Pedro Sánchez reflexión

Somos conscientes de que la carta de Pedro Sánchez es como Infinity War y que la decisión que tome será Endgame, con lo que este artículo se va a quedar desfasado en cuestión de horas, pero había que contarlo. Porque independientemente de lo que decida el señor, el esperpento ya está ahí con todas sus implicaciones, con media España emocionada y la otra media alucinando en colores pensando que esto no puede estar pasando y que tenemos un presidente más necesitado de atención que un tuitero con cuenta verificada.

Manos Limpias contra Begoña

El drama empezó con una denuncia de Manos Limpias admitida a trámite por un juez. Una denuncia armada a partir de un puñado de informaciones —una falsa y otras aparentemente veraces– que acusan a Begoña Gómez de aprovecharse de ser la mujer del presidente para conseguir un trato de favor a empresarios amigos suyos, como Globalia y Carlos Barrabés, favoreciendo el rescate de Air Europa (400 millones) y licitaciones públicas concedidas a dedo.

Las posibilidades de que esta acusación llegue a buen puerto están por ver. Manos Limpias es un sindicato que no hace cosas de sindicatos sino que se dedica a poner denuncias mediáticas que en el 90% acaban en desastre. Sentaron en el banquillo a la infanta Cristina a la que absolvieron y tuvieron que pagar las costas. Y han acusado a un montón de gente que ha salido de rositas. Otros grandes éxitos suyos incluyen denunciar a Los Lunnis por mostrar una boda gay y pretender acusar por incitación a la violencia al jugador del Barcelona Samuel Eto’o por gritar «Madrid, cabrón, saluda al campeón». Como se ve, serios aspirantes a juicios del siglo si no hubieran sido archivados en cuanto el juez tuvo la más mínima oportunidad.

La carta de todas las cartas

Pero en cualquier caso, la denuncia ensombreció al presidente. Tal vez porque sepa que lo de Begoña pueda tener más recorrido judicial del que parece o tal vez solo porque le dio por ahí. Por la mañana apareció circunspecto en el Congreso. Por la tarde difundió su Carta a la ciudadanía que era como aquello de Hay una carta para ti pero cambiando ti por 47 millones de españoles.

Cuatro folios en su estilo para decir que se tomaría cinco días para decidir si continuaba o renunciaba. Sánchez habla, dramático, de una «galaxia digital ultraderechista» confabulada con el PP y Vox que ha organizado «una operación de acoso y derribo» por no aceptar el resultado de las elecciones, traspasando «la línea del respeto a la vida familiar» y atacando a su mujer de la que está muy enamorado. Y hasta ahí podíamos llegar.

Lo del amor a Begoña lo dice literal. Que hasta hay un bolero en Twitter con esa parte de la carta que lleva un millón y medio de reproducciones: «Soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también». Sería la frase estrella de la carta si no fuera porque Sánchez asegura también que nunca ha tenido apego al cargo. Eso lo dice el tipo al que echaron de la secretaría general del PSOE por montar un pucherazo, que ha pactado con los herederos de ETA y que ha regalado una amnistía a unos tipos condenados por la justicia. Todo con tal de seguir en el poder. No, si cuando lo convertimos en el vampírico protagonista de uno de nuestros especiales de Halloween sabíamos lo que hacíamos.

Pedro Sánchez ha abierto su corazón

La carta sorprendió tanto que hasta los propios socialistas tardaron en reaccionar. Pero cuando lo hicieron fue a lo grande y cerrando filas cuanto antes, no sea que el líder pasara lista. De todas las reacciones las mejores han sido las de las ministras María Jesús Montero («Pedro Sánchez ha abierto su corazón») y la de Diana Morant que nos invita a degustar la carta y «saborearla». Y pensábamos que Yolanda Díaz era cursi. Eso es porque Montero y Morant necesitaban una carta como la de Pedro Sánchez para sacar todo lo que llevan dentro.

Una vez hechos a la idea, los socialistas han convertido la astracanada egocéntrica de un tipo que decide tener en vilo a un país durante cinco días —ya puestos, que los hubiera alargado para cogerse el puente de mayo— en un gesto de fuerza y entereza. Los socios del gobierno también lo han apoyado y se han sumado a los socialistas para atacar a la derecha y ultraderecha que tanto daño hacen porque no paran de esparcir odio. Del que esparcen ellos levantando muros y llamando facha a media España no dicen ni pío.

El manifiesto de los periodistas activistas

Ante un circo que va añadiendo pistas, miles de periodistas han firmado un manifiesto que hay que leerlo para creerlo: «Los gobiernos se eligen en las urnas. No al golpismo judicial y mediático». Piden movilizarse contra este «atropello antidemocrático» de la «ultraderecha mediática y judicial». Puestos hasta arriba de activismo, uno de los grandes males del periodismo actual, los firmantes piden más control para periodistas y jueces incómodos, metiendo en el saco de los bulos cualquier información veraz que sea incómoda. ¿Para qué fiscalizar al poder con lo a gustito que se está a su vera? Lo llaman salvar la democracia porque llamarlo lamerle el culo al PSOE sonaba peor.

Entre los nombres del manifiesto brillan algunos miembros del equipo de opinión sincronizada: Maruja Torres, Ana Pardo de Vera, Antón Losada, Manuel Rivas, Gerardo Tecé, Rosa Villacastín o Silvia Intxaurrondo, la bienpagá de RTVE, que se ha dedicado a defender al gobierno en la televisión pública y atacar los bulos contra Begoña Gómez. Con ello, se aúpa al primer puesto de comisaria mediática del sanchismo, desbancando a Àngels Barceló que también hace lo que puede desde los micrófonos de la Ser.

La máquina del fango son los demás

Curiosamente, estos que se rasgan las vestiduras contra la ultraderecha por traspasar las líneas rojas de la infamia son los mismos que hacen sangre del novio y, antes, del hermano de Ayuso, acusado de corrupción desde una lona de siete metros en plena calle y mencionado una y otra vez por el propio Sánchez a pesar de haber sido absuelto. Y fueron los mismos que acorralaron a Rita Barberá hasta que falleció de un ataque al corazón. Y en 2018 también alentaron la moción de censura contra Rajoy vendiendo la narrativa de que el Partido Popular había sido condenado por corrupción, sabiendo perfectamente que lo fue por ser partícipe a título lucrativo, que es la forma jurídica de referirse a quien se beneficia de rebote de un delito sin que se haya demostrado su participación o su conocimiento. Pero se ve que ahí no se traspasó ningún límite y que la máquina del fango son los demás.

Y mientras Sánchez deshoja la margarita y provoca todo tipo de especulaciones y opiniones en Twitter, Pedro Almodóvar ha escrito el artículo que emocionará a Spielberg. El director asegura que lloró como un niño con la carta de Sánchez y que no nos lo merecemos porque no «se le reconoce su humanidad». Tampoco nos merecemos nosotros a Almodóvar. Lo sensible que es él y las carcajadas que soltamos cada vez que le leemos.

Aquelarre sanchista

A falta de dos días para la decisión final, los socialistas elevaban la presión para arropar a su líder, ayudados por su columna mediática (sí, los del manifiesto). Más de cien autobuses de toda España llegaron a Madrid para celebrar el comité federal del partido. Miles de personas se congregaron convirtiendo aquello en un aquelarre sanchista con María Jesús Montero desatada como una poseída entre gritos de «¡Fuerza, fuerza!» y «¡Pedro, quédate!». Hasta la secta de los davidianos parecía más normal que esta gente.

En Amanece que no es poco, la masa gritaba al alcalde del pueblo: «Alcalde, ¡nosotros somos contingentes pero tú eres necesario!». Así se ha debido de sentir el puto amo, según definición de Óscar Puente, que cuando no hace listas de enemigos también tiene una vena lírica de lo más sentida, al verse arropado por doce mil fieles, un gatillazo para muchos —son solo el 10% de los afiliados— pero un éxito para sus más acérrimos. El País lo ha comparado con las manifestaciones contra la amnistía: 3.500 personas más, según ellos. Y encima gente de bien, no como aquellos fascistas asesinos de muñecos.

Esa misma noche Informe Semanal le dedicaba un lacrimógeno reportaje al sufrido presidente, con música triste de piano de fondo e imágenes de las multitudes de Ferraz pidiéndole que no renuncie. Lo ve Almodóvar y vuelve a llorar.

El amor es la esencia del socialismo

Cuando, salvo sorpresa mayúscula, Sánchez anuncie que tras mucho meditarlo se sacrifica por España y se queda, buena parte de esa España, o sea la ultraderecha y la megaultraderecha, contendremos la respiración esperando alguna disposición liberticida de propina. Porque a Sánchez esto de la división de poderes y la libertad de prensa hace tiempo que se le está quedando pequeño, aunque le dé la vuelta a la tortilla para que parezca que el único demócrata verdadero es él.

Ya lo ha dicho hace nada Zapatero, otro que tal baila, entrevistado por Àngels Barceló: hay que abrir un debate «sobre los límites de la democracia». Aunque también se nos ha puesto trascendental al añadir que «el amor es lo único que sobrevive a la muerte». Entre eso y el bolero con la carta de Pedro Sánchez la emoción está a flor de piel. La historia nos ha demostrado que el amor es, sin duda, la esencia del socialismo. Bueno, y las checas y los gulags cuando el pueblo no quiere corresponder a ese amor.

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4 comentarios

  1. Menuda vergüenza estamos pasando algunos con todo el circo montado alrededor de la carta. Total, para seguramente salir mañana a decir que se queda por responsabilidad y porque se lo han pedido. Me recuerda a esos tuiteros necesitados de casito ajenos que anuncian que dejan Twitter a bombo y platillo y a los dos días vuelven como si nada porque sus seguidores les han dicho lo importantísimos que son. Vergüenza total.

    1. Veremos qué pasa. Para un tipo tan impredecible como Sánchez Anything goes, como dice la canción. Eso sí, lo ha vuelto a lograr: ser el centro de atención. En eso es un consumado maestro, lo cual no es necesariamente un halago. A Atila, Hitler o Jack el destripador también se les daba muy bien acaparar la atención de todo el mundo.

  2. En medio de este delirio, se está hablando poco, creo yo, de que la dimisión de Pedro traería consigo el ascenso a la presidencia de María Jesús Montero, la chiqui. Aunque sea en funciones y por unos pocos meses, pero… No sé, al pensarlo me sube por la espalda un escalofrío…

    1. La Chiqui en el poder suena peor que el accidente de Fukushima. Aunque de alguien que tiene dotes adivinatorias, como demostró con las pesquisas de Hacienda sobre el novio de Ayuso, quizá podríamos sacar provecho.

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