Censura cinematográfica

Nunca habrá otra mujer como Gilda

Gilda llegó a España en las heladas navidades de 1947 y se encontró con un país que intentaba superar la posguerra bajo el férreo control del nacionalcatolicismo franquista. Con su melena salvaje y sus vestidos ceñidos resultó más revolucionaria que el más ardiente discurso de La Pasionaria. Entre otros motivos, porque Rita Hayworth estaba mucho más buena. Imagínense una película protagonizada por una actriz explosiva, un personaje provocador y rebelde