La llamada «ley trans» que acaba de aprobar el gobierno de España ha marcado un nuevo hito en la guerra cultural. El grado de desinformación y manipulación por todas las partes implicadas sería digno de un estudio serio, sosegado y profundo, algo que no va a encontrar aquí, Dios nos libre, y que es mucho pedirle a estos tiempos en que la verdad es lo de menos y lo único que importa es dejar al enemigo agonizante en un charco de sangre. Y más cuando los contendientes de esta lucha se caracterizan por un odio cerval entre ellos y creen que su supervivencia pasa porque el otro bando exista, si no hay más remedio, pero que sea en la otra punta del sistema solar. Todo de lo más surrealista… como algunos de los postulados de la propia ley. Necesaria no sabemos, pero ideológica a tope.
Esta tergiversación interesada de la «ley trans» explica que, diciendo cosas muy preocupantes, esté siendo juzgada por cosas que no dice en absoluto. Y que los mismos que se llevan las manos a la cabeza por eso que sí dice —la autodeterminación de género y la obligatoriedad de las terapias afirmativas— y lo que no dice —los tratamientos hormonales a menores— se olviden de que todo eso ya existe en muchas de las catorce autonomías que cuentan con legislación específica LGTBI o trans, copia y pega unas de otras y aprobadas por partidos políticos que ahora se escandalizan por una norma estatal que solo redondea las otras. Y no miramos a ningún Partido Popular.
Otra genialidad del PSOE y de Podemos
A esa antipatía que despierta la «ley trans» influye, y no poco, que estén detrás PSOE y Podemos, la mayor coalición de progreso que los siglos han visto para desgracia nuestra. Los mismos que han parido una ley para proteger a las mujeres que pone a los delincuentes sexuales en la calle y otra contra el maltrato animal llena de genialidades como castigar con hasta un año y medio de cárcel matar a una rata en casa. Como para fiarse de esta gente.
Al cóctel hay que añadir la saña de quienes más se oponen a la ley y están más interesados en hundirla. Y no, no es la ultrasecreta asociación cristofascista paramilitar El Yunque de la que todos hablan pero que nadie conoce, y que se supone que conspira desde las sombras para devolvernos a la Edad Media. No, son las feministas radicales, hegemónicas, de cuarta ola, las que se lo han sabido montar o como usted quiera llamarlas. Que dan tanto miedo como El Yunque ese.
Esta amplia facción del feminismo piensa que las leyes trans pretenden borrarlas y fulminar sus derechos conquistados (dicho de otro modo, que tendrían que compartir sus privilegios de género y el favor de los políticos y medios). Los partidarios de la «ley trans» las llaman TERF y puede leer en este mágico artículo sobre Harry Potter y las polémicas con su autora cómo se las gastan los dos bandos, que se acusan el uno al otro de transfobia y de misoginia respectivamente. Una fiesta.
Un mal momento para las leyes trans
Lo cierto es que las leyes trans no viven su mejor momento. Países que proclamaron orgullosos legislaciones similares como Suecia, Finlandia o Reino Unido están reculando tras varios escándalos que han alarmado a la opinión pública. La primera ministra de Escocia acabó dimitiendo tras la polémica por una trans que había violado a dos mujeres antes de cambiar de género y que había sido destinada en principio a una cárcel femenina. En España, el Ministerio del Interior se niega a aclarar si Jonathan de Jesús Robaina, que asesinó y violó a su prima antes de emprender un proceso de cambio de sexo, está o no en una cárcel de mujeres. Vamos, no pillaron a Marlaska por los muertos de Melilla, lo van a pillar por un trans.
Por otro lado, la clínica Tavistock, centro de referencia británico en el tratamiento médico de la disforia de género a menores, pasó de ser un ejemplo de los avances LGTBI a clausurarse tras un millar de denuncias por no ser «una opción segura». Muchos de los niños y adolescentes atendidos padecían autismo, depresión u otros problemas que podrían explicar el rechazo a su cuerpo. De haberse tratado de otra forma se podría haber evitado que muchos de ellos iniciaran un proceso médico irreversible.
Solo terapias afirmativas
Y aquí es donde radica uno de los puntos más polémicos de la nueva norma española. Con el ánimo, dicen, de despatologizar y no estigmatizar la transexualidad, ese «de otra forma» estaría terminantemente prohibido por ley y se consideraría una terapia de conversión. Solo se permitirán las terapias afirmativas, que llevan a los bloqueadores de la pubertad, una medicación de por vida y a eso que eufemísticamente se llama cirugía de reasignación de sexo. Con una vuelta atrás más complicada que el regreso de Macarena Olona a Vox.
Existen varios libros que alertan de los peligros de cambiar de sexo tan alegremente: Un daño irreversible, La estafa del transgenerismo y Nadie nace en el cuerpo equivocado. Los tres han sido sistemáticamente boicoteados por el activismo queer que también la emprendió contra el CGPJ cuando emitió un informe crítico a la «ley trans». Que nos quejamos de las feministas radicales pero las amigues LGTBI no vean la mala leche que se gastan en nombre de los derechos humanos.
El doble de personas trans en España en cinco años
Alineadas con algunas de las tesis de estos libros, las feministas tradicionales afirman que estas legislaciones tienen un peligroso efecto contagio que lanza a las personas con problemas de identidad sexual, en su mayoría mujeres y jóvenes, a los brazos de los tratamientos hormonales y quirúrgicos.
Y como consecuencia de ello el número de personas con disforia de género se ha disparado en España. Según los datos de la muy TERF Confluencia Feminista si hace cinco años se estimaba que había unas 10.000, la cifra supera ya las 21.000. Y eso solo contando los datos de la sanidad pública. Si le sumamos los de la privada la cifra podría ser mucho mayor.
Autodeterminación de género libre desde los 16 años
La «ley trans» proclama la libre autodeterminación de género en el Registro Civil y en el DNI a partir de los 16 años sin autorización paterna ni informes médicos, pero no menciona nada de hormonas ni tratamientos médicos, salvo a menores intersexuales en su artículo 19, cuya ambigua redacción en el segundo punto tampoco inspira toda la confianza del mundo.
Por tanto, la parte buena es que no hará falta hormonarse para cambiar la identidad de género en el Registro Civil. La mala es que, con las facilidades sanitarias que dan las comunidades autónomas, puede animarles aún más a hacerlo. Y si tenemos en cuenta que cualquier tratamiento psicológico que no reafirme la nueva identidad de género estará prohibido, pues qué quieren que les diga. Agárrense, que vienen curvas.
Ser trans está de moda
Solo unos datos. Si hacemos caso a las también muy TERF Feministas de Cataluña, los trans en esa región se han incrementado en un 7.600%, especialmente desde que se aprobó la ley autonómica en 2014. El servicio Trànsit de la Generalitat, según estas feministas catalanas, no denegó tratamiento hormonal a ninguna de las personas que lo solicitaron y un 87% lo obtuvo en la primera visita.
La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria piden prudencia y más acompañamiento ante lo que consideran un boom de adolescentes que se declaran trans porque «está de moda». Los activistas LGTBI, en cambio, lo ven fantástico porque, según ellos, es un derecho universal y reducirá los problemas psicológicos de las personas con disforia de género que, paradójicamente, la OMS no considera ya un trastorno mental. Antes hemos dicho que vienen curvas. Rectificamos: lo que se nos puede echar encima es un tsunami.
El fin del Patriarcado ha llegado
Tras este artículo entendemos la lógica preocupación del lector ante la «ley trans». Pero dejemos de lado los miles de niños y adolescentes con problemas de identidad sexual y/o trastornos mentales que pueden arrepentirse después de tomar una decisión equivocada sin vuelta atrás. Allá ellos si no comprenden el muy progresista avance que los políticos han puesto a su disposición sin considerar el detalle de que les puede arruinar la vida.
Pensemos ahora en nosotros, hombres cisheteropatriarcales hechos y derechos. ¿Qué tenemos que hacer, Kaplan?, me parece oírles preguntar. ¿Nos postulamos del lado de las feministas TERF sabiendo que son las mismas que nos machacan con el Patriarcado y el machismo día y noche? ¿O aplaudimos a las feministas LGTBI que niegan la tránsfoba biología y tienen sueños húmedos ante la perspectiva de cambiar el sexo de los niños/niñas/niñes?
Solo hay una solución y, bien mirado, es lo mejor. Tenemos que ponernos del lado de la «ley trans». No queda otra, amigues. Tenemos que asumir de una vez por todas que las feministas tienen razón, que los hombres somos los causantes de todos los males y que solo un mundo de mujeres puede hacernos avanzar. Somos responsables de múltiples discriminaciones y del terror que sienten ellas cuando salen por la noche solas y borrachas. Hemos instaurado una cultura de la violación. Todo lo que hacemos es machista y merece castigo. Los medios de comunicación no hacen más que recordarnos lo maravilloso que es el género femenino y lo tóxica que es la masculinidad tradicional. El Patriarcado va a caer, proclaman las feministas. Pues bien, que caiga de una vez.
47 millones de mujeres en España
Hasta ahora la única opción era hacernos a un lado y volvernos aliados. ¿Pero para qué quedarnos con las migajas que nos ofrecen las mujeres, como si fuéramos sus perritos falderos, pudiendo ser mujeres de pleno derecho?
Deje de ser un mindundi en el deporte. Si compite en las categorías femeninas puede ser el mejor, perdón, la mejor. ¿Y para qué sentir el miedo permanente a una ley de autor como es la LIVG? Si es mujer ya no se la podrán volver a aplicar. Además, sin hombres desaparecerán esa y todas las demás lacras machistas.
¿Y sabía que hay al menos 475 beneficios legales que solo poseen las mujeres en la España patriarcal? Puede consultarlos en esta página si no nos cree. Es hora de disfrutarlos plenamente.
Por tanto, y como gracias a la «ley trans» cambiar de sexo no precisa más que de un trámite en el Registro Civil, se puede realizar todas las veces que se desee y nadie va a cuestionar nuestra palabra he aquí la solución definitiva: seamos todas mujeres. 22 millones de mujeres más, 47 en total. El cien por cien de la población nacional. Todas abrazadas a nuestras nuevas compañeras de género. Desnudas, libres, iguales. Que la sororidad corra por las venas y los penes.
Y pobre del que nos diga que no somos auténticas mujeres. La «ley trans» lo deja bien claro: hasta 100.000 euros de multa si nos sentimos acosadas y discriminadas. Y si no, delito de odio y cárcel para el tránsfobo que dude de nuestra sincera autodeterminación de género.
Seres de luz gestantes y no gestantes
Cuánta razón tiene Irene Montero cuando dice que esta ley es «histórica», tanto como el cisma que ha provocado en el feminismo pero, bueno, nadie es perfecto. Todas seremos seres de luz. Seres de luz gestantes y seres de luz no gestantes. Como diría Fernando VII si viviera en nuestra época: «Caminemos francamente, y yo el primero, por la senda de la disforia de género».
No puedo esperar al 8M, el primero al que asistiré como mujer, presumiendo de discriminaciones positivas. En cuanto te vea, Irene, te voy a dar las gracias. Pero por si acaso ve con escolta. Porque como te pillen las feministas te van a dar otra cosa.
Yo es que de esta ley me espero lo mismo que de las dos que se comentan en el artículo. En cuanto se empiecen a aplicar y se vean los efectos reales empezarán los madre mía y los no se podía saber. Eso sí, para cualquier ayuda o consulta aquí me tienes, hermane. Sororidad a tope.😂😂
Luego se llenará todo de «efectos indeseados» que dirían los del PSOE y las manos a la cabeza. ¡Gracias, hermana, no esperaba menos! Nos vemos el 8M en la batalla campal, digo en la manifestación feminista xD
Hola Señor Kaplan, como me he reído con su artículo y lo peor es que los verdaderos problemas que padece la sociedad siguen sin resolver. Lo bueno de esta ley es que divide al feminismo y ya me imagino a los abusadores frotándose las manos. Ya me estoy preparando para cuando esta ley se apruebe en mi país.
Prepárese, amigo Lisandro, que ya sabe que las locuras de aquí se pasan allá, y viceversa, como vasos comunicantes. Un abrazo desde España.