Gregorio Belinchón, crítico de cine de El País y uno de los inquisidores de Carlos Vermut, se refirió a Emilia Pérez como «una locura maravillosa». En aquellos momentos el film de Jacques Audiard había sido elegido para la gloria por el progresismo cultural. Premio del jurado y a su elenco femenino en Cannes, una de las mejores películas de 2024 para el American Film Institute, cinco globos de Oro y trece nominaciones a los Oscar. La izquierda identitaria se frotaba las manos imaginando a su protagonista, la española Karla Sofía Gascón, convertirse en la primera trans en recoger un Oscar, lo que sería una poderosa imagen directa a la yugular de Trump. Pero como si fuera el cuento de la lechera woke, todo se ha ido al garete. Vicisitudes de esa cultura de la cancelación que los progres aseguran que no existe pero que practican que da gusto.
El gafe de una película sobrevalorada
Vaya por adelantado que Emilia Pérez, «el conmovedor musical trans que promete [o prometía] arrasar en los Oscar», según Fotogramas, nos parece bastante mala. Una película imposible en la que un narco mexicano se cambia de sexo, se convierte en una mujer de luz y monta una ONG al tiempo que lucha por sus hijos. Y encima cantan. La crítica la ama. Nosotros pasaríamos por la quilla a los críticos que la aman.
Si a la película no hay por donde cogerla, de sus tres actrices principales (o dos actrices y un actor si se pone tiquismiquis), solo brilla Zoe Saldaña. A Selena Gómez no se la entiende cuando habla y Karla Sofía Gascón parece salida de una telenovela de las que hacía cuando se llamaba Carlos Gascón. De todas maneras, aún así, Emilia Pérez podría haber ganado muchos Oscar. Nos la han metido hasta en la sopa y, a fin de cuentas, hace tiempo que los premios de Hollywood han perdido el oremus, y solo tienen algún interés si un actor le da una hostia a otro.
Pero a Emilia Pérez se le ha complicado la carrera al estrellato. Y la primera actriz trans de la historia tendrá que esperar. No se van a atrever a darle ningún premio a Karla Sofía después de la que se ha liado aunque, para ser honestos, la película ya se estaba gafando. A la niña mimada de la crítica woke le han crecido los enanos por todas partes. Empezando por México donde ha sido un fiasco, desvaneciéndose del top diez de la taquilla en su segunda semana.
El pasado tuitero siempre vuelve
A los mexicanos no les ha hecho gracia esta peculiar visión de la violencia narco. Y tampoco que sea una película francesa rodada en Francia ambientada en México con pocos mexicanos en los principales papeles. Desde los tiempos de Maximiliano no se había visto tanta cara dura gabacha. Tampoco ha ayudado el español ininteligible de la texana Selena Gómez, con el bonus track añadido de la escenita lacrimógena que se marcó (en inglés) por las deportaciones de su pueblo mexicano. Añadamos las declaraciones del director calificando al español de «lengua de países pobres e inmigrantes» (igual aún le escuece haber perdido el Oscar hace 15 años frente a El secreto de sus ojos), y los ataques de Karla Sofía Gascón hacia otra de las nominadas a mejor actriz, la brasileña Fernanda Torres.
Precisamente, a raíz de estos comentarios los brasileños decidieron defender a su estrella buscando algún tuit antiguo de la actriz española para desprestigiarla. Y encontraron una mina de oro. Una colección de mensajes escritos cuando a Karla Sofía no la conocía ni el Tato que harían las delicias del más facha de los fachas de la fachosfera. Una periodista de Variety los vio y publicó un artículo recopilando algunas de estas joyas. Que la Biblia de Hollywood te señale por las peores herejías woke no es desde luego la mejor propaganda para ganar el Oscar, especialmente si entre esas herejías está el ataque al Islam y la que firma el artículo es una musulmana con hijab.
De Karla Sofía no se salva ni dios
En sus tuits, la protagonista de Emilia Pérez no dejaba títere con cabeza: había que echar a los moros de España porque «el islam se está convirtiendo en un foco de infección para la humanidad que hay que curar urgentemente», se lamentaba del lío en que «nos han metido cuatro chinos por comer mierda» y de la vacuna COVID decía que vendría junto a «un chip y dos rollitos de primavera». Arreaba también a los «mierdas tarados, hijos de esclavizadores, de asesinos, de tribus» que tiraban piedras contra la estatua de Colón. Y a George Floyd, sacrosanto mártir del Black Lives Matter, lo definió como un «drogata estafador». Alvise es un equidistante de mierda al lado de todo esto.
La política nacional era otro de los temas favoritos de la estrella ilusionante de la izquierda. Cuando obtuvo la nominación al Oscar, Karla Sofía Gascón agradeció la felicitación de Pedro Sánchez con un tuit lleno de paz y amor: «Gracias, presidente, queda mucho por avanzar, demasiado odio en este mundo, demasiada maldad». Cinco años antes, lo de la paz y el amor no lo veía tan claro: «Yo me cago en este presidente y en su puto gobierno». Del entonces vicepresidente, Pablo Iglesias, tampoco tenía la mejor de las consideraciones: «El gilipollas este si no sale en la tele revienta, ¿no? Hipócrita de mierda, quién te viera en el 15 M, cabrón». Como diría Irene Montero, que viva la furia trans.
Hollywood pasado a cuchillo
Con el Hollywood que la iba a premiar, el ser de luz también fue a degüello, metiéndose con Spielberg, Cuarón, Guillermo del Toro y los Oscar de la diversidad: «Cada vez más los Oscar se parecen a una entrega de cine independiente y reivindicativo, no sabía si estaba viendo un festival afrokoreano, una manifestación Black Lives Matter o el 8M. Aparte, una gala fea fea. Les faltó darle un premio al corto de mi primo, que es cojo». No se ha librado ni su compañera de reparto, Selena Gómez, a quien, unos meses antes de trabajar con ella, se refirió como «una rata rica que se hace la pobre desgraciada».
Realmente no dijo nada en lo que no esté curtido el tuitero promedio de derechas, pero es verdad que quedaba pelín raro viniendo de una oprimida y woke mujer trans que había pronunciado en Cannes «un maravilloso discurso contra el odio» (Cadena Ser) y otro «discurso memorable» (Fotogramas) en los Globos de Oro vestida con una túnica budista. Hasta ese momento Karla Sofía estaba encantada siendo el epicentro de este postureo y disfrutaba las mieles de un éxito que Carlos Gascón no había olido en su machirula vida.
Emilia Pérez se hace realidad
Pero paradojas de la vida, Karla Sofía Gascón iba a acabar como Emilia Pérez: la mala persona que se convierte en un ángel y que acaba destruido por su pasado. Le ha faltado tiempo para desactivar la cuenta de Twitter, que aquello era un pozo sin fondo. Aseguró que cuando escribió esos mensajes no era la misma persona —como Sánchez cuando prometía cosas que luego no ha cumplido siendo presidente— y se victimizó afirmando que se había desatado una campaña de odio y desinformación a su costa. También expresó su confianza en que esto no influyera en su candidatura puesto que, se supone, la habían nominado por su interpretación. Spoiler: no es cierto.
Hay que tener las luces de un votante de Sumar para creerse de verdad que los Oscar la iban a premiar por sus dotes interpretativas y no por ser trans, una cuota más de las que también Karla Sofía se reía en sus tuits. Y no se lo van a dar, por muy trans que sea, después de no haber dejado minoría ni causa progresista sin machacar. Hollywood no exige ser buena persona sino parecerlo, y Karla Sofía Gascón, a ojos del wokismo, ahora parece de las juventudes hitlerianas. Como asome por el Dolby Theatre llaman a seguridad.
Sin perdón
Abandonada por casi todos, la estrella estrellada se defiende como un gato panza arriba viendo que hasta Harvey Weinstein tiene más posibilidades de ganar el Oscar que ella. Si esperaba algún cable de sus compañeros o del director («Está al 100% conmigo y lo va a reafirmar en una declaración pública») ya puede olvidarse: «Lo que dijo es imperdonable», es lo que ha declarado públicamente Jacques Audiard que sabe que la única posibilidad de salvar Emilia Pérez pasa por despeñar a su protagonista por un barranco. Según él, Karla Sofía se hace la víctima y perjudica a la película. «No entiendo por qué sigue haciéndonos daño», se queja. Y por supuesto, «no he hablado con ella, ni quiero hacerlo», que yo he venido a hablar de mi película, «un camino hacia el amor», aunque me la suda cómo se encuentre esta tipa. There’s no business like show business.
Con esa sangre fría típica de los fariseos de la moral superior, el progresismo cultural ha dejado caer a su ex estrella con la misma facilidad que la encumbró. El ministro de Cultura la repudia poco después de hacerse la foto con ella, la editorial LGTBI y feminista que le iba a sacar un libro dice ahora que nones, Variety sigue ensañándose y Netflix, que distribuye y comercializa Emilia Pérez, no quiere saber nada de su protagonista y la ha borrado de los actos de promoción y no sale ni en los carteles, centrándose en Zoe Saldaña, que asegura estar «muy decepcionada» con su compañera. Sabiendo lo que hay que decir en estos momentos, la actriz de Avatar ha explicado que sus interacciones se han regido siempre por la «inclusión, colaboración y equidad racial, cultural y de género». Muy bien, Zoe. Así se ganan los Oscar.
¿Un nuevo comienzo?
«A mí me gustan mucho las películas de terror», dijo Karla Sofía en su visita a La Revuelta cuando estaba en la cresta de la ola sin olerse el slasher que se le venía encima. Nosotros, que hemos leído sus famosos tuits pensamos, como diría Henar Álvarez, que a Karla Sofía Gascón le han perdido las formas pero no la razón, como demuestra su brutal cancelación del paraíso progre en general y del de Hollywood en particular. Si cuando opinaba que eran todos una gentuza hipócrita e impresentable no le faltaba razón. Y en lo de los moros casi que tampoco.
Desde aquí le aconsejamos que from lost to the river. Ahora que cae bien al team facha (según Bob Pop «es una señora de Vox») que se convierta en su primera musa trans y no dilapide su potencial mendigando un perdón que el wokismo no le va a conceder. «¡A ver si cambiáis, cabrones!», exclamó en aquel aplaudido discurso para la historia de Cannes. Pues ahora debería decir: «¡No voy a cambiar, cabrones!». Y luego que denuncie a Netflix y a la Academia de Hollywood por tránsfobos. Con dos cojones. O lo que sea.
Esos tuits no los escribió Karla Sofía: los escribió Carlos. Es la única explicación a la que podría agarrarse la progresía.
Ya la estoy imaginando llorando delante de todo el mundo diciendo cuánto la ha cambiado ser mujer y lo que se arrepiente de aquella oscura época patriarcal. Ahora es un ser de luz como Emilia Pérez. Tiene a su favor la carta trans que ya sabe que también cotiza alto en el juego de las opresiones, como se vio anoche en los Goya.
Ya lo dijo el gran Hitchcock: los actores son ganado.
Han tenido suerte con el Urtasun, aquel
cuyo abuelito fue franquista, si en vez de
no gustarle los toros no le gusta el cine
acaba con premios galas y demás, así los
del celuloide se dedicarian ha hacer el bien ya que la mayoria son incapaces de hacer una puta película en condiciones.
No podía haber recurrido al clásico «me jaquearon la cuenta»?
Era una opción pero piense que son tuits de años. Menudo jaqueo más largo y sin darse cuenta 😉
Pues a mí me tiene fascinada esta historia. Aquí se ve cómo funciona el pensamiento woke: eres la gran musa, haces historia y te mereces todos los premios hasta que se descubre que tienes ideas propias que no se ajustan a lo que se espera de ti. Entonces te conviertes en poco menos que una apestada y nadie quiere saber nada de ti.
Es que no basta con ser trans, hay que serlo y pensar «bien». Qué le voy a contar a usted que siendo mujer no cuenta nada para las feministas.