He visto cosas que vosotros no creeríais. Una flotilla llena de narcisismo navegando hacia Gaza, ataques de drones en llamas más allá de Túnez, torturas vip del ejército israelí cerca del puerto de Ashdod y manifestaciones masivas de borregos que celebran el postureo como si fuera una de las mayores gestas de la historia. Por desgracia, todos estos momentos no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia
Cuando Netanyahu respondió a la matanza del 7 de octubre de 2023 invadiendo Gaza ya se veía venir lo que iba a suceder: una tormenta de sangre y fuego israelí y su utilización propagandística por parte de Hamás y de la izquierda mundial que considera lo de Palestina —ya lo contamos en uno de nuestros artículos sobre Eurovisión— su causa favorita hasta el punto de que parece que no haya
Eurovisión vuelve a Kaplan contra la censura por cuarta vez en dos años. A nosotros no nos mire. Qué culpa tenemos de que esta horterada se convierta cada año en la cita perfecta para el postureo y la hiperventilación progre, empeñados en liarla aunque terminen con el culo más al aire que los bailarines de Nebulossa. Pero en esta edición el ridículo que ha acabado haciendo la canción Zorra, a
Dios (o Alá o Yahvé) nos libre de profundizar en el largo y complejo conflicto entre árabes e israelíes. Ambos tienen motivos que les dan la razón y motivos que se la quitan. Sobre todo en el momento en que decidieron solventar sus desavenencias matándose entre ellos. Ni compramos el relato de los sionistas ultranacionalistas que ocuparían el 200% de Palestina si les dejaran ni el de los árabes que