No es una sorpresa que la izquierda suele detestar lo que no puede usar para demostrar su superioridad moral y atacar a los que no piensan como ellos. El fútbol, el nuevo opio del pueblo, patriarcal y capitalista, es uno de sus anatemas. Y más si gana la selección porque une al país y hace feliz a la gente. Y eso jamás, que la revolución exige que estemos enfrentados y cabreados. Así que siempre intentan llevar el fútbol a su guerra particular aunque en el proceso eclipsen lo deportivo, cosa que les da igual. La jugada les salió redonda con el mundial femenino y el beso de Rubiales. Ahora lo han intentado repetir con la Eurocopa de Alemania a cuenta de la inmigración y el racismo, pero esta vez se han estrellado y les ha ido peor que a los rivales de la Roja.
A diferencia de las jugadoras que siguieron el juego a los políticos y al feminismo yendo de víctimas, la selección masculina no ha pasado por el aro ni la sociedad española se ha dejado llevar por la manipulación ideológica que hizo que lo que debía ser una explosión de alegría, ganar un mundial, se convirtiera en un motivo más de crispación social y encabronara a media España contra la otra.
La Roja arrasa
Aupada por un país ansioso de buenas noticias, la selección masculina ha ido a lo suyo: ganar con brillantez su cuarta Eurocopa dejando por el camino a las vacas sagradas del continente: Italia, Alemania, Francia y la pérfida Albión. Si esto pasa en la época de Felipe II ahora mismo seríamos los dueños de Europa. Por si fuera poco, en las celebraciones, los jugadores reivindicaron jocosamente la españolidad de Gibraltar, en un feliz salto atrás en el tiempo muy alejado del bienquedismo de ahora para disgusto del gobierno gibraltareño que se ha ofendido mucho, cosa que nos la suda tanto como a Rodri y Morata.
Y mientras el país se iba emocionando con los éxitos de la Roja como no se veía desde los tiempos de la triple corona, hasta el punto de que incluso los independentistas catalanes buscaban alguna explicación para ese amor repentino por los colores de España, la izquierda se fijó solo en dos jugadores: Nico Williams y Lamine Yamal. Pero no por la pedazo de Eurocopa que se estaban marcando sino por ser descendientes de padres ghaneses y marroquíes y dar así la turra con la inmigración, mantra progre por excelencia.
Obsesionados con el color de la piel
El progresismo español se obsesionó tanto con el color de la piel de Nico y Lamine y el supuesto odio que eso provoca entre la gente de derechas, que al final la que ha quedado como racista ha sido la propia izquierda que se ha tirado toda la Eurocopa hablando de ello y de nada más. Tampoco se han lucido Bertrand Ndongo, el negro de Vox más desafortunado que nunca, o Vito Quiles que consideró «una broma de mal gusto» que estos jugadores estuvieran en la selección, aunque justo es decir que rectificó después, a diferencia del progresismo que ha vuelto a quedar con el culo al aire, casi tanto como la muy comprometida selección francesa viendo como le pasaba por encima la furia española.
El país vibraba con estos dos jóvenes jugadores que estaban haciendo historia junto a sus compañeros, pero la izquierda no hacía más que recordarnos su origen inmigrante, con momentos tan ridículos como cuando Irene Montero, que seguramente no habrá visto un partido de fútbol en su vida, celebró dos goles de los jugadores racializados cuando uno lo había marcado Dani Olmo, tan racializado como un blanco con la cara pintada de negro.
La Eurocopa politizada que nadie quería
A la ex ministra de Igualdad y nueva experta futbolera se le ha visto demasiado el plumero. Nada más terminar la Eurocopa publicó otro tuit de los suyos: «España feminista, España antirracista. ¡Viva España!». «La Selección Española de Fútbol masculino ha dado una lección de diversidad al igual que la Selección Española de Fútbol femenino nos dio una lección de feminismo», incidió en la turra Ione Belarra. Aunque más espectacular fue el tuit de Pablo Echenique, una parrafada eterna —maldito Elon, ¿por qué hiciste las cuentas verificadas?— en el que relaciona la victoria de la Eurocopa con la valla de Melilla, las devoluciones en caliente, el pacto migratorio europeo, la reforma de la Ley de Extranjería y el racismo institucional. Su tuit es el camarote de los Marx en versión migratoria.
Con el gobierno intentando acallar las críticas contra la inmigración ilegal, también el PSOE se puso manos a la obra mezclando churras con merinas: «Cada gol de Lamine Yamal es un gol en la extrema derecha. Cada gol de Lamine Yamal es un gol en el racismo», dijo el líder socialista en Cataluña, Salvador Illa, intentando rentabilizar la admiración creciente por el jugador de Mataró. Fonsi Loaiza, conocido periodista-activista de la extrema izquierda, que se hizo famoso en la Feria del Libro por gritar contra el fascismo de una mamá con carrito de bebé, hizo lo propio. Cuando Estopa cantó «¡Lamine Yamal, cada día te quiero más!», publicó un tuit: «El cántico de Estopa contra la extrema derecha». Acabó borrándolo. Era demasiado manipulador hasta para él.
«Sus padres vinieron de Ghana»
La obsesión del gobierno por relacionar esta Eurocopa con la inmigración alcanzó a la propia retransmisión de la final en Televisión Española. Juan Carlos Rivero, un hombre de la casa en el sentido más socialista de la expresión, soltó nada más marcar Nico Williams su golazo a Inglaterra: «Sus padres vinieron de Ghana». Solo faltó que cortaran la retransmisión para poner un anuncio de ACNUR o a Ismael Serrano cantando por la libertad de Palestina.
Susanna Griso quiso ponerse también una medalla antirracista hablando con el camarero del bar donde va la familia de Lamine Yamal, preguntándole si había visto mucho racismo contra la joven estrella. Y lo había visto, efectivamente, pero entre los propios marroquíes que no le perdonaban que hubiera elegido la selección española. Algo parecido pasó con Mikel Oyarzabal, el autor del gol que dio el título a España. Mientras la izquierda se quejaba de que la derecha lo llamaba etarra por ser vasco, lo cierto es que eran los propios abertzales los que renegaban de él, con pintadas llamándole traidor en el pueblo de su madre. La matrix progre temblaba. Nada salía según lo previsto.
Ni Nico Williams ni Lamine Yamal recogieron el guante ideológico de la izquierda. En vez de marcarse un Ana Peleteiro y dar la brasa con el racismo en España siguieron jugando, ganando y celebrando. Encima, cuando le preguntaron a Nico Williams qué le pediría a Pedro Sánchez, este le pidió que bajara los impuestos. La matrix izquierdista ya no temblaba, se caía a cachos.
Políticos haciendo el ridículo
Vistos los resultados, desde Kaplan contra la censura aconsejamos con cariño no hacer oportunismo político con un éxito deportivo. Suele salir fatal. Y más aún cuando un político al que no le interesa el fútbol se quiere apuntar al carro de las felicitaciones.
Así, una Yolanda Díaz en horas bajas buscó el aplauso fácil escribiendo en sus redes: «¡CAMPEONES! Qué locura de Eurocopa. Habéis emocionado a todo el país durante un mes. Enhorabuena, sois los mejores». El problema es que Díaz tiene memoria de pez y las hemerotecas, en cambio, no tienen piedad. Tiempo atrás, en plena caza de brujas por lo de Jenni Hermoso, había pedido la destitución del seleccionador Luis de la Fuente por haber aplaudido a Rubiales. Menos mal que no le hicieron caso.
Peor fue lo de Mónica García. «¿Doctor, qué me pasa? Me he dado cuenta que me importa entre poco y muy poco lo que haga la Selección Española en el Mundial ¿Me lo hago ver?», publicó hace dos años. Ahora, supuestamente, se ha parodiado con este otro tuit: «Doctor, ¿qué me pasa? Me he emocionado viendo a la Selección Española ganar la Eurocopa». Si nuestra médica, madre y ministra ha descubierto que le emociona la selección solo si juegan negros le sugerimos alguna película de la serie Blacked. Se va a emocionar muchísimo más.
La selección lo celebra con el Rey y pasa de Pedro Sánchez
Frente a la utilización política y oportunista de la Eurocopa, la actitud de la selección ha sido ejemplar, en la línea del sentir de millones de españoles que se han alegrado dejando a un lado los intereses partidistas y celebrando una unión que no se ha fijado en el color de la piel de nadie, sino en el de una camiseta que nos representa a todos. Hasta el padre de Lamine Yamal, que atacó en su momento una carpa de Vox, se desmelenó con un «¡Arriba España!», expresión tabú para la izquierda que asocian a otros tiempos. La onda expansiva del involuntario mazazo se ha dejado sentir hasta en la tundra siberiana.
La puntilla vino cuando los futbolistas celebraron el título con el rey Felipe VI (otro símbolo de unión nacional) al tiempo que mostraron una frialdad glacial con Pedro Sánchez. No solo por el intento del gobierno de politizar la Eurocopa sino porque aún recuerdan cómo pasó de ellos cuando ganaron la Liga de Naciones, ya que Sánchez los veía como los hijos del defenestrado Rubiales y ni los recibió. Ahora, en cambio, se moría por salir en la foto. Las caras de estamos aquí porque no queda otra eran un poema mientras Sánchez, incómodo, ponía la mejor de sus sonrisas prefabricadas y escuchaba unos breves aplausos de obligada cortesía. Entre los que ni siquiera aplaudieron estaban Nico y Lamine. Unos minutos antes, Carvajal culminaba una Eurocopa perfecta dándole la mano al presidente con un desprecio que no se había visto desde que Aníbal se rindió a Roma.
Carvajal el facha, grande de España
Para los lamedores de ojete sanchista —que tanto aplaudieron a la alumna que despotricó en la Complutense delante de Ayuso o a Zapatero cuando no se levantó ante la bandera norteamericana—, esa falta de educación con el amado líder convirtió al defensa del Real Madrid en lo peor de la ultraderecha. Viendo que la casi cobra de Carvajal ha dado la vuelta al mundo, los sicarios mediáticos socialistas han criticado al futbolista sin piedad. El Huffington Post y El Plural, dos digitales devotos de Sánchez, le han dedicado al saludo de la muerte quince noticias entre los dos. En un solo día.
Y aparte de llamarle fascista, gañán y zafio, al pepinero del Real Madrid también lo han convertido en un modelo de masculinidad tóxica. Su celebración sin camiseta en Cibeles es un claro ejemplo de «masculinidad frágil» para aliades deconstruidos como David Calvo o Raúl Solís, aunque estamos convencidos de que hasta la más furibunda feminazi no lesbiana prefiere el torso musculoso y sudado de Dani Carvajal al de Raúl Solís.
Por cierto, Lamine Yamal mostró la misma efusividad que Carvajal al saludar al presidente. ¿También es de ultraderecha? La matrix progre no va a llegar viva al final del artículo.
Una Eurocopa perfecta
En definitiva, no se puede decir que la Eurocopa haya salido demasiado bien para los intereses progres. Ha unido a los españoles bajo la misma bandera, incluidos a muchos catalanes, y ha dejado en evidencia a la izquierda, obsesionada por el color de la piel de los jugadores. Por su parte, la selección ha despreciado a Pedro Sánchez y ha mostrado su cariño al Rey, ha cantado y bailado Potra salvaje apropiándose de un himno, supuestamente, feminista y, por añadidura, ha reivindicado Gibraltar en vez de quejarse del Patriarcado y exigir menos racismo estructural. Hace dos días, eran un orgulloso ejemplo de la diversidad multicultural de España. Ahora están a un editorial de El País de formar parte de la extrema derecha.
Y para culminar la goleada, un remate contra el feminismo, al estilo del de Mikel Merino a los alemanes en el último minuto de la prórroga. El programa Zapeando de La Sexta puso un vídeo de las celebraciones en el vestuario con Morata en calzoncillos y la imagen al fondo de un culo desnudo. La tertuliana Elisa Mouliaá —que tiene como tuit fijado un texto en el que se queja de que «el cuerpo de la mujer sea constantemente el foco de atención»— se vino arriba: «Pudimos ver el culazo de Dani Olmo. ¡Para muchas seguidoras esto sí crea afición!». Piensen por un momento en imágenes similares con las ganadoras del mundial en bragas y un machirulo hablando del culazo de Alexia Putellas. El infierno feminista desatado en la tierra.
Por suerte, los futbolistas de la selección masculina son tíos normales que se reirán del comentario y no mujeres rencorosas y manipulables capaces de todo con tal de acabar con el presidente de su federación.
Pues anda que no han dado la turra con el racismo y los racializados. Que hay incluso quien hablaba de ellos como inmigrantes o menas siendo españoles y viviendo con sus padres. Pero mire usted, les ha salido regulinchi. No se han dejado llevar por la corriente progre. Confieso que disfruté con la indiferencia que mostraron ante Sánchez. Si es que ese hombre ya solo le cae bien a los suyos.
Y yo creo que tampoco le aguantan muchos de los suyos (ya le echaron una vez) pero las tragaderas y los autoengaños socialistas son tan infinitos como el universo. Un saludo, Merce.
Cómo era de esperar, el poco efusivo saludo al presidente ya va dejando sus consecuencias por parte de la prensa afín: primero a por Carvajal y ahora ya son varios los que critican la celebración: que si un grupo de gañanes de despedida de soltero, que si apología del alcohol… ¡ Qué diferencia con otras celebraciones, como el mundial de las chicas o los desfiles del orgullo! , dicen.
Sorprendentemente quién se está librando de las críticas es… Luis de la Fuente! Vivir para ver.
Un saludo
Se libra de las críticas pero también tuvo que dar explicaciones por ser católico y tener fe. Esta selección es demasiado facha, que aprendan de las chicas, que son obedientes con el poder y los mantras de la izquierda. Un saludo.