Censura Facebook

La llegada al poder de Donald Trump (y de Elon Musk) ha traído consigo una revisión de los estándares izquierdistas de control de la información. El último en apuntarse es Mark Zuckerberg, el dueño de Meta, el mismo que se plegó, como contamos con todo lujo de detalles en Kaplan contra la censura, a la verificación de hechos del prodemócrata Instituto Poynter, base del International Fact Checking Network (IFCN) en el que están Maldita y Newtral (todos salidos de La Sexta) que controlan la información de Facebook en España. Ahora, viendo que los tiempos están cambiando y que la pela es la pela, el oportunista empresario Zuckerberg camina francamente por la senda de la libertad de expresión, reniega de su red de verificadores y propone un sistema de notas de la comunidad similar al de Musk en Twitter- X.

«Los verificadores han sido demasiado parciales»

«Después de que Trump fuera elegido por primera vez en 2016, los medios tradicionales escribieron sin parar sobre cómo la desinformación era una amenaza para la democracia. Intentamos abordar esas preocupaciones de buena fe sin convertirnos en los árbitros de la verdad, pero los verificadores de datos han sido demasiado parciales políticamente y han destruido más confianza de la que han creado (…) Vamos a simplificar nuestras políticas de contenido y eliminar un montón de restricciones sobre temas como inmigración y género que están fuera de sintonía con el discurso dominante. Lo que comenzó como un movimiento para ser más inclusivos se ha utilizado cada vez más para silenciar opiniones y excluir a personas con ideas diferentes, y ha ido demasiado lejos».

Estas palabras, un comunicado «escalofriante» y «aterrador», según lo definen en la Cadena Ser, han alineado al creador de Facebook con el mal absoluto, o sea, Trump, la ultraderecha y el supremacismo blanco. La Ser acaba de descubrir que a Facebook e Instagram los dirige un millonario sin escrúpulos y que la abuela fuma. También asoma la patita de lo que le excita al progresismo la censura. «A partir de ahora vamos a ver comentarios homófobos, racistas… [entiéndase: lo que a ellos les parece homófobo y racista] ¿Tienen que ser realmente defendidas esas opiniones?», llora un experto desde los micrófonos del buque insignia de PRISA.

Los responsables del fact checking se ponen apocalípticos

El fin del sistema de verificación ha hecho saltar a los fact checkers como miuras viendo que el chollo —mucha transparencia pero nunca dijeron la pasta que se llevaban— se les está acabando. Curiosamente, como buenos progres que se creen por encima del bien y del mal, lo han hecho demostrando por qué no son de fiar: exagerando, desinformando y acusando de decir bulos a los que los critican. El IFCN ha calificado este cambio de «devastador», un retroceso en las redes sociales que, dicen, si se extiende fuera de Estados Unidos, puede provocar inestabilidad, violencia y hasta genocidio. De las presiones de la administración Biden que, asegura ahora Zuckerberg, recibió Facebook para eliminar contenido contrario a las vacunas Covid y de las que el IFCN no se quejó jamás no han dicho nada.

Clara Jiménez Cruz, cofundadora y consejera delegada de Maldita.es y presidenta de la rama europea del chiringuito, la European Fact-checking Standards Network, ha acusado a Zuckerberg de mentir al llamarlos censores (aunque en realidad el que habló de censura no fue él sino el comunicado de un consejero de Meta que se llama Kaplan pero que, palabra de señoro, no tiene nada que ver con nosotros). «Los verificadores de hechos no censuran a nadie. Desmentimos falsedades. Siempre ha sido decisión de Meta qué hacer con el contenido verificado, no nuestra», escribió Jiménez Cruz en un tuit que acabó borrando.

Verificando a los verificadores

La consejera delegada de Maldita.es necesitaría un fact checking de esa afirmación. Maldita y Newtral no censuraban directamente pero sabían que Facebook sí lo hacía con los contenidos que ellos señalaban previamente. Lo explica la propia Maldita.es en ¿Qué pasa cuando Maldita.es califica un contenido como falso, mixto o titular falso?: «[Facebook] reduce la distribución del contenido hasta en un 80% para minimizar la difusión, el mensaje considerado falso aparecerá más abajo en el flujo de noticias de Facebook. Según Facebook, sólo borrarán el contenido en caso de que incumpla sus condiciones de servicio».

En la práctica, este borrado sucedía demasiado a menudo: la red social eliminaba millones de contenidos al día, y por lo menos el 20% sin un motivo de peso, como ha reconocido el señor Kaplan en el comunicado de Meta, y como pueden dar fe millones de usuarios que vivieron en sus carnes el campo de minas en que acabó convertido Facebook.

Los medios progresistas son los que más lloran

El poder de los verificadores se notaba especialmente en las páginas de Facebook, incluidos medios de comunicación, a los que podían invisibilizar con sus criterios de fake news. Puede imaginarse que El País, La Sexta, El diario.es o El Huffington Post aparecerían muy pocas veces como difusores de bulos, al contrario que los medios conservadores, abonados a la verificación. No es de extrañar que sean los medios progresistas, como la Cadena Ser, los que más lloren el fin del fact checking.

El País es uno de ellos y lo ha hecho desinformando a lo grande: «Mark Zuckerberg recurre a bulos para justificar la supresión de los verificadores: “Es mentira que seamos censores”». Siéntase Ana Pastor y analice este titular como si fuera todo un fact checker: el periódico usa la opinión de una persona para dar una noticia que no es más que una conjetura del redactor. Y luego presumen de manual de estilo.

El sesgo de los que dicen no tener sesgo

En este reportaje de Lo País, la consejera delegada de Maldita.es niega también que exista sesgo político o ideológico en los verificadores. Y eso lo dice la responsable de una empresa que cuestiona todas las informaciones contrarias a los mantras del progresismo, como el feminismo. En el asunto de los pinchazos por sumisión química, hace dos años, Maldita.es hizo todo tipo de piruetas para que aquella película de terror que se montaron sin un solo caso demostrado pareciera auténtica. Del 0,01% de denuncias falsas o de los suicidios masculinos a causa de ellas mejor ni hablamos pero ya se puede imaginar el fact checking que han hecho.

Recientemente, en el caso de los incendios de Los Ángeles, también se ve el sesgo en las verificaciones: da por ciertas las afirmaciones de que el cambio climático puede estar detrás de los incendios (cosa que viene muy bien a la narrativa oficial) y, en cambio, cuestiona o relativiza los hechos que más ponen en duda esa narrativa, como la deficiente gestión de los recursos hidrográficos de las autoridades demócratas, más pendientes de promover políticas woke, o que California dedique más agua a proteger un pez en peligro de extinción que a la prevención de incendios.

¿Fact checking o propaganda?

Y eso que Maldita.es aún no ha sacado el tema de que los altos cargos de bomberos de LA se eligieran por cuotas LGTBI en vez de por méritos profesionales o que la alcaldesa demócrata se marcara un Mazón a lo grande y se fuera de visita diversa e inclusiva a Ghana en plena alerta, pero cuando lo haga seguro que dirá que no hay pruebas de que esos hechos influyeran en los incendios.

Y si quiere más ejemplos de ese sesgo que no existe, vaya a Newtral y su artículo Qué sabemos de la campaña de desinformación en las elecciones rumanas, pura propaganda para justificar que se hayan cargado unas elecciones nacionales porque el candidato favorito sea contrario a los intereses de Bruselas y de la OTAN. El artículo es casi un publirreportaje, elaborado a partir de unos informes rumanos de cuatro o cinco folios cada uno que hablan de injerencias rusas, opacas donaciones millonarias, cien mil ataques cibernéticos y un ejército de desinformadores pagados por Putin en Tik Tok. Hemos visto historias del Área 51 mucho más consistentes.

Adiós verificadores, hola notas de la comunidad

La alternativa a toda esta imparcialidad es un sistema de notas de la comunidad que, por motivos obvios, los verificadores odian y al que le ponen los peros que, misterios de la vida, nunca le encontraron al anterior sistema. El País cita a investigadores de universidades lejanas como Vanderbilt, Siracusa o Cornell, que suenan prestigiosas aunque no las conozca nadie, para calificar las notas de la comunidad de insuficientes e ineficaces para frenar la desinformación.

Está claro que el sistema de notas «no es la panacea», como dice X, pero hay varios motivos por los que es un poco mejor que el de los verificadores. Primero porque las notas no censuran ni penalizan ninguna información: le añaden un contexto que cada uno es libre de decidir si le interesa o no. Nadie impone qué hay que leer y qué no. Segundo porque la nota no proviene de una sola fuente. Los colaboradores se registran para calificar notas y redactarlas. Y estas no funcionan por mayoría, sino que un algoritmo determina su impacto a partir del «acuerdo entre colaboradores que estuvieron en desacuerdo en sus calificaciones anteriores» para ayudar a esquivar los sesgos. De entrada suena mejor a que un activista de la información que se esconde detrás de un supuesto rigor profesional decida que una noticia contraria a su ideología es un bulo miserable.

El Barroquista también se mete en este charco

Entre los muchos a los que el sistema de notas no ha hecho ninguna gracia se encuentra Miguel Ángel Cajigal, alias El Barroquista, un elemento de lo más curioso de la fauna tuitera, experto en arte y bastante bien pagado de sí mismo, como demostró su polémica con Wikipedia cuando se supo que su entrada, posiblemente escrita por él mismo o por su abuela, tenía más referencias que la de Stalin o Kennedy, y en la que hasta sus tuits se ponían como ejemplos de éxito y relevancia.

Gran defensor de las causas progres, El Barroquista no ha podido menos que lamentar el fin del sistema de verificadores: «Gente defendiendo que para saber si una cosa es correcta o es un bulo se confíe en aquello que decida más gente. Esperemos que, por coherencia, cuando tengan que someterse a un tratamiento médico lo pongan por esta red social y que sea la “comunidad” la que decida».

Demagogia aparte de mezclar lo que se pone en las redes con la atención sanitaria, El Barroquista recibió hasta en el carné de identidad por decir un bulo inventándose el funcionamiento de las notas de la comunidad. Eso le llevó a responder en un hilo larguísimo (algo normal viniendo de alguien al que le gusta tener la razón y que se puso a pleitear con los editores de Wikipedia en pleno agosto). El hilo pretendía demostrar que las notas fallaban, lo cual por un lado es cierto pero también hizo trampas haciendo cherry picking con lo que le interesaba. Nosotros con la misma metodología hemos llegado a la conclusión contraria: las notas son de lo más eficientes. Empate.

La Unión Europea contra todos

El debate sobre el futuro de las redes sociales va para largo, con una Unión Europea cada vez más cuestionada, interna y externamente, por sus políticas de control a las que se enfrentan abiertamente los multimillonarios Elon Musk y, ahora, Mark Zuckerberg y que, conociendo el percal totalitario de nuestras instituciones comunitarias, no nos extrañaría nada que acabara con alguien proponiendo el democrático bloqueo de Twitter, Facebook e Instagram al estilo chino para proteger nuestra libertad y garantizar nuestros derechos.

No se ría que capaces son. Si impusieron la majadería de los tapones de las botellas por el bien del planeta, pueden hacer cualquier cosa.

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6 comentarios

  1. Anda que no hay gente quejándose de que quiten los verificadores. Se ve que piensan que ahora Facebook va a ser una sucesión de insultos y odio. Aunque más bien es, creo yo, porque esto no les va a permitir ocultar lo que a ellos no les interese que se vea, como hasta ahora. Con estas notas que cada dos por tres les dejan con el culo al aire se van a tener que ir con su sesgo a otra parte.

    1. Y eso que ya se está viendo a las dos trincheras intentando colar notas que lejos de aclarar desinforman. No tenemos remedio.

  2. Con la de censura que hubo desde 2016 en adelante, va siendo hora de acabar con esto. Ya ha ido demasiado lejos, porque te silencian por malinterpretar comentarios inofensivos, y a mí me tiene pasado.

    1. Decir «Me voy a comprar al chino» se podía considerar ofensivo. La moderación de Facebook había llegado a extremos berlanguianos.

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