En condiciones normales estaríamos conmocionados: uno de los más importantes autores de la escena española, nieto de Alfonso Paso y bisnieto del gran Enrique Jardiel Poncela, ha sido acusado por la Fiscalía de agresión sexual a catorce mujeres de entre 18 y 25 años. De entrada, suena fatal y dan ganas de encerrar a Ramón Paso en una mazmorra y lanzar la llave al mar. Pero solo hay que ver los surrealistas casos de Luis Rubiales y Carlos Vermut para darse cuenta de que las condiciones en España en lo relativo a las agresiones sexuales son cualquier cosa menos normales.
Visto lo que hemos visto en otras ocasiones, las posibilidades reales de que Paso sea un auténtico agresor sexual están al 50%. Porcentaje que elevamos al 80% en la certeza de que será declarado culpable aunque no lo sea y al 100% en la de que, incluso si fuera absuelto, su prolífica carrera teatral ha llegado a un abrupto final o, en el mejor de los casos, va a iniciar un largo paréntesis que se cerrará cuando el Barça gane otra Champions o cuando las ranas críen pelo en el sobaco, lo que suceda antes.
Por fin una denuncia que sigue los cauces normales
Podemos estar contentos —Ramón Paso no por motivos obvios— de que ha sido la Fiscalía la que ha acusado al dramaturgo. Esto le da al tema un aire de normalidad y marca lo que debería ser el mecanismo habitual de las denuncias por agresión sexual: acudir a la policía y a los tribunales en tiempo y forma, no anónimamente a través de la redacción feminista de El País o de las redes sociales, a menudo con diez o veinte años de retraso, acompañado de la respectiva campaña de cancelación. El primer requisito del sentido común, al menos, se ha cumplido.
Pero de momento hay poco más a lo que agarrarse. Sin conocer el contenido de las denuncias, lo poco que se ha divulgado públicamente suena un poco a la clásica hiperventilación feminista para la que toooodo son agresiones sexuales. «El aterrador testimonio de una actriz denunciante de Ramón Paso: “Hacía comentarios antes de salir a escena como: Qué tetas tienes“», tituló su información Antena 3TV. Si esto es aterrador no queremos imaginar lo que será lo de la española violada por siete tipos en la India.
Ramón Paso, de genio teatral a gurú de una secta
A falta de chicha, los medios acuden a testimonios que sugieren que Ramón Paso era de lo peor que pisaba por Madrid, después de Ayuso, claro. Un tipo «manipulador», «turbio» y «autoritario» que dirigía la compañía PasoAzorín como si fuera el gurú de una secta acosando y amenazando a las actrices más jóvenes. «Había cruzado —ha declarado la directora de escena Alana Portero en Público— la barrera de lo físico con algunas mujeres que hacían teatro con él. Nunca se usó la palabra “violaciones”, pero yo lo entendí así cuando me lo contaron. Muchísima gente sabía que esto estaba pasando, pero nadie se atrevía a señalarlo a él directamente».
Este digital recoge el testimonio de otras mujeres como la actriz Jennifer Rubio: «He visto cómo dirigía a mujeres cogiéndolas del pelo […] Dice que somos todas putas y yonquis […] He escuchado palabras hacia mí del tipo: tu alma es mía o si no bebes alcohol no seguimos ensayando […] He visto cómo se hacían comentarios antes de salir a escena sobre el pecho de una o el culo de otra […] Sientes el terror más absoluto».
Otra actriz habla de «dinámicas sectarias» en la compañía, de acoso y de humillación, y considera que el hecho de que las mujeres fijas de la compañía lo defiendan «a muerte» se debe no a que puedan ver las cosas de otra forma sino a esa dinámica sectaria que las abduce actuando como cómplices. «Ellas han presenciado mucho, lo saben, lo ven y siguen a su lado», sentencia.
Las acólitas de PasoAzorín
Un tipo manipulador y turbio que habla de los culos y tetas de las actrices, que las agarra por el pelo, que tiene fama de perseguir a las más jovencitas y que es defendido a muerte por las otras mujeres de la compañía, vistas desde fuera como las seguidoras de Charles Manson. No está mal el ambiente de una compañía teatral que presume de tener un compromiso social con el feminismo y las mujeres.
Precisamente, las acólitas, o sea, las componentes fijas de la compañía PasoAzorín que dirige el dramaturgo desde hace once años, entre ellas las tres actrices y socias fundadoras (una es pareja de Paso), le han mostrado su apoyo ante la denuncia múltiple. En un comunicado piden «respeto a la presunción de inocencia del director» y explican que sus castings son entornos seguros porque siempre hay mujeres presentes. Pues de momento hay catorce mujeres que no los ven tan seguros. Igual la solución es poner un punto violeta en el escenario.
Quien se acuesta con feministas amanece meado
La izquierda feminista ha hiperbolizado y demonizado muchos comportamientos masculinos. Igual Ramón Paso es un violador o igual es solo un jefe endiosado, exigente, autoritario y algo baboso, pero a los ojos progres todo es una agresión sexual sin matices. Un hombre como él no está a salvo por su militancia feminista. De hecho, está más expuesto por rodearse de activistas que no pasan una ante cualquier cosa que las incomode de un hombre.
Al igual que le sucedió a Carlos Vermut, que pasó de director venerado a paria en apenas pocas horas, Ramón Paso está comprobando lo que sucede cuando la ideología política a la que perteneces te hace la cruz. Da igual que seas un director prestigioso, un aliado feminista y que tengas tuits como ese en el que decía que «VOX hablando de mujeres es como Hitler hablando de judíos» y que ahora le ha explotado en la cara. Le ha tocado la china: a todos los efectos es un violador y las catorce mujeres son unas víctimas intocables. Y la derecha, que es la única que le podría defender, no lo hace por su militancia izquierdista. En eso Paso se parece a su bisabuelo: repudiado por la República y el franquismo.
Pepe Viyuela, el gran héroe aliado
Solo hay que ver la respuesta que ha recibido nada más ser denunciado. Ya no solo el habitual cierre de filas contra él de los mismos que lo adoraban y que hasta ahora miraban hacia otro lado, sumado al odio de la derecha que ve como, otra vez, el violador no es ningún facha sino un adalid del rojerío cultural. Por si fuera poco, Pepe Viyuela, el protagonista de su nueva obra, Jardiel enamorado, ha anunciado que se retiraba de la función porque no tenía «tripas para salir a escena».
Sin querer ponerse en contacto con el dramaturgo para conocer su versión y aun asegurando creer en la presunción de inocencia y que «el caso está por probar», Viyuela se va con gesto descompuesto: «No voy a prejuzgar a Ramón Paso, pero me posiciono al lado de las víctimas», afirma tajante. Menos mal que no prejuzga y que cree en la presunción de inocencia. Ni que decir tiene que las feministas, que prejuzgan solo con la mirada y que tampoco tienen muy claro eso de la presunción de la inocencia, han aplaudido el gesto del cómico.
El feminismo cabalga contradicciones
Viyuela es, como Paso, un activista político. Ha ido en las listas electorales de San Sebastián de los Reyes por un partido que se llama Izquierda Independiente, una escisión de Izquierda Unida en la enésima pelea campal de la izquierda, y que en la práctica parece un clon de Podemos. Se ha declarado a favor de todos los mantras progresistas y siempre está ahí, presto a dar el mensaje que toca. Y si Ramón Paso se coronó comparando a Vox con los nazis, Viyuela, en otra gran ocurrencia, lo comparó con el cáncer.
En este tema, el cómico ha actuado según lo previsto por el manual del buen progre: alinearse del lado de las mujeres. Eso sí, sin importarle lo que pensaran las mujeres de la compañía. «Ellas creen que deberíamos continuar —explicó Viyuela en una entrevista a El Confidencial-— pero una función es una labor de equipo y el equipo ya está roto, quebrado. Hay varias personas dentro del elenco, concretamente los hombres que no queremos continuar. Es muy paradójico, pero es así». Finalmente, la obra se suspendió por la decisión del productor Andres Vicente Gómez y los tres actores que participaban. Cuatro hombres se imponen a tres mujeres. El feminismo cabalga contradicciones, que diría Pablo Iglesias.
Hay una frase de Jardiel Poncela que desmiente su fama de misógino: «Lo peor que hay en el mundo son las mujeres, si se exceptúa a los hombres». Parafraseándola, viendo la conducta abusiva de Ramón Paso y el oportunismo de Pepe Viyuela, podríamos decir que lo peor que hay en el mundo son las mujeres feministas, si se exceptúa a los hombres feministas.
Sin saber si esas agresiones son verdad o no, sorprende que cada vez que sale uno de estos casos el acusado sea un gran aliade feminista al que enseguida se le da la espalda. Después de todos los aplausos que ha recibido Viyuela por parte de las feministas sería todo un espectáculo que él también tuviera algún cadáver en el armario. A ver las reacciones entonces.
Sería digno del mejor de los esperpentos. Cuente entonces con un artículo dedicado en exclusiva a Pepe Viyuela 😉