

  3. Hombre, a mí la verdad es que no me importa tanto lo que tu detestas… si son buenas pelis me da igual, y la útima de Indy (echando de menos a Spielberg) no está mal. No sé si preferías a los machotes rancios de los 80 matando a diestro y siniestro y las pobres tías tontas cayendo a sus pies… o ese comic (bueno pero no tanto) del que luces el avatar, Watchmen, el cual se quedó trasnochado en algunas cosas, como en la violación algo chusca del inicio (nunca entendí como una superheroína no se lía a mamporros con el machote, que al final resulta un llorón), y del final ranciote donde la violada ¡¡sigue estando enamorada de su fucking violador!! Seguro que Alan Moore no haría eso de nuevo, pues las sensibilidades cambiaron y yo creo que en general para bien, aunque a veces nos saturen esos mismos cambios. Pero nos saturan también por que la industria que antes vivía de otra ideología, ahora quiere hacer negocio con la nueva.

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