Beso Lightyear

La historia se repite. Otra vez. Deberían escribir mil veces en una pizarra: meter con calzador ideología woke en una película, y más infantil, y anunciarlo a los cuatro vientos le parecerá una gran idea al departamento de marketing, pero en el mundo real no funciona. Aunque sea una escena intrascendente de dos segundos. Como no hayas hecho una obra de arte corres el riesgo de darte un buen batacazo en taquilla. Y este, queridos lectores, podría ser el resumen de lo que le ha pasado a la última producción de Disney-Pixar, Lightyear, anunciada como «una de las películas más esperadas de la temporada».

Para entenderlo bien hay que retroceder un poco en el tiempo y en el espacio. La compañía de Mickey Mouse ha librado una guerra, interna y externa, que ríase usted de las guerras Clon. En marzo, los republicanos de Florida aprobaron la llamada ley «No digas gay», que prohíbe los contenidos de género en las escuelas hasta los ocho años, una medida muy protestada desde el progresismo. Disney, como buena compañía demócrata que es —como toda la industria del entretenimiento en Estados Unidos— debería haberse posicionado claramente contra esta ley. Pero sucede que en Florida se encuentra Disneyworld, que lleva disfrutando desde los años sesenta de un régimen fiscal especial que es un auténtico chollo.

Una carta «con Orgullo»

Así que la idea inicial de Disney fue la de hacerse un poco la loca manteniendo las donaciones a los republicanos que habían aprobado la polémica ley. Aquí es donde entra en acción el grupo de trabajadores LGTBtodaslasletras de Disney, una bomba de relojería de género dentro de la compañía que presume de incluir «mariconadas» en sus películas». Este grupo LGTB criticó duramente a los ejecutivos de su propia empresa por ponerse de perfil en este asunto. Incluso filtraron a la prensa una carta dirigida al CEO de la compañía, firmada (guiño, guiño) «con Orgullo» por trabajadores de Pixar que se quejaban de que les estaban vetando y eliminando contenido queer, yendo en contra de la «dirección correcta» de los tiempos.

Viéndose señalados por sus propios empleados, Disney decidió ser más papista que el papa: todo había sido «un malentendido», se enfrentó al gobernador de Florida y decidió que sus películas iban a ser a partir de entonces un arco iris multicolor, llenas de personajes LGTB porque nadie era más progresista y estaba más comprometido con la inclusión y la diversidad sexual que ellos. Si el facha de Walt Disney les oyera, saldría de su letargo congelado y se los comía vivos para celebrar el cuatro de julio.

El beso lésbico de «Lightyear»

Solo una semana después de la carta se anunciaba con Orgullo que un beso lésbico que había sido cortado de la película Lightyear iba a volver a ser incluido en el montaje final. Y desde ese día, el 19 de marzo, hasta el 17 de junio, fecha del estreno, hasta los siete enanitos, perdón, hasta las siete personas bajitas sabían que había un beso entre dos mujeres en la última producción de Disney-Pixar.

Por supuesto, esto se vendió como un triunfo de la diversidad sexual en el cine de animación, una muestra del compromiso de Disney y un éxito del activismo LGTB que había presionado a los ejecutivos de la compañía. El beso lésbico de Lightyear ya era un símbolo para la causa. Y buena parte de la promoción del film giró en torno a él. Y cuando llegó la fecha del estreno, el film ya tenía el sello de película queer marcado a fuego en la frente por una escena de dos segundos que si a uno le pilla rebuscando en el cubo de las palomitas ni la ve.

Prohibida en 15 países musulmanes y uno comunista

Con el sambenito LGTB brillando como un neón en la oscuridad, que parecía que Lightyear era una especie de Brokeback Mountain en el espacio, la película fue prohibida del tirón en quince países de mayoría musulmana, de esos tan tolerantes con la homosexualidad: Emiratos Árabes, Líbano, Jordania, Malasia, Indonesia, Baréin, Egipto, Kuwait, Omán, Arabia Saudita, Palestina, Siria, Irak, Túnez y Qatar, donde dentro de unos meses se va a celebrar el mundial de fútbol de esa FIFA que tanto se compromete con los derechos humanos cuando no hay millones de por medio.

En estos países del Medio Oriente y del Sudeste Asiático, representar en una película relaciones entre personas del mismo sexo es ilegal. En Arabia Saudita o Emiratos Árabes, la homosexualidad puede ser castigada con la muerte. Como para llevarles una película infantil que llega precedida de ser un símbolo queer. La comunista China también se ha sumado al boicot, y seguramente será lo único que haya fastidiado realmente a Disney, que la taquilla tunecina igual no, pero la china es una pasta gansa.

La enésima polémica LGTB que solo les importa a ellos

Los medios occidentales, estaba claro, han avivado una polémica que coincide con el mes del Orgullo, y que ha venido muy bien para hablar del tema. Puede ver aquí la «aplaudida actitud» de Informativos Telecinco posicionándose sobre la homofobia que hay detrás de la censura al beso de Lightyear. Los colectivos LGTB se han hartado de hablar de ello e incluso han circulado noticias falsas como que se había censurado el beso en los pases de algunas salas.

Por supuesto, toda esta matraca no la dan en los países musulmanes que han prohibido la película, sino en los que Lightyear no ha tenido ningún problema, o sea, nos la dan a nosotros. Aquí no se ha censurado nada pero nos hemos tenido que comer a todos los ofendidos por lo que han hecho en la otra parte del mundo unos países que ya sabemos —cosas de su cultura que tanto gusta a cierta izquierda— que no son ejemplo de tolerancia. El progresismo ha vuelto a conseguir la cuadratura del círculo: hablar de actos homófobos en países musulmanes para decirnos lo homófobos que somos en Occidente. Pesaos no, lo siguiente.

Veneno para la taquilla

Esta tormenta perfecta LGTB no ha sido buena para Lightyear. La película se le ha hecho antipática a mucha gente: a la que le disgustan o aburren los discursos ideológicos y las polémicas, y que solo quieren llevar a sus hijos a ver una película que les entretenga. Y los activistas hacen mucho ruido y son de lo más ocurrentes en Twitter pero luego no son de los que van al cine en masa a ver una de Pixar.

A esto hay que sumar otros factores de peso: gastarse 200 millones de dólares en un spinoff que nadie había pedido, una película sin chispa que no engancha a los niños y el reto de llevar el público al cine después de la pandemia (esta es la primera producción animada de Disney que se estrena en salas desde hace dos años) con la dura competencia de las plataformas de streaming, entre ellas la propia Disney+.

El resultado es uno de los batacazos del año: uno de los peores estrenos de Pixar en Estados Unidos (por debajo incluso de Cars 2) y poco más de cien millones de dólares en todo el mundo. Teniendo en cuenta que la cuarta parte de Toy Story, también de 200 millones de presupuesto, recaudó más de 1.000 millones, está claro que esta quinta entrega no ha sido precisamente lo que se dice un éxito.

Lo bueno de todo esto es que es poco probable que, tras Lightyear, haya a corto plazo más films sobre personajes de Toy Story. ¿Se imaginan un western feminista donde el sheriff Woody se enfrenta a la masculinidad tóxica? ¿O al Señor Patata autopercibiéndose como una mazorca de maíz? De la que nos hemos librado.

«Get Woke Go Broke» hasta el infinito y más allá

Sin duda, cuando Lightyear llegue a Disney+ los números mejorarán pero la leche ya no se la quita nadie. Siempre les quedará el consuelo de la prensa amiga que asegura que «Lightyear reafirma, tras años de hipocresía, el compromiso de Disney con la diversidad y la inclusión», que queda muy bien para presumir en la junta de accionistas y en los medios de comunicación.

Pero usted y yo sabemos lo que ha pasado: un Get Woke Go Broke hasta el infinito y más allá. El pobre Buzz Lightyear no se merecía esto, aunque si Disney lo manda al paro siempre podrá currar en el Ministerio del Aire y del Espacio luchando contra el emperador Zurg y los poderes ocultos que ve Pedro Sánchez.

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6 comentarios

  1. Tiene razón, señor Kaplan. El “problema” no es el beso, que no le interesa a nadie. Es la matraca que dan con meter la ideología de género con calzador en todos sitios. Por mí que sigan así, pero luego que no lloren por los resultados que ya saben que esto pasa siempre.

  2. Hola Señor Kaplan, había leído sobre la polémica de esta película y ya me imaginaba su fracaso, todo un visionario je je. Con esto de quedar bien con todos están perdiendo a su público más fiel, como yo, que me crié mirando Disney y Toy Story es de mis pelìculas favoritas.

    1. Efectivamente, no se dan cuenta de que esto no suma público sino que lo resta. Un saludo desde el otro lado del charco, Lisandro.

  3. Curioso que ese lema no se aplique a Barbie, infinitamente más Woke que Lightyear. A ver si va a ser que el beso no ha tenido nada que ver en su fracaso y que películas infinitamente más politizadas han vendido como rosquillas…

    1. En Lightyear hay varias causas para ese fracaso, como explica el artículo. El caso de Barbie es particular ya que la propaganda y el marketing se ha dedicado a quitarle importancia a lo woke (hay otro artículo sobre ella por si lo quiere ver), pero la norma es que todo lo que huele a wokismo espanta al público, con algunas excepciones (me viene a la memoria el último Bond, otro pelotazo de taquilla).

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