No hay nada como sentirse moralmente superiores y en posesión de la verdad para cercenar derechos fundamentales y asomar la patita totalitaria. Es un proceso muy sencillo: basta con decidir, pongamos el caso, que dos periodistas escriben para medios de ultraderecha cuyo fin no es informar sino intoxicar a la opinión pública y pedir que no se les deje entrar en el Congreso de los Diputados. Que la apreciación de «ultraderecha» no deje de ser subjetiva es lo de menos. Aquí de lo que se trata es de quitarse de encima a medios que no gustan, y para que quede la cosa más profesional se hace un manifiesto que firman los propios responsables de prensa de los partidos políticos. Está claro que darle el gusto a sus jefes (que para eso les pagan) es importante, aunque en el proceso se pase por encima de esa menudencia llamada libertad de prensa.
La petición, insólita en la España democrática, ha sucedido realmente y aún da vértigo recordarlo. Los responsables de prensa de doce formaciones políticas (PSOE, Podemos, ERC, PNV, Junts, EH Bildu, BNG, CUP, Más País-Equo-Compromís, Nueva Canarias, PDeCAT) firmaron un manifiesto pidiendo a la Mesa del Congreso que tomara medidas contra —no los citan pero está claro a quién se refieren— Javier Negre (Estado de Alarma TV) y Josué Cárdenas (7NN). Según ellos, porque son «intolerables las faltas de respeto que se han producido hacia el personal de algunos grupos parlamentarios que rompen el clima de cordialidad y decoro entre periodistas, políticos y personal de los grupos parlamentarios».
El PSOE se suma al manifiesto
Y mire que de los dos periodistas en el punto de mira no somos precisamente muy admiradores de al menos uno de ellos, Javier Negre, a quien metemos en la misma lista de Alvise o Vito Quiles, quienes se debieron de perder bastantes clases de Ética y Deontología Profesional en la Facultad. Pero cualquiera que haya visto las ruedas de prensa solo habrá notado una falta de respeto: la de los portavoces de ERC (Gabriel Rufían) y de Unidas Podemos (Pablo Echenique) negándose a responder una y otra vez a las preguntas —por mucho que les fastidie, pertinentes para la opinión pública— de estos dos periodistas, usando la muletilla de «no participamos en burbujas mediáticas de la ultraderecha».
Cansados de no querer responder a estos dos tipos que siguen haciendo el fascista, o sea, que siguen haciendo su trabajo de preguntar, el siguiente paso ha sido intentar expulsarlos del Congreso. Y de ahí el manifiesto firmado por los jefes de prensa de los partidos nacionalistas, independentistas y de izquierdas, que han actuado como auténticos entusiastas. Del matonismo y la censura, se entiende.
Que en la lista de partidos firmantes de esta aberración se encontraran Podemos, Bildu o ERC entraba dentro de lo razonable en unas formaciones políticas que tienen un particular concepto de la libertad de los demás —o se es de izquierdas o se es prácticamente un nazi — pero que se haya sumado el partido que ha gobernado España casi 25 años asusta y es un salto al vacío del autoritarismo sin red del que el propio portavoz del PSOE no sabía ni cómo salir cuando fue entrevistado por la COPE. Y es normal: si esto lo llega a hacer la derecha, el PSOE y los otros once partidos dirían que el franquismo ha vuelto a España.
La APM se cubre y no de gloria precisamente
Pero afortunadamente los dos periodistas contaban con el apoyo de una organización que defiende «las libertades de información y expresión, la promoción del buen ejercicio profesional del periodismo, de la reputación de los periodistas y la preocupación por el bienestar de los socios», como reza el solemne artículo primero de los estatutos de la Asociación de la Prensa de Madrid, fundada en 1895. Bueno, o habrían contado con ese apoyo si la APM hubiera cumplido con el artículo primero de sus propios estatutos. Igual es que Negre o Cárdenas no son socios, vaya usted a saber, pero lo cierto es que la veterana asociación de la prensa madrileña pasó de ellos y respondió al manifiesto con uno de los comunicados más sonrojantes que se recuerdan, poniéndose de perfil y situando en el mismo plano a los informadores en riesgo de veto que a los políticos que los querían vetar.
Solo hay que comparar este comunicado («La APM reitera su llamamiento a periodistas y políticos para que desarrollen sus relaciones en un clima de respeto mutuo») con el de hace dos meses cuando Macarena Olona se encaró con una periodista («FAPE, APM y APP rechazan que los políticos decidan qué preguntas pueden hacer los periodistas»). Que doce partidos políticos quieran medidas contra medios incómodos es para pedir «un clima de respeto mutuo». Que Olona le preguntara a una periodista si se interesó cuando la llamaron a ella «fascista» tanto como cuando un diputado de Vox llamó «bruja» a otra socialista era un «claro e intolerable atropello al libre ejercicio del periodismo».
Final feliz… ¿hasta cuándo?
Como cabe esperar en un país que aún es un Estado de derecho (no sabemos durante cuánto tiempo pero de momento lo es), al final la historia apunta a un final feliz, ya que el Congreso no ha hecho caso de la reclamación de los doce jefes de prensa sin piedad: 7NN y EDA TV podrán seguir acudiendo al Congreso a hacer sus preguntas. Cualquier otra resolución del Congreso habría sido un auténtico esperpento. Y como la vida sigue igual, ciertos políticos continuarán negándose a contestar a las «burbujas mediáticas de la ultraderecha» porque, según ellos, solo propagan Fake-News. Y que esto lo diga gente como Echenique, que no se corta un pelo en decir barbaridades en sus tuits, que luego borra de miles en miles, o Rufián, cuyo partido participa del adoctrinamiento en Cataluña utilizando los medios de comunicación públicos, tiene su guasa.
Menos la tiene la extraña equidistancia de las asociaciones profesionales de periodismo como la APM o la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) que, por cierto, calló en este caso pero no en el de Macarena Olona, o el silencio de los demás profesionales de la información parlamentaria que han dejado a sus compañeros a los pies de los caballos y de la silla de ruedas de Echenique. Quizá harían bien en recordar a Martin Niemöller y aplicárselo:
Cuando vinieron a por Estado de Alarma y 7NN guardé silencio,
porque yo no era Estado de Alarma ni 7NN...
Muy bueno, muy bien explicado. La verdad, es vergonzoso el comportamiento de los políticos con respecto a los periodistas. Pero hay que decir que el periodismo tampoco pasa por su mejor momento. Se ven noticias y comportamientos que dan un poco de vergüenza.
Muchas gracias, Merce 🙂 El periodismo se encuentra en caída libre, convertido en una guerra de trincheras en la que la realidad de los hechos es lo de menos.Y si encima se deja pisotear así por los partidos políticos, imagínese el futuro que nos espera.
Hola Señor Kaplan, lo triste no es el accionar de estos políticos que es esperable, sino la APM (que tendría que defender la libertad de prensa) abandonando a sus colegas. En Argentina, el equivalente al PSOE y el resto de partidos que firmaron el manifiest, es Juntos por el Cambio (ex Cambiemos), que durante su gobierno censuraron todo lo que quisieron, incluso persiguiendo judicialmente a dueños de medios opositores, y obviamente, la gran prensa apaludiendo.
Hola, Lisandro. La gran prensa aplaude y las asociaciones profesionales también porque tienen inoculado el virus progresista y solo ven con malos ojos los excesos del otro lado. Luego cuando vayan a por ellos (porque irán), llorarán.