Que conste que nosotros le pusimos toda la ilusión. Empezamos el nuevo año deseando un mundo mejor para convertir Kaplan contra la censura en una bitácora en la que la única batalla cultural y política se librara entre almohadas de plumas y con What A Wonderful World sonando de fondo. En medio de esa expectación que conlleva todo lo recién estrenado brindamos por los nuevos propósitos y aplaudimos con brío la Marcha Radetzky. Pero ya el hecho de encomendarnos a un concierto que fue idea de Joseph Goebbels y que ofende cada año a los justicieros sociales porque no salen músicos negros presagiaba que esto no podía salir bien. Efectivamente, nuestra casi media docena de buenos deseos han durado menos que una inscripción en enero al gimnasio o que una piñata de Pedro Sánchez.
1. Que el gobierno de España sea decente
Precisamente, por culpa de esa piñata el PSOE ha vuelto a demostrar que está a años luz de recuperar el sentido común, suponiendo que lo tuviera alguna vez. Las manifestaciones en la calle Ferraz contra la ley de Amnistía culminaron con unas uvas reivindicativas en las que cientos de asistentes se quitaron el frío poniendo fino al partido del gobierno y a su líder supremo.
En la apoteosis de la celebración, una piñata que algunos dicen que representaba a Pedro Sánchez fue vilmente apaleada. El PSOE —que buscaba distraer como fuera a la opinión pública de sus felaciones hasta la garganta a Puigdemont— puso el grito en el cielo por este, por lo visto, espantoso acto criminal que han denunciado ante la Fiscalía por delito de odio y que han llegado a comparar con una incitación al magnicidio. Hacen bien. Seguramente, los tipos que se cargaron al archiduque Francisco Fernando y a JFK también practicaron antes con una piñata.
2. Que Disney deje de ser woke
En cualquier otra época, una nueva película de Star Wars sería una buena noticia. Pero con Disney entregada al wokismo, al feminismo, a la inclusión, a la diversidad y la representación de cualquier minoría en pepitoria, el anuncio de devolver la saga galáctica a las salas de cine solo puede entusiasmar a los locos que aúllan de placer cada vez que ven encenderse un sable láser, algo de lo que Freud tendría mucho que decir.
Sharmeen Obaid Chinoy es una realizadora pakistaní especializada en cortos y documentales sociales sobre mujeres. El foro de Davos (sí, ese foro de Davos) la considera una de las creadoras más influyentes y está conectadísima con el Hollywood más woke, que le ha dado dos Oscar. Dirigió un par de episodios de una de las series de Marvel más soporíferas e intrascendentes pero, eso sí, más inclusivas: Mrs Marvel. Para el próximo año le han encargado un nuevo film de Star Wars retomando el personaje de Rey, ya empoderadamente controvertido, por decirlo con elegancia.
Tras medio siglo de películas dirigidas por machirulos, la directora declaró que «ya era hora» de que las mujeres tomaran las riendas de Star Wars y que se sintieran parte de este universo, como si no hubiera ya millones de fans femeninas. Y como se ve que a la señora le gusta hacer amigos, también señaló que disfrutaba haciendo sentir incómodos a los hombres. En su trono, la emperatriz Kathleen Kennedy debió de asentir con satisfacción: «Excelente, todo se va cumpliendo según lo planeado».
3. Que los partidos políticos peleen menos entre ellos y piensen más en los ciudadanos
Este buen deseo de año nuevo era más difícil que conseguir la paz en el mundo o que Kaplan se fuera de copas con una feminista. En diciembre, un barco de bandera liberiana, armado en Bermudas, propiedad de una naviera alemana con sede social en Chipre perdió cerca de Portugal seis contenedores, uno de ellos con varias toneladas de microplásticos en forma de bolitas (pellets) que procedían de una empresa hindú pero empaquetados en Polonia. Los pellets acabaron llegando a las costas gallegas con la culpa repartida por medio mundo y sin saber qué había en los otros cinco contenedores perdidos.
El fantasma del Prestige salió de su tumba, solo que si en aquella ocasión la izquierda tuvo claro que la culpa de los hilillos de plastilina era del gobierno de Aznar, ahora —que gobierna el PSOE— se la ha echado al ejecutivo autonómico del Partido Popular, más que nada porque dentro de un mes hay elecciones en Galicia y un desastre medioambiental siempre viene bien para rascar votos.
Como resultado de una operación política que todos tienen claro, nos encontramos con un despropósito a derecha e izquierda en una carrera hacia la incompetencia sin ganador claro. Las playas se llenan de bolitas mientras autonomía y gobierno central piden colaboración mutua al tiempo que no colaboran y se critican continuamente, y donde ecologistas supuestamente apolíticos le bailan el agua a oportunistas progres del buitreo como las Juventudes Socialistas —que han intentado hacer pasar un pez de Sri Lanka lleno de pellets por uno de Galicia— o como Yolanda Díaz e Íñigo Errejón que fueron a ayudar un rato (el que tardaron en hacerle las fotos los periodistas) a los voluntarios que recogen las plásticos de las playas.
Tenemos suerte de que las bolitas no parecen demasiado tóxicas. Si llega a ser uranio enriquecido la costa gallega acabaría con morriña radiactiva, con la derecha haciéndose la loca para minimizar las mutaciones atómicas y con la izquierda buscando la rentabilidad política sin ningún escrúpulo, haciendo pasar fotos de Chernobyl por la ría de Arousa.
4. Que la inmigración se afronte sin postureo buenista
2023 terminó con un acuerdo de la Unión Europea para endurecer su política migratoria y con países como Reino Unido o la multicultural Suecia impulsando leyes contra los sin papeles ilegales (personas migrantes en situación irregular, según la neolengua políticamente correcta). Y nada más empezar el año, la derecha catalana exigió las competencias del Estado en inmigración para poder expulsar a los inmigrantes que reincidieran en la delincuencia y evitar que la alcaldesa de Ripoll (una independentista que no le pasa ni una a la religión de los que no comen jamón) entre a lo grande en el Parlament de Cataluña.
Pero no se engañe, el tema está peor que nunca. Esto son solo los parches de unos políticos a los que han desbordado años de buenismo (y les ha quitado votos, que es lo que más les preocupa). Si visualiza una mecha acercándose a un polvorín tendrá una visión más exacta de la situación. Aún duraba la resaca de año nuevo cuando se produjo un incendio en un centro de menas de Madrid tras una pelea entre jovenlandeses negros y marroquíes. Y siguiendo en Madrid, hemos sabido que el aeropuerto de Barajas tiene sus salas de asilo colapsadas a diario por marroquíes, que llegan a escaparse ante la pasividad del Ministerio de Interior.
Y sin movernos aún de la comunidad madrileña, en Alcalá de Henares, tras varias reyertas entre subsaharianos y denuncias por agresiones sexuales a mujeres del municipio, su alcaldesa ha denunciado el «descontrol» de las políticas de Pedro Sánchez, que sacó a miles de inmigrantes de Canarias para repartirlos por España. Se habla de 1.200 solo en esta localidad, 300 menas de propina y una total falta de transparencia y comunicación por parte del gobierno. Teniendo en cuenta que en 2023 llegaron 40.000 sin papeles a Canarias, podemos prepararnos para una fiesta multicultural de las que hacen época.
Así que mucho nos tememos que nuestro buen propósito con la inmigración tampoco se va a cumplir. La mecha se acerca al polvorín, la izquierda llama nazis a los que quieren hacer algo ante una situación que no hace más que empeorar y la gente de a pie se está cansando de que los medios de prostitución, antes de comunicación, escondan esta incómoda realidad y solo hablen de la gran labor de las ONG rescatando pateras en el mar. Si en 2024 no salta todo por los aires será solo porque la mecha es más larga de lo que parecía.
5. Que haya menos borregos virtuales
Está previsto que este año la Inteligencia Artificial siga avanzando y dejándonos maravillados. O acojonados, según se mire. Se supone que pronto nos superarán en casi todas las áreas y entonces sabremos si Terminator es una película de ciencia ficción o una profecía de Nostradamus. Con unas sociedades cada vez más enganchadas al narcisismo virtual, al barro en las redes sociales y desapegadas de la realidad no parece que vayamos a estar a la altura en esta carrera hacia el futuro.
Tal vez por eso nuestro último buen propósito fue el primero que se nos vino abajo nada más empezar 2024, con las celebraciones en los Campos Elíseos de París. Bueno, lo de celebración es un decir. Lo que vimos fue un bosque de teléfonos móviles más pendientes de grabar la entrada del año nuevo que de festejarlo. Ni los fuegos artificiales sacaron al rebaño robot de su ensimismamiento. Aquello parecía un especial de Nochevieja de Black Mirror.
Las críticas llegaron a través de las redes sociales ya que la imagen, obviamente, se hizo viral. En el colmo de las paradojas recurrimos a los mismos teléfonos móviles para difundir, comentar, discutir, bromear y denunciar la deshumanización a la que nos somete la tecnología y conseguir de paso el mayor número posible de likes.
Si después de leer esto le entran ganas de estrellar su móvil contra la pared quiere decir que usted aún es humano, pero ya que ha llegado hasta aquí espere al menos a leer el último párrafo.
Y es que no queremos acabar siendo pesimistas. Hay que ver siempre el vaso medio lleno aunque esté roto y el agua se salga por todas partes. Es cierto que los buenos propósitos de este año nuevo no van por buen camino. Pero no se desanime: en doce meses tendremos la oportunidad de volverlos a desear. Y a lo mejor ya nos los hace directamente una inteligencia artificial y resultan más asequibles.
Mire usted que los propósitos de Año Nuevo suelen durar poco, pero en este país nos superamos cada día. Llevamos solo medio mes y ya hemos visto cosas que si las pone Berlanga en una peli ni nos las creemos. ¿Qué nos esperará el resto del año? No tengo mucha esperanza en que recuperemos la cordura
Me temo que tiene usted toda la razón, Merce. La cordura y el género humano van por caminos distintos.
Empieza usted el año de lo más optimista, sr. Kaplan…
¿Verdad? Si es que lo tenemos todo de cara. Un saludo, Valentín.
Y eso que no ha tocado el tema del fútbol femenino…
Es curioso que diga eso porque el tema sí salía, pero en la revisión del texto suprimí esa parte. Aquí lo tiene en rigurosa exclusiva:
«Nuestro tercer buen propósito para el año nuevo tenía como protagonista a la futbolista que ha rentabilizado un beso más que nadie desde que Judas recibió sus treinta monedas. De momento, ella ha recibido 30.000. Esos son los euros que se rumorea que ha cobrado por, tal como el Gobierno quería, aparecer en las uvas de Nochevieja y soltar una arenga feminista. Por si las moscas, Ramón García y su capa se mantuvieron a una distancia prudencial de la jugadora, no fueran a llevarse también una denuncia.
»Pocos días después, la futbolista apareció en los avances del programa Planeta Calleja, donde nos darán la siguiente tanda de brasa empoderadora. En él se quejó de que el ex entrenador Vilda les hacía dormir en las concentraciones con la puerta abierta. En ese momento, la opinión pública se volvió a polarizar. Unos escandalizados por tanto control —similar al de los jugadores masculinos, que no se han quejado jamás— y otros pensando en tijeras de las que no cortan y en películas como Seis suecas encerradas en un internado femenino».
Hola Señor Kaplan Feliz Año Nuevo para usted y su familia. No puedo hablar de la realidad española porque no nací ni vivo allí pero sí le puedo hablar de la realidad de mi país, Argentina, que estamos viviendo una verdadera película de terror. Todos los problemas que veníamos padeciendo pero multiplicados el doble (Inflación descontrolada, salarios congelados, despidos, violencia) es lo que nos ha traído el Año Nuevo y el nuevo gobierno, que me están haciendo extrañar a los anteriores y eso de que fueron un desastre.
Feliz Año Nuevo también para usted y los suyos, amigo Lisandro. La verdad es que no pintan bien las cosas en su país. Veremos si Milei lo arregla o lo hunde del todo y acaba haciendo volver al kirchnerismo en olor de multitudes, que no sé que es peor.