Polémica Real Madrid

Si Vinicius Júnior fuera blanco ahora estaríamos hablando de cualquier otra cosa. Porque a la estrella del Real Madrid la insultarían como si no hubiera un mañana, como hasta ahora, y como le pasa a muchos futbolistas en el mundo. Las aficiones rivales le chillarían cualquier delicadeza del estilo de «subnormal» como le decían a Messi, «maricón» a Cristiano Ronaldo o «cabrón» e «hijo de puta», que son las ofensas estándar en la vida y en un estadio de fútbol. Y sería un tema restringido al deporte que apenas trascendería mucho más allá. Pero resulta que Vinicius no es blanco y tenemos artículo.

Los mecanismos de todos los insultos funcionan igual: la mente busca una característica peculiar del sujeto a ofender y la convierte en un defecto, real o imaginario, con el que se busca hacer daño. En el caso de una persona negra se dirige a lo primero que llama la atención: el color de su piel. Partiendo de la base de que insultar no es algo de lo que debamos sentirnos especialmente orgullosos, ¿es ese exabrupto espontáneo que se grita rodeado de miles de personas eufóricas al borde de la histeria colectiva una muestra real de racismo?

En nuestros tiempos políticamente correctos se ha acordado que sí lo es, aunque realmente esa distinción entre insultos de primera y de segunda, según se dirijan a jugadores blancos o negros, escapa a la lógica. O transigimos con todos los insultos y no les damos tanta importancia o nos ponemos exquisitos prohibiéndolos todos y convertimos el fútbol, como quiere Xavi Hernández, en un oasis zen.

Pero Occidente ha adoptado el mantra identitario del progresismo norteamericano que detecta la amenaza supremacista blanca hasta debajo de las piedras. Y en ese contexto un insulto racista en un campo de fútbol no se percibe solo como un insulto: es la expresión de odio racial en estado puro hacia un colectivo históricamente oprimido. Y a ver si tiene usted huevos de decir que no.

Soñando con sociedades avanzadas

El periodista deportivo Alfredo Relaño lleva años sensibilizado contra el racismo, cada vez más escorado a esta manera actual de entenderlo que no pasa ni una ni disculpa jamás el contexto, como piden los cánones woke. Y como ve que no todo el mundo comulga con su filosofía, se lamenta de que buena parte de la sociedad no se haya dado cuenta y de que no tengamos todavía «la piel y el oído lo bastante finos para las ofensas racistas, hoy intolerables en las sociedades más avanzadas».

Por «sociedades más avanzadas» se refiere el señor Relaño a las anglosajonas, obsesionadas con el color de la piel, capaces de convertir en negra a Cleopatra, que ven racismo en todas partes, que aplauden el Black Live Matters y que tienen tal complejo de culpa por su pasado esclavista que se arrodillan cada dos por tres pidiendo perdón. Y no solo en sentido figurado. Pues qué quieren que les diga, que espero que nunca avancemos tanto.

Vinicius desatado

No hace ni una semana, en el partido entre el Valencia y el Real Madrid, Vinicius estuvo en su línea habitual, con un ojo en el juego y otro en las provocaciones. En un momento dado, señaló a unos aficionados que le llamaban «mono». Con los ánimos caldeados, una tangana acabó con la expulsión del brasileño por agresión, mientras que un jugador del Valencia que también le había agredido se fue de rositas. Cabreado como un mono, dicho sea sin segundas, Vinicius se fue al vestuario deseando a la afición del Valencia el descenso a Segunda División.

El comentarista televisivo del partido denunció los insultos contra Vinicius pero cometió el error de decir que provocaba a los valencianistas. «Esto es intolerable — clamó el periodista de la avanzada sociedad británica Colin Millar—. Las víctimas de abuso racial son víctimas de abuso racial. No se requiere más contexto». ¿Les suena de algo? Exacto, como la violencia de género. Un dogma de fe en el que no se permite ninguna explicación que pueda arrojar luz sobre lo sucedido y emborrone el dogma identitario de turno.

Por eso es imposible disentir, contextualizar o matizar sobre esta cuestión. Como sucede con el feminismo. Una telaraña de instituciones, políticos, medios y personalidades repiten la narrativa oficial y hay poca gente que se atreva a salirse del tiesto oficial. Y que hay insultos, por muy desagradables que sean, que solo reflejan el desahogo puntual del tipo que los suelta. Que igual ese tipo es el líder de la facción local del KKK, pero que lo más probable es que sea alguien normal y corriente que llamará «mono» a Vinicius pero que se comería a besos al jugador negro de su equipo si marcara el gol de la victoria.

Rosa Parks en pantalón corto

Lo que sucedió en Mestalla se ha convertido en un tsunami imparable y se ha internacionalizado por medio mundo. Todos los que sueñan con sociedades más avanzadas han visto el cielo abierto para hacer campaña. Hace dos años, Juan Calas fue acusado de llamar «negro de mierda» a Mouctar Diakhaby. El incendio quedó en nada al no encontrarse una sola prueba de que las expresiones ofensivas fueran pronunciadas. Pero aquello apenas fue un ensayo de lo que está sucediendo ahora que vuelve multiplicado por cien.

Está claro que Diakhaby no es una estrella mundial como Vinicius Júnior ni —dato importante— juega en el Real Madrid. Si esto le hubiera pasado a un jugador del Albacete ya le podrían haber llamado todo el planeta de los simios que ni nos enteraríamos. Pero ser jugador del Madrid da un potente altavoz, y los tentáculos mediáticos afines al club blanco ya hasta comparan al delantero con Rosa Parks. Así lo ha asegurado, y sin ruborizarse, Eduardo Inda, que está a un paso de proclamar a Vinicius el Martin Luther King del Bernabéu. Yo tengo un sueño… ganar la Decimoquinta.

La magia del comodín del racismo

Imaginen ahora que Vinicius no es negro y que se encara en mitad de un partido con un aficionado que le menta reiteradamente a su santa madre. Sin duda, se percibiría como una falta de profesionalidad y daría vergüenza ajena. Pero en cambio, siendo negro y un insulto racista, se ve como un gesto lleno de dignidad. Es la magia del comodín del racismo. Algunos objetarán que no montaría la escena con otro tipo de insulto. Conociendo al delantero, que tiene la mecha más corta que la manga de un sostén, lo dudamos mucho.

Vinicius, el único de los seis jugadores negros del Real Madrid al que insultaron en Mestalla, acumula nueve de las diez denuncias por racismo esta temporada. Y eso debería hacer sospechar. O resulta que el brasileño es el más negro de todos y por eso los racistas se ceban con él, o quizá hay otras explicaciones para ser el negro, perdón, el blanco de todos los ataques: es el mejor de su equipo y se le tiene más manía o quizá el muchacho provoca que da gusto a jugadores, aficiones y árbitros, y le acaban diciendo de todo. O las dos cosas a la vez.

En cualquiera de estos escenarios, los insultos racistas no tendrían motivación racista. Al muchacho le llaman «mono» porque le quieren chinchar. Y como entra al trapo, se lo llaman más. Si no fuera negro le llamarían cualquier otra animalada pero se lo llamarían igual.

Campaña contra Vinicius

Para el Real Madrid todo esto tiene una explicación. Desde hace años hay una campaña orquestada contra su jugador estrella. Le cosen a faltas en los encuentros y los árbitros lo permiten porque las instituciones futbolísticas y arbitrales son antimadridistas y están corruptas. La prueba es que cuando juega la Champions le tratan con cariño. Y cualquier exceso que le sale de vez en cuando es fruto de la impotencia por toda esta situación, producto en parte del racismo que hay contra él.

El día que a Kaplan contra la censura le caiga alguna paguita de Florentino Pérez le diremos que todo esto es completamente cierto y que Florentino es el tío más guapo del mundo. Incluso haremos como Antonio García Ferreras que lleva tres días dedicando su informativo al caso Vinicius como si no hubiera pasado nada más en el mundo. Pero, claro, nosotros no podemos presumir como él de ser el ex director de comunicación del Real Madrid. Así que hasta entonces diremos que Vinicius tiene una extraordinaria calidad futbolística pero poco futuro dando cursos de gestión de estrés. Ah, y que Florentino es así como tirando a feo.

Un circo de tres pistas

Como todos los dramas identitarios que provocan hiperventilación máxima, la situación ha desembocado en un circo de tres pistas al que se han apuntado todos con sus intereses particulares: una guerra a tres bandas entre la Liga, la Federación Española de Fútbol y el Real Madrid usando el escándalo para minar al adversario y sacar tajada, la intervención del gobierno poniendo en marcha un teléfono contra el racismo, la de la ministra de Igualdad relacionando el odio racista con Ana Rosa Quintana, el Comité de Competición retirándole la tarjeta roja a Vinicius perdonándole la agresión (que igual tenían miedo de que les acusaran de supremacistas si se la mantenían), la muy oportuna y televisada detención de unos pringaos que colgaron un muñeco de Vinicius hace cuatro meses, la condena de la mismísima ONU, el mosqueo del Valencia que ve cómo le han hecho pagar el pato antirracista o las declaraciones de nacionalistas catalanes que vinculan el origen de los insultos a Vinicius con la represión policial del uno de octubre.

Pero de toda esta cadena de reacciones, sin duda la mejor ha sido la de Brasil, que ha convertido el tema en un asunto de Estado, como prueban los miles de internautas brasileiros que se dedican a llamar racistas a los españoles en Twitter. El presidente, Lula da Silva, intervino desde la reunión del G7 defendiendo a Vinicius y pidiendo que «el fascismo y el racismo no se instalen en los estadios de fútbol». Las luces que iluminan el Cristo del Corcovado se apagaron en un surrealista homenaje al jugador. Y un ministro brasileño sugirió que su código penal se podría aplicar en España para proteger a Vinicius. Estamos ansiosos de ver qué nueva acción surgirá del país carioca. Quizá la resurrección de Pelé en modo zombi amenazando a los racistas de España. O jogo bonito, eu quero cérebros…

Vinicius, balón de oro haciendo comunicados

El propio Vinicius se ha venido más arriba que Pedro Sánchez prometiendo viviendas públicas. En dos días ha emitido cuatro mensajes a la opinión pública más acelerado que cuando enfila el área.

En el primero aseguraba que amaba España pero que exportamos racismo al mundo. «Hoy en Brasil España es conocido como un país de racistas», afirmó. Pues si eso dice amando a España, no queremos pensar lo que diría si no la llega a amar. La izquierda política y mediática está encantada con este inesperado aliado que les está ayudando a vender uno de sus mantras favoritos: el de España como un infierno del racismo estructural.

El segundo mensaje, firmado por su agencia, no podría mejorarlo ni El Mundo Today. Comparaba su forcejeo con un jugador del Valencia con la inmovilización y asesinato de George Floyd. Vamos, igualito. Vinicius Live Matters.

El tercero era un vídeo donde recopilaba varios insultos racistas recibidos con el estremecedor mensaje «No es fútbol, es inhumano». El último comunicado, hasta el momento, repasa más vídeos con insultos racistas, en este caso los que le dedicaron a su compatriota Roberto Carlos en el Camp Nou hace 23 años, afirmando que «El racismo en los estadios españoles existía antes de que yo hubiera nacido».

Más vídeos, por favor

Desde aquí animamos al amante de España a completar su colección de agravios con más vídeos. Por ejemplo, uno del último Madrid-Barcelona disputado en marzo, en el que el azulgrana Ronald Araujo era saludado por la afición blanca con un sonoro «Macaco de mierda» delante del propio Vinicius sin que Gandhi Júnior se inmutara.

O ya que le gusta la arqueología deportiva también puede incluir en sus denuncias el momento en que el público del Real Madrid le dijo al portero del Rayo Vallecano «Negro, cabrón, recoge el algodón», en 1993. Estamos seguros de que el madridismo lo recibirá con mucha empatía y autocrítica, ahora que está tan indignado con el racismo que sufre Vinicius.

El hilo del señorío

Algunos de esos indignados aparecen en este hilo lleno de tuits donde llaman racistas a atléticos, culés, valencianistas y, en general, a todo aquel que dude de Vinicius. El creador del hilo se ha dedicado a buscar tuits anteriores de todo ese señorío antirracista. La hemeroteca no tiene piedad, y demuestra que eso del racismo en el fútbol va por colores. Pero no los de la piel sino los de la camiseta, lo cual nos reafirma en nuestra tesis de que muchos insultos racistas en el fútbol no responden a auténticas motivaciones discriminatorias sino a calentones del momento con los jugadores más odiados, que suelen ser los mejores de los equipos rivales.

En cualquier caso, la moraleja de este hilo está clara: quien esté libre de pecado racista que tire la primera piedra… y que borre su historial de Twitter.

El insulto racista más rentable

Acabamos ya. Y siendo un poco malpensados, que ya sabe que nos gusta serlo. Esta polémica le va a venir muy bien al jugador brasileño. Por un lado, Nike le va a convertir en protagonista de su nueva campaña contra el racismo, y seguro que no la hará gratis. Por otro lado, su renovación, que lleva meses enquistada porque el jugador quiere cobrar más de lo que el club le ofrece, podría finalmente desatascarse. ¿Cómo va a dejar escapar el Real Madrid a su principal estrella convertida, además, en el paladín mundial de la lucha contra la intolerancia? La jugada le puede salir redonda a Vinicius. Igual hasta Netflix o HBO le dedican una serie de esas suyas para concienciarnos. De ser así, nunca llamar a alguien «mono» habría salido más rentable.

4 comentarios

  1. No podía faltar este tema en el blog. Menudo circo se ha montado con este tema, que ha ecilpsado cualquier otra noticia posible. Menos mal que llegan las elecciones y esto pasará a un segundo plano (espero). Saturadísima estoy de Vinicius y el fútbol, oiga.??

  2. Menos mal que Vinicius Jr. no juega en Argentina porque ese insulto es lo más suave que le gritarían jaja. Recuerdo cuando nos querían dar lecciones de moralidad por nuestros festejos cuando salimos campeones de la Copa Del Mundo Qatar 2022.

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