Dicen que el patriotismo es el último refugio de los canallas. Algunos usan la Patria, en mayúsculas, cuando les conviene para justificarse, convencer y forzar la empatía escondiendo sus intereses detrás de la bandera. En nuestro buenista siglo XXI la solidaridad también podría ser otro refugio para los canallas. Se llenan la boca de humanidad cuando lo que hay son intereses políticos. Y con el chantaje emocional nos cuelan la bomba de relojería de la inmigración descontrolada. Es lo que pasa con los famosos menores extranjeros no acompañados, vulgo menas. Y pobre de usted si no se enternece con estos pobres niños. Se pondrá en su contra toda una maquinaria propagandística que le hará sentirse la peor persona del mundo.
En mayo de 2021, el jefe del Frente Polisario fue acogido en un hospital de La Rioja. Marruecos se mosqueó y castigó a España permitiendo que miles de sus ciudadanos invadieran la frontera ceutí, entre ellos 1.500 menores no acompañados. En medio de una gran polémica, el gobierno planeó devolver 145 a Marruecos con las consiguientes denuncias de las ONG (a las que podrá ver ahora protestando contra el genocidio de Israel en Gaza) que acabaron con una sentencia del Supremo declarando ilegales las primeras de esas devoluciones por vulnerar la Ley de Extranjería.
La punta del iceberg de la inmigración ilegal
El hecho demuestra lo complejo del asunto. Con las leyes actuales, una vez el menor está en España es muy difícil devolverlo a su país y, en virtud del interés superior del menor que, olvídese del sentido común, no es el reagrupamiento familiar, hay que comérselo con patatas. Y si encima no se hace nada para frenar su llegada masiva, imagine el plan sin fisuras.
Para que se haga una idea, Canarias tiene ahora a unos 6.000 de estos menas, que están colapsando las islas junto a otros tantos miles de adultos. Solo en los dos primeros meses del año, las Afortunadas (es un decir) recibieron 11.700 inmigrantes ilegales, un 630% más que en el mismo periodo del año anterior, en el que también se batieron récords.
Aunque los apologetas de la inmigración no paran de hablar de mujeres y niños en situación de gran vulnerabilidad lo cierto es que la inmensa mayoría (el 94% en 2023) son varones adultos hechos y derechos, en torno a los 20 años, los llamados jovenlandeses ante la reticencia de los medios a no mencionar su origen cuando cometen un delito. Lo más parecido a niños son esos menas cuyas edades oscilan entre los 13 y los 17 años, aunque si se los encuentra solo de noche dándole al disolvente o al pegamento es muy posible que le parezcan cualquier cosa menos niños. Y si no sale por patas, la persona en situación de gran vulnerabilidad va a ser usted.
Blanqueados por la narrativa oficial
El buenismo le dirá que, pobrecitos, huyen de la guerra —según Ángel Expósito, de la COPE, también huyen del cambio climático y de Putin— y que están solos en la vida, lo que es cierto a veces. Pero otras muchas veces no. De hecho, ni siquiera son siempre menores de edad, pero lo dicen porque saben que así no se les repatriará. Y Marruecos, que es de donde llega la mayoría (el 67% en 2023), no está en guerra. Y tampoco están solos porque muchos están en contacto con sus familias que son las que los envían a España.
Al tiempo que la narrativa dominante nos quiere convencer de que «son nuestros niños», en palabras de la ex khaleesi Teresa Rodríguez, la creciente avalancha humana que se nos viene desborda el sistema de acogida y causa cada vez más problemas de inseguridad, que se minimizan, en uno de esos descarados ejercicios de manipulación informativa a los que estamos más que acostumbrados. El fin justifica los medios, que diría Maquiavelo, la ONU o el gobierno de España.
La realidad se abre camino
Pero la realidad es tozuda. Y una cosa es la idealización oficial y otra lo que viven los ciudadanos que, por lo general, prefieren vivir al lado de un apocalipsis zombi que de un centro de menas, como demuestran las continuas movilizaciones de vecinos. Algunas son ocurrentes —como la que ilustra este texto— y otras bastante surrealistas, como cuando un vecino de Batán pidió que cerraran el centro de menas después de aclarar que eran un barrio antirracista, antifascista y multicultural. Os queremos, sí, pero lejos.
Claro que, viendo el historial del centro, el cortocircuito mental de este votante de izquierdas es de lo más comprensible:
«Piden el cierre del centro de menores de Casa de Campo tras un nuevo atraco violento en Batán», «Ayuso mantiene el centro de menas de Casa de Campo pese a las quejas de los vecinos por el aumento de la delincuencia», «Los menas del centro de Casa de Campo roban a a los trabajadores del centro», «Un menor conflictivo del centro de menas de la Casa de Campo detenido tras amenazar de muerte a las educadoras y autolesionarse», «Reyerta en el centro de menas de Casa de Campo: dos menores detenidos y al menos un policía herido».
Y estos titulares salen de un centro de Madrid. Hay 1.200 por toda España, y si bien no todos son tan conflictivos, tampoco lo sabemos a ciencia cierta puesto que estas noticias se dan a cuentagotas y desaparecen pronto de los informativos. Nada más empezar 2024, una reyerta en otro centro de menas de Madrid provocó heridos y un incendio. La noticia se desvaneció, eso sí, entre quejas por no poner más medios para que los niños estuvieran mejor atendidos y espontáneas manifestaciones convocadas por la izquierda contra el racismo.
Mena, la palabra tabú
Pero, volvemos a repetir, la realidad es muy tozuda. Por mucho que se escondan las noticias incómodas, se llame nazis a los que no comulgan con la versión oficial y salgan expertos hablando de que provienen de familias desestructuradas, de que sufren graves problemáticas y de que hay que tener paciencia y dedicar más recursos a su integración —spoiler: la mayoría no se integrarán—, el rumor se ha convertido en un ruido ensordecedor hasta el punto de que la propia palabra mena ya es sinónimo de problemas. De ahí que se intente retirarla de la circulación e imponer eufemismos para ganar la batalla del lenguaje.
«En España se está produciendo un fenómeno de estigmatización creciente de los niños migrantes no acompañados en torno al concepto negativo MENA», se queja UNICEF. El Defensor del Pueblo lo considera una expresión «deshumanizante» que «cosifica», ya que «son niños por encima de todo». Para el periódico —de derechas— La Razón, «se ha convertido en una de las palabras más racistas del momento».
No crear alarma con los menas pero sí con el machismo
La Agencia Efe, en su manual de estilo, pide también que no se use el acrónimo y se refiera a ellos como menores, niños o niños y niñas (aunque casi no haya: el 96% son de sexo masculino). En el mismo manual, EFE aboga por evitar «las generalizaciones y las visiones estereotipadas» a la hora de hablar de la inmigración evitando generar «una falsa alarma». El párrafo queda muy bien, sobre todo cuando con la violencia machista EFE pide todo lo contrario: se evitará «presentarla como si se tratase de sucesos o de casos aislados», puesto que, ahora sí, es «un problema estructural de la sociedad». No hay nada como moldear la realidad al gusto ideológico y luego quejarse de la manipulación informativa de la ultraderecha.
Pero de momento la palabra sigue en boca de todos a pesar de los consejos de la ONU, del Defensor del Pueblo, de la Agencia EFE, de Save the Children, de Amnistía Internacional y del sursuncorda buenista. Es más, el acrónimo se ha lexicalizado y se usa la forma mena a diario. Pero sepa usted que si lo hace se arriesga a que le miren peor que a un yanqui diciendo nigger o que a un machirulo hablando de las tetas de Sidney Sweeny.
Lo que nos cuesta la solidaridad
Otro de los inconvenientes que no nos suelen contar sobre los menas es lo que cuestan al erario público, que somos usted, yo y unos cuantos millones de españoles pagando impuestos. Por eso el cartel de Vox para las elecciones autonómicas de 2021 escoció tanto: «Un mena: 4.700 euros al mes. Tu abuela: 426 euros de pensión/mes». En la imagen, se veía una entrañable viejecita al lado de un tipo con pasamontañas al que solo le faltaba un cóctel molotov. Quizá algo exagerado pero no menos que los clichés de niños con cara de pena con que nos bombardean los medios día sí día también.
«Esto solo tiene un nombre: fascismo», dijo en Twitter el entonces candidato Pablo Iglesias. «Estamos asistiendo a deleznables ataques contra un colectivo muy vulnerable», aseguró la médico y madre, Mónica García. El cartel fue denunciado por la Fiscalía de Madrid por incitar al odio, aunque la justicia no solo no lo vio así sino que reconoció que los menas eran «un problema social y político». Arcadio Díaz Tejera, juez, feminista y rojo según su cuenta de Twitter, replicó a la sentencia: «Los menas no son un problema social; son nuestra esperanza». ¿No se le cae una lagrimita al leerlo? ¿No? Ya le vale, es usted más facha que nosotros.
Bulos contra la realidad
Curiosamente, los mismos medios que denunciaron las falsedades del cartel llamándolo bulo, son los mismos que ocultan y tergiversan información sobre los menas para dulcificar su imagen pública. Además, incurrieron en otro bulo al criticar el cartel de Vox, ya que este no indicaba que un mena cobrara 4.700 euros al mes sino que eso era lo que nos costaba, lo cual es cierto. Cada institución que realiza el acogimiento residencial recibe de la comunidad autónoma correspondiente esa cantidad o una similar. El precio incluye el centro donde pernoctan los menas y el salario de los profesionales que los atienden y sufren su acoso en silencio para mantener su trabajo y no dar alas a la xenofobia. Por ese orden.
El PP y los menas de Canarias
El dinero público contante y sonante también se ha usado para reforzar la solidaridad y convencer a los gobiernos autonómicos del PP de que acojan a algunos de esos menas que desbordan Canarias. El Gobierno pagará 3.000 euros al mes por menor más una asignación adicional en función del esfuerzo. Y Feijóo ha aceptado sin poner muchos peros.
Como resultado, 400 menores extranjeros de las Islas llegarán a las comunidades gobernadas por el PP. Serán solo los primeros si se modifica la Ley de Extranjería que obligará a distribuir a los menores por España. Canarias y el gobierno ya pactaron repartir a 2.500 menas y eso teniendo en cuenta que Canarias espera 5.000 niños más los próximos meses. Suponiendo que lo sean, claro, que el 50% de los que dicen tener menos de 18 son mayores de edad, según el propio Gobierno de Canarias.
La rabieta de Vox y la felicidad de Sánchez
La consecuencia colateral de este pacto entre Feijóo y Sánchez ha hecho saltar por los aires los acuerdos de gobierno entre Vox y el PP en cinco comunidades autónomas. Los peperos rebosan ahora solidaridad con Canarias y celebran la ruptura con los ultras y la vuelta al centro centrado. Hasta Cayetana Álvarez de Toledo ha visto la luz de la moderación con los menas. Los voxeros, en cambio, hablan de ser coherentes ante la traición del PP, aunque algunos creen que Vox lo hace para mantener sus esencias ante la competencia de Alvise.
En cualquier caso, Sánchez tiene que estar feliz viendo a la derecha abierta en canal. Al menos así se lleva una alegría con tanto disgusto que le dan Ayuso y esos jueces fascistas que imputan a su mujer y le ponen peros a su maravillosa amnistía. En este duelo a garrotazos goyesco entre Feijóo y Abascal el que gana es él.
El equipo de opinión sincronizada (del PP) en acción
Otra consecuencia colateral del acuerdo con el PSOE es el blanqueamiento de los menas a cargo, ya no de la izquierda sino de los medios liberales y conservadores, que saben que el punto de vista de Vox sobre la inmigración está bastante extendido entre su parroquia. La propia Iglesia Católica se ha unido a la causa de presentar el reparto de los menas como algo necesario y usa a sus medios de cabecera —la COPE y Trece TV— para hablar de humanidad, solidaridad y valores cristianos a la hora de acoger a estos niños descarriados e indefensos. No habíamos visto tantos cameos de curas y obispos desde los tiempos del Concilio Vaticano II.
Detrás vienen los 500.000 inmigrantes ilegales que el gobierno quiere regularizar, también con el beneplácito de la Conferencia Episcopal y del Partido Popular, cuyos periodistas de cabecera están dándolo todo para convencernos de que hay que recibirlos con los brazos abiertos, como buenos cristianos. Que decimos del equipo de opinión sincronizada socialista, pero los tragasables mediáticos del otro lado tampoco se quedan cortos.
Un futuro de más a menas
Cuando dentro de algunos años España sea un polvorín como es Francia ahora y Francia haya saltado por los aires, todos los que nos vendieron tanta humanidad y buenos sentimientos se harán los locos. Atrás quedarán años de sermones sobre los derechos humanos, el aumento de las violaciones por culpa del machismo y el incremento de las agresiones sexuales de menores debido al porno. El pajaporte no funcionó. Quién lo iba a decir.
Y cuando el elefante no quepa en la habitación, los canallas que se cobijaron en la solidaridad habrán hecho mutis por el foro y muchos se preguntarán cómo hemos podido llegar a esto. Y, recordando el papelón de la Iglesia, más de uno se cagará en Dios. O en Alá, que igual es lo que estará de moda entonces.
Si es que solo hay que mirar un poco las noticias y ver todos los problemas que causan esos «jóvenes». Que no son todos, vale. Que cuando sale una noticia de un robo violento o una violación muchas veces son inmigrantes, también. No se van a integrar y en un futuro esto será un desastre. Y hay quien compara esto con los refugiados de Ucrania. Sí, lo mismo es. Mujeres y niños VS menores que no lo son comportándose como salvajes incivilizados. Es, ya me pueden llamar lo que quieran.
Efectivamente, para empezar los refugiados que han venido de Ucrania sí han sido mujeres y niños y está claro que huyen de una guerra. Con la inmigración ilegal africana no está claro nada de todo eso. Y ya que vengan sin identificación (muchos se deshacen de ella) nos tendría que hacer pensar.
Cuando los políticos ignoran una y otra vez lo que gran parte de la población percibe como un problema, llámese menas, inmigración irregular en general u okupación, es normal que aparezca algún iluminado que pesque en río revuelto. Luego vienen las alertas antifascistas, que vienen los nazis y demás…. Mientras no se aborde el tema con un poco de seriedad, veo un futuro a corto-medio plazo bastante incierto (yendo a su última frase, quién se cague en Alá lo tendrá que hacer muy bajito y a escondidas).
Off topic: Vergonzante y vergonzoso cómo se está tirando el tema de la Eurocopa y los goleadores «racializados»…
Toda la razón, amigo Valentín. Por cierto, qué bien se le da anticipar los temas del blog 😉 Un saludo.