La Guerra Civil se combatió calle a calle. Y ahí sigue 81 años después. Con una parte de España luchando por renombrar las calles con connotaciones franquistas, otra parte que las quiere mantener y otra que alucina preguntándose si es que no hay nada mejor que hacer. Todo gracias a una ley de Memoria Histórica que no sabemos si está trayendo dignidad a las víctimas republicanas pero esperpento, perplejidad y odio, un rato largo. Lo único bueno es que, al menos de momento, las bajas de esta guerra feroz solo se cuentan entre las placas del callejero y alguna que otra cruz.

El mérito de esta situación impensable hace 10 años se lo debemos a dos presidentes del Gobierno. Uno, José Luis Rodríguez Zapatero, que parió en 2007 la Ley de Memoria Histórica, y otro, Mariano Rajoy, que teniendo mayoría absoluta no la quiso derogar por no parecer facha. El artículo 15 de la ley es la base de esta batalla de calles, avenidas y bulevares: «Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura».

La llegada de Podemos y sus confluencias varias a los ayuntamientos en 2015 los lanzó desbocados a aplicar una norma a la que nadie había hecho demasiado caso. Desde entonces, el afán de la izquierda por acabar con cualquier vestigio de franquismo en el callejero ha reducido el número de calles y plazas franquistas de 1.200 a poco más de 500. Para la izquierda siguen siendo demasiadas.

Ah, ¿pero mi calle tiene nombre franquista?

Lo gracioso del caso es que muchos de los propios vecinos de esas calles tan franquistas ni lo sabían hasta que los autodenominados ayuntamientos del cambio -del cambiazo más bien- se lo dijeron. Algo bastante lógico porque a medida que pasa el tiempo las calles son solo eso, calles, sin que nadie recuerde de quién llevan el nombre, a menos que sea lo suficientemente famoso. Y es que no todas tenían nombres tan obvios como «Francisco Franco» o «Arriba España». Es el caso de General Haya, Julio Ruiz de Alda, Cirilo Martín o Crucero Baleares que, gracias a la memoria histórica, muchos descubrieron que no se refería a un barco turístico sino a un buque de guerra hundido por la Armada republicana en 1938.

El caso de Ramón de Carranza y Fernández de la Reguera, político vinculado al bando nacional que da nombre al histórico campo de fútbol del Cádiz desde 1955, es aún más peculiar. El alcalde de Podemos, José María González «Kichi», llevaba años empeñado en cambiar el nombre del estadio «para hacer velar el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica», por citar la frase comodín. Siempre dicen eso, y siempre suele haber una comisión de memoria histórica «neutral» que propone y avala todos los cambios y que suele estar formada por historiadores y expertos de izquierdas, lo que es como jugar en casa con el árbitro a favor, por seguir hablando de fútbol.

El troleo del Cádiz a su alcalde podemita

Cuando finalmente «Kichi» propuso que el pueblo escogiera libremente por votación el nuevo nombre para el estadio de fútbol, recibió un troleo histórico al ser «Francisco Franco» y «Santiago Abascal» los nombres elegidos por los aficionados. Este hecho demostró dos cosas: que la gente normal considera esto una solemne majadería y que a guasa a los gaditanos no les gana nadie.

La pérdida de tiempo se traduce también en los tribunales. Porque luego están a quienes no les da igual que se renombren las calles franquistas, entre ellas asociaciones derechistas nada acomplejadas, y denuncian estas decisiones provocando una sucesión de sentencias y recursos, que paralizan, reanudan y de nuevo paralizan los cambios. Con el colapso que ya hay en la Justicia, enfangarse con este asunto igual es para tirarse un poco de los pelos.

La Justicia, que es muy facha

Así, la decisión de la, ya saben, neutral Oficina de Derechos Humanos y Memoria de Manuela Carmena para cambiar más de 50 calles de Madrid peligrosamente franquistas, ha recibido varapalo tras varapalo judicial al no ajustarse a Derecho ni, paradójicamente, cumplir lo que exige la propia ley. En el caso de la calle del citado Crucero Baleares, como decía la sentencia (y el sentido común) «la mayoría de la gente actual no conoce el significado del nombre de la calle ni lo identifica con una exaltación del franquismo», por lo que difícilmente puede ser símbolo de nada. Lo dicho unas líneas más arriba: es más probable que los vecinos pensaran antes en Vacaciones en el mar que en la Guerra Civil.

Otra sentencia a recordar fue la que anuĺó el cambio de la calle Caídos de la División Azul por el simple hecho de que esta división se formó después de la Guerra Civil y actuó muy lejos de España, por lo que la jueza entendió que no había exaltación de la dictadura por mucho que combatieran al lado de los nazis. Según las malas lenguas, los que se quedaron azules por la sentencia fueron Carmena y los ediles de Ahora Madrid.

Algo parecido puede suceder con los defensores de la calle Millán de Astray que son legión, valga el chiste fácil. Están a la espera de la decisión definitiva de los tribunales, y piden su reinstauración argumentando que la calle rinde tributo al fundador de la Legión y a su participación en las guerras de Filipinas y Marruecos.

Franco ni en las monedas de Francia

El disparate no tiene fin. Por si fuera poco, en su celo por reescribir la Historia, la izquierda ha realizado patinazos que firmarían los hermanos Marx. Entre ellos brilla con luz propia el del senador de Compromís, Carles Mulet, a quien corresponde el honor de ser uno de los políticos más obsesionados con el franquismo que hay en España y, quien en su ansia por erradicar el nombre del dictador de la faz de la Tierra, quiso quitárselo a una calle que se llamaba «Franco» en honor a la moneda francesa.

Mejor aún fue lo de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, que en plena vorágine renombradora retiró el nombre del muy facha Almirante Cervera de una calle, dándole igual que fuera un héroe de la guerra de Cuba, que terminó 40 años antes de la sublevación franquista. Colau es como el niño de El sexto sentido, solo que en vez de muertos ve fachas.

Aunque a veces la memoria histórica viene muy bien para olvidar, eliminando nombres de vías públicas que recuerdan cosas que no interesan a los que ven la República como un paraíso de bondad: calles que llevan el nombre del político conservador José Calvo Sotelo, cuyo asesinato fue uno de los desencadenantes de la Guerra Civil, o de las víctimas de Paracuellos, donde fueron asesinadas dos mil personas del bando rebelde, casi diez veces más que en el bombardeo de Guernica.

El PSOE mama de su propia memoria histórica

Como era de esperar, la derecha ha querido jugar también a este monopoly y le ha dado al PSOE de su propia medicina al retirar, ley de Memoria Histórica en mano, dos calles en Madrid en honor a Largo Caballero e Indalecio Prieto. Dos pacíficos demócratas que lucharon por la justicia social, dicen los socialistas, pasando por alto algunos detallitos de sus biografías como su participación en la revolución de 1934 que quiso acabar con la República, las palizas y asesinatos de La Motorizada al servicio de Prieto o las sacas de Paracuellos que tuvieron lugar cuando Largo Caballero fue presidente del Consejo de Ministros. Es de suponer que si la decisión sigue adelante, alguna asociación vinculada al PSOE lo llevará también a los tribunales. Más madera.

Llegados a este punto, para ver dónde estamos y dónde estábamos, nada mejor que unas palabras de Esperanza Aguirre. Era concejala de Cultura en 1995, año en que -ojo al dato- el Partido Popular le puso a un bulevar el nombre de Indalecio Prieto: «En aquel momento -recuerda Aguirre- no existía la ley de Memoria Histórica, que es uno de los mayores errores políticos que se han cometido en este país. Creí entonces, y sigo creyéndolo hoy, que Indalecio Prieto, como muchos otros en ambos bandos, actuó convencido de que hacía lo mejor por España».

Ese es precisamente el espíritu de la Transición: comprensión, que no justificación, hacia las dos Españas que se mataron hace 80 años. El problema es que socialistas y comunistas continúan en 1939, y sueñan con calles franquistas, cunetas y fosas. Y no soportan que España despertara de la dictadura y se haya perdonado.

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5 comentarios

  1. Gracias a esta ley, en mi pueblo van a quitar calles llamadas Belchite, Alcázar de Toledo o Vázquez de Mella. Y yo me pregunto: ¿este hombre no murió antes de la guerra? ¿Hasta dónde hay que remontarse?

    1. En mi pueblo también están cambiando nombres de calles por puro revanchismo disfrazado de dignidad para las víctimas. Por responder a tu pregunta, mira a Colau quitando el nombre de un almirante de la guerra de Cuba. Y todo el revisionismo colonialista. Se remontarán hasta donde les lleve su ideología, que podría ser el siglo XVI, el III o la prehistoria si les da por ahí.

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