La batalla cultural no da un día de respiro, ni en la final de la Champions. El Real Madrid conquistó su decimocuarta copa de Europa ante el Liverpool en Saint-Denis. Un hecho que ha trascendido lo meramente deportivo por lo que sucedió antes y después, abriendo en canal las costuras de la globalización y de ese multiculturalismo maravilloso que tanto defiende la izquierda. Solo hay que ver cómo está intentando pasar de puntillas el establishment mediático para darse cuenta de que la narrativa globalista está sostenida por pinzas, multicolores eso sí. Como la cosa no les está yendo bien y se acumulan las quejas contra la manipulación informativa, queremos echarles un cable buscando a los auténticos culpables del desastre. Si es que somos más buenos que el día de la madre.
Saint Denis, «la ciudad más cosmopolita de Francia»
La final de la Champions se jugó en el Stade de France, en el departamento colindante a París de Saint-Denis. Para el progresismo y la propaganda oficial, «la ciudad más cosmopolita de Francia». En realidad, una de las 750 empobrecidas zonas «no-go» del país, donde la mayoría de la población es de origen inmigrante o de segunda generación. Magrebíes, argelinos, kurdos, hindúes, chinos o turcos. Hasta 135 nacionalidades diferentes conviven en un lugar en el que la policía no se atreve a entrar y el Estado hace años que ha dado por perdido, tras décadas de buenismo político mirando para otro lado para no parecer xenófobo. En Saint-Denis en vez de la Marsellesa es más fácil escuchar los rezos de la ley islámica, la sharia, cuna del fundamentalismo.
En 2015, un comando yihadista intentó provocar una masacre inmolándose en el Stade de France durante un amistoso Francia-Alemania. No lo consiguieron de milagro pero esa misma noche se produjo el ataque de otro grupo terrorista a la discoteca Bataclán causando un centenar de muertos en el que se considera el peor atentado terrorista en suelo francés. Tras la matanza el presidente Hollande instó a los parisinos a colgar banderas nacionales en sus balcones en tributo a las víctimas. En la ciudad más cosmopolita de Francia no se vio ni una.
La versión de la ultraderecha
A este paraíso multicultural llegaron miles de aficionados españoles e ingleses para disfrutar de la final de la Champions. Una nefasta organización de la UEFA colapsó el acceso al estadio, lo que aprovecharon cientos de delincuentes para robar a los aficionados británicos, quitarles las entradas y colarse a ver el partido, que empezó con media hora de retraso. Sin embargo, lo peor estaba por llegar.
A la salida del campo, ingleses y españoles vieron con estupor como los alrededores se habían convertido en una ratonera. Ante la impotencia y cierta pasividad policial, grupos organizados de magrebíes y argelinos les empujaban, asaltaban, perseguían y robaban. Las imágenes de atracos en masa contra aficionados indefensos se han podido ver en medio mundo. Muchas mujeres huyeron espantadas ante individuos con intenciones nada (o demasiado) claras, comprobando de primera mano dónde está la auténtica cultura de la violación.
Esta versión tan fascista que acaba de leer debe ser desterrada de su mente. Da igual que sea la verdad y de que cientos de testimonios la avalen. No le podemos seguir el juego a la ultraderecha, que luego la gente vota mal y la Agrupación Nacional de Le Pen y Vox sacan muchos diputados. Así que vamos a buscar a los auténticos culpables.
La culpa es de Putin
La final de esta edición se tenía que celebrar en San Petersburgo, pero la invasión de Ucrania cambió todos los planes. Quitarle la final de la Champions a Rusia fue una de las primeras sanciones que se tomaron contra Putin, al que debemos considerar sin duda el principal culpable. Total, ¿no tiene la culpa hasta de la inflación y del precio de la luz? Pues que pague el pato también por la Champions.
En un comunicado, la UEFA mostró su agradecimiento al presidente francés, Emmanuel Macron, por su compromiso para que el partido más prestigioso del fútbol europeo se trasladara a Francia en un momento de crisis sin precedentes que ponía en riesgo la seguridad europea. Visto lo visto, igual habría sido más seguro celebrar la final dentro de la central nuclear de Chernobyl.
La culpa es de la pérfida Albión
Para los franceses la culpa de todo la tienen siempre los ingleses o los españoles. En este caso al menos no nos ha tocado. Mientras el público esperaba que empezara el partido, un rótulo en el estadio informaba de que el retraso era debido a que muchos aficionados ingleses llegaban tarde. Al mismo tiempo, en el exterior, cientos de aficionados del Liverpool se quejaban de que les habían robado las entradas y no podían acceder. El embudo para entrar al campo no ayudaba mucho. El gas lacrimógeno con el que la policía hacía retroceder a muchos hinchas británicos, familias incluidas, aún menos. ¿No decía Napoleón que la venganza se sirve fría? Pues ahí tenéis, ingleses. ¡Por Waterloo!
Y mientras, los medios continuaban hablando de ingleses intentando acceder sin entrada aunque cualquiera que se fijara en las imágenes pudo ver que eran unos británicos extrañamente morenos, sin duda por el efecto del cambio climático en Londres. Algunos de estos ingleses eran famosos, como un influencer árabe que igual se graba disparando armas de fuego como presumiendo de saltarse los tornos del Stade de France.
Tras el partido, las autoridades galas se reunieron para continuar echándole la culpa a los aficionados británicos. En esta ocasión por un fraude masivo de entradas falsificadas. «Lamentamos la desorganización por la que entre 30.000 y 40.000 aficionados británicos sin entradas o con entradas falsificadas llegaron al Estadio de Francia», señaló el ministro de Interior, que también responsabilizó de los incidentes violentos a los hooligans. De los residentes de Saint-Denis no dijo ni una palabra. Se le olvidaría al hombre con tanto estrés. O quizá porque ese mismo día empezaba la campaña para las legislativas y no era plan hablar de bandas de inmigrantes en plena Champions con Marine Le Pen pisándole los talones.
La culpa de es de unos cuantos exagerados
«Ojo, la cancha está en Saint-Denis, no en París. Sí, está muy cerca, pero créanme que no querrían estar en Saint-Denis. Saint-Denis no es París», advirtió el ex jugador del Arsenal y del Barcelona, Thierry Henry, que conoce bien su país y ese suburbio conflictivo y empobrecido. En las redes algunos llegaron a llamarle xenófobo y racista, lo cual tiene mérito tratándose de un activista contra el racismo como Henry.
La salida del estadio se convirtió en un caos. Las redes sociales se fueron llenando de testimonios que saltarían después a algunos medios. Y estos sí que no hablaban precisamente de ingleses.
Soy inmigrante en España y siempre apoyé la inmigración pero lo que vivimos anoche en París fue un horror para nuestra familia y todos los aficionados. Cientos de parisinos africanos atacando a los fans riéndose de nosotros y vernos en pánico. Era racismo, contra los europeos
Venían a quitárnoslo todo, a robarnos, pero eran los gendarmes quienes nos lanzaban gas pimienta y pelotas de goma a nosotros. Bajamos al Metro y ya se había convertido en una ratonera. Si intentabas salir para buscar un taxi, te pedían 300 euros por sacarte de allí
Eran ejércitos de atracadores a nuestra caza. Allí había peleas, atracos, robos, cargas. Una película de miedo
Los hinchas se juntaban unos con otros para formar escudos y defenderse mejor, hinchas del Real Madrid y del Liverpool incluso. Luego me enteré de que a muchas chicas las habían desnudado y robado
Venían en grupos de cuatro y te gritaban «Hala, Madrid» antes de rodearte. En busca de tu móvil, tu cartera o tu mochila. Alguno salía a la carrera con el dinero en los calcetines
¿Acaso estos testimonios demuestran que algo se salió de madre con los residentes de la multicultural Saint-Denis? Nada más lejos de la realidad. Esto lo único que demuestra es que hay mucho exagerado. Si la policía no quiso intervenir seguramente sería porque no era para tanto, no porque no quisieran meterse en líos cargando contra inmigrantes y que luego les acusaran de violencia policial.
La culpa es de Benzema
Está claro que Karim Benzema va a ganar el Balón de Oro después de una temporada sensacional. Pero también puede echarle la culpa de lo sucedido en Saint-Denis. Como ha hecho el periodista Pascal Preud que cree que el robo de entradas a hinchas del Liverpool y los jóvenes locales que se colaron en el campo se produjo… porque estaban deseando ver a su ídolo, el delantero francés del Real Madrid.
Para el periodista si se hubieran regalado mil entradas entre los pobres desarraigados de Saint-Denis nada de esto habría pasado. Un ex ministro de educación francés ha ido más lejos aún, relacionando lo que sucedió con la condena de Benzema por el caso Valbuena:
Cuando Karim Benzema es condenado a un año de cárcel con suspensión de pena por tentativa de chantaje y que después le van a dar el Balón de Oro, qué mensaje mandamos a esos locos de aficionados, que la justicia no existe, que la policía no existe y que no hay reglas.
Si leyendo el párrafo anterior se le ha venido a la mente el gif del tipo sacudiendo los brazos mientras habla de conspiraciones delante de una pizarra llena de anotaciones, no se preocupe. A nosotros también nos ha pasado.
La culpa es de la sociedad
La multiculturalidad es maravillosa y no debe cuestionarla bajo ningún concepto. Es un dogma del globalismo: el mundo no tiene fronteras y formamos todos una única raza en la que cada cultura es igual de valiosa. Bueno, menos la occidental, que es opresora. Si no puede evitar la disonancia cognitiva echándole la culpa a Putin, a los ingleses, a Benzema o a la exageración de unos cuantos histéricos, y tiene que reconocer que hubo incidentes protagonizados por los residentes de Saint-Denis, ya sabe, la ciudad más cosmopolita del mundo, solo le queda una opción: llámelos adecuadamente. Aprenda de los medios que son unos expertos en el tema de buscar eufemismos políticamente correctos para todo.
No haga como Macarena Olona, que culpa a magrebíes y africanos del caos de la final de Champions. Sea progresista y hable de «jóvenes locales»,«grupos locales»,«jóvenes delincuentes» o mejor aún «jóvenes aficionados». Que ya bastante dramático es que muchos hayan despertado a leches del sueño de la multiculturalidad idealizada por los medios de comunicación para que usted contribuya a ello.
Destacamos la pieza informativa de Telecinco en la que la palabra «magrebí» solo aparece una vez: para decir que alguien le dio una paliza «a un joven magrebí que intentaba huir». El conocido periodista freelance Matthew Bennett se mostró indignado ante las imágenes de una turba agrediendo a un aficionado en el suelo. «¿Se nos ha ido la pinza?», se preguntaba. Pero no se refería al ataque, sino a alguien que calificaba en Twitter a los asaltantes como «manada de moros». Imperdonable esa falta de empatía con la diversidad.
Europeos ricos contra europeos pobres
Cuando el empresario argentino Martin Varsavsky, uno de los que aterrizó de bruces en la realidad aquella noche en Saint-Denis, publicó en Twitter que había vivido «racismo contra los europeos», el periodista colaborador de la Cadena Ser Hans-Günter Kellner le respondió:
Falso, eran europeos pobres contra europeos ricos. En cuanto sigamos aumentando esa brecha y pensando que podemos segregar nuestras sociedades, más situaciones como esas vamos a vivir los que otros consideran ricos
Ese es el camino. La culpa es del sistema y de las desigualdades de Occidente. Nada tienen que ver una cultura y una religión que pueden llegar a ser hostiles con Europa. No hay ningún motivo para dudar de la integración de gente como este simpático joven que presumía así de haberse colado:
Vengo sin papeles ni nada, pero entramos al partido. Otros pagaron 5.000, 6.000 euros, para mí es gratis. Pronto vamos a darle a Francia por el culo. ¡Viva Argelia y Marruecos!
No hay duda de que este «europeo pobre» siente los valores europeos tan profundamente como Ursula von der Leyen. O incluso más.
Un futuro maravilloso
Después de leer este artículo ya está preparado para celebrar la Champions de la multiculturalidad. El modelo francés es el futuro global que nos espera. ¿No es maravilloso? Y no olvide lo realmente importante: acabar con el supremacismo de la ultraderecha, como cuando Rocío de Meer, diputada de Vox, osó referirse a estos suburbios modélicos que ya proliferan por media Europa como estercoleros multiculturales. Usted ni caso. Mientras no se acerque a ellos para ver una final de Champions ni se va a enterar de lo que son en realidad.
Lo que sí tiene que hacer es aplaudir viendo como los equipos ingleses hincan la rodilla antes de cada partido para luchar contra el racismo. Aunque igual el gesto es un poco gafe porque lo hicieron el Chelsea, el Manchester City y el Liverpool. El Real Madrid no y los ganó a los tres. Y encima van de blanco. No se puede ser más supremacista.
Desde luego que muchos de los que defendían la inmigración sin control y lo buena que es la multiculturalidad han abierto los ojos de golpe. Eso sí, cuando la han sufrido ellos. Mientras se quejaban los residentes en esas zonas es que eran unos racistas sin remedio.
Exacto, no hay nada como un golpe de realidad para despertarse del sueño.
Hola Señor Kaplan, cuando me enteré de los incidentes, enseguida pensé en los inmigrantes y también pensé que en estos momentos Europa está peor que mi país con respecto a la inseguridad. Mi hermano estuvo hace unos años en Italia y Suiza por cuestiones de trabajo y nos contaba de las mafias operadas por inmigrantes.
Europa está suicidándose culturalmente. La Unión Europea hasta financia estudios para hablarnos de lo positiva que es la influencia del Islam en el continente, imagine. Un saludo, Lisandro.
Hay que releer a Giovanni Sartori, particularmente su libro titulado La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, Multiculturalismo y Extranjeros
Muy buena recomendación, sí señor.
Gracias por este análisis. Mucho me temo que es muy difícil reconocer, incluso asumir, que nos equivocamos en nuestras filias. Ese buenísimo que ejercen las sociedades a las que se les hace sentir culpables: Culpables de que?
Recomiendo el libro “La extraña muerte de Europa”
Tomo nota. ¡Gracias, Paloma!
Acabo de conocer a «George Kaplan» por una reseña de Juan Soto Ivars en El Confidencial.
Y me gustaría saber quién es George Kaplan (¿quién es usted?)
Si puede ser…
Y lo de menos (aunque tampoco me sobraría) es el nombre. Sexo, edad, profesión, actividad, ubicación… ¡qué sé yo!
Siempre busco sesgos y seguro que no evito prejuicios. Y sé que no es justo… Pero ¿por qué tanto anonimato?
El anonimato nos viene bien a los blogueros tímidos con familias que mantener para expresarnos con libertad 😉 Un saludo.