La Vuelta suspendida

Muchos países como Alemania, que de genocidios entienden un rato, no tienen tan claro que se pueda usar ese término. Tampoco el papa que sabe el estigma antisemita que puede conllevar acusar a Israel de genocida. Menos dilemas tienen los organismos afines a la causa que lo justifican con estudios ad hoc como uno que acaba de sacar Naciones Unidas, aunque dicho estudio solo habla de genocidio a partir de 2023. No son tontos, el crecimiento poblacional en Gaza (de 1,3 millones en 2003 a 2,26 millones en 2023) no encaja precisamente con los objetivos de un genocidio.

Un genocidio del sentido común

¿Es fiable lo que diga la ONU? Pues teniendo en cuenta que en este humilde blog ya la hemos pillado en unos cuantos renuncios le aconsejamos no fiarse demasiado. Su relatora especial para los Territorios Palestinos ha multiplicado por diez el número de muertes en la Franja citando las elucubraciones de unos supuestos expertos. Se habla de 380.000 víctimas menores de cinco años… en un territorio en el que no hay tantos niños menores de cinco años. Lo puede comprobar usted mismo si entra en la página del US Census Bureau International Database, que suele usar la propia ONU, y suma los niños y niñas de la pirámide de población correspondiente a esa franja de edad: hay cien mil menos de los que dice Naciones Unidas que podrían haber muerto. Ni nuestro inexistente comité de expertos del Covid llegó a tanto.

El tema del genocidio, que por mucho marketing de Hamás que pueda haber detrás no disculpa la masacre de civiles en Gaza, ha alterado a la izquierda más que nunca. En España hemos visto de todo: desde detallitos nazis de pintadas en establecimientos por no posicionarse en el conflicto hasta circos con mujeres berreando en unas fiestas patronales pasando por grandes pancartas en San Mamés solidarizándose con el pueblo palestino que no se vieron nunca a favor de las víctimas de ETA. Pero sin duda la joya de la corona es la Global Sumud Flotilla que, entre biodraminas y kufiyas, navega cual Armada Invencible de los derechos humanos hacia Gaza haciendo paradas técnicas cada dos por tres sin que quede claro si este grupete de activistas ociosos van por algo solidario o a hacer turismo por el Mediterráneo.

Una Vuelta gafada y politizada

Al final los titulares de medio mundo se los ha acabado llevando la Vuelta Ciclista a España, y no por las bicicletas. La presencia del equipo Israel-Premier Tech desató las iras un poco al estilo de la locura antirrusa con la invasión de Ucrania. De hecho, uno de los argumentos estrella de los propalestinos —que no por casualidad suelen simpatizar más con Rusia que con Ucrania— es que si el mundo echó a los rusos de todas partes, ¿por qué no se hace lo mismo con Israel? La derecha liberal y otanista que no perdonó ni la ensaladilla rusa, aún no ha sabido articular una respuesta convincente que no suene a porque antes nos salió de los cojones y ahora no.

Desde la primera contrarreloj, la Vuelta se llenó de protestas. En Bilbao, un grupo de radicales obligó a cancelar la etapa antes de la meta. El director técnico de la carrera se puso nervioso y manifestó que la escuadra hebrea debería abandonar para evitar más incidentes. Los manifestantes se crecieron. Nadie tenía el valor de ponerlos en su sitio. Es lo que que tiene amenazar a cualquiera que te lleve la contraria de estar a favor de un genocidio y de ser un sionista de mierda.

Pedro Sánchez, el admirador de la causa palestina

En este momento de zozobra, si alguien podía poner paz en una Vuelta que se iba de las manos era el presidente del gobierno. Un dirigente responsable salvaría la competición y la imagen de España, apelando a la tranquilidad y reforzando la seguridad de los participantes. El problema es que en España no tenemos un dirigente responsable. «Vaya por delante nuestro reconocimiento y respeto a los deportistas —anunció Pedro Sánchez— pero también nuestra admiración a un pueblo español que se moviliza por causas justas como la de Palestina».

Que entre la gasolina y el agua, el presidente optara por la gasolina tenía toda la lógica sanchista para desviar la mirada de los escándalos que le acosan. El año franquista no le interesa ni a Almodóvar y lo de la carta a la ciudadanía ya estaba muy visto, así que necesitaba nuevos señuelos para animar a la noqueada familia socialista. Y qué mejor que enarbolar la bandera palestina y recuperar la esencia de la izquierda cañí y el eterno odio rojo al Estado de Israel. De ahí al premio Nobel de la Paz, como ha propuesto el ministro Torres hay un paso.

Pedro Sánchez directo al Nobel de la Paz

Lo de imaginarse a Sánchez en Oslo de etiqueta aplaudido por las masas ya lo ven muchos exaltados socialistas, como los de El Plural donde comparan a su amado líder con Gorbachov o Nelson Mandela: «La candidatura de Pedro Sánchez al Nobel de la Paz, más posible que nunca» titulan en la que sería la pieza informativa más delirante del año si no fuera porque a los pocos días el digital de la bomba lapa se superó a sí mismo publicando esta columna: «Pedro Sánchez: razones para el Premio Nobel de la Paz». Teniendo en cuenta que este digital expresa los deseos del sanchismo sin filtro, está claro que, con la modestia que lo caracteriza, el presidente aspira realmente a ganar el premio.

El columnista de El Plural, Diego Ruiz, refleja perfectamente ese sueño húmedo de Moncloa cuando escribe: «Por la valentía, la determinación y la enorme influencia y diferencias que está marcando con respecto al resto de políticos mundiales, creo que el Premio Nobel de la Paz está más que justificado». Por si quedaran dudas, al principio de su artículo aclara: «Creo que soy lo suficientemente adulto como para caer en el fanatismo». Pues menos mal.

La Vuelta salta por los aires

Tras las palabras del presidente, aquella misma tarde cientos de personas invadieron el recorrido provocando incidentes y recibiendo porrazos de la policía que depende del tipo que les animó a ir. Surrealista. Los altercados obligaron a suspender el final de la Vuelta y la tercera carrera ciclista más importante del mundo se fue a tomar por saco. Pero para los socialistas había sido un gran éxito porque el ciclismo les importaba un comino. Como les importa en realidad Gaza y el sufrimiento de los niños palestinos. Que cuando haya que recular se reculará. Que se lo digan al Sáhara.

«Lo siento por la Vuelta, pero lo siento mucho más por los cientos de miles de palestinos que están siendo masacrados», tuiteó enseguida Óscar López, fiel servidor de Sánchez: «Que el pueblo de Madrid —escribió— se manifieste contra un genocidio no perjudica la imagen de España. Al revés». La izquierda más a la izquierda del PSOE también se emocionó: «España vuelve a ser faro mundial en defensa de los Derechos Humanos» (Mónica García) o «Palestina gana la Vuelta Ciclista a España (IU)», pero la verdad es que la izquierda más radical pinta poco en esta historia en la que se creen reinas y solo han sido peones del gobierno.

La culpa es de los judíos por provocar

Si alguien esperaba que al menos la ministra de Deportes tuviera palabras para los ciclistas y los fans del ciclismo lo llevaba claro: «Todos sabemos que la Vuelta habría sido normal si no hubiera participado el equipo de un país genocida», declaró Pilar Alegría. Si es que los visten como sionistas y van provocando. «El deporte no puede ni debe ser una isla ajena al sufrimiento que está sufriendo Gaza», remarcó superando la cursilada de Mónica García. Todo esto, recordemos, porque había un equipo judío en la carrera, que escuchando al gobierno parecería que hubiera participado Netanyahu haciendo peinetas.

Con RTVE cumpliendo (el Telediario preguntó su opinión a ocho manifestantes pero ni a un solo ciclista, ni siquiera al ganador, Jonas Vingegaard), solo Perico Delgado habló claro, al menos hasta que la televisión pública le cortó pasando a publicidad. Dijo que estaba muy bien protestar pero que haciéndolo así se daba una imagen «lamentable en un país que se llama democrático». Y continuó: «Lo peor, para mí, es que algunos partidos políticos fomenten este odio y ganas de separar al país. Eso es lo que es indignante». Veinte años lleva el ganador del Tour comentando el ciclismo en RTVE. Veremos si sigue, que mucho criticar a Trump por cancelar a Jimmy Kimmel pero menudo es Sánchez cuando no le bailan el agua.

Una «expresión pacífica» con 22 policías heridos

Para convencernos de que lo que habíamos visto había sido casi un producto de nuestra imaginación, salió el delegado del Gobierno en Madrid y aseguró que los incidentes habían sido «muy puntuales» y que en las calles de Madrid hubo «una expresión pacífica», tan pacífica que provocó 22 policías heridos. Su recuperación era «lo más importante», apuntó Marlaska quien a renglón seguido habló del impacto de la imagen de la Vuelta. El «de una sociedad comprometida con la paz en el mundo». Con vallas por los aires y cargas policiales, pero comprometida con la paz.

Con la oposición alucinando en colores, Ayuso dio donde duele fotografiándose sonriente con el equipo judío, lo que supuso, según la izquierda, «alentar a la violencia» y «blanquear el genocidio». Tras los altercados, los principales sindicatos policiales se pusieron como un enjambre de abejas cabreadas. JUPOL, SUP y JUCIL entre otros, le pintaron la cara al delegado del Gobierno y a Marlaska pidiendo su dimisión. Hablaron de un dispositivo insuficiente «por conveniencia política», de «haber abandonado a su suerte» a la unidad de antidisturbios, de «estar atados de pies y manos», de la sensación de impunidad que el gobierno transmitió a los manifestantes y que, en condiciones normales, la Vuelta nunca se había cortado. Bolaños no les ha acusado de ser del Mossad por los pelos.

La prensa libre acude al rescate de Sánchez

Mientras la imagen internacional de España —esa que decía Óscar López que no se vería perjudicada— se resumía en los titulares de prensa con las palabras «caos», «escándalo», y «vergonzoso», la Unión Ciclista Internacional (UCI) emitía un duro comunicado condenando «la instrumentalización del deporte con fines políticos en general y, en particular, por parte de un gobierno». Otros fachas sionistas estos de la Unión Ciclista Internacional, sin duda.

Entre la oposición, los sindicatos policiales y la UCI, estaba claro quién le iba a sacar las castañas del fuego a Pedro Sánchez: la prensa independiente y libre. «La intolerable injerencia de la UCI: mentiras e incoherencias frente al espejo de la historia», titulaba El País. La pluriempleada Sarah Santaolalla ponía en duda las heridas de los agentes porque aseguraba que uno ya tenía una fractura en el dedo del pie. En otro de sus grandes momentos, la tertuliana más sanchista de todos los tertulianos sanchistas respondía a alguien que le citaba la carta de un policía herido: «¿Te leo yo una carta de un niño que ha visto como han asesinado a su familia? (…) ¿Te da más pena la carta de un policía o de un niño asesinado?» Imbatible. En su cabeza, claro.

Llorar por Gaza y comprar armas a Israel, el concepto

La operación Lo de la vuelta no es nada comparado con el genocidio de Gaza y la oposición apesta continuaba. Silvia Intxaurrondo llevó al portavoz del PP al límite para obligarle a condenar a Israel. Javier Ruiz y La Sexta cargaban por los contratos de la Comunidad de Madrid con el empresario judío-español David Hatchwell, donante de Netanyahu, presidente de la Fundación Hispanojudía, cofundador de ACOM, el lobby pro-Israel más potente de España, y amigo de Ayuso, dando a entender que la presidenta madrileña defiende a Israel por el parné de su colega. Dinero manchado con sangre sionista en jerga progre. Y si lo lee a lo Javier Ruiz aún suena más tremendo.

Ayuso se ha defendido sacando el comodín del antisemitismo y atacando a la yugular, recordando la hipocresía de un gobierno que llora por Gaza y se gasta 400 millones en armas de Israel. Lo bueno es que Ayuso se ha quedado corta y la cifra real podría superar los mil millones desde la invasión de Gaza, según el Centro de Estudios por la Paz J.M. Delàs. A Sánchez no le ha quedado más remedio que comprometerse a acabar con ese mercadeo, pero aún no lo ha logrado, que una cosa es decirlo y otra hacerlo, que 40 años de tratados, acuerdos y compromisos —27 con gobiernos socialistas— no se rompen de un día para otro.

Menos mal que el presidente de España ha empezado por lo verdaderamente importante: sacar a España de Eurovisión si participa Israel. Pero aun así Sánchez sabe que no puede descuidar el asuntillo de las armas. Quedaría algo raro oponerse a un genocidio mientras financias a los supuestos genocidas y fomentas su industria armamentística. Así no hay forma de ganar el Nobel de la Paz.

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3 comentarios

  1. Con esto de Gaza, que realmente no les importa nada, se van a cargar todo lo que se les ponga al alcance. Para mí que piensan que mientras se hable de estas cosas no se habla de todas las mierdas en las que está metido su partido. Ahora, lo del Nobel no lo vi venir y me tiene loca la campaña que van a preparar.

  2. Entre el boicot a La Vuelta y la flotilla de Ada Colau y Greta que se acerca desafiando las adversidades estoy seguro que ahora mismo Netanyahu los tiene de corbata…

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