Los hados del Patriarcado han escuchado nuestras plegarias. La mejor serpiente de verano para amenizar el mes de agosto: una tía buena, el body positive a tomar por saco y un ridículo woke de los que hacen época comparando el anuncio de unos vaqueros con la eugenesia y el nazismo. ¿Acaso Adolf Hitler usaba jeans? Peor aún: Sydney Sweeney ha protagonizado una campaña publicitaria. El wokismo, en horas bajas en la América de Trump pero que sigue fiel a sus desvaríos, la ha convertido en su nueva némesis por culpa de unos jeans al parecer más nazis que las leyes raciales de Nuremberg.
Blanca, rubia, delgada, ojos azules, metro sesenta de estatura y acreedora de dos grandes valores, Sydney Sweeney es una actriz que se ha ido haciendo incómoda al activismo progre. Y eso que empezó bien. Sus escenas en toples en Euphoria llegaron a los medios que criticaron la cosificación de su cuerpo y su estigmatización sexual. «Tengo las tetas grandes y soy rubia. Es lo único que ve la gente», declaraba en The Sun. Los medios recogían la petición de la actriz de reducir sus escenas de desnudos en la segunda temporada de Euphoria, en la línea de otras actrices como Emilia Clarke que en su momento hizo lo mismo en Juego de tronos.
Las mejores amigas de Sydney Sweeney
Parecía que la rubia Sydney iba a entrar de cabeza en el wokeverso, en la línea de las macizas a su pesar que no paran de hablar de la hipersexualización de la mujer, la repugnante mirada masculina y la necesidad de taparse para que las valoren como merecen. A lo mejor incluso acabaría como Drew Barrymore o Scarlett Johansson que se redujeron su pecho para que se las tomaran en serio, cosa que, por supuesto, no lograron ya que tener menos tetas no las hizo mejores actrices. También una desarrollada y acomplejada adolescente Sydney Sweeney pensó una vez en bajar de talla cuando cumpliera los 18. No lo hizo y ahora reconoce alegrarse. «Son mis mejores amigas», ha asegurado. Y no se refiere a sus ex compañeras de clase precisamente.
Pronto el activismo woke empezó a darse cuenta de que la joven actriz tenía sus propios planes. Celebró el cumpleaños de su madre con gorras que ponían «Make Sixty Great Again» en un aparente y desenfadado guiño trumpista que incendió la parroquia progre, que llegó a ver vínculos evidentes entre la actriz y el supremacismo blanco. Además, la chica está registrada en Florida como votante republicana y, por si fuera poco, arregla coches antiguos y es una gran tiradora, hobbys más bien cercanos a la sensibilidad conservadora que a la progresista. Que ya se sabe la urticaria de la izquierda yanqui con las armas de fuego, siempre y cuando, claro, no las usen para atentar contra el fascista Trump.
La mujer que mató el wokismo con su escote
Si la niña no les salió demócrata, al menos el progresismo esperaba tener en Sydney Sweeney a una activista que luchara contra la sexualización de la mujer. Tampoco. En marzo del año pasado apareció en el programa Saturday Night Live luciendo un espectacular escote y participando en gags de esos que el feminismo ha convertido en la antesala de una violación. Hay uno en el que interpreta a una camarera de Hooters que si se hace en España sale en todas las tertulias. No nos negará que habría sido de lo más divertido ver a la hiperventilada Sarah Santaolalla luciendo lolas mientras critica las de Sydney Sweeney.
El éxito del programa y el hecho de que la voluptuosa estrella se alejara de los cánones moralizantes del progresismo, anticiparon para muchos el fin del discurso oficial que se consolidaría con la victoria de Trump y el fin de las políticas de diversidad, equidad e inclusion. «¿Son los pechos de Sydney Sweeney, que lleva una copa DD, una señal de la muerte del woke?», se preguntaban en The National Post. The Spectator celebraba el regreso del auténtico body positive con «la rubia risueña con unas tetas increíbles». Puede parecer exagerado pero lo cierto es que desde el #MeToo y salvo honrosas excepciones, las jóvenes rotundas y sexys como Sydney Sweeney habían desaparecido prácticamente del mapa mainstream.
Vogue respondió dedicando a los artículos de The National Post y The Spectator (ambos, por cierto, escritos por mujeres) los epítetos de «trastornado», «bizarro» y «UNGA UNGA» marcándose un discurso contra el efecto cavernícola que producen los pechos grandes en los hombres, en contraposición a los pechos pequeños y su efecto «cool subversivo, moderno». Está claro a quién dan tanto miedo las tetas sin las que no habría humanidad ni habría belleza: a las feministas y a los puritanos de la izquierda cuando no pueden usarlas para su agenda política.
Las marcas abandonan la inclusión y la diversidad
Lo único que le faltaba al progresismo con Sydney Sweeny era vincularla a un anuncio nazi. Y llegó su campaña publicitaria para American Eagle, una nueva confirmación de que las marcas, que son unas mercenarias, saben que ahora en Estados Unidos lo woke no está de moda y ni siquiera les compensa el activismo para congraciarse con un establishment que no quiere saber nada de inventos posmodernos. Por tanto, hasta que la tortilla gire de nuevo, han vuelto a lo de siempre, que suele vender mucho más: gente guapa y valores tradicionales para anunciar sus productos. Nadie quiere que le pase como a la británica Jaguar, que intentó remontar las ventas con una chispeante campaña LGTBI y se ha dado la hostia del año.
Ejemplos hay muchos. La cerveza Bud Light ha pasado de celebrar los «365 días de ser mujer» de la influencer transgénero Dylan Mulvaney a campañas enfocadas en deportes, barbacoas y el hombre americano promedio. Target incluyó modelos trans, de tallas grandes y de minorías étnicas en sus anuncios promoviendo la inclusión en vena y lanzó colecciones anuales para el Orgullo con ropa y accesorios con arcoiris. Es famosa su colaboración con Mastercard que permitió a personas trans usar sus nombres elegidos en tarjetas de crédito. En 2025, todo eso se ha esfumado por arte de MAGA, apostando por anuncios genéricos de familia y hogar.
Make America Hot Again
Pocos han representado mejor ese giro al sentido común, que diríamos nosotros, o a los tiempos del Ku Klux Klan, que le dirían otros, que la cadena de hamburguesas Carl’s Jr, que pasaron de anuncios con modelos de diferentes etnias y tallas grandes, y lemas como «diversidad en cada bocado» a sacar en la Superbowl a una rubia, blanca y buenorra en bikini, recuperando su política de hace diez años cuando proclamaban orgullosos: «Creemos en poner modelos atractivas en nuestros anuncios, porque las feas no venden hamburguesas». El activismo woke aún está en estado de shock promoviendo boicots a tutiplén pero las hamburguesas se siguen vendiendo como churros.
Y algo parecido le ha pasado a American Eagle, que en 2019 presumía de modelos negras y gordas, perdón, diversas y de body positive, y que incluso llegó a sacar una línea de hijabs aplaudida por los medios como un gran paso hacia la inclusividad. En 2025 lo han cambiado todo por Sydney Sweeney. Y de propina un eslogan que ha ofendido más que al Gobierno de Sánchez una calle dedicada a la División Azul: «Sydney Sweeney Has Great Jeans», en un doble juego de palabras entre «genes» y «jeans» que en inglés se pronuncian igual.
El problema con los genes
«Los genes se transmiten de padres a hijos, a menudo determinando rasgos como el color de pelo, la personalidad e incluso el color de ojos. Mis jeans son azules», explica la actriz en el anuncio. Que la protagonista de Immaculate tiene buenos genes no lo pone nadie en duda. Y que le sientan bien los jeans tampoco. Entonces, dónde demonios está el drama, se preguntará usted, insensible fascista. Resulta que el hecho de que una chica blanca y guapa de ojos azules presuma de genes es violencia, discurso de odio, eugenesia y apología de la pureza racial. Pura ida de olla woke incapaz de soportar que una mujer blanca, sexy y delgada protagonice una campaña de publicidad en vez de hacerlo una orgullosa lesbiana negra, transqueer —sea lo que sea eso— con excesivo sobrepeso que visibilice a colectivos históricamente oprimidos por el supremacismo blanco y blablablá.
El Wahington Post ha criticado la campaña por su «sexismo retro» y el uso de Sweeney como «arquetipo de belleza blanca». USA TODAY va en la misma línea y denuncia que destacar los «buenos genes» de una mujer blanca y rubia «roza el pensamiento eugenésico» y refuerza estándares de belleza racista. «¿Una campaña mal ejecutada? ¿Supremacismo blanco?», se pregunta la CNN. Ni que decir tiene que si la campaña hubiera sido protagonizada por una mujer negra, el wokismo habría aplaudido con las orejas.
De hecho, ha sucedido: este mismo verano Beyoncé ha hecho una campaña para Levi’s que ha sido calificada como «un mensaje potente de empoderamiento, diversidad y evolución». Nosotros, viles machirulos, preferimos destacar lo tremenda que sale la señora, que también tiene muy buenos genes. Aunque llama la atención que, con Beyoncé, nadie se ha quejado de sexismo retro ni de cosificación. Milagros de la diversidad.
El anuncio que vuelve nazi a quien lo ve
Pero como Sydney Sweeney es algo más blanca que Beyoncé, la ofensa ha sido máxima. Las redes sociales se han llenado de vídeos de denuncia que no somos capaces de apreciar con la gravedad que sin duda merecen. Y eso que lo hemos intentado aguantándonos la risa. A una mujer negra de rasgos hindúes el anuncio le hizo recordar el terrible trauma de que nunca podría llegar a ser un bellezón rubio de ojos azules. Otra mujer negra se grabó llorando porque la «carga racial» de la campaña hará que la gente se calle cuando ahorquen a los negros. Una, esta sí, rubia americana que para su desgracia no tiene los genes de Sydney Sweeney, promete venganza contra los artífices del anuncio haciéndoles sufrir con una de sus clases de pilates que, seguramente, será lo peor que existe después de las bombas de racimo.
En otro de los vídeos de Tik Tok, la rapera Doja Cat se ríe del anuncio parodiando el acento sureño de Sydney y presentándola como a una paleta. Pero luego no se le ocurra a usted pintarse la cara de negro o exagerar el habla de una minoría étnica que se la lían. En fin, tiene en este vídeo una recopilación de algunas furibundas reacciones feministas, antifascistas y antirracistas. Hay quienes califican directamente la campaña de propaganda nazi y advierten de que al que le guste ver a Sydney Sweeney luciendo estos vaqueros corre el peligro de volverse también un nazi. Así que si ve los anuncios y le entran ganas de invadir Polonia, luego no se queje, que avisado estaba.
Los jeans geniales le quedan bien a todo el mundo
Hace unos años, las protestas contra American Eagle, cuyas acciones se han disparado en bolsa tras la campaña, habrían culminado en una buena cancelación, con la retirada del anuncio y un mea culpa de Sydney Sweeney flagelándose delante de la turba y vestida con el decoro que exige el feminismo. Pero ni la empresa ni la actriz se han disculpado, otro signo de los nuevos tiempos. American Eagle ha emitido un comunicado en el que pasa de controversias y aclara que «los jeans geniales le quedan bien a todo el mundo».
Y mientras, la rubia estrella de Hollywood parece vivir ajena al advenimiento del Cuarto Reich en la moda primavera-verano de este año. Y eso que ya ha recibido abucheos en público por su anuncio racista. Por si fuera poco, la abuela fuma. Una abuela con forma de Donald Trump que se ha convertido en fan del anuncio. Ahora sí que los woke no se lo perdonan. Ni a Trump ni a American Eagle ni a esa blanca supremacista de Sydney Sweeney, que no esconde su escote cosificador y que tiene las SS en sus iniciales. Seguro que, además, se va de fiesta con Isabel Peralta.
A ver, a mí pueden llamarme loca, pero aparte de wokismo yo lo que veo aquí es muuuuucha envidia. Que la chica está espectacular y tiene unos valores que no casan con el buenismo actual. Esperemos que no se tuerza y se pliegue al progresismo como otras.
El día que se pase al lado oscuro sentiremos todos una conmoción en la Fuerza. No había caído en el factor envidia pero tiene razón: solo tiene que ver a las que se quejan, que algunas asustan más que un orco en celo.
¡Uf, vaya colección de chifladas (y algún chiflado también) que aparecen en el vídeo recopilatorio ese!
Y chiflade. No presuponga el género tan alegremente, que eso es de fascista.