Eurovisión vuelve a Kaplan contra la censura por cuarta vez en dos años. A nosotros no nos mire. Qué culpa tenemos de que esta horterada se convierta cada año en la cita perfecta para el postureo y la hiperventilación progre, empeñados en liarla aunque terminen con el culo más al aire que los bailarines de Nebulossa. Pero en esta edición el ridículo que ha acabado haciendo la canción Zorra, a pesar del peloteo delirante de RTVE que la considera un fenómeno musical y un gran himno feminista, ha quedado eclipsado al lado de la enorme controversia que se ha montado por la participación de Israel y que ha convertido en meme el lema del festival: Unidos por la música.
Que del medio centenar de guerras en el mundo, como las olvidadas de Sudán y Yemen con más de seiscientos mil muertos entre las dos, a la izquierda solo le preocupe la de Gaza llama mucho la atención. La causa palestina es su ojito derecho. En ella se junta el relato simplista y maniqueo envuelto en la épica romántica típica de los progres, ejemplificada en la foto-camiseta del Che, y algo que les pone cachondos aunque no lo reconozcan: una cultura —convenientemente idealizada— que se opone frontalmente al capitalista occidente judeocristiano. Añádase al cóctel un poco de antisemitismo y un pañuelo palestino, que queda muy vistoso, y ya tiene completo el pack.
Esa causa palestina
Como todo lo que toca el progresismo, en la causa palestina se mezcla un poco de verdad, la justa reivindicación de un estado palestino, con mucha manipulación y rostro de cemento armado: obviar que ese estado no existe porque no le ha interesado a los propios árabes, que muchos líderes palestinos usan a su pueblo como carne de cañón propagandística y que esta última crisis empezó porque el grupo terrorista que domina Gaza con mano de hierro atacó y mató a 1.200 personas en territorio israelí, violando a mujeres, decapitando niños y tomando dos centenares de rehenes.
Tras siete meses de sangriento conflicto, el enésimo circo de tres pistas ya está instalado a pleno funcionamiento. En la carpa principal puede disfrutar de manifestaciones propalestinas y acampadas universitarias (cualquier excusa es buena para no estudiar) en Europa y Estados Unidos, desmanteladas a porrazos allí y convertidas en terribles actos de tortura en España con la presencia de cantantes como Ismael Serrano. En este contexto, la presencia de Israel en el festival de Eurovisión era poco menos que una provocación y un escaparate para volver a la matraca de la causa palestina. Si ya lo fue en años anteriores cuando estaba la cosa más o menos tranquila, imagine ahora.
Un festival apolítico lleno de política
El festival, que se declara apolítico, nunca lo ha sido del todo y más de un país ha arreglado cuentas con otro a la hora de las votaciones. Pero lo de apolítico saltó del todo por los aires hace dos años cuando los ucranianos de Kalush Orchestra ganaron el festival con una canción dedicada a la madre patria y a la resistencia de su país frente al invasor ruso que, además, fue expulsado del festival en plena ola rusófoba patrocinada por la Unión Europea y la OTAN.
Después de aquel mitin pro ucraniano y anti ruso en que se convirtió el certamen, la presencia de Israel ha sido más cuestionada que nunca. La organización apeló a su carácter apolítico para no vetar al país hebreo en un doble rasero que cantaba más que Abba. Paradójicamente, el veto lo reivindicaban unos artistas y unos eurofans que abanderan la diversidad, la inclusividad, el feminismo y cualquier mariconeo LGTB y que no durarían vivos ni una semana con Hamás o con su principal valedor, la muy democrática República Islámica de Irán.
Sumar y Podemos contra Eurovisión
La temperatura fue subiendo a medida que se acercaba el festival. Podemos y Sumar se indignaban y pedían que España se retirara de Eurovisión por el genocidio israelí en Gaza. Cuando quedó claro que RTVE no iba a renunciar, Podemos pidió dimisiones a saco en la televisión pública y el partido de Yolanda Díaz, que a esas altura ya llamaba a Israel «asesino en masa», inició una campaña en redes sociales para conseguir firmas e impedir la participación española. Por supuesto, no lo lograron. Una vez pasado el festival, Sumar, ya en plena pataleta, ha asegurado que tomará «las medidas necesarias» contra RTVE por apoyar un festival que, según ellos, ha blanqueado a un estado criminal.
Pobre RTVE. Cumple al dedillo el guion del buen woke: los presentadores se hartan de usar la letra e para referirse al ganador no binario (elle, emocionade), se despiden de todos, todas y todes, unos tertulianos venden el desastre de Zorra como un gran éxito —«el puesto 22 [de 25] es un buen puesto», llegaron a decir sin sonrojarse lo más mínimo—, total, para que luego les venga la Yoli y les amenace por no ser lo suficientemente progres. Si es que no hay justicia en este mundo.
Eurovisión on fire
Eden Golan, la cantante israelí, tampoco era ajena a la polémica. Eurovisión la obligó a cambiar de canción, cuando consideró que October Rain era una referencia demasiado directa a los ataques de Hamás. La segunda opción, Dance Forever, tampoco pasó el filtro inicial ya que la Unión Europea de Radiodifusión (UER) vetó frases que también recordaban a la masacre del festival Supernova. A los ucranianos, dos años antes, no les pusieron ninguna pega a las referencias políticas. Mientras, Eden Golan, emocionando a más de un agente del Mossad que recordaría sus viejos trucos de concentración mental, ensayaba con su propia delegación gritándole burlas y consignas propalestinas para estar preparada para lo que le podía esperar en el escenario.
En los alrededores del Malmö Arena las cosas tampoco estaban tranquilas. Ni dentro ni fuera. Algunos artistas, como la griega Marina Satti o el holandés Joost Klein, mostraron su disgusto en plena rueda de prensa compartida con la representante israelí. El cantante holandés terminó expulsado del certamen por un oscuro incidente del que aún no se conocen los detalles. La tele pública flamenca de Bélgica censuró las semifinales y cortó la emisión. Un periodista de RTVE gritó «¡Free Palestine!» al final del ensayo de la cantante israelí e hizo una peineta dirigida a los periodistas hebreos. Luego se quejó de amenazas y acoso por manifestar espontáneamente una opinión. Insultas y te responden. Cuánto fascismo.
Greta Thunberg se apunta
En vísperas de la final de Eurovisión, cientos de activistas se manifestaron en la calle provocando incidentes con la policía, especialmente reforzada para asegurar el orden en la tercera ciudad del país, paradigma hasta hace poco de un paraíso multicultural sueco que va camino de convertirse en un infierno. Entre los detenidos se encontraba, kufiya incluida, una vieja conocida del protestantismo juvenil y de las pellas en clase, Greta Thunberg, que últimamente no da abasto entre manifestaciones por el cambio climático y protestas contra Israel.
La España progresista, por su lado, hacía la guerra como podía, por ejemplo, grabando un vídeo (era eso o firmar un comunicado, y tocó el vídeo): Los artistas a favor de los derechos humanos y de la vida contra el genocidio y el lavado de imagen de Israel desde Eurovisión. Pepe Viyuela, que se apunta a todo, Juan Diego Botto y unos cuantos más, no excesivamente conocidos por decirlo elegantemente, amenizaban el vídeo con el mismo tono fúnebre que se vio en la última campaña de Ciudadanos en Cataluña. Y con el mismo éxito.
De la zorra española al suizo no binario
Finalmente, entre aplausos y abucheos, Eden Golan pudo interpretar su canción recibida por algún eurofan español al grito de «¡Que te jodan, puta!», hermanando a la cantante hebrea con el himno feminista Zorra en un bonito acto de sororidad. Antes, Irene Montero había tuiteado «Las personas no binarias y LGTBI contra el genocidio. Cuánto orgullo», pero lo cierto es que a la hora de la verdad ni binarios ni no binarios se quisieron perder el festival y las protestas contra Israel se limitaron a una sandía de fondo en la delegación irlandesa y a unas uñas pintadas con la bandera palestina de la cantante portuguesa. Sin duda unos gestos demoledores que han hecho temblar a Netanyahu.
En un festival tan loco como suele ser habitual no faltó una apoteosis gay, una bruja satánica no binaria soltando hechizos, un tipo con el culo al aire y al que se vio un testículo y la zorra española. Al final ganó el suizo Nemo, otro artista no binario con una canción sobre la identidad de género a la que algunos han comparado con el sonido musical de James Bond, algo que haría revolverse en su tumba a Sean Connery y a Roger Moore.
El televoto está con Israel
Israel había quedado en una discreta posición en la votación de los jurados nacionales que se ve que no quisieron retratarse. Pero entonces llegó el impredecible televoto y durante unos minutos el progresismo mundial contuvo el aliento: Israel recibía más de trescientos puntos y se colocaba en primera posición. ¿Acaso Pegasus hacía de las suyas? Los pañuelos palestinos palidecieron.
Aunque al final no ganó, el mosqueo fue mayúsculo, sobre todo cuando se supo que Israel había sido la segunda favorita del público y que quince países le habían dado la máxima votación. Apenas unas horas antes algunos, como Beatriz Rico, presumían de que Israel había «perdido la guerra mediática. Ya nadie les cree». Entre los quince países que no se habían enterado de que nadie creía a Israel estaban algunos de los más importantes: Francia, Bélgica, Alemania, Australia, Suiza, Finlandia, Reino Unido, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, Suecia y los que engloba la categoría resto del mundo. Y también estaba, ¡Santa Pasionaria!, España dando los 12 points del televoto al estado genocida.
El activismo se da una leche contra la realidad
Y es por estas cosas por las que Eurovisión ocupa un lugar de honor en Kaplan contra la censura. Después de semanas de activismo desatado por tierra, mar y aire, de protestas airadas por la participación israelí en el festival, de toda la plana mayor de la progresía rabiosa e indignada y de los medios de comunicación bailándole el agua a todos los que odian a Israel, llega el televoto y les da con un palmo de narices a todos, todas y todes.
La moraleja está clara: el ruido y la furia propalestina llamarán la atención pero no representan la opinión general. Por lo menos, hay otros tantos millones de personas que piensan de otra manera, por mucho que a la izquierda le desquicie y escriba tuits como este: «12 puntos de España a Israel, normal que Pedro Sánchez esté hasta el coño de este país de subnormales». Esperemos que no lo vea el presidente o se toma otros cinco días de reflexión.
La hora de las conspiraciones
Y luego está la conspiración que ha visto Pablo Echenique: «Todos los nazis de Europa han televotado Israel para apoyar el peor genocidio del siglo XXI». Aunque para conspiraciones la de esta señora en Twitter que considera que Eurovisión 2024 ha sido un ritual satánico diseñado al detalle en cada canción, asociado a un eclipse por el que entraron entidades malignas. Suena un poco raro, para qué negarlo, pero al lado de los nazis votando a judíos de Echenique parece hasta sensato.
En cualquier caso, el activismo, el reivindicativo movimiento LGTB, Greta Thunberg y quizá hasta el cantante finlandés con el huevo fuera están felices —la señora de las entidades malignas no por motivos obvios— porque al final un artiste no binarie ha ganado a la cantante antiderechos humanos conquistando logros jamás antes alcanzados. Bueno, no exactamente. En 1998, la primera cantante trans ganó Eurovisión. Se llamaba Dana Internacional. Y adivinen a qué país representaba. Exacto, a Israel.
Reconozco que sigo viendo Eurovisión por el petardeo y las risas, la música ya es lo de menos. Y como cada años tenemos una polémica absurda distinta, auguro más apariciones del festival en el blog. Acertaré está predicción como acerté el ganador. ???? Y ojo que ya he visto a alguien pedir que Israel no participe en los JJOO.
¿Adivinó al ganador? Es usted una crack, Merce. Y me da que su augurio sobre nuevas entradas eurovisivas también va por buen camino. Los Juegos Olímpicos, Eurovisión… lo que sea. La izquierda necesita soltar su murga propagandística antiisraelí hasta cuando van al baño.
Pues yo soy fan absoluto de Eurovisión y todo lo que le rodea: da lugar a sus artículos más ácidos. Y lo mismo me pasa con el fútbol femenino.
Jajaja muchas gracias, son temas que me afilan el colmillo. Y ya verá las risas que nos vamos a echar con la sentencia ejemplarizante de Rubiales.