El gancho a la mandíbula fue perfecto y el oponente se desplomó en el acto. Habría sido un gran KO si hubiera sido un combate de boxeo, pero aquello era un partido de fútbol. Sucedió sin que ninguna cámara lo captase —eran otros tiempos— durante un Español-Mallorca de 1999 y el puñetazo de Germán Burgos, alias el Mono Burgos, a Manolo Serrano supuso una de las sanciones más altas en la historia del fútbol español, once partidos de suspensión. 25 años después, la hostia se la han dado al ahora retirado guardameta argentino en forma de cancelación, eso que el simpático de Joaquín Reyes dice que es un mito y que, e pur si muove, suma y sigue.
En 2000, en el partido de la segunda vuelta, el portero se disculpó por aquel calentón —según él, Manolo Serrano le había dicho «sudaca de mierda, me follo a tu mujer»— y los futbolistas se fundieron en un abrazo reconciliador ante los aplausos de las dos aficiones, no sin antes un momento de suspense porque los compañeros de Serrano le habían gastado la broma de que el Mono Burgos, que con su envergadura, metro noventa y melena de rockero imponía lo suyo, le iba a volver a atizar. Cuando el argentino se acercaba para disculparse, Serrano le miraba con pavor. Hasta tal punto se temía lo peor que la propia esposa del delantero había llamado a Burgos pidiéndole que, por favor, no pegara a su marido. Cuentan las crónicas que los dos equipos estuvieron riéndose de aquella broma un buen rato sobre el terreno de juego.
Un acto «repugnante» y «condenable»
Al lado del hipersensible siglo XXI, la historia del Mono Burgos y Manolo Serrano —que estuvo media hora inconsciente por el golpe— casi parece de la Edad Media. Porque hoy en día ese suceso habría provocado un cataclismo y las ondas de la batalla cultural habrían arrasado con todo. Una nadería insignificante al lado de aquello ha acabado con el Mono Burgos despedido, con las redes otra vez en llamas y con los profesionales del bienquedismo como Xavi Hernández, que últimamente solo se moja cuando se trata de reivindicarse a sí mismo, cumpliendo con lo que se espera de ellos, al suscribir sin parpadear las palabras de un periodista que calificó la situación de «repugnante y condenable».
El acto repugnante y condenable sucedió en el programa deportivo de la plataforma Movistar+, en la previa del París Saint Germain-Barcelona de la Champions League. El jovencísimo jugador del Barça Yamine Lamal aparecía tocando el balón. «Mira, mira qué calidad, mira qué toquecitos», dijo la presentadora Susana Guasch, a lo que el Mono Burgos respondió: «Ojo, que si no le va bien termina en un semáforo». Entre las risas de los presentes —Guasch, Jorge Valdano y Gerard López— el ex portero del Atlético de Madrid completó su mensaje, bastante menos chistoso de lo que parece a simple vista, con tantas jóvenes promesas que el Mono Burgos habrá visto morir en la orilla: «Como la vida, el fútbol es como la vida».
La hora de los arrepentidos y los acojonados
Si Yamine Lamal se llamara Roberto Puig Rodríguez y fuera un blanquito de padres nacidos en Cerdanyola y Cuenca no habría pasado nada. Pero Lamal tiene padre marroquí y madre guineana, y nada más pronunciarse la frase la trituradora progre de Twitter se puso en marcha. Sumándose enseguida unos muy ofendidos Barcelona y PSG que decidieron no conceder declaraciones a Movistar+ tras el partido en señal de protesta por unas declaraciones que ya habían pasado de broma desafortunada a comentarios asquerosamente clasistas y racistas. Yamal haciendo malabares en un semáforo. Si al menos hubiera sido en el Circo del Sol… Encima el chaval tiene dieciséis añitos y no ha terminado ni la ESO. Con las redes haciendo chupchup y el Barcelona ofendidísimo, tocaban disculpas y sudores fríos. O el que se arriesgaba a acabar en el semáforo era el equipo del programa al completo.
Primero lo hizo el periodista a pie de campo: «Pedí disculpas desde aquí y entiendo que lo debemos hacer también desde el plató porque no hemos estado afortunados». En el estudio, una ahora nada risueña Susana Guasch le cedía la palabra al Mono Burgos que, aún más serio, también recogía cable: «Ojalá hubiese tenido yo la calidad que tiene este chico. Fue un comentario sin tratar de herir a nadie. Si alguien se sintió ofendido pido disculpas públicas. En estas épocas hay que adaptarse a todo y en eso estamos». Las cursivas son nuestras. La frase resume muy bien el problema de estas épocas que vivimos: adaptarse a todo y agachar demasiado la cabeza.
Movistar+ cumple con el manual de cancelación
Si existiera algún manual de cancelación, el Mono Burgos ya sabría que pedir disculpas no funciona. Cual Reina de Corazones exigiendo que rueden cabezas, los canceladores solo se sacian con la eliminación pública del señalado, a ser posible permanentemente, algo que las empresas, asustadas por la mala imagen de su marca, suelen conceder sin mayor problema. Por eso al día siguiente, Movistar+ comunicaba el fin de la relación contractual con el Mono Burgos —«tolerancia cero con cualquier comportamiento discriminatorio»— y, de paso, apercibía a la presentadora y al resto de colaboradores. Os habéis salvado por los pelos, se leía entre las líneas del comunicado.
A Germán Burgos todos le han llamado siempre con cariño —y sin cariño— «Mono». Él mismo ha asumido el mote sin que parezca que le importe demasiado. Incluso en el comunicado de la tolerancia cero frente a la discriminación de Movistar+ se refieren así a él. Ha escuchado y aguantado de todo por los campos de España en una época en la que nadie se cortaba a la hora de descalificar —en una ocasión le orinaron desde una grada— y ahora lo despiden por un comentario discriminatorio que nunca lo fue a alguien que ha sufrido mucha menos discriminación en su vida de la que Burgos habrá soportado en solo un año de su carrera deportiva. Pero explíquele usted esto a los pieles finas de nuestra época, empezando por el FC Barcelona que ha actuado como si hubieran invocado el KKK contra Yamine Lamal.
Solo ante la cultura de la cancelación
Viendo lo políticamente correcto y digno que se nos ha puesto el Més que un club con este asunto, casi es para alegrarse de que Yolanda Díaz les amenace con una multa por no tener planes de igualdad ni ser suficientemente feministas. Aunque no dudamos de que Joan Laporta, que hace unos años no se sabía el nombre de las jugadoras del Barça femenino y que se los ha tenido que aprender porque es la sección del club que más alegrías le da, sabrá bajarse los pantalones como corresponde. Y no estamos tan seguros de que también se humille agachándose, no porque le presumamos un atisbo de dignidad sino porque igual lo tiene complicado con esa barriga.
Por continuar con el pobre Mono Burgos, ni haberse disculpado aún más en su cuenta de Instagram ha ablandado a sus jefes de Movistar+. Incluso se comunicó con el propio Lamine Yamal y con el presidente del Barça para pedir perdón y devolver las aguas a su cauce, pero nadie le ha contestado. Al pobre le han hecho menos caso del que le hace su ex amigo y compañero Cholo Simeone. El silencio se ha extendido también a sus propios colegas de profesión. El manual de la cancelación una vez más. Es que no falla.
Dani Mateo defiende al Mono Burgos
De momento, solo Dani Mateo, que ya ha mirado a los ojos a la cultura de la cancelación cuando los intensitos diestros le quisieron boicotear por sonarse los mocos con la bandera de España, ha mostrado su apoyo al ex portero. «Creo que, en este caso, se ve bien a las claras cuáles pueden ser las terribles consecuencias del exceso de corrección, ya no política, sino moral. Si alguien ve racismo, clasismo o cualquier otro ismo en el chiste, es que QUIERE verlo y ÉSE, creo yo, es el verdadero problema», ha escrito el humorista en Twitter. «Que a tu generación de pollaviejas les parezca bien no quiere decir que afortunadamente la sociedad evolucione», le ha respondido alguien muy evolucionado.
En el otro lado de la balanza, el padre del jugador ha pedido en Instragram respeto para su hijo. Suponemos que más del que mostró él cuando atacó una carpa de Vox en Mataró y agredió a dos miembros de este partido político.
Podría haber sido peor
Para nosotros, este caso, nuevo delirio sacado de madre, es un ejemplo más de eso que Joaquín Reyes dice que no existe y de cómo la locura de la corrección política y de una sensibilidad mal entendida por los justos de la superioridad moral se cierne sobre nosotros como una tormenta de inesperadas consecuencias para la libertad. Lejos de favorecer la creación de un mundo mejor, estas situaciones lo van a polarizar aún más.
Pero aún así damos las gracias. Podría haber sido peor.
Agradecemos que Germán Burgos hiciera su comentario dirigido a Lamine Yamal y no a Vinicius. Si llega a referirse al Martin Luther King de nuestra época imagínese lo que se nos hubiera venido encima: se suspende la jornada de la Champions, se convoca con carácter de urgencia la plataforma de la UEFA contra el racismo, se apagan de nuevo las luces del Cristo del Corcovado y Netflix le añade media hora más a su documental sobre la estrella del Real Madrid. Aunque a ver si tienen huevos de decir en él «Mono Burgos» sin poner antes un rótulo de «Advertencia: lenguaje violento e inapropiado».
Pero si la cancelación no existe… Como bien dices, que llamen racista a un hombre al que llevan toda la vida llamando Mono tiene tela. Claro, que antes éramos normales y estas cosas ni nos ofendían ni nos molestaban ni nada. Cuánta piel fina hay ahora.
Y lo peor es que la piel se va haciendo cada vez más fina a medida que pasan los años. Algún día este blog constituirá una ofensa en sí mismo, lo cual nos llenará de orgullo y satisfacción.
Pues a mí me ha sorprendido bastante la defensa de Dani Mateo, la verdad.
Después de la que le liaron con lo de la bandera yo creo que algo ha aprendido sobre esta locura de cancelar.