Elisa Mouliaá

Empecemos rompiendo una lanza, la única, por Errejón, politólogo y cofundador de Podemos y de Más Madrid, ex amigo de Pablo Iglesias al que traicionó yéndose con Manuela Carmena y hasta hace dos días portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados. Dudamos mucho de que sea un violador pero nos venía muy bien usar el estribillo de aquel himno feminista con el que nos torturaron hace años como título de este artículo, porque le viene que ni pintado el linchamiento que está recibiendo y al que tantas veces se sumó cuando eran otros los señalados. Quien ayuda a crear monstruos corre el riesgo de acabar devorado por ellos cuando su vida privada se parece como un huevo a una castaña a las virtudes morales con las que ha dado la matraca a los demás.

Víctima del Patriarcado y del neoliberalismo

Todo en esta historia es una fantasía delirante. Cristina Fallarás, convertida a raíz de esto por algunos en una gran periodista (lo cual ya nos da una idea del esperpento), publica en su Instagram un testimonio anónimo de una mujer víctima de «un político muy conocido en Madrid» al que define como un «maltratador psicológico», un «psicópata» y un «verdadero monstruo» que practica sexo de una forma degradante para las mujeres y las humilla cuando ya no las necesita.

El testimonio no da nombres pero los comentarios citan a Íñigo Errejón como si fuera un secreto a voces. En esas aparece la presentadora y actriz Elisa Mouliaá y publica un tuit, con dos millones de visualizaciones, asegurando haber sido víctima de acoso sexual por parte de Errejón tres años atrás. Al día siguiente, casi en paralelo con la declaración de Sumar desterrándole del partido, el Milhouse de la izquierda hace público un comunicado en el que anuncia su adiós de la política. «He llegado al límite entre el personaje y la persona», explica, sintiéndose víctima de una «subjetividad tóxica» multiplicada por «el patriarcado» y por «una forma de vida neoliberal».

Él era bueno y comunista pero el Patriarcado y la vida neoliberal le hicieron torcerse. Lo imaginamos escribiendo el comunicado y enterrando la cara en una montaña de cocaína como Al Pacino en Scarface gritando: ¡Ah, maldita vida neoliberal!

¿Errejón? ¿Quién es ese?

Con el escándalo aún calentito, Elisa Mouliaá —a quien nuestros lectores recordarán de quejarse de la cosificación femenina al tiempo que celebraba el culazo de Dani Olmo en un vídeo filtrado de los vestuarios de la selección— presenta una denuncia de agresión sexual en comisaría. Íñigo Errejón es ya un cadáver político, triturado por el movimiento que defendió. Ni siquiera sus compañeros de partido parecen conocerle.

La ministra Sira Rego asegura que apenas ha tenido trato con él porque ella pertenece a Izquierda Unida. La líder de Sumar, Yolanda Díaz, en su línea de asumir responsabilidades políticas, se desdobla y dice que ella es vicepresidenta y que le pregunten a Sumar. Y Más Madrid que, bueno, que sí pero que no es ni militante del partido. Errejón ha pasado de ser el orgulloso padre fundador de Más Madrid y portavoz de Sumar a un señoro que pasaba por allí acosando mujeres.

Otro aliado de izquierdas señalado

El feminismo político, mediático y tuitero ha salido en tromba a vender su paranoia, esta vez a costa del que fuera unos de sus símbolos indiscutibles. Ninguna mujer está segura si hasta los más altos referentes masculinos resultan ser los hijos más sanos del Patriarcado. Al estilo de Peio H. Riaño, Carlos Vermut y Ramón Paso, otro Dr.Jekyll de la élite progresista era revelado como un Mr Hyde de la violencia machista.

Que la bestia fuera otro aliado, pensará usted, quizá debería hacerles reflexionar de que el problema lo tienen en casa y de que los que tanto presumen de feministas son los peores. Manipuladores, tóxicos, hipócritas y embusteros, y los que más trapos sucios esconden con su virtue signalling. Pero desengáñese, nunca lo reconocerán. Le dirán que el machismo es transversal y que si esto pasa en la izquierda, qué no sucederá en las cavernas de la ultraderecha. Y que es gracias al feminismo que milita en la izquierda que se rompe el silencio patriarcal.

El silencio patriarcal de Sumar y de Más Madrid

Todo esto quedaría muy bien si no fuera por un detalle sin importancia: los partidos feministas han sido los que han escondido las travesuras de ĺñigo Errejón. Porque resulta que, como mínimo, desde hace un año algo se olían. Lo sabía Más Madrid cuando en 2023 el político le tocó insistentemente el culo a una mujer en una fiesta feminista, fue denunciado y el asunto se silenció. Lo sabían periodistas de referencia de esas que señalan el machismo de todo hijo de vecino como Ana Bernal Triviño o Esther Palomera, que han asegurado que del estilazo del portavoz de Sumar tratando a las mujeres se hablaba en los corrillos feministas pero por lo que sea nadie lo hacía público.

El por lo que sea lo ha explicado la ex diputada de Más Madrid y ex pareja de Pablo Iglesias, Tania Sánchez, que ha visto el machismo en Podemos desde detrás de una columna. Ha confirmado que no quisieron darle importancia a los comentarios que llegaban hasta sus oídos porque Errejón era uno de «los grandes activos del partido». Vaya con el silencio patriarcal de los partidos de izquierda liderados por mujeres. No es de extrañar que cuando Sumar salió a dar explicaciones, su responsable de feminismos rompiera a llorar. Se suponía que era por las víctimas de Errejón, pero sospechamos que realmente fue por la vergüenza. Menos mal que esas grandes mentes progresistas han encontrado la solución a esta crisis: un cursillo obligatorio para los mandos de Más Madrid. Y no se ría, que podría haber sido peor, podrían haber montado un punto violeta a la entrada del partido.

De denunciar fotopollas a acallar el acoso de Errejón

La onda expansiva del terremoto Errejón se ha llevado por delante a Loreto Arenillas, una pizpireta diputada de Más Madrid que pasó de mostrar con todo lujo de detalles la violencia digital de una fotopolla en la Asamblea regional a mediar para que la mujer sobada por Errejón no les denunciara. Loreto se negó a dimitir y fue cesada. Antes escribió un comunicado en el que aseguró que la han usado de chivo expiatorio, que no fue ella la que decidió silenciarlo y que nunca esperó que se vulneraría su presunción de inocencia. Si se fija bien oirá de fondo las risitas de miles de hombres inocentes acusados de violencia de género.

Mientras, los nuevos testimonios sobre la vida privada de ese gran feminista llamado Íñigo Errejón añaden vistosas pinceladas de color a sus fantasías de dominación y humillación con partenaires tratadas como putas y orgías de sexo duro entre rayas de cocaína. Todo de lo más edificante y apropiado para un político que siempre se mostró preocupado por la dignidad femenina y la salud mental.

El ‘team aliade’ se cura en salud

Con Errejón defenestrado para los restos sin necesidad de pasar por un juicio, sus dos ex parejas oficiales no parecen estar por la labor de defenderle. La primera, Rita Maestre, tras sospechar —otra denuncia anónima mediante— que su novio durante seis años le ponía los cuernos jugando al BDSM con la primera cría feminista que engatusaba, ha manifestado sentirse «engañada» y «devastada» porque su pareja era un «misógino que volvía a casa con normalidad después de agredir a una mujer de veinte años en un hotel». Y la segunda, la periodista de La Sexta Gloria Mena, hizo retuit a un comentario que, nos da la ligera sensación, sugiere que tampoco lo va apoyar mucho:

A los políticos y periodistas hombres de izquierdas que utilizáis vuestro carnet de feministas para cazar y posteriormente maltratar y/o agredir sexualmente a las mujeres: sois un despojo y unos hijos de puta. Lo sabemos. Lo sabéis. Sabemos quienes son. Vais a caer. Tiempo al tiempo.

Viéndolas venir, el team aliade (ya se hacen apuestas sobre quién será el siguiente maltratador progre en salir del armario) está pontificando como si no hubiera un mañana sobre los comportamientos machistas y se ha fustigado con más fervor que nunca en una antología de declaraciones sobre la culpa masculina. Algunas, como estas, son para enmarcar: «Qué asco y qué rabia. Qué difícil creer en ningún tío» (Ramón Espinar), «Todos llevamos un Errejón dentro» (Octavio Salazar) y «Las mujeres son víctimas de nuestra virilidad depredadora» (Octavio Salazar 2, El retorno).

Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón, First Date

De momento, la única denuncia que va p’alante, como diría Isabel Díaz Ayuso, es la de Elisa Mouliaá. En todas partes la han convertido en la nueva heroína feminista y a los que la critican en unos cavernícolas machistas. Nada nuevo bajo el sol de los medios vendidos al Yo sí te creo. Como ya sabe cómo va esto no le extrañará saber que, efectivamente, esta denuncia es tan creíble como el CGI de Hulka.

Mouliaá cuenta que, durante la fiesta en casa de un amigo, Errejón la metió en una habitación, echó el pestillo, la besó y la toqueteó por todas partes sin permiso sacándose su piolet troskista mientras le chupaba los pechos. Ella le pidió volver a la fiesta, de la que se fueron un rato después en otro taxi a casa de él. Durante el viaje, el padre de Elisa la avisa de que su hija de un año tiene 40 de fiebre pero ella sigue hacia casa de Errejón. Luego se quejaría de que él no mostró empatía. Siendo justos, si ella no fue capaz de mostrar preocupación por la fiebre de su hija tampoco podía exigírsela a un tío colocado y cachondo, que en ese momento no habría sabido distinguir entre el programa electoral de Sumar y el Mein Kampf.

Tras un rato en su casa en el que, explica, el político vuelve a la carga con la dialéctica marxista, besándola y metiéndole mano sin su consentimiento, la actriz se marcha tras decirle: «Solo sí es sí. Parece mentira que me esté pasando esto contigo». Habría que conocer también la versión de Errejón, del Errejón de aquella noche, claro; la del Errejón portavoz de Sumar ya la sabemos: una agresión sexual en toda regla, que por algo votó la ley del Solo sí es sí.

«Yo soy más de ir piano piano»

Como prueba de esta agresión, existe un mensaje de Whatsapp en el que Elisa le dice a una amiga que está «decepcionadísima» con Errejón, lo que acompaña con dos emojis, el de la cara riéndose y el de la mierda. En otra captura mostrada por la propia actriz, y borrada poco después seguramente a instancias de su abogado, se lee la conversación completa:

«A pesar de que es un crack… como que me decía tan claro lo que quería y cómo lo quería que me he sentido un poco presionada (…) Y hemos terminado en su casa y hemos terminado a saco igual que en tu casa que me llevó a un cuarto».
«Jajaja ¿Y pasó algo?»
«Yo es que soy más de piano piano y de calentar el fuego»
«Y qué dijiste?»
«Pues le he cortado, sí. Y hemos acabado con una buena conversación».


Estamos seguros de que una psicóloga feminista nos explicaría que esto demuestra, sin la menor duda, el estado de shock en el que se encontraba Elisa después de vivir un terrible episodio de violencia sexual. Si coló con las risas de Jenni Hermoso tras el beso de Rubiales, ¿por qué no iba a colar con esto?

El nuevo libro de la Fallarás

Tres años después, con Errejón en su final siniestro —Pablo Iglesias dixit— y sabiendo que nadie lo va a defender, Elisa Mouliaá ha denunciado los hechos. No lo hizo antes por miedo, asegura. ¿Oportunismo? ¿Despecho de mujer? ¿Venganza política? ¿Arrebato feminista? Elija usted su propia aventura, tampoco lo vamos a saber a ciencia cierta, aunque veremos qué depara el futuro a la hasta ayer casi desconocida actriz. Las casualidades no existen. Y menos en estos temas.

Si no, vea a Cristina Fallarás que, después de todo el follón, va a publicar un libro de testimonios de violencia sexual cuyos beneficios irán destinados a Acción Comadres, una asociación sin ánimo de lucro de la que la propia Fallarás fue cofundadora y a la que el Ministerio de Igualdad le quiso dar cien mil euros sin tener aún los papeles en regla, todo un acto de fe feminista. No, si al final iba a tener razón Errejón con lo del neoliberalismo.

Una peligrosa justicia poética

Está claro que si Elisa Mouliaá pretendía una cita de ensueño, el asunto no le salió muy bien. Ella misma lo ha explicado con posterioridad en sus redes sociales: «Yo estaba ilusionada con Íñigo, le tenía en un pedestal… pensé que podía ser una historia de amor preciosa». Obviamente, no lo fue. Intuimos que la relación se enfrío por ambas partes (aunque ella le siguió riendo las gracias en Twitter). Mouliaá no obtuvo su historia de amor preciosa y Errejón no consiguió su revolcón con la rubia buenorra a la que se había camelado durante un año dándoselas de feminista. La vida.

Que una mala cita se denuncie años después como una agresión sexual puede tener su punto de justicia poética siendo Errejón el acusado, pero no deja de ser un paso atrás: si todos los desengaños son susceptibles de ser agresiones sexuales vamos listos. Todos los hombres seremos unos violadores y todas las mujeres unas inmaduras que convertirán sus decepciones amorosas en traumas y agresiones o, aún peor, en una excusa para saldar cuentas cuando les dé la gana con los tipos que no les dieron lo que ellas querían.

Errejón en la encrucijada del aliado

Ahora a Errejón solo le caben dos caminos: inmolarse en la hoguera feminista y convertirse en el aliado supremo reconociendo su culpa o defenderse de este MeToo que le han montado los suyos. Para ello tendría que renegar de toda su trayectoria política. «No hay denuncias falsas —dijo una vez—, hay una derecha fanática cuyo trabajo es criminalizar a las mujeres». Si no se defiende, es culpable; si lo hace se convierte en derecha fanática. Bonita disyuntiva. Y que rece porque los ligues a los que habrá decepcionado por decenas sacando, digamos, su lado con menos perspectiva de género no sigan el camino de Elisa Mouliaá porque entonces va a acabar peor que Harvey Weinstein.

Quién lo iba a decir. Al final entre el modosito aniñado y el tipo de la coleta con cara de sátiro de azotarlas hasta sangrar que las esperaba en el baño para refrescarse, el de la coleta era el menos depravado. Ya podía haber aprendido Errejón de José Luis Ábalos, el mayor golfo de España y ni una sola queja. Se nota que las trataba como a reinas. Que se lo digan a Jésica.

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6 comentarios

  1. El mejor relato respecto del caso de marras que he leído hasta ahora.
    Espero sus posts siempre, Sr. Kaplan. Y este obviamente tenía que caer.

  2. Muy bien explicado el caso, con todos sus personajes apareciendo en algún momento. Aunque le aviso que ya he visto cositas nuevas sobre esto por ahí. Prepárese para segunda temporada. A ver, que una mala cita no es una agresión pero eso de que de vez en cuando prueben su propia medicina… De todas formas, existe la teoría de que todo esto ha sido para sacarlo de la política porqueeee Iglesias is coming.

    1. Una conspiración de Pablo desde las sombras sería ya la guinda perfecta para este esperpento. Si quiere desarrollar este punto recuerde que Podemos ya usó lo de las denuncias falsas contra Calvente.

  3. Estupendo el relato como siempre, sr. Kaplan. Aunque los hechos y personajes que aparecen darían para un serial de eso que se llama spin off en las series: el farragoso e ininteligible comunicado de Errejón, Fallarás, su «espacio seguro» en Instagram y su libro, las periodistas feministas, los equilibrismos de los partidos de su cuerda y sobre todo, la denuncia de la actriz y la publicación de conversaciones posteriores por whatsap en los que se demuestra que no anda muy sobrada de luces… Uf, mucha faena
    Y su última frase me ha recordado a un meme que ha circulado por whatsap en el que Abalos comentaba el «sabio» consejo que le dió en su momento al «mequetrefe de Milhouse»…
    Un saludo

    1. Gracias, Valentín. Tiene razón, yo lo estoy visualizando como una serie televisiva con todas las tramas desarrollándose a la vez que ríase usted de Juego de tronos. Y lo que falta por venir. Eso sí, Elisa Mouliaá tiene asegurado el Emmy a la mejor rubia. Se luce cada vez que aparece.

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