Los primeros Oscar oficiales de la diversidad, la inclusión y la felicidad no han sido todo lo woke que a algunos les habría gustado provocando monumentales cabreos progres en lo que siempre fue Twitter y que no pensamos llamar X hasta que Elon Musk nos dé una paguita. El Oscar a la mejor película de animación se lo llevó El chico y la garza de Miyazaki derrotando al Spiderman diverso e inclusivo de Miles Morales y, en el año del huracán Barbie, Oppenheimer le ha pasado por encima con la onda expansiva de la bomba atómica de la película. Pero no piense que eso ha acabado con el cine feminazi. Este ha llegado para quedarse una buena temporada, mientras dure la tontería, y para alegría de esta saga de artículos que llega a la undécima entrega en plena forma de spoilers y de navajazos sin compasión.

Pobres criaturas feministas
Empezamos fuerte. Pobres criaturas fue otra de las triunfadoras de la última edición de los Oscar —cuatro premios, uno para Emma Stone y tres técnicos que reconocen su factura visual— y que ha entusiasmado a esa subespecie cultureta que domina la crítica cinematográfica y de la que nunca tiene que fiarse. «Mágica», «sublime» o «imprescindible» son algunos de los calificativos que le han dedicado demasiado alegremente. Yorgos Lanthimos ha cocinado un cuento perverso para intensitos de ahora con la apariencia de un Frankenstein en clave feminista en la que una recién nacida, cuyo cerebro se ha trasplantado al cuerpo de su madre que se ha suicidado, descubre el sexo y se empodera al tiempo que va pasando por una retahíla de tipos a cual más tarado.
Los hombres en cuestión son un compendio de clichés feministas de masculinidades nocivas: el padre ultraprotector, el novio calzonazos pero controlador, el amante tóxico y manipulador y el marido violento y peligroso. Frente a ellos la protagonista evoluciona y alcanza la plena madurez tras pasarse la película comportándose como una salida psicópata y retrasada. A los Oscar le gustan las interpretaciones así, por lo que no se extrañe del premio. Para divertimentos, cerebros de anormal y homenajes a la estética del terror añejo háganos caso y vuelva a ver El jovencito Frankenstein. Se lo va a pasar mucho mejor que con esta aburrida tontería.
El detalle opresor
Emma Stone, que también es productora, tenía claro que una trama que habla de la libertad sexual de la protagonista exigía desnudos y escenas de sexo. Y aunque estas se han vendido como si fueran valientes y explícitas, lo cierto es que tampoco son nada del otro mundo para nadie que haya vivido el cine pre #MeToo, especialmente el de los ochenta y noventa. Hay películas de Esteso y Pajares con más desnudos que esta. Pero para el mojigato feminismo yanqui actual esas escenas son muy fuertes y tienen un problema añadido: la cosificación del cuerpo femenino. Eso por no mencionar el hecho de que la protagonista se prostituya —su cuerpo es su medio de producción, como ella misma asegura— y de que sea técnicamente una niña a la que solo le falta ir a refrescarse con Pablo Iglesias para cantar bingo sexual. Así que si lee por algún lado que Pobres criaturas no es feminista sino una visión masculina e hipersexualizada de la mujer y una apología de la pederastia ya sabe por qué es: fuego amigo a bocajarro.
Pobres criaturas (2023). Clasificación en la escala feminazi (7/10)

Una para todas, todas para una
Una nueva versión de Los tres mosqueteros con Eva Green haciendo de Milady de Winter habría sido una espléndida noticia… hace diez años. En los tiempos del #MeToo con la corrección política y el feminismo campando a sus anchas lo es mucho menos. Así, en Los tres mosqueteros: Milady no solo nos encontramos al único negro que hubo entre los cien mosqueteros históricos (un oscuro príncipe de Costa de Marfil convertido aquí en héroe a la altura de Athos, Porthos o Aramis), sino que se blanquea y empodera a la villana de la historia, en la tradición revisionista actual que resignifica con perspectiva de género el arquetipo de la femme fatale. «Mi Milady —en palabras de la propia Eva Green— no es ninguna psicópata, es una gran feminista muy adelantada a su tiempo». Agárrate los machos, Richelieu.
La actriz de Casino Royale, tan guapa como siempre, es una Milady que se desenvuelve entre machirulos con su astucia, la espada y sus encantos mucho menos evidentes —olvídese de los desnudos y los polvos furiosos de su Artemisa en 300: El origen de un imperio— no sea que alguien diga que se la cosifica. Que sea tan buena espadachina como D’Artagnan es lo de menos (ya lo fueron otras Milady como Milla Jovovich o Emmanuelle Béart). El problema viene con el calzador con el que la han encajado en el zapato woke para que no sea la malvada de toda la vida sino una inspiradora antiheroína para estos tiempos, superviviente de violencia de género y todo1.
El desastre es evidente en la acción más célebre de Milady de Winter: el asesinato a sangre fría de la amante de D’Artagnan, Constanza Bonacieux. ¿Cómo justificar esa vileza en un personaje que se está vendiendo como una protofeminista adelantada a su tiempo? Pues muy fácil: en esta nueva versión ella no tiene nada que ver. En un acto lleno de sororidad, Constanza intercambia su lugar en la prisión para ayudar a escapar a Milady cuando la van a ejecutar. Pero los malvados hombres, tan torpes, tan estúpidos, tan violentos, no se dan cuenta y ahorcan a Constanza pensando que es la otra. Ni al negro más aliade de Alejandro Dumas se le habría ocurrido algo así.
El detalle opresor
Los tres mosqueteros: Milady es la segunda entrega de un díptico que ya en la primera parte apuntaba al wokismo con un Athos bisexual. La crítica cinematográfica las ha tratado con amabilidad y dice que son entretenidas y fieles a las aventuras originales de los mosqueteros. En realidad, lo único fiel que tienen es que son francesas. Por lo visto la idea era realizar una franquicia mosqueteril, aunque habiendo costado 72 millones de euros y con una recaudación total de 52 millones no sabemos si habrá tercera parte. Una pena porque nos quedamos sin saber si la feminista de Milady de Winter terminaba fundando una sociedad sufragista en París.
Los tres mosqueteros: Milady (2023). Clasificación en la escala feminazi: 7/10

True Feminist: Noche de amigas en Alaska
True Detective: Noche Polar transcurre en Alaska y repite la fórmula de la primera temporada. Esta vez con dos mujeres policías poco convencionales que investigan el extraño asesinato de ocho científicos en una base polar y donde, de nuevo, se mezclan aspectos sobrenaturales y místicos. Esta cuarta temporada es una apoteosis woke de las que nos gustan a nosotros: empoderamiento femenino, diversidad, debates de género, lesbianismo, ecosostenibilidad, denuncia del capitalismo, defensa de las culturas indígenas y una crítica a la masculinidad tóxica y violenta. No es que los personajes masculinos estén supeditados a los femeninos, es que son todos unos inútiles, para resaltar más aún el poder de las mujeres que parten la pana y controlan la situación en todo momento hasta para usar a sus amantes cada vez que les pica el asunto.
Al final se descubre que los científicos, todos blancos, asesinaron brutalmente —¡los ocho!— a una activista medioambiental esquimal, inuit como se dice ahora para no ofender, y el resto de mujeres del pueblo decidió vengarla. Las policías, interpretadas por Jodie Foster (blanca) y Kali Reis (negra), no detienen a las culpables puesto que entienden que fue un acto de justicia porque la autodefensa es la única opción frente a la violencia institucionalizada de los hombres.
El detalle opresor
La jugada ha sido tan descarada que, incluso antes del sonrojante desenlace, empezaron a circular comentarios negativos contra la serie y a puntuarla negativamente (Review bombing). Esas críticas, por supuesto, no se consideraron legítimas sino literalmente «una campaña de odio machista contra True Detective». Además, al cascarrabias de Carlos Boyero, al que la temporada se le ha atragantado casi tanto como a nosotros, se le ocurrió decir que Jodie Foster salía fea y vieja echándose encima a toda la parroquia progre que le llamó de todo. Seguramente, le vieron como el cabecilla visible de otra campaña de odio en este caso edadista. Que se ande con ojo a ver si las esquimales vengadoras van a ir a por él.
True Detective: Noche Polar (2023). Clasificación en la escala feminazi 7/10 con agravante woke.
- Después de casi 150 artículos de Kaplan contra la censura ya era hora de incluir una nota a pie de página, que siempre viste mucho. Algunas feministas consideran que Anne de Breu alias condesa de La Fêre alias baronesa de Sheffield alias Milady de Winter es una víctima de violencia machista en una relectura contemporánea de la novela de Alejandro Dumas, con lo que le hacen un flaco favor a uno de los villanos más fascinantes de la literatura, que no necesita de blanqueamientos ideológicos al gusto del siglo XXI. Según ellos, la antagonista de Los tres mosqueteros relata en el libro los maltratos que sufrió de su pareja y fue ejecutada tras una farsa de juicio «machista» a cargo de su cuñado (Lord Winter), D’Artagnan y los tres mosqueteros, que ni siquiera la dejaron defenderse en un tribunal. Ese punto de vista demuestra la mala idea del feminismo que solo ve lo que le interesa y lo tergiversa a su antojo. Milady de Winter no es ninguna víctima: es pura maldad. Athos, el conde de La Fère, la repudió al descubrir en su hombro la marca de la flor de lis con la que se señalaba a los criminales. Los supuestos maltratos que Milady relata no son de Athos sino una mentira con la que pretende engañar y seducir a su carcelero, el puritano John Felton, explicándole que el duque de Buckingham la pegó y la violó. Felton asesinará a Buckingham cumpliendo así los designios de Milady. Al final de la novela el verdugo de Lille cuenta el origen de esa marca de la flor de lis, cuando la futura Milady era una joven novicia que sedujo y engañó a un sacerdote —hermano del verdugo y que se ahorcó presa de los remordimientos— para hacerse con las reliquias de un convento. Que su juicio sea una «farsa» y la sentencien los mosqueteros no es por machismo, sino porque es la única forma de que alguien tan endiabladamente perverso y astuto que es capaz de seducir a cualquiera reciba su castigo después de tantas fechorías. Así que al próximo que le diga que Milady de Winter es poco menos que una mártir feminista hágale una finta con su dedo medio al más puro estilo D’Artagnan. ↩︎
La saga del cine feminazi
- Joyas del cine feminazi en la era #MeToo.
- Joyas del cine feminazi 2: Mira quién oprime ahora.
- Joyas del cine feminazi 3: El ascenso del Patriarcado.
- Joyas del cine feminazi 4: Nación salvaje.
- Joyas del cine feminazi 5: La última frontera.
- Joyas del cine feminazi 6: El hembrismo se abre camino.
- Joyas del cine feminazi 7: La pesadilla final
- Joyas del cine feminazi 8: Un nuevo comienzo
- Joyas del cine feminazi 9: Barbie derrota al Patriacado
- Joyas del cine feminazi 10: Colapso Woke
Esperada nueva entrega del cine feminazi. A falta de ver True Detective coincido en todo. ¿Cómo pueden dulcificar tanto a una supervillana para hacerla parecer una pobre víctima? No, no, hay que hacerla como es, maliiiiiiisima. Y la de Pobres criaturas… Que pueda gustarte la estética, vale. Pero la película me ha parecido un bluf. Que no ha dicho que el único hombre bueno y comprensivo es el aliade negro filósofo.
Espero que la haya disfrutado, que esta saga de cine feminazi va camino de «clásico» xD Y buen apunte con el amigo negro de la protagonista de «Pobres criaturas». Ya verá en «True Detective», también llena de hombres tóxicos y/o descerebrados. Hay una escena en la que los policías se dedican a hacerse selfies con los cadáveres de los científicos hasta que viene la jefa Jodie Foster a poner orden.