Feminazis

Buenismo bien es un programa supuestamente de humor de la Cadena SER. Aunque según ellos no querían predicar para convencidos, lo cierto es que el programa solo es soportable si siente el progresismo galopar por las venas. Y como buena muestra de lo que es la izquierda actual no falta ni uno de sus tics: superioridad moral, odio a la derecha justificado en que es la derecha la que promueve odio, nuevas masculinidades que ceden el protagonismo a las mujeres empoderadas y un profundo respeto por las minorías, los oprimidos y las víctimas de violencia… siempre que no sean hombres blancos. Entonces es fiesta y cachondeo. Lo demostró el otro día una de sus presentadoras, Henar Álvarez, que jaleó a la mujer que le cortó el pene a su jefe .«Lo siento, cariño, te has quedado sin rabo», dijo entre risas.

La colaboradora del programa dio por hecho que el tipo se lo merecía porque la mujer aseguró que sufría continuas agresiones sexuales, versión que la policía comprobó después que era mentira. Es lo que pasa cuando obedeces el mantra del #Yositecreohermana: que pones el piloto automático, hablas sin saber y acabas proponiendo como ídolo feminista a una castradora capaz de inventarse una violación. Ante el aluvión de críticas, la SER retiró de su web el minuto de gloria de Henar Álvarez pero nadie pidió disculpas. Total, para qué. Reírse de las desgracias de los hombres es guay. Aunque le den a uno un tajo en el pene o le corten la cabeza. Algo habría hecho. Y si no lo ha hecho, pues pelillos a la mar. Tampoco hay que tener mucha compasión por los hijos sanos del Patriarcado.

El #MeToo eleva a los altares a Lorena Bobbitt

La que según sus propios compañeros de programa es un perfecto exponente del «feminisimo zumbao» hizo paralelismos entre el caso y Lorena Bobbitt, famosa tras cortarle el pene a su marido mientras dormía. La referencia de la pizpireta Henar tiene sentido. El caso, que dio la vuelta al mundo en 1993, ha sido revisado bajo la luz purificadora del #MeToo. Y ya se puede imaginar qué tipo de luz purificadora: él era un violador, bien merecido está lo que le pasó y ya era hora de reivindicar a esta santa, que debe ser elevada a los altares del feminismo. La propia Lorena Bobbitt, que estuvo años declarando que no se sentía referente de nada, impulsó en 2017 una fundación de apoyo a las víctimas de violencia doméstica al albor de las nuevas sensibilidades. La pestaña de «donar» aparece bien visible en la página de inicio de su web.

El documental Lorena (2019) y el telefilm Yo soy Lorena Bobbitt (2020), en la que la propia Lorena Bobbitt es productora ejecutiva, apuntalan esta revisión feminista del que quizá sea uno de los juicios más populares de la historia, retransmitido en directo por la televisión y en el que se acreditaron más de 200 periodistas. Según el feminismo, el circo que se montó alrededor de la tragicomedia del marine y la ecuatoriana fue una impresentable mofa de una indefensa víctima de la violencia machista, lo cual es cuanto menos discutible.

Para empezar, alguien que le corta el pene a su marido con un cuchillo de cocina mientras duerme muy indefensa no parece, por mucho que ella diga que se encontraba en estado de shock. La situación acabó tomando ribetes de comedia delirante con ella lanzando el miembro seccionado por la ventanilla del coche, encontrándolo la policía y llevándolo dentro de una caja de perritos calientes para que se lo pudieran reinsertar. Si bien es cierto que, durante el juicio, la defensa de Lorena se basó en denunciar malos tratos y reiteradas violaciones durante su matrimonio, en las primeras semanas mantuvo otra versión muy diferente, la de que castró a su marido harta de que no fuera capaz de satisfacerla sexualmente.

La latina y el marine

Y aunque mucha gente se burló cruelmente de Lorena, también lo hicieron de John, el macho castrado, que acabó convertido en un juguete roto tras una efímera fama como actor porno (malísimo, dicho sea de paso) y varias relaciones sentimentales en las que no faltaron desinteresadas strippers y actrices de cine X, algunas de las cuales también le denunciaron por abusos domésticos. Cada uno llevó su sambenito pero también tuvo sus incondicionales. Si hubiera pasado en 2021 solo habría habido un punto de vista y las burlas habrían ido en una sola dirección: Lo siento, cariño, te has quedado sin rabo. Nada más habría sido tolerado por la sociedad woke de nuestro siglo XXI, que habría convertido el affaire Bobbitt en una tragedia feminista, como están haciendo tres décadas después.

El mundo en 1993 era muy diferente. Hubo una variedad de puntos de vista ahora impensable, desde el sensacionalismo más loco hasta reflexiones mucho más sensatas. Desde los que aplaudieron el tajo justiciero de Lorena como respuesta desesperada a años de abusos, a los que la consideraron una loca psicópata, pasando por los que entendieron que se debía abrir una reflexión (se acababa de incorporar la violación en el matrimonio como delito en Estados Unidos) y por los que creyeron la versión de él: la hembra despechada que mutiló al marido porque la iba a abandonar por otra mujer.

Y la mala leche propia del ser humano lo llenó todo de humor negro donde el epicentro era, obviamente, el pene cercenado. Si le hubiera rebanado la oreja nadie conocería la historia de Lorena y John Bobbitt. Pero fue el rabo, como diría Henar Álvarez, y la cosa tenía su morbo, le pese a quien le pese. En aquellos lejanos días no se hablaba de otra cosa. Y sin Twitter, que tiene más mérito.

Por tanto, la idea que se vende ahora de que solo hubo burlas y de que nadie hizo caso a Lorena Bobbitt es falsa, surgida de una nueva narrativa de género que hace lo que mejor sabe hacer: poner el foco solo en la parte que les interesa de la historia desdibujando contextos, hechos y resaltando todo lo que deje en buen lugar a las mujeres, convertidas en víctimas que siempre tienen la razón.

Un horror de película porno que se vendió como churros por el morbo de ver el famoso miembro de John W. Bobbitt, que se tuvo que ayudar de inyecciones de caverjet en su pene para poder cumplir.

«El acto revolucionario definitivo del feminismo moderno»

El feminismo más militante, inspiración para las feminazis actuales, con Andrea Dworkin a la cabeza, defendió sin fisuras (guiño, guiño) a Lorena. Dworkin, que consideraba el matrimonio la legalización de la violación, vio a la castradora de Virginia como la nueva Juana de Arco y debía de babear imaginando a millones de mujeres dándole machete al machote y levantando el puño con glandes ensangrentados. La feminista disidente Camille Plagia entendió que Lorena Bobbitt había cometido «el acto revolucionario definitivo del feminismo moderno» aunque también lo calificó de «cruel y bárbaro, y muy cobarde, al atacar a su marido mientras dormía», rechazando «cualquier afirmación previa de victimización».

Paglia fue una de las personas que defendió que Lorena debía ser condenada por su acción, lo que no sucedió, prueba de que el machismo y la justicia patriarcal no la trataron tan mal. Fue absuelta por un jurado formado por cinco mujeres y dos hombres que consideró que sufrió una «locura transitoria» debido a su historial (no probado en la vista) de abusos sexuales, una decisión tan criticada como aplaudida en su tiempo. Lo mismo sucedió con su esposo, absuelto previamente de agresiones a su mujer en otra sentencia que tuvo tantos partidarios como detractores.

El asunto Lorena Bobbitt fue reflejo de una época que el feminismo detesta, en la que apenas se hablaba de violencia doméstica, y en eso, por suerte, se ha avanzado mucho, pero también una época en la que a las mujeres no se las creía solo por ser mujeres, y cuya palabra no tenía el poder de hundir a los hombres como ahora. Lorena fue absuelta pero mucha gente no la creyó y se pudo expresar con la libertad con la que lo hicieron también sus defensores. Los años noventa no serían perfectos pero el ideologizado y puritano siglo XXI del pensamiento único también tiene lo suyo.

Lorena y John Bobbitt: haciendo caja

Ya divorciados y con abogados muy caros que pagar, la famosa pareja se puso a hacer caja. Concedieron decenas de entrevistas por medio mundo contando su versión de la película —incluso participaron, por separado, en La máquina de la verdad de Julián Lago— mientras intentaban rehacer sus vidas. Ella optó por la discreción, casándose de nuevo y cumpliendo por fin su sueño americano. El ex marine se lanzó en dirección contraria: porno, burdeles, matrimonios conflictivos y, cuando se acabaron sus quince minutos de fama, trabajos cada vez más precarios. En honor a la verdad, los años le han dejado más hecho polvo que a su ex mujer. Actualmente, ella intenta tener una nueva vida gracias al #MeToo mientras él languidece olvidado por todos.

En 2009, Lorena ahora Gallo y John Wayne Bobbitt se reencontraron ante las cámaras de televisión de la CBS. No se veían desde el divorcio, en 1995. En el programa hubo una cierta reconciliación. Él le pidió perdón y ella se lo aceptó, aunque reconoció que nunca olvidaría. «Lamento mi forma de ser en aquella época, era un imbécil y fracasé a la hora de quererte como te merecías», le dijo. Lorena, que no se disculpó por cortársela, confesó que él le seguía mandando flores por San Valentín mientras John la miraba con cara de cordero alopécico.

Fue la última vez que el affaire de los Bobbitt quedó más o menos en tablas antes del advenimiento de la sacrosanta corrección política. Lo comprobará si un día Lorena Gallo va a Sálvame. Solo habrá una versión, la que la convierte en una superviviente de la violencia de género. Y a John Bobbitt solo lo querrán ver para cortársela otra vez. En directo y en prime time, con los ojos de Carlota Corredera inyectados en sangre.

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5 comentarios

  1. Jajajaja, el liberalismo de izquierda o derecha es una risa. Lo triste es que esta ideología es la que está gobernando al mundo actualmente. Tal cual, George Kaplan: si este escándalo hubiera ocurrido hoy, sería un drama feminista. Cómo se nota que en aquella época sí había verdadera libertad de expresión, donde cada uno daba su punto de vista al respecto sin ser censurado o atacado.

    1. Totalmente, Lisandro.Fue una época que dejaba bastante que desear en algunos aspectos pero ese siglo XXI en el que no se puede disentir del pensamiento único sin arriesgarse a un linchamiento en redes sociales y a una cancelación no tiene pinta de ser mejor.

      1. Muchas gracias, Merce 🙂 Si Buenismo bien lo lee ni se inmutarían. El wokismo de la izquierda funciona como un integrismo: fanatiza y protege del pensamiento crítico.

  2. Estupendo artículo que deja bien al descubierto cómo han cambiado las cosas. Ahora nadie se habría atrevido a ponerse de parte de él y ella estaría ya en los altares feministas. Creo que la gente de Buenismo debería leerlo para que se dieran cuenta de como se han estropeado las cosas hasta el punto de burlarse de una víctima por ser un hombre. Aunque dudo mucho que sintieran ni un mínimo de vergüenza. Muy buen artículo. Sí, señor.

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