La infiltrada Santiago Segura

Allí, delante de la flor y nata del postureo progre, María Luisa Gutiérrez pronunció un discurso que no era el que el respetable esperaba. Entre que llevaban casi cuatro horas aguantando la gala y que el tema no era precisamente su favorito, buena parte del público lo aplaudió, desconcertado, con fría cortesía. No era para menos. La productora defendió la libertad de expresión para los que piensan diferente, reivindicó el cine comercial, tuvo palabras para las víctimas del terrorismo, para la policía, para el campo español y, delante de la plana mayor del gobierno que pacta con Bildu día sí día también, aquella otra infiltrada habló de otra memoria histórica, la de los asesinatos de ETA. «La memoria histórica también está para la historia reciente de este país», aseguró delante de un presidente que sueña con Franco.

Un discurso contracorriente aunque parezca mentira

Carlos del Amor, el comentarista de RTVE que hasta ese momento se había ganado el sueldo remarcando cada consigna con entusiasmo, enmudeció. Muy posiblemente no sabría qué decir. Una cosa era babear con las arengas progres del cine español o con el discurso anti Trump de Richard Gere (con cuña publicitaria incluida de Open Arms de la que es colaborador, se supone que altruista) y otra defender las fascistísimas palabras de María Luisa Gutiérrez. Libertad de expresión como principio de la democracia, policías que arriesgan su vida por el bien común… no se puede ser más nazi. Bueno sí, usted que nos lee y nosotros por escribir estas cosas en vez de denunciar el racismo estructural.

La productora y socia de Santiago Segura, que aparte de cuatro Torrentes y otros tantos Padres no hay más que uno, tiene una amplia carrera en el audiovisual patrio, defendió una industria del cine potente que permita financiar películas arriesgadas como La infiltrada con la taquilla de otras puramente comerciales pero igual de válidas, algo que también produce sarpullidos en buena parte de la familia del cine español que piensa que su arte es maravilloso aunque no lo vea nadie. Ya nos encargaremos los ciudadanos de financiar estas joyas incomprendidas con nuestros impuestos y ya se encargarán ellos de celebrarlo en la gran fiesta del cine español dándole premios.

‘La infiltrada’ triunfa en la taquilla

Pero por suerte hay excepciones. Lo fue La sociedad de la nieve el año pasado y lo ha sido este La infiltrada, la segunda película española más taquillera de 2024 (la primera fue, precisamente, Padre no hay más que uno 4) y que aún está llenando salas. Casi 8.500.000 de euros recaudados y más de 1.300.000 espectadores avalan a esta campeona que mira a sus inmediatas competidoras a mucha distancia: El 47 (3.300.000 euros recaudados y 520.000 espectadores) y Casa en llamas (3.000.000 euros y 460.000 espectadores). Normal que María Luisa Gutiérrez, que en su cuenta de X se definía hasta hace dos días como «feminista por méritos propios… pero no anti hombres» (ahora después de la polémica tiene la frase «En tiempos oscuros, la verdad es revolucionaria») estuviera contenta con la trayectoria de su niña y la guinda en los Goya.

Para disgusto de Pedro Almodóvar, su film, también nominado, La habitación de al lado, que ganó el León de Oro de Venecia pero que se ha desinflado como una pasa en los Globos de Oro y en los Oscar, ha recaudado menos que las otras: 2.300.000 euros y 386.000 espectadores. A nivel internacional el resultado global alcanza 15 millones de euros, sí, aunque no ha cubierto gastos (18.500.000 de presupuesto). Veinte años después de Mar adentro, esta pretenciosa y esteticista defensa de la eutanasia no ha calado lo que el manchego esperaba a pesar del entusiasmo de ciertos críticos. Igual por eso no fue a los Goya ya que, cuentan las malas lenguas, eso de perder nunca lo ha llevado bien y le cabrea más que un mitin de Vox.

‘El 47’, la película que emocionó al presidente

Sí que ha gustado bastante más El 47, una película también alineada con las ideas progresistas. Cuenta, con unas cuantas licencias, la historia real de un hombre que luchó por llevar el autobús a un barrio de inmigrantes en la Barcelona de 1978 con toda la épica social que le gusta al sanchismo: la lucha de la buena gente de izquierdas, el valor de la inmigración y la maldad intrínseca del franquismo, aunque la película transcurra en los albores de la democracia. A fin de cuentas, gracias a Bildu la memoria histórica llega hasta 1982. Pedro Sánchez se entusiasmó tanto con El 47 que no solo la recomendó en Twitter cuando la vio sino que recibió a su equipo técnico en la Moncloa.

Tampoco nos extraña. El film está hecho a mayor gloria del imaginario del PSC, olvidándose de que el protagonista real fue un activista comunista del PSUC y de CCOO, organizaciones que estuvieron detrás de la revuelta social del barrio. También hay una visión idealizada de la integración de los charnegos en Cataluña, a los que no verá escuchar ninguna canción de Juanito Valderrama o de Manolo Escobar pero sí el himno antifranquista Gallo Rojo, Gallo Negro, que canta al final una hija que no existió (fue un hijo) dándole a la continuidad de la lucha un sentido más feminista y empoderante.

El guiño al PSOE se completa con un cameo inventado de un joven Pasqual Maragall participando en el secuestro del autobús. Con todo esto, normal que Pedro Sánchez se haya emocionado. Si la película hubiera acabado con el autobús atropellando a los jueces que investigan a su mujer, su hermano, su ex mano derecha y su fiscal general ya habría sido perfecto.

‘La infiltrada’, la película de la otra España

Si El 47 es la película perfecta para todo militante de izquierdas con memoria histórica selectiva que se precie, la otra ganadora de este extraño premio ex aequo es todo lo contrario, casi como si representara a otra España. Por algo no quisieron saber nada de ella en el Festival de San Sebastián que son muy tolerantes y abiertos hasta que les tocan lo suyo. Este thriller dirigido por Arantxa Echevarría nos traslada a los años del terror de ETA y trata el tema de la infiltración policial, un asunto que pone de los nervios a la izquierda más radical que aún tienen pesadillas con los Rabocop que se la han metido doblada. En algunos casos literalmente.

Aunque la izquierda, y en especial la feminista, debería estar encantada con La infiltrada puesto que es un film producido, escrito y dirigido por mujeres con una protagonista femenina fuerte que pasa de largo el test de Bechdel y que se desenvuelve en el —léase con voz atronadora y patriarcal— mundo machista de ETA y de la policía, lo cierto es que no les ha hecho mucha gracia porque «vanagloria el papel del policía infiltrado», «sin prestar ningún tipo de atención a las personas a quien engaña y manipula» por mucho que use la reivindicación feminista «que permite edulcorar y limpiar lo que la película busca que interioricemos: la justificación a toda costa de las infiltraciones policiales y la tortura». Los entrecomillados pertenecen a un artículo de Pikara Magazine que expresa muy bien por qué una película social y feminista no les ha gustado un pelo.

Santiago Segura entra en la fachosfera

Y solo faltaba el discurso de María Luisa Gutiérrez en los Goya para mosquearles aún más. «Qué final tan casposo, qué bochorno», tuiteaba alguien minutos después de aplaudir los premios de El 47. A la politóloga feminista Irene Zugasti se la pelaba el toque feminista de La infiltrada y cargaba contra ella en el Canal Red de Pablo Iglesias: «una de las películas más reaccionarias y peligrosas que se han hecho en años». El «colmo fue el premio» y el discurso político de la productora, dijo, por «romantizar» la infiltración policial. De cómo la izquierda romantiza todas sus causas, incluida la de ETA, la señora Zugasti no nos consta que dijera nada.

Santiago Segura que estaba, lógicamente, muy contento de ver cómo la película producida por su socia se coronaba en los Goya no tardó en sufrir el fuego tuitero de la zurdería más radical, entrando así por todo lo alto en el bando de la fachosfera. Bienvenido, Santiago. Tildado de reaccionario, ultraderechista y de estar al servicio del Ministerio del Interior, algunos no solo le reprocharon La infiltrada sino que le recordaron el casting de lolitas de Torrente, que hoy le llevaría a juicio directamente, y su pasada amistad con el amiguete Torbe, el apestado por excelencia del porno español del que Segura, máximo exponente del cine familiar, no parece querer saber ahora nada.

«¿Eso es un discurso fascista? Iros a cagar».

El creador de Torrente, alucinado por estas críticas, ha dejado clara su opinión en una entrevista: «La gente está loca, se le ha ido la pinza. O sea, defender a las víctimas del terrorismo, hablar de la situación de la agricultura y decir que las pelis taquilleras también son necesarias: ¿eso es un discurso fascista? Iros a cagar».

Efectivamente, Santiago. Todo eso es ahora muy fascista. Si quiere hacer una película sobre infiltrados policiales para que la aplauda Podemos, ERC o Bildu le aconsejamos que la haga desde el punto de vista de los pobres etarras espiados, centrándose en cómo sufren y el dolor que les provoca saber que han convivido con una mala persona que ha traicionado su confianza. Y si alguno de los terroristas es negro y trans mucho mejor. Hasta le proponemos un título: La infiltrada 2: Mira quien tortura ahora.

Hacia un nuevo Goya

Por supuesto, si le dan el Goya, Segura tiene que medir muy bien el discurso de agradecimiento. Que él o su socia hablen de la memoria histórica, pero de la buena, la del franquismo, que le dedique el premio a Arnaldo Otegi, ese hombre de paz, y a las auténticas víctimas, todas las mujeres violadas por el Estado, como se consideran ellas tras haber pasado por las manos de los policías infiltrados. Y que mencione en el discurso a Billy el Niño, la cal viva y lo relacione todo con Isabel Díaz Ayuso. Si tiene dudas sobre esto último que le pregunte al equipo de opinión sincronizada. Nacho Escolar o Carmelo Encinas están acreditados como algunos de los más ilustres ayusólogos.

Claro que Santiago Segura también tiene otro camino: continuar haciendo el cine que le dé la gana, seguir siendo de los pocos valientes en apostar por una industria cinematográfica en España aún a costa del ninguneo y la envidia oficial, y lanzarse a rodar ese prometido Torrente 6. Sin autocensura, con tetas y riéndose de todos, todas y todes. Si lo hace de verdad, ese día las redes no arden, saltan por los aires.

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8 comentarios

  1. A ver si nos enteramos: los etarras eran , perdón son luchadores por la libertad del oprimido pueblo vasco, curiosamente uno de los pueblos más ricos de este país, y los que recibían tiros en la nuca o al arrancar el coche saltaban por los aires unos fachas apestoso.
    La desvergüenza de esta panda de hijos de puta es infinita.
    P. D. La actriz Tilda Swinton en una reciente entrevista ha dicho que el capitalismo es malo porque nos lleva al consumismo, que razon tiene, voy a dejar de consumir cine.

    1. Pues el sueldo de Tilda seguro que ha influido en los 18 millones que ha costado La habitación de al lado. No hay nada como ser un anticapitalista forrado gracias al capitalismo.

  2. Vi solo la parte final de la ceremonia. Cuando ya se acababa y oí un discurso en el que recordaban a agricultores, Ordóñez, víctimas de terrorismo, etc. no pude menos de dar un respingo. En esas estaba, pensando si los aplausos habían sido más tibios e incómodos de la cuenta o eran cosas mías, y también recordando las reivindicaciones sobre la vivienda, cuando vuelvo los ojos a la pantalla y veo (y escucho): Emisión patrocinada por Airbnb. Toma ya

  3. La verdad es que no vi la gala (otra vez), vi los momentos estelares vía Twitter. Y cuando oí ese discurso pensé que igual este año la cosa había cambiado, pero al ver las reacciones… Nada, todo sigue como siempre. Si no sigues el discurso único te conviertes poco menos que en un apestado.

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