No sabemos lo que aguantará la olla a presión de la inmigración. La ventaja que tenemos es que aún no somos Francia o Gran Bretaña. O el otrora paraíso sueco convertido en un infierno multicultural que no sabe por dónde salir. Pero tranquilo (es un decir), nos vamos acercando. Y tras el incidente de Mocejón del que nunca más se supo, el último episodio de este terremoto a cámara lenta ha tenido lugar en Torre-Pacheco con episodios de violencia a varias bandas que nos ha hecho perder toda esperanza en unos medios de comunicación mínimamente decentes que, a base de manipular y esconder la realidad que no les interesa que se vea, lo único que consiguen es radicalizar y dividir cada vez más. Hasta que la olla salte por los aires.
Torre-Pacheco es un municipio de la comarca del Campo de Cartagena, en Murcia, que tiene unos 40.000 habitantes, un 30% de ellos extranjeros (más de la mitad de origen marroquí), el doble de la media en la región, y solo contando a los que están censados. Aunque muchos de ellos conviven pacíficamente, las tensiones que provocan los que no lo hacen constituyen un ejemplo de manual de los problemas de la inmigración cuando se descontrola y el Estado mira para otro lado: violencia, inseguridad ciudadana, coladero de ilegales y una segunda y tercera generación desilusionada y poco integrada con el país y la cultura que les ha dado la nacionalidad. Detalles sin importancia, le dirá la izquierda, que se pone cachonda cuando oye la palabra persona migrante.
Un polvorín a punto de estallar
En 2023, grupos de vecinos y asociaciones de guardias civiles de la zona alertaron de la insuficiencia de medios policiales para atender el incremento de los robos, que, desde 2019, han aumentado el 40%, según el Ministerio del Interior, que no se atreve a desglosar los datos por nacionalidad aunque nos vende que al mismo tiempo solo ha aumentado un 6% el número de extranjeros, un dato que se da sin tener en cuenta los nacionalizados y la segunda generación (españoles a efectos legales), el número (desconocido) de inmigrantes ilegales o la movilidad de delincuentes entre municipios. Fíese más de la Guardia Civil que, en 2022, llegó a definir Torre-Pacheco «como un polvorín» que podría «estallar si no se ponen medios».
En 2021, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) informó que ese año se habían atendido 5.000 expedientes por delitos e infracciones en Torre-Pacheco, la mayor cifra de toda la región. Los vecinos hablaban de zonas peligrosas por las que era recomendable no pasar. Que se lo digan a los dos policías que, en junio de este año, escaparon por los pelos después de que unos ladrones magrebíes les tirotearan tras sorprenderles robando en una nave industrial. Cuando le digan que allí la convivencia es perfecta, frunza el ceño y desconfíe. O dese un paseo por Torre-Pacheco a altas horas de la noche y disfrute de uno de los puntos calientes del multiculturalismo en España.
La integración cultural tiene altibajos
La corrección política siempre ha evitado vincular la inmigración con el aumento de la delincuencia, pero, aunque casi ningún medio le informará de ello, puede detectar indicios aquí y allá de que parte de la población de Torre-Pacheco es algo problemática. Desde 2008 se han venido sucediendo redadas periódicas contra la inmigración ilegal en esta localidad. Las últimas son recientes: 2021 y 2023, en pleno incremento de la delincuencia en la zona. Puede sumar dos y dos pero como piense que son cuatro van a decir que es usted un fascista, le avisamos.
Luego está el tema de la integración, que tampoco forma parte de los asuntos que interesan a los medios. De nuevo, tiene que buscar indicios sueltos para poder atar cabos. Por señalar algunos hits de la multiculturalidad pachequera tenemos el atropello múltiple que provocó un muerto en 2021, investigado como atentado yihadista y silenciado mediáticamente, el suicidio de una chica marroquí de 16 años a la que su padre quiso casar por la fuerza en 2014, año en que se inaugura —en Torre-Pacheco, casualidades de la vida— la primera mezquita de la región con capacidad para 5.000 fieles, todo bajo la feliz mirada de la Federación Islámica de la Región de Murcia vinculada al islamismo radical junto a su presidente, a la par imán de Cartagena, un señor que vive, también, en Torre-Pacheco y que es el yerno del líder de un movimiento islámico prohibido en Marruecos, Justicia y Espiritualidad.
Un caso aislado más
Disfrute de este contexto que augura no pocos problemas, porque, en 2025, lo único que parece preocupar a nuestros políticos —exceptuando a Vox, que circula por una autopista vacía de cuatro carriles con este tema— son los delitos de odio de la extrema derecha y el incremento de la islamofobia que denunció la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia, y que, cómo no, se quejó de su aumento en Murcia ante un «contexto de tensiones sociales» y «percepción de inseguridad» del que, por supuesto, ningún marroquí ha contribuido más allá de algún caso aislado.
Y el último caso aislado de Torre-Pacheco tuvo lugar hace unos días, cuando un anciano fue brutalmente atacado por un grupo de jóvenes marroquíes, ya detenidos y que han resultado ser tres ilegales que no eran del municipio. La indignación saltó a las redes que reaccionaron, como suelen hacer, desinformando: usando fotos falsas de los detenidos y el vídeo de otra agresión, difundido por cientos de cuentas, entre ellas las de algunos políticos de Vox y las de sospechosos habituales como Alvise, Vito Quiles o Dani Desokupa, que tuiteó en su estilo bocachancla habitual: «Patrullas vecinales con palos y los enviamos al hospital… Fin de la historia». En un grupo de Telegram del que nadie había oído hablar hasta ese momento, Deport Them Now, se pidió acudir a Torre-Pacheco a «hacer limpieza» y montar «una cacería» contra los moros. Ahí, templando los ánimos. Algunos exaltados en Twitter lo celebraron como una nueva Reconquista sintiéndose Don Pelayo desde sus sofás.
El festival de los descerebrados
Las llamadas a la acción de esta gente provocaron altercados en Torre-Pacheco durante tres noches seguidas, con enfrentamientos entre los que acudieron al municipio, algunos vecinos hartos y jóvenes de la comunidad magrebí. Gasolina para la izquierda que no dudó en hablar de apoteosis de la violencia ultraderechista, describiendo los incidentes como una «caza del inmigrante» o «persecuciones racistas», hablando de agresiones a personas marroquíes y proclamas tipo «moro de mierda» o «¡viva Franco!», sin duda en homenaje al año Franco del Gobierno. A medida que el municipio se ha ido llenando de policías, los de la Reconquista se la han tenido que envainar, empezando por Vito Quiles y Desokupa invitados por la policía a abandonar una manifestación «contra las agresiones de nuestros abuelos» que pinchó más que Melody en Eurovisión.
El propio alcalde de Torre-Pacheco, Pedro Ángel Roca, que en la SER había llegado a vincular grupos reducidos de inmigrantes con el aumento de la delincuencia se tuvo que desdecir, no fuera que le asociaran a los de las cacerías y el Viva Franco, dejando solo al líder regional de Vox, José Ángel Antelo, defendiendo la deportación de los inmigrantes ilegales. «La ultraderecha y la derecha señalan y sus escuadristas actúan», alertaba Podemos. Irene Montero tenía claro que no había ningún problema de convivencia vecinal sino de «terrorismo racista de ultraderecha». Marlaska le echó la culpa de los incidentes a Vox (lo mismo que hizo con el bulo del culo) y Óscar López a Ayuso, que no se diga que aquí no se aprovecha todo, como el cerdo.
El relato en bandeja
Igual usted no lo sabe pero muchos medios de comunicación han adoptado unas directrices para no estigmatizar a los inmigrantes, supuestamente, para no fomentar la xenofobia, lo que en la práctica conlleva sesgos informativos y autocensura. El Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) o libros de estilo como los de RTVE o El País fomentan estos sesgos, hablando siempre bien de este colectivo minimizando, o directamente silenciando, lo que hayan hecho mal. Y siempre aclarando que, en cualquier caso, son hechos aislados, lo que llama la atención en unos medios que no dudan en pontificar sobre la violencia de género, la homofobia o el racismo, todos estructurales. Informar de esta manera tan respetuosa con los inmigrantes tiene otra implicación: no se puede decir moros ni hablar mal de ellos, pero sí llamar nazi al pobre español que se le ocurra quejarse de la inmigración.
Por eso, el fanatismo de esa derecha desacomplejada que no tiene filtros (que igual alguno no le vendría mal) y que está obsesionada con el casito en las redes, volvió a poner en bandeja a la izquierda y sus medios el relato de los disturbios. Esta narrativa políticamente interesada que esquiva la causa de los problemas de Torre-Pacheco le hace un flaco favor a las protestas, perfectamente legítimas, de muchos vecinos, para nada nazis, hartos de la inseguridad y la delincuencia de sus calles a los que nadie va a hacer caso y que solo pueden rezar, a Alá o a Dios, para que no pase ninguna desgracia.
Censura y silencio con la violencia marroquí
Como resultado, los enfrentamientos entre españoles y magrebíes se han ofrecido completamente sesgados y desequilibrados en la mayoría de los medios de comunicación, dando relevancia a las cacerías de moros pero ocultando las respuestas no menos violentas de algunos marroquíes que también provocaron el terror en Torre-Pacheco y que el relato oficial ha decidido convertir en víctimas. Solo tiene que ver este vídeo de HerQles para ver que si algunos piden cacerías de moros, otros hacen lo propio con los españoles, cambiando Viva Franco por Allahu Akbar.
Pero estos vídeos no los verá en ningún medio oficial. En vez de eso se habla, de forma vaga, de jóvenes «encapuchados y organizados» que salieron para enfrentarse a los ultras. «Chavales», los llamaron en Código 10. Son referencias breves y esporádicas dentro de las crónicas periodísticas, sin apenas detalles, planteadas como acciones defensivas y siempre dentro del contexto de «pequeños enfrentamientos» (en palabras de la delegada del Gobierno en Murcia), lo que contrasta con las vívidas y detalladas descripciones de la «violencia ultra», convertida en la absoluta protagonista, perfectamente identificada, citada y amplificada.
Pocos medios han difundido más el discurso oficial que RTVE, obviamente interesada en blanquear los problemas de la multiculturalidad y la convivencia entre magrebíes y españoles, y de culpar a la ultraderecha de los problemas de Torre-Pacheco. Una de las reporteras de las Malas lenguas de Cintora, que ya se había buscado el cariño popular sesgando en directo las entrevistas, acabó zarandeada por un grupo de vecinos que más que pinta de nazis parecían personas cabreadas, al estilo de Pedro Sánchez, el galgo de Paiporta, por cierto, según el gobierno, otro clarísimo ejemplo de grupos organizados de ultraderecha.
A por los españoles
En medio de la cobertura informativa, un youtuber vio la pantalla del teléfono de un joven de 15 años y, en él, un grupo de WhatsApp llamado A por los españoles. Ya que la policía ha detenido al supuesto líder del grupo de Telegram Deport Them Now, no estaría mal que le echaran un ojo a ese A por los españoles, que tiene todo el aspecto de ser también de lo más conciliador.
Por supuesto, no lo harán. Lo que nos espera es tragar toda la píldora de la inmigración, la buena, que está muy bien, y la menos buena que es una bomba de relojería. Y cuando dentro de algún tiempo esto esté lleno de banlieues y Molenbeeks, le tendremos que ir a reclamar al maestro armero. Como tendrán que hacer los sucesivos alcaldes de Torre-Pacheco que llevan años pidiendo más seguridad para su municipio —con el apoyo, por cierto, de la oposición socialista asustada ante el aumento de las agresiones sexuales— sin que nadie les haga caso, no sea que llenar de policías un pueblo con el 30% de inmigrantes suene demasiado racista y les fastidie el relato de la convivencia perfecta.
Pues es un tema preocupante porque se va a repetir. El problema no es solo la inmigración descontrolada, hay muchos jóvenes nacidos ya aquí que tampoco se adaptan y se meten en estas cosas. Y ahora veo que el hombre agredido no va a denunciar por miedo y presiones. Pues nada, seguirán a sus anchas.
Le revientan la cara y ni denuncia. La izquierda estará de lo más feliz con esa sumisión. Así no habría protestas, ni ultraderecha ni, probablemente, civilización occidental.
Por supuesto que se repetirá. Mientras unos sigan en el país de la piruleta, otros no quieran admitir que hay un problema, otros miran para otro lado hasta quñe les toque a ellos lidiar con el problema y otros se dediquen a hacer ruido y a pescar en río revueltoi, no veo solución cerca. Sobre todo porque nadie se va a mover un milímetro de su posición.
Lo que me pregunto es con quien van los del país de la piruleta en la encarnizada lucha entre gitanos y moros….
Me los imagino como en el meme de los dos botones, sudando la gota gorda ante la disyuntiva.