Katy Perry polémica

No hace mucho, la protagonista de nuestra fábula fue la esencia del pop más desenfadado y del empoderamiento femenino. Su tercer álbum colocó cinco de sus seis sencillos en el número uno de las listas, un logro solo alcanzado por Michael Jackson. Su actuación en el medio tiempo de la Super Bowl fue la más vista hasta entonces, y eso en Yanquilandia son palabras mayores. I kissed a girl, Firework, California Gurls o Roar sonaban hasta en la sopa.

Pero a mediados de la década, Katy Perry se puso seria y decidió dar un giro a su trayectoria entendiendo que era lo que pedían los tiempos oscuros que se avecinaban con la derrota de Hillary Clinton. Artista y activista, puso en su perfil de Twitter. Se acabaron, dijo, las canciones sin mensaje. En unas declaraciones a The New York Times confesó que su «auténtico yo» había quedado revelado tras la «traumática» victoria de Trump.

Katy Perry despierta

Y ese yo auténtico renegaba de su pasado misógino y superficial, alumbrando a una mujer despierta a la realidad social que la rodeaba, más mística y espiritual, en las antípodas de esa vis cómica y desacomplejada que fue su seña de identidad. «Me siento muy empoderada. Liberada de mi condicionamiento, de mi forma de pensar, espiritualmente, políticamente, sexualmente, liberada de cosas que no me sirven», aseguró con la misma mirada que debía de poner Juana de Arco cuando se le aparecía el Arcángel Miguel.

Tan solo cinco años antes se había declarado «encantada» porque la revista Maxim la eligiera la mujer más caliente del planeta. La Katy Perry liberada no se parecía en nada a aquella otra. Tal vez fuera por las sesiones de yoga, por la terapia y la meditación, o porque la cantante cambió radicalmente de aspecto, cortándose el pelo y tiñéndose de rubio platino. La estrella más hot y gamberra de 2010 se presentaba ahora a su público como una diva tan exageradamente comprometida que parecía otra broma de las suyas, provocando más desconcierto que entusiasmo.

Un oscuro pasado de afrentas al wokismo

En realidad, la estrella de Teenage Dream quiso hacer la misma jugada de Taylor Swift que pasó de no querer meterse en berenjenales políticos a ser la musa demócrata. Pero si a Swift le salió redondo, a Perry se le ha ido el tiro por la culata. Su historial de afrentas al wokismo le ha pasado factura y nada de lo que intenta para enmendarse le ha salido bien, por mucho que se flagele, rinda reverencias al Black Lives Matter y pida todos los perdones del mundo. Katy Perry pasó de ser una diosa intocable a una diva woke más gafada que el dispositivo policial para detener a Puigdemont.

Hay que tener en cuenta que desde el principio, Katy Perry ya caía mal a los sectores más activistas de su país, que con el tiempo dominarían la escena cultural con el talante comprensivo de un inquisidor psicópata. En Ur So Gay se reía de las masculinidades amaneradas y en I Kissed a Girl fomentaba la imagen de la chica hetero que tontea con mujeres, una fantasía clásica de la que dan fe miles de películas porno y que para el colectivo LGTBI representa una forma patriarcal y rancia de enfocar la bisexualidad.

La reina de la apropiación cultural

Aparte de ser la reina del pop, la diva californiana pronto se convertiría en la reina de la apropiación cultural, una de las grandes taras de la corrección política que consiste en que ningún blanco tiene derecho a representar una etnia porque racismo y supremacismo. Y Katy Perry es como Philleas Fogg dando la vuelta al mundo en 80 apropiaciones culturales. La pusieron a parir por vestirse de geisha en los American Music Awards, por aparecer con unas trencitas africanas en el videoclip de This Is How We Do, y por vestirse y maquillarse de reina egipcia en otro videoclip, el de Dark Horse. En una ocasión fue al supermercado llevando un vestido tradicional de una comunidad indígena mexicana y acabó siendo trending topic.

Curiosamente, las comunidades que deberían estar supuestamente ofendidas con la apropiación cultural nunca lo están, demostrando que esta opresión solo molesta a los talibanes occidentales que se indignan desde el sofá. Un youtuber japonés salió por las calles de Tokio preguntando qué les parecía que Katy Perry vistiera un kimono. A los entrevistados les encantó la visibilidad que les daba la artista. Seguramente habría pasado lo mismo si hubieran preguntado en África por las trencitas o en México por el huipil. Pero claro, a quién le importa la vida real habiendo redes sociales que la distorsionan al gusto del fanático de turno.

Viviendo el MeToo como un hombre

El estallido del MeToo permitió a unas cuantas mujeres denunciar a sus acosadores sexuales y a otras tantas ajustar cuentas pendientes y ganar notoriedad pública. A Katy Perry le tocó vivirlo pero desde el lado masculino, o sea, acusada de ser una abusadora. Uno de los modelos que trabajaron con ella en 2010 la acusó, casi una década después, de vejarlo y acosarlo porque se negó a acostarse con ella.

Por si fuera poco, en el programa de American Idol, Katy Perry se marcó un Rubiales en toda regla con un concursante que se encontró con los labios de la artista en la boca. El momento quedó de lo más divertido y todos se rieron. Pero las críticas contra Perry arreciaron por besar sin consentimiento a un joven de 19 años. «El comportamiento depredador de Katy Perry demuestra por qué el MeToo debe continuar», escribió una redactora en el digital LGTBI PinkNews.

El pecado de estar buena y no esconderlo

Solo estas pinceladas bastarían para condenar a Katy Perry a la hoguera, pero hay otros detalles, en concreto dos, nada menores. La sexualización es uno de los pecados capitales woke y hasta su despertar la californiana no tenía ningún reparo en lucir sus encantos incluso en los programas infantiles. Su intervención en Barrio Sésamo fue censurada porque Elmo se ponía malo con el escote de la cantante. Esta vez sin censurar, apareció en un especial de Navidad de Los Simpsons volviendo loco al señor Burns. Y no fue el único. «A History of Katy Perry’s Boob Grabbing» es un curioso artículo pre puritanismo MeToo en el que aparecen varios famosos celebrando los pechos de la cantante. «Todo en los premios Grammy fue sobre las tetas de Katy Perry» empieza un texto que hoy llevaría a su autor al paro.

Con este historial, la metamorfosis woke de Katy Perry no convenció por mucho que asegurara renegar de su pasado. Sus supuestas canciones denuncia, Chained to the Rythm y Bon appétit, no fueron el revulsivo que ella esperaba. La última, además, con nuevas denuncias de sexualización. Y es que una crítica a la cosificación femenina a través de una mujer desnuda, cocinada y servida para que la devoraran, igual no era la mejor idea, como tampoco lo fue sacar un disco en plena pandemia del que nadie se acuerda.

Katy Perry vuelve con Dr. Luke

En el punto más bajo de su popularidad y acercándose a los cuarenta, la diva ha lanzado el primer sencillo del que espera que sea su retorno por todo lo alto. Para ello ha vuelto a contar con el artífice de sus mayores éxitos, el productor musical Dr. Luke, que le ha fabricado Woman’s World, un tema en la línea de sus éxitos anteriores, arropado por un vídeo musical a todo lujo y una temática aparentemente imbatible: el feminismo y el empoderamiento. ¿Qué podía salir mal? Pues todo.

Para empezar, Dr. Luke está señalado en letras rojas gigantes por los justicieros sociales. La cantante Keisha lo denunció por acoso y violación durante los diez años en que trabajaron juntos, algo que el productor negó alegando que era un acusación falsa para romper su contrato. El proceso judicial acabó con un acuerdo privado entre los dos pero para la sociedad yanqui del MeToo, Keisha era una víctima a la que había que creer sí o sí. Katy Perry fue de las pocas estrellas de la industria musical que se mantuvo neutral en esta batalla legal, lo que se interpretó como un apoyo a Dr. Luke.

Contar con el defenestrado productor para su retorno en una canción supuestamente feminista apuntaba a ser el oprobio definitivo. Y eso que no habían visto aún el vídeo musical.

Un ‘Woman’s World’ muy machirulo

El videoclip de Woman’s World lo tiene todo. Katy Perry recupera su sexualidad y vuelve a lucir esos pechos que todos querían agarrar en los Grammy mientras canta acerca del poder femenino en medio de una fantasía erótica machirula llena de mujeres sexys que parecen burlarse de los clichés feministas. No se había visto tanto empoderamiento desde los programas de los noventa en Telecinco. El final del vídeo con la cantante escapando en un helicóptero con el símbolo femenino en la mano casi parece una premonición. Porque cuando cerraron la boca los críticos musicales fueron a degüello.

«Katy Perry, ¿qué infierno regresivo y recalentado es este?» (The Guardian), «¿Grabó Katy Perry el peor sencillo de reaparición de todos los tiempos?» (Rolling Stone). «Woman’s World es lo más rancio de los recauchutados» (Vulture) fueron solo algunas de las opiniones de la prensa especializada. Las redes sociales saltaron por los aires y ya se puede imaginar los comentarios de los justos de nuestros tiempos, que trataron a Katy con la misma delicadeza que el Vesubio a Pompeya.

La cantante salió al paso de las críticas asegurando que su canción era una visión sarcástica de cómo los hombres ven el feminismo, y que no se había captado el mensaje. Lo cierto es que si era realmente una brillante sátira feminista nadie se molestó en verla. Pedir al público más intolerante y sectario de nuestra época que aprecie los dobles y triples sentidos cuando el primero que se ve es un choteo del feminismo lleno de tías buenas es pedir mucho.

Katy Perry suma y sigue

Tras esta nueva polémica, está por ver si Katy Perry recupera el trono y consigue congraciarse con el universo woke o si quedará relegada a cameos de lujo en realities y concursos televisivos. De momento, sigue pareciendo que le ha mirado un tuerto facha: el gobierno balear le quiere poner una multa por grabar sin permiso en una playa protegida de Formentera. Y, en una entrevista televisiva, a la muchacha no se le ocurrió otra cosa que decir que le gusta recompensar a su marido con una mamada cuando friega los platos. Eso sí es repartirse las tareas domésticas en igualdad. Imaginen la cara de las feministas.

En Estados Unidos, Taylor Swift acaba de anunciar su apoyo a Kamala Harris nada más terminar su debate con Donald Trump. Será que nos caen bien los desastritos, pero entre la diva oportunista y calculadora al servicio del Partido Demócrata y la espontánea y gafada a la que ni ser woke le sale bien, nos quedamos con Katy Perry.

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2 comentarios

  1. Pues hacía tiempo que no oía nada suyo pero no sabía yo que había caído tanto en desgracia. Es lo que tienen el wokismo, que no perdona el pasado. Y por mucho que haga ya no va a conseguir su aplauso. Y ahora me voy a ver ese vídeo machirulo y cosificador.

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