En otros tiempos el asesinato de un niño habría traído la unión de toda España, estremecida ante la tragedia. Pero es que una década atrás la guerra cultural no nos había calado tanto y éramos mejores personas. En 2024 de lo que se trata es de machacar al que no piensa igual. Un pobre niño muerto es tan buena excusa como cualquier otra. Así que no se extrañe si el crimen de Mocejón, lejos de unirnos, ha tenido el efecto contrario: a diestra, bulos sin control; a siniestra, oportunismo sin escrúpulos. Y al fondo de la escena, esperando con las tijeras de la censura, el gobierno, al que todo esto le viene muy bien para acallar a un país que empieza a estar más quemado que la pipa de un indio, perdón, nativo americano, con la inmigración ilegal. España arde, y no es por el mes de agosto.
Mateo, de once años, fue acuchillado por un encapuchado en Mocejón, un pueblo toledano de apenas cinco mil habitantes. Aún coleaban los asesinatos, también a cuchilladas, de tres niñas en Southport a cargo de un británico de padres somalíes y los disturbios que ha provocado en el Reino Unido. Y, en Valencia, dos decapitaciones casi simultáneas también disparaban las alarmas, supuestamente cometidas por argelinos, aunque según la policía al menos uno de los asesinos es español. Nacido en España de padres españoles o extranjeros, o foráneos con nacionalidad española, esa que el robot del Ministerio del Interior regala como churros, vaya usted a saber. Nunca lo suelen aclarar a menos que se refieran a Lamine Yamal y Nico Williams marcando goles con la selección.
La derecha tuitera se corona con los bulos
Mientras las investigaciones policiales avanzaban, los sospechosos habituales del facha team se lanzaban a especular con la autoría del crimen. En pocas horas, Twitter se llenó de bulos empezando por El Puntual, esa cuenta que miente tanto que muchos creen que es falsa bandera y que sirve para detectar descerebrados viendo a los que se la toman en serio. «Un magrebí asesina a un niño de diez años cuando jugaba al fútbol con sus amigos», publicó al instante, como siempre, usando de fuente sus cojones morenos. Esa misma tarde, Dani Desokupa Esteve grabó un comunicado oficial urgente en el que aseguraba que «Ya sabemos de quién es culpa esto (…) dejamos entrar a los que dejamos entrar» y aprovechó para promocionar su curso de defensa personal, que nunca viene mal la publicidad.
El flamante eurodiputado Alvise Pérez también se sumó a las desinformaciones, con las supuestas declaraciones de los vecinos de Mocejón aludiendo al medio centenar de menas alojados en un hotel del municipio: «El pasado lunes 5 de Agosto llegaron al pueblo 50 africanos en un autobús que los dejó en el Hotel Pattaya. Somos menos de 5.000 personas y vivíamos tranquilos. Ahora hay violaciones, robos y el asesinato de este niño de 10 años». Espoleados por sus ídolos de barro, la derecha tuitera se desmadró. Algunos, muy interesadamente, soñando quizá en provocar un incendio social a lo Southport, que no solo los comunistas quieren ver el mundo arder.
El silencio de la izquierda
Que la familia usara como portavoz a un periodista vinculado a labores humanitarias con inmigrantes —y que lo primero que hizo fue pedir que no se criminalizara a los menas— aumentó la conspiranoia de los tuiteros más imaginativos. Según algunas teorías, el asesinato del niño habría sido una especie de ajuste de cuentas en el que estarían implicadas las mafias de la inmigración ilegal, las ONG que colaboran con ellas e incluso los yihadistas del 11M, ya que en Mocejón se desactivó una bomba en las vías del AVE. Ni un terraplanista puesto hasta arriba de setas alucinógenas llegaría a estos niveles de clarividencia.
Si durante las primeras 24 horas la derecha tuitera se vino arriba acusando sin pruebas a la inmigración y a los menas, resultó sospechoso el prolongado silencio del ala zurda de las redes sociales. El motivo estaba claro: ¿y si los fachas tenían razón y el autor del crimen era un mena? Con los precedentes tampoco era una idea descabellada. La detención de un chico de 20 años, con una discapacidad del 70%, acabó con la incertidumbre y con un mutismo en el que estaba sumido el mismísimo presidente del gobierno. Los progres respiraron aliviados. El presunto culpable era español y muy español, y sus padres también. Encima, iban a misa.
Tocaba revancha.
Los del bulo del culo dan lecciones de moral
Pablo Echenique fue uno de los que se acordó de tuitear en cuanto se supo que el sospechoso no era un inmigrante: «Pues parece que, después de múltiples bulos —que si era marroquí, que si había un centro de menores migrantes en el pueblo y demás basura nazi— el principal sospechoso de asesinar a un niño de 11 años de Mocejón sería un español mayor de edad». Los sospechosos habituales de las redes sociales —ahora del lado rojo— atacaron con saña a la ultraderecha deshumanizadora que, todo sea dicho, se lo tenían merecido por entrar al trapo como un elefante en una cacharrería.
La delegada del gobierno en Castilla-La Mancha, no se cortó un pelo: «Son miserables» que han aprovechado la muerte de un niño para soltar «todo su odio» en las redes sociales, «un vertedero de inmundicia». Los que defendieron el bulo del culo dando lecciones de moral. Los que ocultan a diario los problemas de la inmigración ilegal promoviendo la pornografía emocional de un discurso buenista y manipulador, hablando de la miseria moral de los demás. Ver para creer.
Señuelos para críticos con la inmigración ilegal
La contrarréplica conservadora no se hizo esperar. Desde los que se empeñaron en que el detenido era hijo de un rumano nacionalizado a los que decían que la culpa era de los medios por despistar diciendo que la policía había estado buscando a un rubio. Otros veían muy oportuno que el detenido resultara ser un tonto del pueblo con problemas mentales al que se podía usar muy bien como chivo expiatorio. El circo de los cuchillos —aparecieron tres posibles armas homicidas en pocas horas— y la actitud de ciertos vecinos mostrando su pena ante las cámaras para luego pedir entre risas una cerveza por haberlo hecho bien, no ayudaba mucho a relajar el ambiente. Y no piense que esto ha acabado. Tenemos la sensación de que el crimen de Mocejón aún puede dar algunas sorpresas.
Al hilo del bochorno de la parroquia facha, con espantadas y regresos con falsas noticias de suicidio incluidas como el del amigo de Alberto lo arreglo todo a hostias Pugilato, Alberto Caliu, mártir para unos y espantajo para otros. Rubén Pulido escribió un tuit previniendo de las «acciones de inteligencia» que fomentan «información distorsionada y señuelos» para que los ciudadanos que están contra la inmigración ilegal salten impulsivamente y queden desacreditados. Lo cierto es que viendo la cantidad de tarados que escriben sin pensar en las redes sociales, no hace falta currarse mucho los señuelos.
Una oportunidad de oro para la censura
Todo habría quedado en el enésimo sainete de nuestra batalla cultural si no fuera porque nuestro gobierno de progreso ha visto la oportunidad de aprovecharlo para ir a por eso que le es tan incómodo: la libertad de expresión, usando a un niño asesinado y el comodín de los delitos de odio, a los que hace cuatro años dedicamos una de nuestras entradas, anticipando que eran un cajón de-sastre y un arma cargada no de futuro como la poesía, sino de censura.
En plena crisis migratoria, con el país recibiendo inmigrantes y menas como si no hubiera un mañana para repartirlos por España, y con unas redes que —imbéciles y egocéntricos aparte— constatan el hartazgo creciente de buena parte de la sociedad, el gobierno socialista vio el cielo abierto para recuperar el relato aunque sea a la fuerza. El fiscal de Delitos de Odio ha propuesto perseguir los discursos de odio —o sea, cualquier opinión negativa sobre la inmigración—- por xenófobos y racistas, identificando, persiguiendo y prohibiendo el acceso a las redes sociales de quienes los promuevan.
El dudoso ejemplo de Southport
En Southport, el gobierno inglés ha detenido a cientos de personas con esa misma excusa. Juicios exprés y condenas de cárcel para los que protestaron por el asesinato de tres niñas. Oficialmente, por propagar el bulo de que fue un refugiado sirio e incitar al odio contra la inmigración musulmana, en una acepción del término odio bastante generosa. Un niño de once años está entre los detenidos. Y un ciudadano británico se pasará año y medio en prisión por preguntar «Quién coño es Alá».
La policía británica considera que el origen de todos los males no está en el descontrol de parte de la inmigración ilegal que entra bajo el paraguas del asilo político sino en el odio de las redes sociales, y clama por su control, o sea, su censura, en la línea de todos aquellos que le piden al nazi de Elon Musk que se deje de tanto libertinaje de expresión y se pliegue a las leyes restrictivas de la Unión Europea. Ay, aquellos buenos tiempos de los moderadores woke que expulsaban a Trump para beneficiar a Biden y te cerraban la cuenta en lo que tardabas en escribir maricón. Eso sí era democracia.
En España no hemos llegado aún a los niveles de la libertad británica (ni de la francesa, que acaba de detener al propietario de Telegram por no facilitarle al gobierno acceso a la red), pero tenga por seguro que si el asesino de Mateo hubiera sido un mena y hubiera saltado todo por los aires, Sánchez y sus perros fiscales no habrían dudado en implementar disposiciones similares por nuestro bien.
No hable de invasión, hable de que vienen a hacernos brillar
No olvide que aún están pendientes las medidas de regeneración democrática de Pedro Sánchez para frenar a los medios de ultraderecha. En cuanto nos descuidemos, el gobierno nos hará un pack medios /redes sociales que nos dejará las canillas temblando. Aunque parezca increíble, proteger a una inmigración descontrolada que no se va a integrar jamás es más prioritario que garantizar la libertad de expresión de los españoles que no pueden opinar en voz alta que nos invaden los magrebíes o que hay demasiados menas. En vez de eso tienen que emular a Silvia Intxaurrondo y proclamar, con una sonrisa beatífica de oreja a oreja, que vienen a aportar su talento para hacer brillar a la sociedad.
O bien aplaudir con las orejas al pirómano de Sánchez cuando proclama que quiere regularizar y dar trabajo a 250.000 inmigrantes de Mauritania, el 5% de su población. Un cuarto de millón de musulmanes que piensan que la mujer es un objeto, que matar homosexuales está bien y que la ablación genital femenina es una práctica de lo más correcta. Pero luego el problema será la extrema derecha en las redes sociales.
Con la excusa de acabar con los discursos de odio, la censura se convertirá en el mecanismo ideal para volver al consenso forzoso del cementerio. Que la izquierda tuitera y grupos como el Partido Comunista aplaudan estas iniciativas ya indica el gustirrinín estalinista que sienten. También lo ha apoyado el Partido Popular de Feijóo, pero no porque sean estalinistas sino porque no dan para más. Si un día llegan a gobernar España estamos seguros de que será por intercesión divina previo paso por Lourdes.
Un paso más hacia la censura
Y mientras avanzamos con paso firme y seguro hacia la protección de nuestras libertades cercenando el derecho a expresar nuestra disconformidad con la inmigración ilegal, unos menas de un chalé tutelado de Villalbilla han sido trasladados a toda prisa después de que uno de ellos brillara agrediendo sexualmente a una chica de catorce años que no tuvo tiempo a decir solo sí es sí.
Aproveche para informarse de estos temas, que cualquier día escribir sobre ellos, incluso usando la ironía, se considerará delito de odio, y tendrá que leer nuestros artículos usando una VPN cifrada, encriptada y alojada en las Seychelles, que financiaremos con un curso estilo Desokupa o cobrándole un peaje a las ONG que hacen de taxis a las mafias de la inmigración ilegal.
La verdad es que el circo que se montó con este tema fue toda una vergüenza. Quedó claro una vez más que lo que menos importa en estos casos es la víctima. Lo importante es el uso que se pueda hacer de ella. Eso sí, unos y otros quedaron retratados. Lo que también está claro es que las RRSS se han convertido en un estercolero pero no hay que censurarlas. Te puede gustar más o menos su contenido pero es cierto que a veces dan más información que los informativos oficiales.
Pensamos igual. Prefiero redes libres con bulos que redes censuradas que al fin y al cabo también estarían llenas de bulos gubernamentales, de los verificadores activistas y de todo lo que le interesara al poder. No quieren acabar con los bulos, solo quieren tener su monopolio.