Sobre Kaplan

Kaplan contra la censura

Presentarme a mí sería hacer un gran spoiler de la obra maestra de Alfred Hitchcock Con la muerte en los talones, así que me reservaré ciertos detalles y les recomendaré que vean la película.

Pero sí les doy una pista: no soy Cary Grant (ni James Mason, que era el villano, así que quédense tranquilos). Aunque sí me siento un poco como ellos: sobreviviendo en un mundo desquiciado, librando mi parte de una batalla cultural que hay que pelear sí o sí.

Vivimos tiempos en que se nos dice qué hay que pensar. Realmente esto no es nuevo. Siempre, y cuando digo siempre es que la cosa viene de antiguo, lo han hecho. Aseguran que es por nuestro bien: para salvar nuestra alma, por el honor de la Patria, para acabar con el sufrimiento de las minorías, para repartir la riqueza, para que el mundo sea un lugar más justo, más igualitario, más inclusivo…

La música puede sonar hasta bien. ¿Quién en su sano juicio no querría un mundo mejor? Pero con la letra de la imposición y de la censura la cosa empeora y, normalmente, las primeras víctimas de estos visionarios son la libertad y el sentido común. Mi consejo es que huyan como alma que lleva el diablo de los portadores de la Verdad, especialistas en dobles raseros y sesgos cognitivos.

Y ya que han llegado hasta aquí, permítanme otra recomendación: desconfíen de quienes les nieguen el derecho a pensar diferente, porque si les dejan que les manipulen y les usen en sus guerras particulares acabarán convencidos de que Oceanía siempre ha estado en guerra con Eurasia.  Y entonces sí que estarán con la muerte (moral) en los talones.

 

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