Metoo

Seguro que es lo último en lo que piensa Johnny Depp ahora mismo, pero el conflicto con su ex mujer, Amber Heard, está produciendo las primeras grietas serias en el movimiento #MeToo y ha conseguido que millones de personas se cuestionen si hay que creer siempre a las mujeres. ¿No son seres de luz?¿Pueden ser violentas con sus parejas?¿Y aprovecharse del feminismo para atacar a los hombres que odian? Oh, my God! Muchos seguidores del popular actor se han convencido y la duda está sembrada incluso entre sus fans feministas. Johnny Depp ha hecho temblar al #MeToo y al #Yositecreo más que todas las campañas masculinistas del mundo. ¿Será un agente secreto del Patriarcado?

El hecho es que, a pesar de que Johnny Depp ha perdido su demanda por difamación contra el diario The Sun, que lo llamó «golpeador de esposas», y ha sido despedido de la tercera parte de Animales fantásticos por la muy políticamente correcta Warner, la mayoría del público lo considera inocente y la víctima real de los malos tratos de su ex mujer. El hashtag #JusticeforJohnnyDepp volvió a hacerse viral en las redes sociales el día de la sentencia, como sucedió cuando se filtraron los audios de Heard en que reconocía haberle pegado, tras presentarse a la opinión pública como una indefensa víctima de la agresividad del actor.

Para el poderoso lobby del #MeToo (y su oficina de recaudación, el Time’s Up) no son buenas noticias. Que a la mujer se la tiene que creer siosí es el dogma de fe sobre el que se basa su movimiento y, aunque Warner haya cumplido echando a Depp, la reacción popular reuniendo un millón de firmas para que se despida también a Amber Heard de Aquaman 2 y otras 300.000 para que Depp vuelva a interpretar a Jack Sparrow demuestran que en esta ocasión mucha gente tiene claro que las hostias se las llevó el hombre y que el ser de luz tenía más peligro que Fernando Simón contando chistes de enfermeras.

Johnny Depp, Amber Heard y el #MeToo

Por algo la activista Amanda de Cadenet y la abogada Roberta Kaplan, dos influyentes miembros del #MeToo y del Time’s Up se acabaron desmarcando de Amber Heard, apenas dos años después de que la apoyaran emocionadas cuando escribió un artículo en The Washington Post hablando de los malos tratos de Depp. No sea que acabe sucediendo como con Asia Argento, otra víctima que denunció a Harvey Weinstein y que terminó acusada de abusar de un menor y repudiada por el movimiento que la había convertido en una de sus líderes indiscutibles.

Lo cierto es que el caso de Amber Heard olió a chamusquina feminista desde el principio. Escribió el artículo en The Washington Post en plena fiebre contra Weinstein y solo unos meses después de haber firmado el acuerdo de divorcio por el que se embolsó siete millones de dólares. La pareja había suscrito una cláusula de respeto por la que se comprometía a dejar el tema zanjado y no hablar en público de su conflictiva relación. Pero ella rompió el acuerdo porque sintió, según dijo, que en un momento tan importante no podía dejar de «ayudar a otras mujeres». Así que se convirtió en otra mártir del #MeToo… y de paso animó su por aquel entonces estancada carrera. Tras unos meses, a Depp se le acabaron hinchando los piratas del Caribe y la demandó por 50 millones de dólares. El resto es historia. Y aún se está escribiendo.

El zurullo misterioso

La sentencia contra Depp ha desvelado un relato de acusaciones mutuas entre la ex pareja, que incluyen abusos, drogas, alcohol y hasta una escatológica sorpresa en la cama del actor, un zurullo misterioso que, según el juez Andrew Nicol, que da crédito a la versión de la actriz, es del perro y no de Amber Heard como denunció Depp. Si hemos de hacer caso a las malas lenguas, este juez podría tener conexiones con Rupert Murdoch, el millonario propietario del tabloide denunciado y absuelto. Ha tenido suerte de que nadie confirmara estos rumores sobre Nicol y sus simpatías por una de las partes en litigio, porque entonces su señoría tendría mierda hasta en la peluca. Y sin ningún perro cerca para echarle la culpa.

Tras la sentencia de Londres, las dos partes preparan el segundo asalto en Estados Unidos, donde un tribunal resolverá la demanda por el artículo de The Washington Post que lo inició todo. El #MeToo contendrá la respiración. Si gana Johnny Depp el mazazo al movimiento se confirmaría, y entonces el que fuera el actor fetiche de Tim Burton habría conseguido algo más importante que limpiar su imagen: desmontar el cuento de que a las mujeres hay que creerlas siempre y probar que la violencia doméstica puede ser bidireccional y perjudicar al hombre. Lo cual llevaría a Amber Heard a convertirse en un gran ejemplo para la posteridad… aunque no el que ella quería.

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4 comentarios

  1. Muy bien explicado, señor Kaplan. Si es que por mucho que nos quieran vender lo de los seres de luz y los hombres nacidos ya violadores, ya le digo yo que no. Y más de una estará temblando de ver que sus estupendos argumentos «que malos son los hombres» se pueden derrumbar en un juzgado. Ahora, tiene tela que la agresora sea ella y lo despidan a él. No sé, yo creo que este artículo tendrá segunda parte.

    1. Pues no le extrañe nada, porque esta historia se las trae y esto va a necesitar más partes que la saga de Piratas del Caribe. Gracias una vez más por su visita 🙂

  2. Amber Heard es un monstruo sin emociones, sólo le impulsa la codicia y humillar a un grandísimo actor como lo es Johnny Depp. Este caso me recuerda muchísimo a un libro de Michael Crichton, Acoso (Disclosure, 1994) en que la trama se basa en un caso real muy parecido a este

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